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CAPÍTULO 33. Carne de mi carne


—Así que la famosa Historia Reiss… la supuesta manipuladora de mentes de alfas.

—Cariño, ¿estás bien? ¿Puedes oírme? —la pregunta iba dirigida a Ymir, pero la morena apenas podía reaccionar. Se había llevado un palo bastante fuerte. Ni siquiera ella misma podía reconocerse en la historia que Petra acababa de contar, pero no tenía que rebuscar en absoluto. Ymir había sido muy mala. Petra simple y llanamente… tenía razón. Y no mintió. Todo lo que había contado, cada maltrato, cada palabra, era real. Al oír la voz de la rubia movió las pupilas al teléfono, sus ojos parpadearon más húmedos.

—Historia.

—Sé quién eres y quién fuiste. Siento mucho todo lo que está pasando. Pero no te dejes vencer ahora. Tú… no has hecho nada malo estos últimos años, ni lo volverás a hacer. Estamos juntas, ¿de acuerdo? Nunca más andarás sola. Esto es… una sucia maquinación de Ariadna.

Historia observó por la pantalla que Ymir se estaba aguantando. También vio que Petra había sufrido una crisis y un ataque de ansiedad, así que la tuvieron que sacar de la sala rápidamente. Mejor. Así podría hablar más tranquila.

—Ymir…

—Yo… no… eso que ha dicho ella…

—Ymir… tranquila. No me hagas esto, ¿eh? No vayas a llorar, que sino me cuesta hablar.

La morena suspiró largamente, intentando entrar de nuevo en el halo de cordura que por poco se le escapa al enterarse del aborto de Petra. Historia siguió hablando.

—Es cierto que quizá intenté manipularla los primeros meses de convivencia… porque no podía hacer otra cosa. Pero no lo hacía a malas, ¡yo no pretendía nada malo! Sólo que no me hiciera daño, disfrutar con ella y hacerla disfrutar el doble si ambas nos entendíamos… pero esos asuntos son privados nuestros a día de hoy.

Ariadna puso los ojos en blanco. Le hizo un gesto a su abogado para que interviniera, pero éste necesitaba algo más de información para saber urdir un plan.

—Yo me comporté como una imbécil con todas ellas, con todas. Sin excepción —dijo la pecosa, encarando al público. —Por suerte o desgracia, los alfas no sentimos la conexión biológica que sienten los betas hacia sus amos. Historia fue capaz de ganarse mi afecto por sí misma, sin trampas ni manipulaciones. Ella siempre lograba confundirme porque era especial. Cambió mi perspectiva porque me hizo… quererla de una forma mucho más profunda. Una forma que yo no he conocido. Sé a lo que se refiere con manipulaciones, y no es ni la mitad de malo que suena.

—Sugooooooii —pronunció Eren, relajado bajo las caricias de Mikasa. Aquello parecía la mejor película de la historia. Ese juicio sería siempre recordado.

—Así es —siguió Historia por el teléfono. —Y no crean que no me costó. Ymir es bastante autoritaria. Mucho. No se deja querer fácilmente. Pero… —suspiró, e hizo una larga pausa. Sabía que sería abucheada por muchos por lo que iba a decir ahora. —Esto… esto que hacéis tiene que acabar.

La gente fue parando de hablar progresivamente, hasta que sólo se escuchó la voz de la rubia.

—Lo único que tengo que agradecer al sistema de alfas es haberme puesto en medio de la vida de una mujer que me necesitaba conocer para cambiar. Tengo que agradecerlo porque… Ymir es una persona maravillosa, nos queremos y afortunadamente hemos encontrado paz en ese mundo que tenéis construido. Pero… no es ni por asomo lo que suele ocurrir. No lo es. ¿Por qué una chica como Petra Ral tiene que aguantar algo así? ¿Por qué cualquier chica tiene que aguantar ser violada o acosada sexualmente por personas que no le interesan? ¿Por dinero que ni siquiera pueden disfrutar, que se lo quedan las familias mientras ellas deben vivir enclaustradas en una casa? Muchas se entregan porque así lo desean, pero no lo harían si supieran la amarga realidad que hay en la gran mayoría de esas mansiones. Es muy injusto… y es cruel. Lo único que diferencia a un beta de un alfa es la conversión en titán… y luego… está mal visto que un alfa se transforme en uno porque es sinónimo de debilidad ante la batalla, ¿¡entonces qué demonios tiene de útil!? No lo aguantéis. Salid de esas casas, salid y haced vuestras propias vidas. Esto DEBE acabar.

—Pero cómo cojones se atreve esa esclava… —Ariadna fue levantándose poco a poco, enfurecida.

Ymir sonrió como pudo.

—Te dije que tenía un buen par de ovarios.

Había opiniones divididas, el público se dispersaba, los periodistas chillaban regocijados en sus exclusivas. Ymir suspiró algo más nerviosa, al ver a Ariadna tan enfadada. Parecía que lo que fuera que estuviera tramando se empezaba por ir al garete.

—Esa pequeña zorra que está hablando es una manipuladora social de las grandes. NO LA OIGÁIS. Alguien así puede cambiar el sistema que tanto le costó a nuestra familia construir, y es un sistema que funciona. Si los alfas no encuentran con quién tener descendencia, es posible que el linaje titán no tarde en desaparecer. Los gametos entre nosotros mismos son incompatibles, NECESITAMOS QUE ESTO SIGA IGUAL. ESA ESTÚPIDA NIÑATA HA CONSEGUIDO QUE YMIR PRACTIQUE LA MONOGAMIA.

—No escuches sus improperios —dijo Historia, muy calmada. —Y relaja esos puños, Ymir, que te estoy viendo a distancia.

Ymir sonrió bajando la mirada, negando con la cabeza, como si aquella que le hablaba no tuviera remedio.

—Yo no he llamado para manipular a nadie —siguió hablando, en dirección a Ariadna. —La única manipuladora social eres tú, intentando utilizar la historia de Petra para difamar a Ymir. He llamado porque sabía que lo siguiente que harías, era decir que la he convertido en monógama por manipularla. Esas decisiones han nacido de ella cuando vio que iba a perderme. Y eso no es manipular. Estúpida, eso es estar enamorada.

Hasta a Hange se le encogió el corazón con aquellas palabras, que se miró furtivamente con Erwin. Si el amor no debía ser obligado con betas, tal vez lo que decía Historia tenía mucho sentido y se había estado culpabilizando en vano todos aquellos años.

—¡Cállate, mocosa!

—Eh. No le levantes la voz a mi chica —dijo Ymir, levantándose poco a poco.

—Ymir —la morena volvió a mirar el teléfono, pendiente a la rubia. Historia sonrió. —Eres madre de tres niños preciosos y buenos… los tres con capacidad para ser titanes como tú. Y nuestra hija… ¡nuestra hija es igual que tú, Ymir! Te llamaba porque… porque ya han nacido hace un buen rato, un nene y una nena. Y para recordarte lo felices que seremos. Nadie nos va a apartar de ti.

Ymir asintió rápido, comprimiendo los labios para no emocionarse. Tenía unas ganas inmensas de conocer a sus nuevos hijos. Pero sí que sabía esa noticia, porque segundos antes de entrar al tribunal, Moblit le mostró la primera foto de ambos. La niña tenía el pelo oscuro, y el niño, apenas tenía un ligero vello dorado, el mismo rubio de Historia.

—Bien, ORDEN. ¡ORDEN! —tronó el mazo de la jueza, esperando que la gente se serenara. La llamada de voz había cautivado a los presentes. Ariadna miraba babeando de rabia al estrado, tenía ganas de convertirse en titán. —Deniego la demanda.

—¿NANI? —gritó Ariadna, enfurecida.

—Verá… señorita Fritzel. Adivine quién de esta sala estudió duro con el amor, el dinero y el apoyo de su alfa.

Ariadna frunció el ceño, mirándola incrédula.

—Así es —contestó ella. —Siempre ha sido un secreto familiar. Pero honestamente, después de este espectáculo, yo tampoco tengo ganas de seguir fingiendo. Considero que las pruebas y los testimonios aquí ofrecidos no han sido satisfactorios para considerar una traición al sistema alfa. Su prima se ha enamorado de su beta y viceversa, eso es todo. Tiene mucho dinero y poder, por favor, disfrute la vida como quiera y deje de molestar al prójimo.

Exterior de los tribunales

Ariadna salió embravecida de la sala, chocándose y empujando de mala gana al torrente de fotógrafos y micrófonos que la apuntaban en tropel. Era tan parecida físicamente a Ymir, que muchos de los periodistas incluso le preguntaban cosas que claramente eran hacia su prima y no hacia ella en el exterior, lo que incrementó su rabia. Apartó al último fotógrafo de su camino, sin embargo todos siguieron grabándola. Bajó el resto de escalones atropelladamente hasta que uno de sus betas la vio y se acercó a ella, con un bebé de no más de cinco meses en los brazos.

—Ari, ¿estás bien? ¿cómo ha ido?

—¿Que cómo ha ido? —sonrió irónica, y de un impulso le rompió la nariz con un puñetazo, que hizo al hombre caerse de inmediato al suelo. La bebé notó el impacto y al mirar a su padre sangrando empezó a llorar angustiada y desconsolada. —Así me ha ido, PERRO DE MIERDA. ¿ES QUE NO VES LA TELE? —tomó impulso y le dio una patada en la cara que movió su cuerpo entero. El hombre, bastante adolorido y con el rostro dormido, se encogió en el asfalto y rodeó a la niña con los brazos, impidiendo que la mujer se le acercara. Ariadna se agachó y tomó a la cría bruscamente del bracito, tirando de ella para alzarla y llevársela. A la mínima que la comenzó a levantar su beta la agarró de la muñeca, era un chico guapo y fuerte, pero jamás usaba la fuerza contra ella.

—Cómo te atreves, suéltame, hijo de perra.

—Suéltala… —dijo gimoteando de dolor, apenas la veía con tanta sangre en la cara, pero sabía que estaba tratando de llevarse al bebé.

—Te vas a enterar, gusano de mier… —alzó el puño y cuando lo bajó a su cara otra mano le paró la trayectoria. Miró a sus espaldas y apretó la mandíbula.

—No le pondrás la mano encima mientras esté yo.

—ES MI BETA. APÁRTATE, YMIR. —Ymir la soltó pero sus manos fueron directas a la bebé, que se rajaba de llorar. Esto hizo que Ariadna negara con la cabeza, gritando más fuerte y levantándose. —DAME A MI HIJA.

—Es parte de mi familia. No dejaré que le hagas daño. Si tienes algo que decir, enfréntate a mí.

Ariadna respiró iracunda y trató de serenarse, al percatarse de repente que todo aquello había sido inmortalizado con cámaras y micros. Pero no pudo por mucho rato.

—Que os follen a todos.

Cuando su limusina estuvo justo detrás, abrió la puerta y se marchó sola, sin ninguno de los dos. Ymir examinaba con cuidado el brazo de la niña, pero por suerte no parecía haberle hecho nada. Después ayudó al hombre a levantarse. No le extrañó ver que era un atractivo chico joven, musculado y de pelo rubio. Ojos azules. Se preguntó si era quizá alguno de los hermanos de Historia, porque tampoco era muy alto y juraría que le había puesto poner una expresión similar. Cuando se limpió la sangre de la cara, Ymir le dijo:

—Te ha roto la nariz, deberías ir al hospital.

—Estoy bien. Por favor, dame a mi hija —Ymir se la apartó suavemente, mirándole preocupada. Después echó una mirada a la cría, pero asintió con cierta pesadez y se la acabó devolviendo.

—Cuida de ella. Y cuida de ti. No dejes que esa amargada os haga infelices.

—No dejaré que le haga daño.

—No vuelvas con ella. No está bien.

—Yo… —dijo el chico, algo avergonzado al ver tanta cámara. Bajó la voz. —Yo no puedo irme y dejar sola a Ari así como así. Nuestras bebas la necesitan. Y yo a ella también.

Ymir suspiró al ver como aquel pobre diablo tenía que buscarse la vida para llamar otro coche, ya que la zorra de su prima les había dejado allí tirados. Sólo esperó que la niña no sufriera ningún daño.

Mientras su chófer conducía al hospital donde Historia estaba ingresada, y con un camino de cinco horas por delante, Ymir reflelxionó sobre todo lo que acababa de pasar. Apenas cabía en sí de las múltiples sensaciones que tenía en el cuerpo. Petra Ral se acordaría de ella para toda la vida, aun con todo el dinero que Ymir le había dado tras su renuncia a sus servicios de beta. El dinero no había bastado para hacer que la chica dejara de estar traumatizada. Y haberse enterado de aquella verdad del aborto la acababa de traumatizar a ella misma. Mientras Moblit conducía, se dio cuenta de que Ymir estaba llorando.

—¿Estás bien…?

—Creo que sí. No me hables, ¿de acuerdo?

El chico asintió despacio, la comprendía. No había ya mucho que decir.

—Y no le digas a Historia que he llorado —dijo, pasándose la mano por las mejillas rápido. —Ni siquiera merezco tener a alguien como ella esperándome.

Moblit negó con la cabeza y pisó el freno. Dieron tal parón que Ymir le miró con las cejas fruncidas, confundida.

—Basta. Yo soy el primero que pensé que no te la merecías —dijo con un tono cabreado, señalándola con el dedo. —Pero sé qué persona eres ahora. Esa chica ha hecho algo milagroso y te ha lavado el alma. No digas que no te la mereces. Lo que tienes que decirte es, voy a tratarla como se merece lo que me resta de vida. ¿¡Entendido!?

Ymir asintió muy rápido, con los ojos sorprendidos al ver a Moblit así.

—Bien. Petra necesita mucha terapia, pero sé perfectamente que su estado de salud, al menos la física, está ahora bien. Es muy joven, conocerá a alguien que la quiera y superará este dolor. Es muy importante que jamás vuelvas a acercarte a ella porque activas en su cuerpo hormonas que son muy peligrosas y dañinas para su salud mental. Las conexiones de por vida son así.

Ymir volvió a asentir rápido, obedeciendo en silencio.

—Bien. Y ahora nos vamos. Tu mujer y tus hijos te están esperando.

Ymir se quedó mirándole varios segundos, igual de asombrada que al principio. Moblit no dijo más nada, sólo subió el volumen a la radio, había buen rock.

Hospital – Ala de maternidad

Aún seguía abrazada a ella con fuerza. Tres minutos sin despegarse la una de la otra, Historia tenía lágrimas bajo sus párpados,las pestañas húmedas, mientras acariciaba la espalda de Ymir sin parar, oyéndola desmoronarse.

—Tranquila… ya estás aquí conmigo…

La espalda larga de Ymir se contraía una y otra vez, incapaz de controlar su llanto. Se había repetido durante las cinco horas de coche que no lloraría delante de ella, pero al verla, todas las escenas del juicio volvieron a su cuerpo y se ablandó con el primer abrazo. Su cuerpo y su mente necesitaban la redención, y necesitaba que Historia le diera una oportunidad. Llevaba todo el trayecto creyendo que podía dejarla en cualquier momento, y con toda la razón.

—Lo siento… yo… no quería que te enteraras de todas esas cosas… sería incapaz de hacértelas, te lo prometo, te lo juro, por favor, no me dejes…

—Respira Ymir, por favor… respira… ¿sí? —chistó la lengua, suspirando. Acariciaba su espalda sin parar. —No voy a dejarte, mi amor.

Ymir la apretó con fuerza, hasta que sin darse cuenta la elevó unos centímetros de la camilla.

—Auch, Ymir… espera…

—Perdona —se distanció un poco, respirando con irregularidad. Oyó la voz mimosa de Historia chistarla de nuevo, le pasó el pulgar por la mejilla para retirar las lágrimas.

—No me pidas perdón. Sé como eres ahora. Y tienes un gran corazón, mi pequitas…

Ymir tomó una bocanada de aire y asintió despacio. Se inclinó despacio hacia Historia rozándose con su nariz, y la rubia sonrió dulcemente antes de atrapar sus labios, besándola con lentitud. Ymir se inclinó y la correspondió de la misma manera, llevando una mano tras su pelo. Lo único que las detuvo ahora fue el balbuceo de un bebé, que hizo que la morena abriera los ojos y se despegara, para conocer en persona a sus nuevos niños. El varón dormía plácidamente, pero la otra, que tenía sus rasgados ojos muy atentos a lo que ocurría, miraba a las mujeres con curiosidad, balbuceando en su idioma.

—Son hermosos. Y ella… —empezó Ymir.

—He visto tus fotos de bebé. Sois dos gotas de agua.

—Pobre. Pues esa va a dejar de ser hermosa rápido entonces…

—Qué tonta eres… tranquila, pequeña. Aunque tu mamá te haga bullying, yo estaré aquí —rio, pasando un dedo por su mejilla. Ymir se acercó a la criatura y la tomó en brazos con mucho cuidado, era mucho más pequeña de lo que en su día fue Marcos, al haber nacido ambos mellizos con ocho meses.

—Pero es… diminuta…

—Está sana y fuerte como un roble, no te preocupes. Y su hermano también. —Historia sonrió al ver cómo la mano de Ymir era más grande que la cabecita que sostenía. Con extremo cuidado, Ymir la pegó a su pecho, sintiendo su olor y su calor. La oyó respirar y balbucear, y los diminutos movimientos que sus piernitas hacían a veces. Le maravillaba que algo tan pequeño pudiera respirar, estar vivo. La acarició de su pelo suavemente, quedándosela pegada con una única mano. —Siéntate, Ymir, estarás tú también agotada…

Ymir se acercó a la butaca andando hacia atrás y se sentó con cuidado, dejando que su hija durmiera sobre ella. Después echó una mirada a Historia.

—¿Cómo ha sido el parto?

—Al principio tenía miedo… pero han sido bastante rápidos. Cuando salen, el cuerpo se te relaja…

—¿Ni fórceps ni nada esta vez?

—Nada de nada. La primera vez reconozco que estaba muy nerviosa… y mucho más asustada. Y contigo pegando más gritos que yo.

—Yo también estaba asustada. No puedo hacer nada por ti, sólo quedarme como una idiota mirando y oyendo cómo sufres.

—Es lo que te toca, cabrona. Si fuera posible compartir el dolor, créeme que lo habría hecho, uh…

Ymir sonrió.

Seis meses más tarde

Seis meses transcurrieron desde el polémico juicio infructuoso contra Ymir, donde muchos más alfas de lo esperado se sublevaron de sus propios derechos para exhortar modificaciones del tratado jerárquico, o al menos, los límites en el trato hacia los beta para evitar situaciones como las que Petra había tenido que malvivir. Por descontado, la burocracia y los cambios políticos que requerían todas esas modificaciones modernas harían que la efectividad de esos nuevos requerimientos tardaran lustros o incluso décadas. Por lo menos, el primer paso estaba dado. Desgraciadamente, la mayoría de alfas seguían prefiriendo la política actual, y de su patrimonio dependían tantísimos negocios en cadena con otras tantísimas organizaciones, que aunque la intención fue buena, los resultados se verían paralizados por mucho tiempo. Las revoluciones no eran rápidas. Sin embargo… se empezaba a ver luz.

Ymir había solicitado por activa y por pasiva la marcha de sus primos a cambio de una muy generosa suma de dinero que les permitiría hacerse una mansión mucho mayor allá donde quisieran, pero como era de esperar, Ariadna quería tocarle las pelotas hasta el final, y no aceptó. Su vida había de ser cerca de las tierras de Ymir, porque hurdiría un plan para quitárselas a como diera lugar. La otra pecosa sabía esto perfectamente, y por ello sentía que no podía descansar tranquila. Su prima era capaz de hacerla sufrir lo indecible para conseguir lo que quisiera, y más ahora que gran parte de su patrimonio se tambaleaba ante la marcha precipitada de dos de sus betas por insuficiencia económica. Ariadna empezaba a tener muchos problemas económicos para mantenerlos a todos, había subestimado sus propios gastos. Para colmo, Bernard sólo tenía una beta débil y poco agraciada que había sufrido ya tres abortos naturales, y había conseguido que el joven alfa desistiera de intentarlo más para evitar perjudicar más su salud. En aquella hacienda se respiraba el malestar continuamente.

Ariadna tenía dos hijas infantes y una niña de tres años, la misma edad de Marcos. Tenía que empezar a pensar como una madre alfa haría. Tenía que tomar decisiones descabelladas.

Jardín de la mansión de Ymir e Historia

—Dale con más ganas. Vamos —Ymir se ajustó el peto que le cubría el cuerpo. Estaba de rodillas en el tatami exterior, mientras Marcos golpeaba como podía el peto por la zona que le había dicho su madre; los guantes, por más que fueran diminutos y pensados para él, le pesaban demasiado. Estaba sudando. Tomó impulso y dio un derechazo con todo, pero Ymir no se movió ni un milímetro. —Qué ha sido esa mierda. Le diré a tu madre que te deje sin cenar.

—¡Ymir!

—Es broma —dijo con una sonrisa maliciosa, al haber sido oída por Historia. El niño estaba picado, se notaba que era bastante competitivo. Probó de nuevo, pero Ymir le frenó el guante en el aire y lo giró suavemente, mejorando su posición. —Atornilla con la muñeca, hasta que el meñique quede arriba. Prona. Sólo así vas a hacer que esos nudillos se claven bien.

Historia suspiró, estaba tumbada no muy lejos del tatami, mientras Clay, un precioso bebé regordete y rubio, seguía amamantándose de uno de sus pechos. No es que le hiciera mucha gracia que Marcos supiera artes marciales con tres años y medio, pero prefería que sus hijos supieran defenderse bien.

—Pero qué acabo de decirte, joder. Te he dicho que prones. PRONA.

—Ymir…

—No te metas. Tiene que aprender —la cortó la morena, quitándole de dos tirones los guantes al niño. Se puso en pie, para él, Ymir era su madre giganta. Marcos suspiró y puso la guardia con sus puños arriba, mirándola desde su posición. Ymir se quitó el peto y lo dejó caer a un lado. Ella también se puso en guardia. —Quiero que des puñetazos en mi muslo, que es donde llegas. Busca. Venga, busca. Si te equivocas, te pegaré yo.

Historia frunció un poco el ceño al oírla, sabía que no le haría daño, pero no era para nada seguidora de sus métodos. Poco podía decir al respecto… de alguna manera había que aprender. Marcos aún era muy pequeño y no le salía ningún golpe de manera automatizada, pero sabía que si seguían entrenando así, antes de los 10 estaría preparado para competir en categorías junior con otros como él. Sonrió al ver cómo trataba torpemente de asestar un puño en la pierna de su madre, pero Ymir era un maldito rayo, y no pensaba ponerle las cosas fáciles por pequeño que fuera. Tiró otro puño con la derecha pero Ymir volvió a mover la pierna de lugar, haciendo que lo diera al aire. Aprovechó para darle un toque suave con la mano en la cara, toque con el que él bufó y subió la guardia a la cara para cubrirse.

—Eso es. Aunque no me des, procura que ese puño vuelva a tu guardia o el rival aprovechará. Muévete. MUÉVETE. —Le empujó hacia un lado y dio dos puños suaves, que el niño esquivó con buenos reflejos. —Bien, pero no sólo esquives, contraataca. —Marcos obedeció y cuando le dio de nuevo tiró un gancho que sí alcanzó la rodilla de Ymir. La morena asintió. —Bien entrenado. Ve a beber agua y quítate las vendas.

Historia terminó de darle de mamar a Clay y se levantó con cuidado, llevándole al moisés que había dentro de casa. Después de quitarse las vendas y beber agua, Marcos tomó carrerilla y se lanzó de bomba a la piscina, quedándose allí nadando hasta terminar de fatigar los músculos. Ese pequeño campeón también había sido enseñado a nadar. Ymir tiró a un lado el peto y sus guantes y se lavó las manos. Después agarró el vaso de agua que había dejado antes de lado y lo bebió con tranquilidad, echando una mirada a la cunita doble exterior donde antes se encontraban sus mellizos más pequeños. Ahora sólo estaba Leah, despierta y con sus ojos atentos a los ruidos del jardín. Vio que Historia estaba aún colocando a Clay dentro de la casa. De pronto el desagradable ruido de una moto perturbó la tranquilidad y alertó a uno de los vigilantes del perímetro del jardín. El hombre ajustó mejor su arma, aunque Ymir sabía bien de quién era todo aquel ruido, y el saberlo ya la estaba poniendo de muy mal humor. Se acercó de dos zancadas al borde de la piscina y alargó la mano hasta el brazo de su hijo, sacando a Marcos al levantarlo con suma facilidad. El niño empezó a quejarse porque no quería salir aún, la regañó, pero Ymir tenía las pupilas inyectadas en los movimientos de su prima, que aparcaba la moto tranquilamente en un lateral y se desabrochaba el casco. Vio que un coche aparecía justo detrás, conducido por un chófer. No llegaba a ver quién estaba en los asientos pasajeros pero imaginó que alguno de los maltratados betas que su prima aún podía mantener. Historia, extrañada por el ruido repentino, observó de reojo que Ymir cargaba a Marcos como un saco de patatas y lo llevaba al interior y eso la alertó, mirando a Leah, que seguía en el moisés del jardín. El guardia preparó su arma y apuntó a Ariadna en cuanto la vio levantarse del sillín, pero al ver de lejos que su prima no cargaba con arma alguna, le hizo un gesto para que dejara de encañonarla. Mientras tanto, se agachó a dejar al niño dentro de la casa y cerró la mampara que separaba el interior del exterior de la casa.

—Ymir, trae a Leah inmediatamente —le dijo la rubia tras el cristal, e Ymir cambió como un rayo la posición de las pupilas hacia el moisés. Asintió en silencio y caminó hacia allí, mientras su prima seguía acortando distancias con ella.

—Quiero hablar. Necesito un trueque —dijo tirando el casco al suelo. Se acercó tan rápido a Ymir que ésta la señaló con el dedo, mientras se acercaba a la cuna.

—Da un paso más y te convierto en un colador. No te acerques.

Ariadna arqueó una ceja y paró de caminar, mirándola más seria. Ymir la miró muy fijamente, y sin separar los ojos de ella, se inclinó a tomar a Leah. Esos seis meses la habían transformado en una bebé saludable y regordeta, más morena que su mellizo, pero sumamente tranquila. Ymir la pegó en su pecho con los dos brazos y le protegió la cabeza con la mano opuesta, mirando a su prima.

—Aléjate —le ordenó.

—No voy a hacerle nada a tus mocosos. Qué maternal te has vuelto, ¿no?

—Aléjate o te…

—¡Basta! —el beta de Ariadna salió de la parte de atrás del vehículo, tenía lágrimas en los ojos. —¡Ari!

Historia, al ver al joven, descorrió la mampara y salió al exterior preocupada.

—Cualquier cosa que tengáis que hablar, hacedlo fuera de mi casa y lejos de mis hijos. ¿¡Pero quién demonios te crees que eres, Ariadna!?

—Métete en la casa.

—Pero Ymi…

—Ya. Te lo ordeno.

—No me ordenas nada —dijo con la voz malhumorada, acercándose a ella. Le abrió un brazo y tomó ella a la beba, que empezaba a notar la tensión entre las madres y la cara se le contrajo en un puchero. —Nada, Ymir, que no se te pierdan los papeles. —La miró fijamente y se dio la vuelta, entrando al porche y cerrando.

—Mira cómo te mangonea y te habla… —dijo aguantándose la risa la otra alfa, elevó los hombros divertida. —Qué desastre. Una alfa tan fuerte como t-…

—Qué es lo que quieres —la cortó.

—Ariadna, ¡entra en el coche! Por favor, la cría está adentro…

—Cierra la boca —dijo Ari sin girarse, no necesitaba mirar a su beta para que éste le hiciera caso. Si había acabado arrastrándose hasta allí con ella era porque no se lo había impedido. El hombre obedeció, suspirando, y miró a su hijo abrochado aún en la sillita del asiento de atrás, no era más que un niño de la edad de Marcos. Ymir se quedó con la mirada puesta en el niño unos segundos, pero Ariadna se le volvió a acercar y eso la puso en guardia.

—A mí, que soy tu propia familia, sí que vas a enfrentarte, ¿verdad? —dijo Ariadna—. No tienes lo que hay que tener para enfrentarte a una que no llega ni al metro y medio, una esclava común y corriente, sin embar-…

—Deja de referirte a ella de ese modo. Te lo advierto. No lo aguanto más.

—ESCÚCHAME. CÁLLATE Y ESCÚCHAME, YMIR. Abre los ojos. ¿No ves todo el esfuerzo de años que hay en este sistema? ¿Crees que por estar cegada sexualmente por esa mujer cambiará algo? ¿Crees que durará para siempre, que nadie más te va a gustar tanto? Tú y yo no somos así, prima.

Ymir frunció más el ceño, arrastrando los pies hasta su prima. Ariadna guardó cuidado con las palabras que escogía, sabía que podía ser una bomba de relojería.

—Mira… sé que ella te ha lavado el cerebro bien, que te ha hecho ver que un mundo donde la igualdad de razas es la respuesta, ¡pero no es más que su propio motor! ¡Ella también tiene sus intereses! No le importas nada… como a cualquier beta. Ella sólo responde a la necesidad biológica que tiene de ti porque no puede remediarla. Te atará a su lado, sin embargo… a un mal coste para los alfas. Quiere que hagas lo que ella diga, llevarte a su terreno. Y lo hará muy despacito…

—No entiendes nada… —suspiró Ymir, notándose agotada. —Estás cegada por tu propia sed de poder. Me das lástima.

—Y ahora… ahora te tiene bien apretada de las pelotas. Ahora que te ha convertido en madre y que la has convertido en tu igual, que has renunciado a tu pposición, la justicia no cederá tan fácilmente esos niños bajo tu custodia si tuviéseis una ruptura. ¿Sabes lo que significa eso, querida prima? Que te deja sin nada. Que puede llevárselos lejos y legalmente estaría en su derecho. Y tanto tú como yo sabemos que no estamos hechas para la fidelidad. 

—Sal de mi casa. Estás agotando mi… —empezó a decir, pero la otra pecosa vio un halo de duda. Esa era la suya.

—¿Cuánto más serás capaz de serle fiel a esa cría? ¿Cuánto, Ymir?

La morena arqueó un poco las cejas al verla, esta vez apartó la mirada.

—Y lo peor es que si tienes ganas de follarte a alguien… ¡esa zorra te abandonará! ¡Te dejará sola y se llevará a tus hijos!

Ymir acortó distancias con ella bruscamente y la empujó. Ariadna trastabilló, pero pudo colocar sus largas piernas a tiempo para detener la caída. Historia apretó los puños en el interior de la casa, y pidió a Nikolo que se quedara cuidando de ellos. Salió inmediatamente, avanzando hasta las mujeres enfrentadas.

—No serás feliz hasta que nos amargues, ¿verdad? Quieres rompernos. No soportas que seamos felices y que Ymir tenga más dinero que tú.

Ariadna la miró con condescendencia, y sonrió malévolamente.

—¿Debería contarle con más detalle que dejaste que te follara en el despacho de mi prima, estando embarazada de Marcos?

A Ymir se le cambió la cara, palideció. Volvió la mirada a Historia y ésta negó rápido, pero estaba demasiado sorprendida como para contraatacar. Esa había sido una jugada muy arriesgada por parte de Ariadna, pero si surtía efecto, aquello podía ser el antes y el después. Historia tragó saliva y trató de recomponerse, abrió los labios para defenderse, pero Ariadna volvió a levantar la voz y la tapó.

—No fue tan difícil. Con mi propio strapon, luego la puse de rodillas. Evidentemente esta chica prefiere comerse un buen coño, eso me quedó claro. Cuando una persona es homosexual se nota, querida.

Los ojos de Ymir entraron en cortocircuito, pero su bícep se tensó y agarró a Ariadna del cuello de la camisa. Ésta sonreía al verla tan iracunda.

—Es mentira. Retíralo. —Apretó la mandíbula y la pegó con dureza a su cara, casi escupiéndole. —RETÍRALO.

—Ymir, relaj-…

—¿Qué me… relaje? ¿QUE ME RELA…RELAJE? —la morena soltó a Ari y se volvió contra Historia. No pensaba. No podía pensar. Nunca había tenido paciencia para nada y para nadie. Historia no pudo decir ni una palabra más. La mano de Ymir se le clavó en el cuello de la camisa de Historia y la enroscó con dureza, tentada de hacerle daño, pero aún sin tocarla.

—¡AAAAAAAAAAAH! —el grito de guerra de un niño. Ymir sintió un duro quemazón en el brazo con la que la sujetaba de la ropa, y se vio obligada a clavar rodilla y a soltarla de golpe, haciendo que la rubia cayera estrepitosamente contra el suelo. Marcos tomó impulso y volvió a cargar en alto el atizador ardiendo, y gritó de nuevo al impactarlo en la mano de Ymir. La alfa regeneró ambas heridas vertiginosamente. Marcos agitó una tercera vez el atizador, pero esa vez Ymir frenó en seco sus manos con una de las suyas. Lo miró a los ojos.

El lado animal de su mente se lo dijo claramente: pártele la muñeca, la tiene aún en crecimiento. De un movimiento fácil y rápido, retorció su muñeca y el niño cayó de lado al suelo, soltando el arma adolorido.

No. No te lo perdono —Historia gateó hasta Marcos, atrayéndolo con fuerza hacia su cuerpo para envolverlo con los brazos. Miró su mano y su muñeca con cuidado, pero Ymir no le hizo daño alguno, y al ver esto, la rubia suspiró un poco más aliviada. Respiraba con mucha dificultad, y de reojo, también veía cómo Ariadna miraba complacida aquella pelea tan patética. Historia se mordió el labio, no quería hablar delante de su hijo. Pero necesitaba hacerlo. De repente Nikolo salió alarmado al exterior.

—Maldita sea, es muy escurridizo… ¡ha agarrado el atizador de la chimenea! ¿Estáis heridas?

—No. Llévatelo, por favor. No quiero que vea y escuche.

Marcos se contrajo enrabietado al no querer marcharse, pero por suerte para todos, sus poderes como alfa en potencia aún no eran los suficientes como para deshacerse de un adulto. Al final, como cualquier niño de tres años, se fue llorando, sin entender ni la mitad del asunto y sin querer separarse de Historia, la había visto en peligro.

—Sois… sois… —Historia negó con la cabeza muy angustiada, mirándolas a las dos. Ymir no era capaz de mirarla a la cara. —Jamás me hubiera acostado con Ariadna, en todo caso, habría tenido que violarme.

Ymir apretó la boca, se sentía muy confundida, pero una vez más había permitido que el orgullo y los celos la carcomieran en un momento de rabia. Ariadna sacaba lo peor de ella. Se miró las manos. Las heridas del atizador no le dolían, las quemaduras cada vez eran menos visibles. Pero había hecho mirar a su hijo un escenario que se había prometido no hacerle ver nunca, y estaba decepcionada consigo misma.

—Me han… podido los celos. Por favor…

—En algo ella tiene razón. Eres manipulable. Es fácil usar tus puntos débiles si se te conoce bien.

Se puso en pie lentamente, Ymir inspiró muy hondo. Ariadna acortó distancias con las dos, mirando atentamente. La rubia prosiguió.

—Por eso mismo, estando embarazada, abusó de mí una noche. Me tocó. Cuando tú no estabas.

Ariadna tragó saliva. La situación podía venírsele en contra. Su beta, a sus espaldas, se tapó la cara con impaciencia y horror.

—No la escuches, prima. Lo está volviendo a hacer. Quiere conseguir sus propósitos, se va a quedar con la mansión y con los niños, imagínate lo que valen esos niños, Ymir, tus hijos. Tengo pruebas de que su madre intentará usurparte y robarte todo lo que pueda, buscar documentos de tus claves bancarias, igual que en su día lo trató de hacer Sasha.

—¿Pruebas? —Historia sonrió muerta del horror, muy irónica. Sólo quería echarse a llorar y a reír al mismo tiempo. —¿De mi madre? Pues claro que sí… si no tiene corazón. Haríais buena pareja.

Ymir suspiró agotada, mentalmente estaba muy saturada. Las cosas se seguirían torciendo si tenía a Ariadna cerca, lo supo desde el primer momento en que construyó su propia casa en su perímetro.

—Ella y su maldita madre están confabuladas.

—No —negó Historia con la cabeza, calmada y mansamente. —Mi madre siempre ha querido una tajada de vuestro legado, y jamás me perdonará que no le haya facilitado esos documentos que dices. Yo jamás robaría a Ymir.

Ymir negó con la cabeza sin decir nada. Ariadna lo había intentado. Pero aquella declaración había sido la última metedura de pata que su prima le perdonaría.

—Historia sabe las claves, no necesita robarme nada. En esta casa se comparte todo desde que dejó de ser mi beta.

En ese momento comprendió que la había cagado enormemente. Las dos mentiras riesgosas que había tratado de echar sobre el tablero se le vinieron encima a causa de su terquedad y ambición. Dio un paso atrás al ver que Ymir lo dio hacia ella, cautelosa.

—Estás loca. Vas a condenar a tus hijos a una vida confusa, ¡y sólo porq-…!

—Ariadna —la cortó Historia, soltando el aire largamente de los pulmones. —Ariadna… déjalo. ¿Qué es lo que quieres, dinero? ¿Una casa más grande?

Ariadna levantó una ceja, mirándola con odio. Historia sonrió pacíficamente, pero entonces, al bajar las comisuras después, notó un halo de maldad en la mirada que jamás le había visto antes.

—Ariadna —prosiguió. —He perdonado que me insultes y me trates como una basura desde que llegaste, que me hagas sentir sucia y que te hayas dado el derecho de tocarme, cuando es una norma no hacerlo sin autorización del alfa pertinente… has violado una norma importante de esa jerarquía que tanto dices adorar. He perdonado que hayas intentado hacerme daño, alejarnos y que metas mierda en la cabeza de todos los que te rodean para realzarte… incluso vendiendo la exclusiva a los medios si eso te hacía ganar medio dólar más. Pero… —cerró los ojos y miró a Ymir fugazmente, y luego a ella de nuevo. — He ocultado que tú fuiste la que mató a su primo por parte de madre, exterminando al único pariente materno que Ymir tenía.

A Ymir se le achicaron las pupilas al oír aquello. El corazón le dio un vuelco y miró rápidamente a Historia, a la que se acercó y agarró por los hombros.

—¿¡Qué estas diciendo…!?

—He perdonado todo eso —dijo zafándose del agarre de Ymir para poder mirar a la otra a la cara —…con la esperanza de que en algún maldito momento desistieras de tus crueles objetivos, pero hay algo oscuro en ti. Para entonces quería lo suficiente a Ymir para saber que si se enteraba de que su prima era la asesina, entonces empeoraría su estado.

—Tú no tenías que… —Ymir cerró con fuerza los ojos, cerrando también el puño. ¿Por qué Historia sabía es y ella no?

Ariadna comenzó a sentir sudores fríos recorrerle la nuca.

—Sé que no tuve que entrometerme. Pero… —se humedeció despacio los labios. —…aquello lo hice porque te quería, Ymir, independientemente de mi conexión contigo. Es muy difícil ser una beta. Ha sido siempre muy difícil estar contigo… y duro quererte… pero si he podido revertir todo aquello a lo que eres hoy, espantar tus traumas… significa que estabas muy jodida. Y que necesitabas cariño desesperadamente. Me enamoré porque había algo en ti que no dejaba de decirme que eras buena persona. —Enseguida miró a Ariadna, y su mirada volvió a enfriarse, como si reanudara el tema que había dejado a medias. Volvió a sonreír, con la misma malicia que pesar. —Y si tú te estás preguntando que cómo lo sé, fue porque Petra me llamó desesperada después del juicio y me lo confirmó. Y yo lo sabía de antes porque… en esa guardería, mi hermana Frieda estaba recogiendo a mi hermano Dirk. Ambas coincidieron allí en el momento justo, por diversos motivos, y vieron lo mismo. Petra, en su afán por investigar la familia Fritzel, vio cómo entrabas a la guardería y le pegabas un tiro a ese niño. Y mi hermana igual. Tu hermano Harold fue el conductor de huidas. Debería darte vergüenza. 

Ymir apenas podía conectar palabras con otras. Todo el amor que sentía por Historia estaba siendo fácilmente traicionado por una corriente de amargura y de rabia, que ganaba la partida. Los puños los tenía fuertemente apretados hasta que se le marcaron todos los tendones y se clavó las uñas en las palmas. Tenía rabia. Miró lentamente a Ariadna.

—Antes que hagas nada de lo que puedas arrepentirte… —empezó Ariadna, blanca como el papel y con una mano extendida a ella.

—Eres un maldito cáncer en mi vida —la cortó la mujer, mirando a su prima sin poder creérselo. Se volteó despacio hacia ella. Historia se acercó por su lado y la tocó del antebrazo, tirando un poco para que la mirara, pero Ymir no podía hacerlo. La morena tocó con el índice el hombro de Airadna y apretó los dientes. —Tenías miedo de que el patrimonio te saltara, ¿verdad? Porque después de mí, obviamente, era más importante la familia de mis padres, tu padre nunca hizo una mierda por ganarse el pan. Era el parásito de mi padre. Zorra interesada… te voy a… —amagó con estrangularla pero Historia se puso en medio, bajándole los brazos. Ymir la ignoraba, los ojos seguían inyectados en Ariadna.

—Sólo tenía que reclamar lo que me corresponde por ser hija del maldito hermano de tu padre. ¿PENSABAS QUE NO IBA A HACER NADA?

—Te voy a sacar las entrañas. PUTA DE MIERDA.

—¡Ymir! —Historia chilló y empujó a Ymir con toda la fuerza que pudo, haciéndola trastabillar hacia atrás. La morena seguía sin mirarla a ella, directamente tomó impulso y dio una zancada abalanzándose sobre su prima. Ariadna pudo moverse a tiempo para esquivarla, pero no pensaba huir. ¿Adónde iba a huir? Si lo hacía, no tenía nada. Vivir en una casa grande no le era suficiente. No era feliz. Necesitaba más poder, más dinero y más reconocimiento, más betas. Más soltura para vivir la vida con todos los caprichos con la que la vivía Ymir. Aunque le tenía un gran respeto en batalla, tenía que enfrentarse a ella. Alzó los brazos en guardia, pero Ymir ni siquiera la correspondió, tomaba carrerilla para tirársele encima. De repente, Ariadna dio un paso a un lado y lo que tuvo Ymir por delante fue un cañón de arma, tembloroso. Historia abrió los ojos desmesuradamente.

—¡¡No lo hagas!! ¡¡Ulklin!! —gritó Historia.

Ulklin Reiss, padre de las dos bebas más pequeñas de Ariadna, tenía en las manos una Glock y el plan suicida de Ariadna lo involucraba: cuando Ymir se le abalanzara encima, ella se tiraría a un lado y recibiría el balazo directo al cerebro, un lugar donde no podía regenerar. Ymir frenó en seco y se quedó quieta, mirando fijamente el rostro sudado y contraído de miedo del hermano de su chica.

—Me da igual lo que se rían de mí en los sitios… mi vida con ella es un infierno —masculló el chico, para que sólo Ymir le oyera. —Perdóname por favor, pero sé que si tiene lo que busca, se comportará mejor con las hijas. La ley no me dejará cuidar de mis hijas si me voy de la casa… 

—Dispara, hijo de perra. ¿Estás hablando con ella? —gritó iracunda Ariadna, desde el suelo.

Ymir lo miró fijamente sin decir nada. Oía a Historia respirar agitada.

—¡¡Por dios, Ulklin, baja la maldita pistola!! ¡Es mi esposa y tenemos familia, maldita sea…!

—Siempre te has salido con la tuya, hermanita —dijo contenido, tragando saliva. Sus ojos azules la miraron un par de segundos. —Perdóname.

Cuando puso el dedo en el gatillo Ymir levantó con rapidez su brazo, desviando el tiro. Pero cuando eso ocurrió, los vigilantes del jardín, ya muy nerviosos, apuntaron y abrieron fuego.

El cuerpo de Ulklin recibió seis disparos inmediatamente, y Ariadna diez, pero sólo uno de ellos logró acabar con su vida: un tiro certero de francotirador a la altura de la nuca. Ariadna murió inmediatamente, con los ojos abiertos. Ymir cerró los ojos con culpa en el cuerpo, lamentando la segunda muerte. Oía los gemidos doloridos de Ulklin y el llanto de Historia, roto de angustia.

Ymir trató de mirarlo a fondo y estudiar la profundidad de sus heridas: no había ningún modo de que aquel joven saliera vivo de ese patio, los tiros estaban dispersados por su pecho, y con toda seguridad uno de ellos le había roto todos los intestinos, era incapaz de dejar de borbotear sangre de la boca.

—M-mis… hij… —el chico hablaba. Ymir abrió los ojos y se agachó rápido, sosteniéndole la mano.

—No hables o te dolerá más. 

—Por f… m…hija…s…mis…

—Sí. Las cuidaré. Jamás le faltará de nada a ninguna. Tranquilo. Ulklin, ya escucho la ambulancia. ¿Crees que puedes aguantar hasta que…?

Dejó de hablar, porque después de la primera frase, que sumió al chico en la calma, sus ojos se perdieron en algún lugar. Ymir tenía un nudo en la garganta, escuchaba los alaridos de Historia que no había tenido el valor de enfrentarse a la muerte de su hermano cara a cara.

—¡¡Qué diablos…!! ¡Ymir!

—Atiéndanle sólo a él. Si es que aún puede hacerse algo.

El médico de urgencia hizo una seña a sus compañeros y se agachó frente al beta, pero no tuvo que explorarlo más de cinco segundos para saber que Ulklin había pasado a mejor vida. 

Mientras lo recogían y tapaban con una manta, Historia logró ponerse en pie y aferrarse a Ymir, llorando desconsolada al ver cómo trasladaban el cadáver de su hermano mayor. Ymir suspiró abrazándola, y dirigió una mirada vacía al cuerpo inerte de su prima. Sentía también pena por ella. Debía de sentirse en apuros para recurrir a semejante salvajada para quitarla del mapa. Se había contenido muchísimo por tratarse de su prima, realmente hizo un esfuerzo por no matarla. Al final, Ariadna había firmado su destino solita. Pero no por ello dejó de sentirse mal al ver cómo cerraban una cremallera delante de sus ojos sin vida.

—Mi hermano, Ymir… mi hermano… sus niñas…

—Tendrán atención psicológica. Son poco más que bebés. Me preocupa más la que tiene la edad de Marcos, porque… aunque no fuera de tu hermano, lo ha visto todo. 

—Pobre cría… —se secó las lágrimas de los ojos. —¿Qué vamos a…?

—Hablaré con Bernard. —Se giró más a la rubia para tenerla de frente y la rodeó con fuerza, acariciándole la espalda. Susurró cerca de su cabeza. —Siento muchísimo lo de tu hermano, pequeña. Lo siento de verdad.

Historia suspiró.

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