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  • Paradero Desconocido

CAPÍTULO 4. La empatía del trauma


Pese a que Caitlyn había estado sin sueño la mayor parte de la madrugada, acabó quedándose dormida. Sus reflejos curtidos por la policía no fueron suficientes para despertarla: Vi pudo separarse de su cuerpo, ducharse, vestirse y al regresar, Caitlyn seguía plácidamente dormida. La noche había sido inmejorable, aunque se notó dolor de espalda por haber dormido en la alfombra en lugar de en la cama. Cuando dedicó unos segundos de más a admirar a la vigilante, tuvo que esforzarse en aceptar lo que acababa de hacer. Raro era que Jinx no la hubiera seguido hasta allí. Si ahora fuera ella quien tuviera la imagen accesible y angelical de Caitlyn allí tumbada, completamente desnuda, quién sabe lo que sería capaz de hacer teniendo sus explosivos a mano.

El hecho de imaginar que Jinx podía volver a hacerle daño para quitarla de su corazón era terrorífico.

Después de vestirse y preparar sus cosas, se terminó de abrochar las botas y hundió la cara en sus manos, suspirando con pesadez.

—No tenía que haberlo hecho. Sy una ingenua. Estúpida, egoísta e ingenua.

En qué mundo íbamos a poder estar juntas, cupcake. He sido una ilusa. Y ahora te haré más daño.

Se puso en pie, cargándose su mochila al hombro. Rodeó la alfombra lentamente y estuvo tentada de agacharse a despertarla sólo para despedirse. Pero eso hubiera sido más cruel, porque Caitlyn empezaría a hacer preguntas para las que no tenía respuesta. Sabía que estaba siendo egoísta. La miró una última vez y haciendo el menor ruido posible, se marchó.

Sótano, paradero desconocido en algún punto de Zaun

No muy alejado de la barriada donde Caitlyn dormía, Vi pudo encontrar el escondite de su hermana. Dejó la mochila y desayunó algo simple. Las sábanas del camastro estaban revueltas, pero dudaba que Jinx hubiera dormido demasiado, ninguna de las hermanas dormía demasiado tras la última bomba que mandó al Consejo a los cielos. Vi salió al exterior y se sentó en uno de los columpios del parque que colindaba con la casa abandonada. Se meció despacio, pensando en cuál era su próximo paso.

—Has pasado la noche fuera.

La pelirrosa se puso en pie de un brinco y se giró, no supo ni cómo no la oyó acercarse. Miró a Jinx con una expresión extraña, la había pillado por sorpresa.

—No te he oído caminar.

Jinx la estudió con la mirada. Silco hecho fantasma le dijo:

«Te traicionará de nuevo, todos lo hacen. No puedes competir con la vigilante, pese a ser perfecta.»

Jinx chirrió los dientes y se contuvo para no responderle a gritos. Se le marcó la mandíbula por la rabia.

—¿Has estado con esa hija de puta?

—Powder…

—Madre mía —abrió muchísimo los ojos, descompuesta. Aquello era una afirmativa, lo sabía. Sintió la traición en el corazón. La señaló con el dedo. —Te has… te has acostado con ella, ¿verdad? ¡Es el enemigo!

—Ella no es el enemigo ni nosotras el suyo.

—¡Habla por ti! ¡Quiere mi cabeza, como su familia y el maldito consejo al que rinde pleitesía!

—Déjamelo a mí. Creo que puedo convencerla para que se replantee tu captura. Por favor, no interfieras.

—No puedo fiarme, Vi. Ella te está…. vacilando, está jugando contigo, me quiere a mí. ¿Cómo has podido llegar a ese punto con ella?

Vi sintió sus nervios crisparse.

—Eso no es asunto tuyo.

—¡Me disparará en el cráneo en cuanto nos descuidemos! ¡Sabía que te doy igual, lo sabía! ¿¡Planeabas abandonarme otra vez!?

—¡No!

—¡¡Ese era tu plan, el plan de las dos!!

Vi notó la locura en los ojos de su hermana y se le echó casi encima, abrazándola con fuerza

Vi notó la locura en los ojos de su hermana y se le echó casi encima, abrazándola con fuerza. Los pensamientos negativos y fríos de Jinx perdieron solidez en cuanto los brazos de su hermana la rodearon. Su carcasa era tan volátil como frágil: enseguida se echó a llorar, compungida.

—Vas a abandonarme…

—¡Deja de decir eso! ¡Deja de decirlo! Jamás lo permitiré. Nadie nos separará, ¿me oyes?

Jinx asintió despacio, con el maquillaje corrido bajo las pestañas. Lloraba como una niña pequeña, impedida por su estrés postraumático del pasado. Vi le secó las lágrimas con el pulgar y la otra notó que por lo menos así no era tan desdichada, que Vi la quería. Necesitaba su compañía. Vi suspiraba al abrazarla.

—Pero tu relación con ella… ese espacio tan grande en tu corazón…es suyo…

—Nadie ni nada puede desplazarte de mi corazón, Powder. Jamás. Ni siquiera ella.

—Necesito saber que vas a estar a mi lado, Vi… las cosas han cambiado mucho desde que somos niñas.

Vi empezaba a notar que la significancia de su relación sexual con Caitlyn acarrearía más daño que placer a la larga. Se había equivocado al besarla. Se había equivocado al creer que podía ser feliz con una vigilante. Si Powder huía de la justicia, ella bien podría huir también, pero su espíritu de renovar Zaun le podía.

Estaba bien jodida si creía poder tener ambas cosas a la vez. 

Ciudad del ala inferior

Después de merendar, Jinx logró por fin descansar su maltratada alma, pudo dormir todo lo que no había dormido la noche anterior. Vi sin embargo, seguía sintiendo un hoyo en el estómago. Miraba a la gente ir y venir bajo la lluvia, cómo conversaban con sus acompañantes. Se había guarecido bajo un árbol con la capucha puesta y se frotaba la sien con una mano. No quería alejarse mucho de la casa abandonada donde ahora malvivían, conseguir que Pow-Pow conciliara el sueño había sido una tarea aún peor que la de acallar y dormir a un bebé. Ekko le había dicho recientemente que podían usar la guarida de uno de los Firelights para descansar, pero Vi consideraba que era un lugar poco fiable teiendo en cuenta que los del ala superior sabían qué sitio era aquel; podían convertirlo en objetivo sin necesidad de aunar muchas sospechas.

—¿Vi…?

Vi se giró rápidamente, siendo sorprendida por la vigilante. Llevaba un uniforme distinto, mucho mejor camuflado. Eso significaba… eso significaba que había vuelto a Piltovery bajado de nuevo, quizá a hacer entrega de alguna información. Era un motivo para sospechar.

—¿Es que no haces ningún ruido al andar? Eres peor que una gacela…

—Lo tomaré como un cumplido —ladeó una sonrisa.

Vi no sonrió, ni la miró, sólo se apoyó en el tronco del árbol. Al cabo de unos incómodos segundos, Caitlyn dejó de sonreír más preocupada.

—¿No te he gustado?

Vi sintió una puñalada en el corazón.

—No digas tonterías. —Se apresuró a decir. Suspiró. —Quiero que te alejes de mí.

Se esperó algún reproche de vuelta. Sorprendentemente, al mirar a Caitlyn, ésta sólo la observaba. No pudo saber por su expresión si estaba dolida o no, pero no hablaba.

—¿De acuerdo? —insistió la pelirrosa. —He pensado que podías utilizar el cadáver reciente de alguna adolescente fallecida. Injertar el pelo azul de Powder no será tan complicado. Podemos engañar al Consejo, ya que no tienen ninguna prueba física suya.

—No me prestaré a eso.

Vi apretó los dientes y dejó de mirarla.  Se lo esperaba.

—Entonces lárgate de aquí. Si mañana te vuelvo a ver en la ciudad subterránea, tendrás problemas.

—Vaya, ¿amenazándome y todo? —dijo con una risita incrédula, pero Vi continuaba sin mirarla. Caitlyn era una mujer fuerte, no se dejaba avasallar con facilidad jamás. Pero estaba demasiado prendada de Vi como para ignorar el vacío que le hacía. Le molestaba. Peor aún: le dolía. Movió los labios un poco indecisa antes de hablar. —Quizá en el fondo estés de acuerdo conmigo. Jinx necesita ayuda de profesionales. Sé que eso al menos lo piensas… así que te diré que lo más probable es que no esté en la cárcel, ¿entiendes? Sino en un edificio especial donde ayudan con estas… conductas.

—Ponle un dedo encima a mi hermana y  acabaremos muy mal, bombón.

La frialdad y sequedad del tono de Vi empezaron a sacarla de quicio. Estaba ofreciendo alternativas generosas en proporción a lo que Jinx había provocado a la ciudad superior. Se puso recta lentamente y negó con la cabeza, un poco impresionada para sus adentros por la frialdad de las respuestas. Hacía sólo un día que se habían acostado. Si Vi no iba a dar señal alguna de cercanía, ella tampoco. Se volteó y se alejó, marchándose. 

La pelirrosa sintió que por fin podía respirar en cuanto ya no estaba en su campo de visión. Ella no podía fingir que Caitlyn no le importaba, por ello la sequedad con la que le había respondido le había supuesto gran esfuerzo. Esperó que fuera suficiente advertencia.

Aunque…la conocía. Caitlyn no se dejaba acobardar con tanta facilidad.

 Caitlyn no se dejaba acobardar con tanta facilidad

Mansión de los Kiramman

La mansión y el Consejo estaban de luto. Tras la bomba de Jinx, muchos habían fallecido o quedado muy maltrechos. Cassandra había sido una de las pocas víctimas que había salido con vida, una alegría enorme… celebrada demasiado pronto. Los médicos habían avisado de la gravedad de las contusiones cerebrales que todos habían sufrido, lesiones que podían agravarse si no se tenía riguroso cuidado y una total etapa de relax tras el acontecimiento. Ni con la mejor supervisión médica, Cassandra se libró de su final: un dia empezó a vomitar, se mareó, y no levantó más.

La noticia de su fallecimiento llegó presta a manos de la vigilante, su única hija, que se vio obligada a detener su misión en Zaun y se reunió con su padre, que permanecía en coma. Después de pasar un tiempo a solas con él, se vistió y asistió al funeral.

Muchísimas personas llegaron al funeral de Cassandra Kiramman. Entre ellas, la terrorista de pelo azul a la que nadie deseaba ver y afortunadamente, nadie vio. Su obsesión con la maldad de Caitlyn era tan grande, que la vigilaba día y noche, y por supuesto, viéndola salir tan escopetada de su apartamento en Zaun, sintió curiosidad por ver qué había ocurrido.

Hoy será tu día final, maldita vigilante robahermanas. Acabaré contigo, y nuestros problemas acabarán. O por lo menos tendremos un respiro.

Eso pensó mientras se cargaba al hombro un alternante de escopeta con dos miras continuas. Su pupila se empequeñeció, excitada al encontrar por fin el rostro de Caitlyn tras la mira, había tardado más de diez valiosos minutos al haber tantas caras y tanto imbécil con cara de pena. ¿Por qué había de sentir pena?, pensaba su lado Jinx, si total, ninguno se acordará de esta señora más adelante. Vi, esto lo hago por nosotras. Frunció el ceño para fijar bien el objetivo: puede que ella la viera cerca, pero estaba muy, muy lejos, la distancia era muchísima. Si daba tres pasos más, corría el riesgo de ser vista por los guardias. Tenía que disparar y salir de allí corriendo como alma que lleva al diablo.

—Te tengo, bicho palo… te tengo… era mejor así, ¿sabes?

Susurró, colocando el índice en el gatillo. Retiró el seguro del arma y fijó la pupila tras la mira, expectante. Observaba a una Caitlyn con una expresión que a Jinx le era completamente desconocida. No la había visto levantar la mirada del barro ni un segundo. Correspondía a los pésames con una futil sonrisa y simplemente se quedó a un lado del féretro, sin levantar la mirada. Sin embargo, había fuerza en esas cejas largas y bien definidas. Había coraje retenido. Jinx lo sabía, por eso Caitlyn se le antojaba tan peligrosa. Cuando fue a apretar el gatillo, su pecho empezó a hacerse notar demasiado. Por algún motivo la respiración se le hizo más pesada, la mente se le nubló. Carga emocional. Pesadez.

¿Conciencia? ¿tengo de eso?

El dolor en el tórax se acrecentó significativamente, tanto, que sintió piedras en el gaznate, y una dificultad enorme para seguir respirando.

Estoy agobiada, tengo calor. Me empiezan a sudar las malditas manos bajo los guantes. No entiendo qué coño…

La parte irracional de su enfermedad empezó a culpabilizar a Caitlyn también de aquel sentimiento que le estaba ganando la partida. Había disparado a muchos animales y personas, más personas que animales, pero había que tener sangre fría para disparar a un animal y ella sabía que la tenía. No entendía qué le ocurría. Se quedó mirando a Cait largamente, viendo la fuerza y el sufrimiento retenido tras esos iris tan turquesas. Estaba… fatigada, sí. El dolor producía fatiga, eso lo entendía. No había derramado ni una lágrima, pero su expresión decía que las estaba conteniendo. A lo mejor sentía pena por Caitlyn. Pena por su sufrimiento, empatía por el fallecimiento de sus padres. Encajar la noticia de un asesinato frío siendo pequeño era nefasto, pero ser adulto no lo mejoraba, sólo te hacía fuerte para resistir los llantos públicos. Caitlyn suspiró largamente y cerró los ojos, poniendo otra expresión que Jinx se quedó estudiando en silencio, desde su gran distancia. Al menos en ese momento, la policía no parecía enfadada. Sólo devastada.

¿Era demasiado cruel matarla así? Estaba tan fácil…

Jinx suspiró agotada de sí misma, y como si el arma le pesara demasiado, la dejó cer estrepitosamente al suelo con el seguro puesto.

—¡Maldita seas, vigilante! ¡Me das pena! ¿¡Pero por qué!?

Te la robará…

Te robará a tu hermana…

Ya lamentarás no haber aprovechado esta oportunidad…

La voz de Mylo y de Silco aprovecharon su derrumbe, haciendo que Jinx diera un salto y cogiera de nuevo el arma

La voz de Mylo y de Silco aprovecharon su derrumbe, haciendo que Jinx diera un salto y cogiera de nuevo el arma. Cuando volvió a buscarla, Caitlyn se había movido de sitio. Recorrió la tumba con el objetivo, pero no logró volver a dar con ella. Cerró los ojos fuerte y rezongó por lo bajo, maldiciéndose. Decidió discutir con sus espectros.

—Ahora estará triste un tiempo.

Irá a por ti con más ganas cuando se recupere.

Tú la mataste, Powder. Mataste a su madre.

—¡Yo tampoco sabía que su madre específicamente estaba allí de reuniones! ¡Malditos ricos! ¿¡Cuántas horas trabajaban en esa torre!?

Esta vez su grito alertó a uno de los guardias, que dio la señal de alarma. Jinx activó dos bombas de bajo alcance que explotaron en humo denso azul, muy denso, tanto, que imposibilitaba ver nada en varios metros. Logró zambullirse por un callejón y regresar a la ciudad subterránea.

Ekko había practicado con los Firelights todo lo que se podía dentro de los márgenes de Zaun. Esta vez, por respeto a la nueva muerte del Consejo y como favor personal a Vi, nadie se acercó en dos días a Piltover. Cuando Vi supo que la causa de la muerte de Cassandra era la que era, y que el padre seguía siendo un comatoso y que su vida también corría peligro, entendió el profundo dolor de Caitlyn. La sheriff no se había tratado de poner en contacto con ella y guardó un solo día de luto por su madre. Al siguiente, se volvió a calzar sus botas, su gorro militar y su capa; volvió a descender a las callejuelas de Zaun, pero esta vez con un equipo preparado, tal y como estaba estipulado para la misión desde el principio. Vi logró esconder a su hermana en uno de los tantísimos suburbios de la periferia del ala inferior, y confió —o más bien rezó— en que Jinx no la desobedeciera y tratara de hacer justicia por su cuenta. Vi estaba convencida de que cuando pasaran los meses, o un año, la dejarían de buscar tan activamente, su rostro empezaría a perderse entre papeles de otros villanos, decrecería su fama y finalmente la dejarían en paz. Si llevaba una vida tranquila y sin bombas, por supuesto. Era consciente de que estaba siendo más optimista de lo que debería con su hermana. No la creía tan madura como para obedecer y pidió a alguno de los Firelights que vigilara las puertas y ventanas de la vivienda en la que ahora estaba escondida, pero que no hicieran nada si la veían salir, sólo que la informaran.

Zaun

El nuevo y reformado bar de La última gota tenía tanta actividad, que la cola de espera se extendía a 10 metros en la puerta. Vi estaba por su quinta copa de ginebra y no parecía la última. Los efectos no los notaba porque había ido sola, por lo que no hablaba y no se movió de su taburete. El camarero la miraba de reojo, estaba pensativa, pero Vi no teía muy buen carácter, se podía hablar con ella… pero tampoco demasiado. No era bueno molestarla. Al camarero empezaba a preocuparle que se fuera en las condiciones en las que estaba sin compañía.

Fuera, a la intemperie, un fuerte viento azotaba el resto de puestos ambulantes de Zaun. La gente quería entrar a toda costa en el bar, pero algunos se habían rendido ya a las necesidades de su estómago y habían preferido cenar. Ekko jugueteaba con su tabla mientras observaba algunos transeúntes, aunque su mirada estaba plenamente atenta a la vigilante. Al parecer, Caitlyn Kiramman había vuelto a rondar las calles de Zaun, empeñada en cumplir su misión. Ekko no tenía nada en contra, él y la mayoría de los conformantes de su grupo preferían una paz excluyente a Jinx. Después de todo, era una chica peligrosa y dañina, los años con ella no eran suficientes para perdonar sus muertes y la de sus compañeros. No tenía una conexión de hermano con ella y ya tampoco le gustaba, por lo que sus traumas le parecían banales en relación a sus crímenes. Vio que Caitlyn iba acompañada de otro vigilante, ambos portaban mascarilla. El ambiente no estaba tan cargado como de costumbre, pero aun así las parecían necesitar. El compañero hablaba con ella e interactuaba con las manos. Pidió dos boles de comida caliente y se quitó la máscara para cenar, pero Caitlyn permanecía quieta, mirando con cierta apatía la comida. Se aproximó un poco para oír lo que hablaban.

—Llevas sin comer desde ayer. Sabes que eso mermará tus sentidos y tus reflejos, ¿verdad? Hay que tener el buche lleno, si tantas ganas tienes de encontrar a tu presa.

—No es una presa. Es una cría.

—¿La terrorista? Tampoco es una niña.

—Bueno, está apenas dejando de serlo.

El vigilante sonrió y soltó una risotada, dando fuertes golpes en la mesa exterior.

—¡Pero Kiramman! ¿Y acaso tú te crees una adulta?

—Soy una adulta —ladeó una sonrisa, suspirando y negando con la cabeza al decir estas palabras frente a un militar que le triplicaba la edad. Para él ella debía ser otra niña. Se sacó el sombrero de sheriff y lo ladeó en sus manos, leyendo la placa. Se miró también la chapa. —No quiero matarla ni ejercer abuso de mi poder. Si hubiera podido completar esta misión sin salpicar la seguridad de Piltover, lo habría hecho en la sombra.

—¿Quién se llevaría entonces todo el reconocimiento? ¿Un bandido sin identificar? Ah, vamos, Caitlyn… no puedes ser tan moralista, muchacha. Tienes una carrera brillante, tanto a las espaldas como por delante. Esto es lo que te toca hacer ahora y lo harás bien. Haz el favor y come algo. A tu madre no le gustaría ver cómo te quedas en los huesos.

Dijo lo último con un tono serio y protector. Caitlyn abrió más los ojos y le miró sólo un par de segundos, los justos para recapacitar y alzar la mano al camarero para que le trajera algo. Un flashback de Vi comiendo como un animal le vino a la mente. Después su madre, muerta en la camilla del hospital tras una intervención de urgencia sin éxito. Su padre en coma, también en los huesos. Su acompañante se levantó a pagar la cuenta de todo, y aquí fue cuando Ekko vio que Caitlyn parpadeaba más deprisa, conteniendo una mueca de tristeza. Sintió pena por ella. A Caitlyn se le encogió el diafragma y pudo retener un sollozo, aunque se acabó materializando en sus ojos rasgados. Una lágrima estuvo apunto de asomar, momento en el que se repasó los ojos con una manga y ya no quedaba rastro de debilidad alguna. El plato caliente de sopa y guiso se le puso por delante y comió.

Un fuerte ruido de puerta abriéndose hizo dar un respingo a los de la cola, cerca del puesto donde Caitlyn cenaba. La pelirrosa fue empujada y lanzada hacia la acera, rodando sin parar, hecha un asco.

—¡Aquí no se bebe de gratis!

—Habéis subido los precios… —dijo con voz gangosa y claramente dolorida, rodando con esfuerzo para erguirse. No lo logró. Se arrastró un poco en el suelo. Ekko suspiró y la miró con decepción.

—Aquí no eres bien recibida, Vi. No lo empeores con deudas y menos si son de alcohol —dijo el nuevo regente del local, que dejó pasar al siguiente grupo que había esperando en la cola. Después, cerró de un portazo.

Al oír el nombre, Caitlyn dejó su plato a medias y se giró lentamente, arqueando una ceja. Sin quitar la mirada de la pelirrosa, le tendió su gorro a su acompañante y se quitó la chaqueta de uniforme para que no fuera tan cantoso quién era. Se levantó del taburete.

—Caitlyn —masculló el hombre, tratando de que fuera un tono bajo. —¡No te acerques, termina de cenar y vámonos! 

La gente alrededor de Vi acabó ignorándola, tampoco era la primera borracha que veían tirada por ahí. Reanudaron sus temas de conversación y la olvidaron, caminaron cerca o a través de ella.

—¡Eh! —gritó Caitlyn enfadada, frunciendo el ceño al ver que una pareja de idiotas pasaba demasiado cerca y por poco la pisaban. Resopló y acortó distancias, acuclillándose a su lado. Se pasó un mechón tras la oreja. —Vi. ¿Estás bien?

Vi pestañeó y subió los iris azulados a ella. Tosió y puso los ojos en blanco.

—Sí, lo estoy. Tranquila, cupcake. No te preocupes tanto.

Caitlyn le tendió la mano, pero Vi no hizo el esfuerzo de mirarla siquiera, sólo trató de encoger las piernas y aunar fuerzas para levantarse por sí sola. Sentada ahí dentro no se había dado cuenta de lo terriblemente bebida que estaba, hasta que la pusieron de pie y la empujaron.

—Vamos, te ayudaré.

—Puedo sola. Siempre, puedo sola. —Vi ignoró de nuevo su mano y logró sentarse sobre sus rodillas, tenía la visión nublada. Parpadeó varias veces y levantó despacio la cabeza. La cabeza… la cabeza le daba vueltas como una lavadora. Perdió el equilibrio y se cayó, yendo a parar directa a los brazos de Caitlyn.

—Caitlyn. Deja a esa muchacha, ¿la conoces? —dijo el otro vigilante, aproximándose. Ekko seguía mirando en la distancia.

—Es mi amiga Vi. Me llevo bien con ella.

—Esta chica reconoció abiertamente ser la hermana de Jinx —bajó el tono de voz para evitar chismosos, aunque ya algunos los miraban por tener él la chaqueta de vigilante. —Haz el favor de arrestarla e interrogarla.

—No nos dará la información que ansías. Lo sé.

—Nadie sabe nada hasta que ciertos utensilios hacen hablar. Te lo aseguro.

Caitlyn abrió más los ojos y movió el rostro en dirección a él. Frunció el ceño, enfadada.

—Trae el coche. La llevaremos a su hostal, o donde sea que esté durmiendo.

—¿Y colaborar con el enemigo?

Le costó, pero Caitlyn logró elevar a Vi del suelo al pasar su brazo sobre sus hombros. La ayudó a andar.

—Respeta mi decisión. Soy tu sheriff.

El hombre no perdió el talante, realizó el saludo policial y corrió hacia donde su superior le había pedido. Caitlyn apretó los labios al caminar junto a Vi, le costaba avanzar porque la otra no la ayudaba en lo más mínimo. Vi pareció darse cuenta, lentamente, de que estaba en pie y posicionó bien sus piernas, caminando despacito.

—Déjame en cualquier albergue, no te preocupes. Deja de mandar al garete tu trabajo.

—Cállate. No voy a dejarte tirada en medio de la calle.

Vi la miró de reojo, se sentía descompuesta por el alcohol ingerido y tenía los sentimientos a flor de piel a causa de la desinhibición que provocaba beber sin parar; sus fosas nasales estaban lo suficientemente sensibles para percibir el aroma de esa mujer que tenía al lado. Caitlyn… sí, era Caitlyn… su heroína.

—Ese coche llama demasiado la atención. Si le dices a tu guardia que se aleje y no nos siga, os llevaremos a las dos en un transporte más discreto. Y a ella a un lugar seguro. —Salió Ekko de su escondite, Caitlyn le miró fijamente y tras un par de segundos, asintió.

—Está bien.

—¿Tú también quieres venir? —preguntó Ekko. Caitlyn vio el estado de Vi y supo que Jinx no sería capaz de ayudarla. Se sentó en la parte de atrás y en cuanto vio que su guardia se aproximaba con el coche, le habló en lenguaje de signos policiales para indicarle que fuera por otro camino y que luego se hallarían. El hombre no dispuso queja alguna.

—Por lo menos es obediente y respeta tu cargo.

—En la policía, la disciplina lo es todo —contestó Caitlyn, sin siquiera mirar a Ekko. Observaba algo preocupada la expresión de Vi, que parecía entre dormida y soñando despierta. —¿Se emborracha con frecuencia?

—No, pero alguna que otra vez cae una copa. Hoy se ve que ha aumentado el cupo.

Caitlyn suspiró y se centró en las calles por las que estaban circulando. Lo memorizó todo, cada giro, cada negocio, cada casa pintada. Le convenía saberlo.

—Os llevaré a la sede de los hijos de Zaun. Allí podréis asearos, comer y descansar tranquilas, al menos un par de noches. Después tendremos que irnos.

—¿Iros?

—Mi confianza contigo no llega a tanto. No me importa que estés cerca, pero no te contaré los planes de mi gente.

Caitlyn cerró los labios, inspirando hondo y comprendiendo la desconfianza. Seguía siendo una forastera para ellos después de todo. 

De pronto, en mitad del silencio del viaje, sintió el calor de una mano acariciarle el muslo. Era la mano de la pelirrosa, vendada y con los nudillos enrojecidos tras el blanco del vendaje, cómo no. Supuso que había estado entrenando contra alguna tabla hasta hacerla pedazos, Vi podía hacerlo. La mano se abrió y apretó los dedos en su pierna, acariciando con cierta fuerza. Caitlyn parpadeó un poco confusa y la miró. Vi le devolvía la mirada fijamente.

Le quitó la mano de la pierna.

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