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CAPÍTULO 6. El francotirador

Los golpes sobre el muñeco eran secos y veloces. Jean y Connie salían recién de entrenar y cruzaban algunas palabras mientras atravesaban el gimnasio. Se quedaron charlando en la puerta, aunque los impactos tan fuertes que se estaba llevando el muñeco relleno de arena con el que Mikasa y Annie solían practicar les acabó llamando la atención. Mikasa y Armin también dejaron de hablar y giraron la cabeza hacia Annie. La velocidad de la rubia era casi insolente frente a sus compañeros. El muñeco de prácticas pesaba setenta kilos más que ella, y aún así empezaba a tambalearse del constante reparto de impactos, especialmente de sus tibias, zona que tenía ya muy machacada por los años de entrenamiento desde que era poco más que una infante. También repartía patadas y rodillazos aéreos con poca carrerilla, y ensartaba puñetazos a diestro y siniestro, meneando la cintura para simular que el muñeco se defendía. Pasó su cabeza por debajo de uno de sus brazos simulando una esquiva de boxeo por debajo del golpe del rival, y al ponerse recta le crujió un puñetazo desde la barbilla hacia arriba, que partió algo del tejido y un fino hilillo de arena salió a causa de su potente pegada.

—Se imagina a alguien —dijo Mikasa en un hilo de voz. Armin arqueó una ceja y se preguntó si le pasaba algo: al fijarse en su expresión, vio la de siempre. Inanimada, seria, aburrida, sin embargo, su bello cuerpo estaba totalmente sudado y agotado. Era una máquina pegando, no podía parar, pero hasta su organismo le debía recordar que era humana. Mikasa observó que tenía el abdomen contraído y la respiración bastante agitada, pero aun así volvió a doblegar su físico y lo sometió a una dosis de pelea contra el saco, imparable. Estaba totalmente concentrada, cuando de pronto una voz tenue surgió a sus espaldas y paró en el aire un puñetazo, girándose sudada y agotada al que la había interrumpido. Armin la miraba sonriente y le acercó una toalla.

—Madre mía, el día que estemos en contra tendré que hacerme con una armadura.

Annie se quedó mirándole aún con la guardia subida, y cuando se fijó en la toalla, volvió a girarse y a seguir enfrentándose al muñeco, sin prestarle atención. Armin abrió los ojos y ladeó suavemente la cabeza.

¿Me está ignorando?

—Oye, Annie…

—¡Leonhart! —el teniente de la Policía Militar apareció de repente en la puerta lateral que colindaba con los otros gimnasios, y como siempre, venía con el ceño fruncido. Annie paró lo que estaba haciendo y se puso recta como un clavo, al igual que Armin, en señal de respeto al superior. —Y Armin, al centro del gimnasio. Os ha tocado por estar aquí haciendo tanto ruido. ¡¡Y esto va para todos!! Quiero que traigan también a los nuevos cadetes y ver de qué pasta están hechos.

Annie siguió con la mirada a su superior, con respiraciones aún muy seguidas. Dio un resoplido y se encaminó al tatami central, el mismo donde Mikasa y ella se dieron una soberana paliza hacía poco.

—Armin, las pocas veces que he tenido la desdicha de verte en el cuerpo a cuerpo me han parecido nauseabundas. Espero que en un mes hayas podido dar más de ti, es muy importante que estemos en forma en este trabajo.

—¡Señor, l-lo-es… lo estoy intentando!

—¡Cállese y póngase frente a Leonhart, no sea aburrido!

Armin tragó saliva y dejó la toalla fuera del tatami. Annie se le colocó delante, ya con la guardia de boxeo bien automatizada.

—¡Ee-espera! —Armin puso las manos en alto, algo temeroso. Annie bajó los puños lentamente y se puso recta, dejando que sus profundos ojos azules le miraran directamente. Armin se sintió desnudo con esa mirada que le estaba echando.

—¿¡Pero qué pasa!? ¡Peleen de una vez! ¿Qué demonios hacen? —dijo el teniente malhumorado. Dio dos fuertes palmadas en el aire y Annie volvió a subir la guardia.

Armin, preocupado, levantó los puños cerrados protegiéndose y copiando la guardia de Annie. Antes de que siquiera pudiera parpadear, vio a la rubia girando sobre sí misma y lo último que sus ojos pudieron ver fue su tibia acercándose vertiginosamente a su cuello. Impactó, pero se dio cuenta de que no le hizo ningún daño, sólo lo justo para que lo notara.

—¡LEONHART! —retumbó el hombre enojado, haciendo que la chica bajara la guardia y le mirara desde la distancia. —NO QUIERO COLEGUEO, NO QUIERO ABRACITOS. PELEA IGUAL QUE CON EL SACO, ARMIN, TÚ IGUAL. NO TENÉIS GÉNEROS NI SOIS AMIGOS, AHÍ SÓLO SOIS SOLDADOS. ¿¡ENTENDIDO!?

Annie devolvió lentamente la mirada hacia el rubio, percibió temor en sus ojos.

—Pelea. No te cortes. Vamos —le susurró Annie.

—¿Y si te hago daño sin querer

—¿Y si te hago daño sin querer…?

—Intenta algo o te reprenderán, me da igual el daño que me haga —contestó ella.

Armin miró fijamente sus ojos claros entre sus mechones e inspiró hondo. Tomó carrerilla y trató de darle un puñetazo sin pasarse de la raya con la fuerza, pero como si nada, Annie sólo movió el tronco hacia la izquierda esquivándole, y al tenerle tan cerca ahora le rodeó la cintura con los brazos, preparando una posición defensiva. Armin se sentía muy torpe con los cuerpo a cuerpo, ya bastante le costó entrar al Cuerpo de Exploración en su día. Pero había visto hacer algo parecido a Annie hacía mucho tiempo para mandar a alguien al suelo: agarrarlo de la cintura y voltearlo con fuerza hacia un lado, tirándolo. Así que acopló las manos a los muslos de su compañera y trató de rotar bruscamente la cadera para tirarla a un lado, pero el cuerpo de Annie no se movió ni un milímetro. Ambos estaban frente a frente, con las piernas separadas y ligeramente inclinados el uno frente al otro. Armin la tenía rodeada de la cintura con los brazos, y Annie pegó el rostro al de él, notándole respirar a su lado.

—Ayúdate del pie. Hazme perder el equilibrio mientras tratas de aventarme al suelo.

Armin abrió los ojos, le estaba aconsejando en susurros. Apretó con fuerza las manos uniéndolas tras la espalda de ella e hizo lo que le dijo, pero parecía que a pesar de todos sus consejos, no estaba dispuesta a dejarle ganar. Le puso la zancadilla o eso intentó, era una postura complicada para lograrlo. Trató de moverla y tirarla hasta cuatro veces, pero por más que fuera pequeñita, no podía, Annie no se lo permitía y le agarraba las manos con mucha fuerza.

—¿Cómo eres tan fuerte? Puedo levantarte en peso, no entiendo por qué ahora no puedo cargarte…

—Lo estás haciendo mal. Y ya me he aburrido.

La oyó susurrar. De pronto Armin sintió que algo le agarraba del cinturón por el lateral de la cadera, y no supo cómo diantre lo hizo, pero le clavó la cadera por el costado opuesto y con eso lo levantó del suelo. Dio tal giro de cintura ahora para tirarlo que las piernas del rubio quedaron arriba sólo una milésima de segundo. Armin vio el gimnasio del revés y cayó en seco con la espalda al suelo, de un golpe ruidoso. Apretó los dientes del dolor al darse un golpe en la coronilla. Hubo una ovación y unos aplausos, y el teniente empezó a reír como un descosido.

—Esta chica es una maldita militar, de eso no hay duda alguna… la técnica de judo de los orientales, el Uki goshi. Magnífico.

Annie le ofreció la mano para ayudarle a levantar y Armin asintió aunque algo adolorido, poniéndose en pie poco a poco.

—Eres brusca…

—Me lo has puesto fácil, nada más.

—Quiero otro round —manifestó el teniente, logrando que Annie frunciera el ceño.— Ese mocoso tiene que aprender a moverse. Recibirá 20 caídas más hasta que se le meta en la sesera que tiene que entrenar más duro.

Armin suspiro pero no se jactó, era un soldado, se había enfrentado a cosas peores, aunque parte de él estaba cabreado porque sabía que aquello era una exhibición de su debilidad, una humillación. Un castigo por ser nulo para los deportes de contacto. Annie volvió a poner la guardia. Cuando se tintineó la campanita, ni siquiera le permitió respirar. Dio media vuelta en menos de un segundo, lo agarró bruscamente del brazo y dobló medio cuerpo hacia adelante con mucha velocidad, logrando que el cuerpo de su compañero volviera a girar con la cabeza hacia abajo y un nuevo golpe de espalda en seco contra el suelo. La técnica fue nada menos que Seoi-nage, de judo también. Armin trató de contraatacar desde el suelo irritado pero Annie lo miraba fríamente desde arriba, manteniendo su brazo cautivo entre los suyos. A la mínima que trató de zafarse de su agarre la chica empezó a torcerle dos dedos en sentido contrario al que le correspondían y le empezó a retorcer el brazo.

Armin cerró los ojos con fuerza pero no quería rendirse. Pataleó un poco y trató de atrapar la cabeza de Annie con los pies, pero antes de que sus tobillos llegaran a tocarla, ella se giró con fuerza sin soltar el brazo ajeno, doblándoselo y haciéndole a sentir a Armin un suave crujido que amenazaba con empeorar. Si seguía resistiéndose o aplicándole el mínimo esfuerzo hacia el otro lado, la presión contenida en su hombro acabaría por desencajarlo de su sitio.

—Me rindo —Armin palmeó. Annie lo liberó de inmediato. El teniente asintió pero cuando se puso de pie y ya todos pensaron que se marchaba, se cruzó de brazos.

—Sólo puños. Quiero boxeo. Nada de codos ni piernas, ni llaves.

—Es suficiente. —Dijo Annie en un hilo de voz, pero el teniente alcanzó a escucharla y muchos de sus compañeros también.

—Tranquila, Annie… —le dijo Armin en voz baja, sonriendo tímidamente. Annie le devolvió una mirada gélida, pero ni la mitad de gélida que la que le dedico al teniente que en ese momento ya estaba al lado de ambos.

—He dicho que sólo puños. ¿Tienes algo que objetar, soldado Leonhart? ¿Acaso ya estás cansada? Una pena que ya no te quede el titán hembra, ¿verdad? Todo el cansancio debe de evaporarse muy rápido salvaguardado en la nuca de un titán.

Annie ni siquiera cambió la expresión de su cara, aquel hombre era un gilipollas. Miró a Armin después. Pero no dijo nada. Se colocó delante de él y el rubio hizo lo propio, también sin quejarse. La campanita sonó por tercera vez.

Armin llevó la iniciativa y dio dos puños rectos. Annie balanceó hacia atrás y se movió del sitio, esquivando ambos jab. Tenía un juego de piernas asombroso, de tal manera que cuando se quitaba de un sitio casi le aparecía por la espalda. El rubio se giró y trató de meterle un gancho por debajo del mentón, pero Annie se movió lo justo para que ese ataque pasara casi rozándole. Armin cerró los ojos al tenerla tan cerca y esperar un contraataque, pero no sintió nada y al abrir los ojos la tenía delante de nuevo, sin hacer nada, sólo manteniendo la guardia. Esta vez trató de insertarle un puño por el estómago, pero ella sólo giró los pies y se puso un poco más hacia un lado, esquivando. Esta vez sí, al tenerle medio agachado por querer alcanzarle el vientre, tomó un muy buen impulso y descargó un puñetazo que le hizo cerrar las hileras dentales y caer al suelo noqueado.

—¿Armin? —Annie bajó la guardia y se arrodilló a su lado, pero pronto los ojos de Armin volvieron en sí, y la miraron lánguidamente.

—Estoy bien…

—Arriba, Leonhart. Muy bien hecho. El mocoso de 20 años no te ha dado ni una sola vez. Annie se puso los mechones de su pelo rubio tras la oreja y le ayudó a levantarse. Armin tenía algo de sangre en la encía inferior, lo notó al tocarse con la lengua. El teniente le estaba sacando internamente de quicio, pero finalmente se fue sin hacer más comentarios. Annie siguió a aquel gordo tan corpulento con la mirada y cuando desapareció del gimnasio se volvió a Armin, ladeando la cabeza.

—Vamos a ponerte algo frío.

—No es que quiera quejarme, pero si me hubieras dado un poco más fuerte creo que me desencajabas la mandíbula…

—No. No te haría eso.

—¿Quieres decir que has sido suave…? —le preguntó sobándose el mentón, dolorido. Annie encogió los hombros mientras andaba, mirando al frente.

—Sé que no he dado con potencia. A eso me refiero.

Armin se rascó la frente por debajo del flequillo y tomó asiento en el banco de la plaza exterior del cuartel, esperando que Annie volviera con la compresa helada para sus chichones. En su soledad, empezó a reflexionar un poco.

—Parece que esa chica podría matarte en tres segundos si quisiera —oyó decir de una voz femenina y levantó rápido la mirada. Se trataba de Sarina, la hermana gemela de Sandra. Tenía 4 años más que los de la promoción 104, y todos la tenían en estima desde que su hermana Sandra, de la Tropa estacionaria de Guarnición, falleció en una de las tantas contiendas contra titanes. Era de pelo moreno y tenía unos profundos ojos castaños. Armin se quedó un poco atolondrado al principio, no sabía ni de dónde había salido.

—Sí, Annie es bastante fuerte. Creo que no exagero si te digo que puede con todos nosotros…

—La he visto peleando con Reiner y ya te aseguro yo que sí. —La chica se sentó al lado con total confianza y le deslizó hacia abajo el labio inferior para ver las heridas en las encías inferiores. Armin se sorprendió al verla tan resuelta, y cuando le acarició el labio con el pulgar miró rápido hacia otro lado, un poco nervioso.

—Estoy bien, Sarina. Gracias.

Sarina sonrió.

—Qué tímido. Me gusta.

—¿Qué…? —frunció el ceño mirándola, pero se impactó más al ver a Annie de pie justo tras la morena, sosteniendo la compresa fría en una mano. La chica se levantó rápido del banco y los miró a los dos sonriendo, pero se centró en Armin cuando se fue.

—Armin, espero que se te cure rápido. No sé yo si con tanto golpe vas a acabar aburrido de estar en el cuerpo de soldados. ¡Nos vemos!

Annie abrió los ojos al oírla y dirigió la mirada a otro sitio rápido. Esperó unos segundos prudentes a que aquella idiota se alejara y luego miró a Armin sólo de reojo, con la voz muy baja.

—¿Tanto daño te he hecho?

—¡No! ¡Tranquila! No le hagas caso. Hey… mírame —la tocó de la mejilla divertido, y al sentir su tacto Annie llevó la mirada hacia él. —Mírame pero no tan seria… además, ayer me di cuenta de un punto flaco que tenías.

Annie arqueó una ceja sin entenderle, y el chico prosiguió.

—Sí, sin querer te toqué por aquí y tuviste un respingo… así que… eso debe ser porque… —rápidamente se le acercó en el banco y empezó a hacerle cosquillas por ambos costados. Annie intentó quitárselo de encima pero la pilló desprevenida y su cuerpo se empezó a contraer, riéndose a carcajadas.

—¡Armin! ¡Para un segundo! —exclamó cada vez con más dificultad para frenar su risa, estaba tan cansada del entrenamiento que apenas podía apretar la zona abdominal. Armin también se reía, con un brillo especial en los ojos viéndola tan contenta.

—De eso nada. Sabía que no podía perder en todos los terrenos. ¡Ya sé cómo dominarte, vamos, entra al gimnasio de nuevo!

—¡Armin! Para, por favor, ¡serás…! —dijo con la voz más en grito, agarrándolo de las muñecas pero por más que le intentaba apartar el rubio seguía alcanzando en pellizcos repetidos su vientre. De pronto Annie se retorció y se puso de pie rápido, tapándose el cuerpo con las dos manos. Respiraba agitada, se había cansado de tanto contraerse y retorcerse, y tenía las mejillas coloradas. Armin la miró con una sonrisa y se levantó despacio, ganándole unos centímetros estando de pie. Puso las manos amenazantes para volver a hacerle cosquillas pero Annie sonrió ampliamente, dando algunos pasos atrás. —Aléjate de mí…

Armin prácticamente le saltó encima y a Annie sólo le dio tiempo a girarse y correr, pero notó cómo los brazos de su compañero la rodeaban desde atrás y seguían con aquella tortura, sabía que no tenía ninguna resistencia con las cosquillas. Armin miró animado cómo la rubia se ponía roja de reírse contrayéndose, tratando de apartarle las manos.

—¡Para o te quito… a las malas…! —dijo como pudo, y el rubio paró lentamente. Annie volvió a respirar agotada, separándose del todo de él y se apoyó en el paredón de ladrillos. Acabó sonriendo con maldad, esta vez sin mostrar sus dientes. —Sabía yo que esa amenaza daría efecto.

Armin la miró sonriente, pero lentamente dejó de curvar sus labios y pareció observarla más atento. Y Annie, que captó eso, le repitió sin darse cuenta.

—Pareces muy seria, pero cuando te ríes eres aún más preciosa.

La chica tragó saliva y se puso recta aún pegándose a la pared, abrió los labios pero no emanó ninguna palabra, sencillamente era inexperta. No sabía responder a aquello. Su cuerpo, sin embargo, sí que respondía, el corazón. Armin acortó distancias y pegó su cuerpo por completo al suyo, le dirigió el mentón con los dedos, pegando su nariz dulcemente con la de ella. Annie cerró los ojos ante su cercanía y sintió que el corazón le bombeaba a toda velocidad, era adrenalina.

—¿Tienes algo que hacer por la tarde? —le susurró pegado a ella, acariciando con la punta de su nariz el lateral de la larga nariz de Annie, que tardó varios segundos en responder, nerviosa

—¿Tienes algo que hacer por la tarde? —le susurró pegado a ella, acariciando con la punta de su nariz el lateral de la larga nariz de Annie, que tardó varios segundos en responder, nerviosa.

—N-no. No tengo nada.

—Quiero verte. Me muero de ganas por… hacerlo de nuevo contigo —ante esas palabras Annie abrió los ojos suavemente y se le quedó mirando embelesada.

—Yo…-yo… bueno…

—Si tú quieres, claro. No haremos nada que te haga sentir incómoda. Podemos también jugar a algún juego.

—Aún me duele…

—No hay ningún problema, eh. —Sonrió tiernamente, dejando de acariciarle el mentón para trasladar la mano a su cintura. Notó el calor corporal de la soldado, que también se ruborizó. Armin se inclinó de nuevo hacia su boca, pero fue la chica quien comenzó a moldear los labios contra los de Armin, despacio. Connie pasó por allí con un pan a medio morder anclado entre sus dientes y al dejar atrás el gimnasio y estirar los brazos escuchó varios chasquidos cerca de él. Cuando miró por detrás del arbusto, justo en el paredón, estaban Annie y Armin besándose con necesidad. Rápidamente se alejó intentando no ser visto y fue a cuchichear con Jean e Historia, que no estaban muy lejos.

Habitación de Armin

Annie continuaba besando los labios del rubio despacio, sin pausas, esta vez era su delgado cuerpo el que estaba encima del masculino y tenía más libertad de movimientos, pero aún por esas no se lograba desconcentrar de la apacible tarea de seguir atendiendo su boca. Sentía cosas muy fuertes en aquel momento, las sentía en el estómago como cosquilleos y sentía también que parecían ir a más cada vez que volvía a tener un acercamiento de ese estilo con él. Armin no la buscó sexualmente durante el largo instante que pasaron besándose, pero después de unos minutos su erección empezó a empujar uno de los muslos de Annie. Ésta paró de besarle lentamente, tenían los labios rosados de desgastárselos mutuamente. Miró hacia su entrepierna y elevó una ceja.

—¿Ya…?

—Perdona… no puedo evitar que reaccione solo. Mi mente es lo peor…

Annie parpadeó pensativa al vérsela parada y volvió a besar su boca, cerrando los ojos. Era fácil que el tiempo volara mientras estaban así. El rubio bajó la mano y la paró en la nalga derecha de Annie, apretándola con tanto ahínco contra su cuerpo que el muslo de la joven rozó más su entrepierna. Annie abrió los ojos ruborizada, y quedó a escasos centímetros de él. Aumentó la distancia entre sus rostros al apoyar las manos a cada lado de su cabeza y mirarle desde abajo.

—Eres bastante atrevido para haberlo hecho sólo conmigo una vez.

Armin se puso rojo y subió la mano al arco de su cintura, acariciándola despacio. Habló algo sonrosado.

—Créeme o no me creas… pero cuando estoy así contigo se me olvida lo tímido que soy. Mi mente empieza a trabajar imaginando cosas y me… vuelvo, no sé. Quiero hacerlas contigo.

—¿Qué cosas? —inquirió ella, mirándole directamente a los ojos. La mirada de Annie era tan cortante que Armin no era capaz de contárselas. Le daba vergüenza. Cuando le vio tan callado Annie le miró de arriba abajo, y volvió a susurrar. —Dime en qué pensabas mientras me besabas.

—No… apenas lo hemos hecho una vez, no quiero parecerte un depravado. Y no creas que el verte apariencia de 16 años a veces no me hace sentirme como tal.

—No seas idiota. A mí…

Armin esperó que concluyera, y le preguntó interesado.

—¿Qué, Annie? ¿a ti qué…?

—Yo también quiero complacerte a ti. Si hay algo que quieras que hagamos… —empezó a decir, aunque al decirlo en voz alta se dio verdadera cuenta de lo que costaba hablar de eso y sintió empatía por él.

—Sólo quiero estar contigo, hagamos lo que hagamos —sonrió un poco y llevó la mano al mechón colgante de su cara. Parpadeó pensativo y deslizó un par de dedos por su cabello hasta la goma del pelo que le sostenía el moño, quitándoselo. Annie tenía el pelo tan fino y liso, tan sedoso, que con un pequeño tirón se soltó y cubrió su nuca y parte de su espalda. Era inmensamente atractiva, pero le gustaba más con el pelo suelto y más ahora que en aquellos meses le había crecido algo más. Suspiró relajado e irguió medio cuerpo, quedando sentado sobre la cama con ella sobre sus muslos. Le apartó un mechón de la cara y buscó sus labios de nuevo, dando un breve beso.

—Quiero verte sin la camisa.

Cuando le susurró aquello Annie abrió los ojos teniéndole muy cerca y tragó algo de saliva. Llevó una mano a su chaqueta y deslizó un hombro hacia afuera, quedándose en camisa blanca despacio. Armin no sabía qué cosa le comandaba la cabeza cuando estaba así con ella. Él era bastante tímido, pero empezaba a conocer a buen ritmo las reglas no escritas de un encuentro sexual con alguien a quien se amaba. Había hablado por horas con Reiner y Jean de aquello, compañeros que ya tenían bastante más experiencia en el tema. Reiner le explicó que cada persona era un mundo, que cuando estabas excitado salía tu verdadero ser. Cuando él conoció a Hitch era aún un guerrero marleyense y el acostarse en secreto con ella era una droga, un morbo, además, aunque no quiso dar detalles, Armin detectó por la manera de relatarlo que Hitch era bastante activa en la cama. Aunque no le gustara ni una cuarta parte de lo que Annie, Armin era un hombre y no había podido evitar fijarse en el tremendo par de tetas que Dreyse tenía, y su mente de 20 años le traicionaba muchas veces con pensamientos cada vez más obscenos, fruto en parte de no haber tenido experiencias con ninguna mujer. Estaba en una explosión hormonal tardía, pues todos aquellos pensamientos se empezaban a tener con los 15 años. El estrés de tanta guerra titán había retrasado muchas de esas cosas. Pero ahora… había paz. Marley no era un enemigo. Annie no era una enemiga. Y Annie… le despertaba otras muchas cosas adentro. Casi todo en ella le ponía caliente, incluso que le tirara en los entrenamientos. Su fuerza, sus conocimientos. Su mirada directa y seria pese a lo introvertida que era. Que fuera tan cerrada con los demás y que con él se abriera de esa manera sólo lo hacía sentir más afortunado y más excitado. En lo que Annie se abría los botones de la camisa con una sola mano, Armin no pudo esperar y metió la mano por debajo de su ropa, alcanzando la copa de su sostén. Suspiró más notablemente al sentir el bulto de su pecho y al costarle bajarlo por la blusa, simplemente le levantó la blusa por encima de sus pechos, quitando la mano de Annie. Le bajó la copa del sostén con algo más de fuerza hasta que uno de sus pechos rosados salió, y se apresuró a metérselo en la boca. Oyó a su lado un suspiro cortado de Annie y notó enseguida que le acariciaba de la nuca y del pelo despacio. Al pasar la lengua internamente por la aureola de su pecho sin descanso sintió lo suave que era. Pasó una mano atrás y le abrió el broche para despegarle el sujetador de cuerpo. Se distanció algo más de ella para quitárselo todo por encima, haciéndola levantar los brazos y despojarla finalmente de la blusa. Annie sentía mucha vergüenza pese a lo que él le gustaba, pero al mirarle a los ojos en ese momento Armin seguía enfocado en sus pechos. Amasó uno de ellos con la mano y ascendió hasta su cuello, notando una poderosa succión en su yugular que la hizo tener cosquillas al principio. Armin besó su cuello sin parar, impregnándolo de su saliva, y mordió sin fuerza el lóbulo de su oído haciéndola encoger el hombro.

—¿Te pones de pie? —Armin empezó a odiarse a sí mismo un poco por parecer que le estaba mandando. Pero el quitarle la ropa y verla desnuda por completo empezaba a convertirse en ese momento en una necesidad. Annie se puso de pie y Armin, quedando aún sobre la cama, se quitó fugazmente los pantalones y su propia blusa en 3 segundos. Se aproximó al borde de la cama y alargó los brazos hasta el cinturón de Annie, quitándole la hebilla y a continuación, abriéndole los botones y deslizando hacia abajo su ropa. Ambos se habían quitado ya las botas antes de empezar con los besos, por lo que deshacerse del pantalón fue tarea fácil. Cuando la tuvo en braguitas se puso en pie también y le alzó el mentón, volviendo a besarla con cariño, pasando la palma de la mano por su mejilla, deslizándola por el cuello, y finalmente apretando sin fuerza uno de sus senos. Annie suspiró hondo intentando seguir la demanda labial de Armin, aunque su atención estaba dividida, pues sentía mucho placer cada vez que le tocaba los pechos. Armin se le acercaba una y otra vez mientras la besaba, hasta que la hizo sentir la presión de su miembro apuntándola en el bajo vientre, bastante duro. Annie despegó despacio los labios de él y bajó la mirada a su entrepierna, llevando la mano a la ropa interior de Armin y deslizándosela por sus muslos lentamente. Se le colorearon las mejillas enseguida al ver su miembro por segunda vez. Armin, pegado a ella, la observó de reojo actuar por sí sola, estaba dudosa. Se tomó su tiempo pero al final rodeó su miembro con la mano, acariciándolo de adelante hacia atrás suavemente, haciendo que Armin se mordiera el labio inferior.

—Moja un poco la mano, Annie. Tu saliva —dijo excitado, y Annie retrajo algo de saliva para lamer su palma y volver a situar la mano en su miembro. —Eso es, Annie… así me encanta… —gimió lastimero, tampoco se veía aguantando la gran cosa porque no tenía mucha práctica. Sintió que ahora era Annie la que levantaba la cabeza y le buscaba el cuello, besándolo tiernamente, y al hacerlo el vaivén de su mano empezó a ir en dirección más abajo sin darse cuenta. Armin bajo la mano y rodeó la de Annie, corrigiéndole la posición y ayudándole a masturbarse al sostenerla, y eso le dio muchísimo placer. Estuvieron así un rato y Armin la dejó hacer sola después. A Annie se le volvió a secar la mano y la detuvo despacio, sosteniéndola de la muñeca. Llevó la mano a su cara y la miró desde arriba, sonriendo un poco.

—Ven…

La atrajo de la nuca suavemente y volvió a besarla, esta vez atrayéndola de la cintura y finalmente tumbándola bocarriba en la cama. Esta vez no cometería el error de la primera, esta vez sí iba a hacer las cosas bien hasta que Annie se corriera. El sólo hecho de imaginársela tan indefensa ante esas oleadas de placer le hacía la boca agua, había fantaseado con ello y la realidad tenía que ser múltiples veces mejor. Annie se cayó de espaldas sobre la cama y levantó medio cuerpo con los hombros para verle, pero Armin sólo la ayudó a apoyar la cabeza en la almohada y pasó el dedo índice acariciándola por su hombro, por su seno y pezón, pasando por encima de éste hasta llegar a su ingle. Annie tragó saliva al descifrar qué quería hacer. Lo vio meterse el dedo en la boca y chupar para sacarlo totalmente mojado, acercarlo a su entrada vaginal y meterlo despacio, haciéndola contraerse sólo el primer instante. Incluso con aquel dedo estaba apretada, era normal… sólo lo habían hecho una vez y sabía que le dolía aún. Por eso fue cuidadoso y no aceleró el ritmo, simplemente, hundió el dedo despacio, cada vez más profundo, pero lento para lograrla acostumbrarla. Mientras la penetraba así se fue agachando y se humedeció la boca. Pareció que iba a lamerla ya, pero antes dio un suave mordisco en su ingle que la hizo suspirar y cambiar totalmente la expresión de la cara… Armin la miró desde allí abajo fijamente y Annie apartó la mirada, totalmente colorada. Él  la tenía tan tiesa que sufría en silencio, pero no iba a ceder a los deseos que tenía de ponerle el cuerpo en cuatro y metérsela, se contuvo y en lugar de eso continuó con su vaivén lento. Pegó la boca mojada y suave a su clítoris, mojándolo con mucho cuidado y moviéndolo con la lengua hacia los lados, y luego en círculos. Annie era compleja para exteriorizar muchas emociones, pero aquello le puso las cosas muy difíciles. Si aún estaba contenida era por vergüenza, pero pronto sintió que la velocidad de la penetración aumentaba ligeramente y la lengua de Armin se aplastaba contra su sexo, lo acariciaba con los labios y después volvía a los movimintos circulares, apretando la lengua. Abrió la boca con las cejas fruncidas y levantó sin querer un poco las caderas. El chico sonrió por aquella reacción y dejó caer más saliva, lamiendo como un perro obediente su clítoris de largo a largo, apretando también con la punta de la lengua sus labios vaginales carnosos, que tenían un suave y escaso vello rubio. Dejó la lengua en círculos lentos sobre su clítoris pero ahora apretó además éste con su pulgar, sin fuerza, sólo lo justo para que le diera un pinchazo de placer, y notó que el cuerpo de Annie se puso de gallina en un segundo. No había gemido ni una vez, pero tenía la respiración muy alterada, y al mirarla la vio con el ceño rubio fruncido, costándole hacer frente a unas sensaciones así.

—¿Te gusta, Annie…? No creas que me olvidé de que te dolía… no te haré ningún daño.

—… —Annie no le respondió, la pregunta ya le hacía tener las mejillas rosadas. Armin no necesitaba una respuesta verbal, su cuerpo estaba siendo honesto. Con algo de dificultad logró meter el dedo corazón para dilatarla más y aquí sí Annie dio un quejido reprimido, cerrando un poco las piernas.

—Tranquila… voy despacio, muy despacio. Relaja los músculos —pidió la tranquila voz de Armin, tan pacífico, cuando la vio tenía el cuello transpirado y la respiración agitada. La penetración fue más lenta, pero la lengua siguió trabajando por encima, soltó saliva sobre su clítoris de nuevo y acarició con el pulgar en círculos. Oyó la respiración de Annie más fuerte y sintió que una de las manos lo acariciaba del pelo, y le movía tímidamente hacia la zona del clítoris. Así que ahí era donde quería que se centrara. Situó la boca mojada en su clítoris y movió toda la cabeza de arriba abajo, pronunciando más el peso de la boca y de la lengua en esa zona, y enseguida notó que las piernas de la chica se contraían pero no de dolor precisamente. La rubia abrió los labios y su pecho se movió arriba y abajo por la respiración forzosa. Soltó un suave jadeo y enseguida cerró los ojos moviendo la cabeza a otro lado, concentrada totalmente en los movimientos de lengua de Armin. Éste retiró un dedo y siguió solo con uno, mientras su lengua no se detenía ni un segundo. Notó que el clítoris de Annie también estaba tenso, así que continuó con aquellos masajes circulares un minuto más. Después de ese rato Annie abrió la boca otra vez y soltó un jadeo más agudo, intentando cerrar las piernas. Armin negó con la cabeza y le apretó el muslo contra la cama, dejándola quieta y enseguida metió el dedo corazón, curvándolo como un gancho hacia dentro para palpar su punto G. Annie empezó a respirar sonoramente y más y más seguido, entre suspiros, hasta que de repente notó que se ponía muy tensa. Al llevar los ojos donde ella vio esa gratificante imagen. Sus pezones estaban totalmente erizados, su vientre con la pie de gallina, y se mordía una mano.

—Eso es, Annie, relájate… —susurró Armin volviendo a restregar la boca con frenesí sobre su coño, chupando, masturbando y apretando en círculos su clítoris con ganas y rapidez, hasta que de pronto notó que un agudo gemido salía de ella, tras otro y otro más, muy seguidos, y juntaba los labios soltando un jadeo largo y reprimido, que puso a Armin muy, muy caliente, sobre todo porque tuvo la mirada todo el rato en ella y en su expresión facial. Aquella imagen que acababa tener de ella teniendo un orgasmo se la llevaría a la tumba. Annie tenía el cuerpo totalmente contraído y respiraba con mucha dificultad ahora. El rubio se incorporó sobre la cama y metió de nuevo dos dedos, que entraron sin ninguna dificultad ni impedimento ahora, estaba totalmente mojada. Annie le siguió con la mirada y los labios entreabiertos, aún asimilando el semejante placer que le acababa de hacer sentir con la boca. Ahora sí, cuando la volvió a besar sintió como si la sensación del cosquilleo en su cuerpo cuando le tenía cerca se multiplicaba. Si le proponía estar horas besándose, lo estaría. Cerró los ojos y respiró cada vez más calmada, disfrutando de él y de los suaves besos que compartían. Le acarició del pecho y trasladó la mano por el largo de su espalda, aunque paró de moverla al sentir que las caderas de Armin se apretujaban contra su entrepierna. Bajó la mirada un breve segundo observando cómo la mano del chico acomodaba la punta de su miembro en su cavidad, pero… Annie estaba cansada de no hacer nada. Ella también quería participar de manera activa, y antes de que lograra penetrarla la chica sacó la cadera hacia un lado, bajándole a Armin rápido la rodilla para hacerle perder estabilidad y rodar una única vez. La fuerza proveniente de su cintura era superior a la de Armin, así que en menos de un segundo ya estaba sentada sobre él, dominando la situación. Armin apenas se había enterado de lo que le había hecho, sólo sabía que hacía un segundo y medio era él quien estaba arriba y ahora la potente mirada turquesa de su compañera le devoraba desde arriba, con la misma seriedad que ella solía tener siempre.

—Vas a abusar de mí ahora también en la cama…

Annie curvó una sonrisa por su comentario, pero su atención se focalizó enseguida en sus cuerpos. Bajó la mano al miembro de Armin y lo sostuvo, acercándolo a su vagina y probando a sentarse encima. Armin se mordió el labio sin siquiera darse cuenta, todo le ponía cachondo, absolutamente todo. No se reconocía a sí mismo sintiéndose así. Annie por su parte estaba convencida de que podría con aquello después del orgasmo y se sentó encima bruscamente. Por poco ve las estrellas. Su sonrisa se borró de la cara y bajó la mirada hacia abajo más preocupada, descendiendo más despacio, se había hecho un daño terrible. Armin, que con aquel empujón hacia abajo notó sus paredes muy contraídas, sintió un inmenso placer. Pero al verla así después sonrió, acariciándola de la mejilla desde abajo.

—Es tu segunda vez, tranquila… esto va a ser un poco difícil las primeras veces.

Ante esas palabras Annie le miró con el ceño fruncido y devolvió la vista a sus cuerpos unidos. Bajó las caderas mucho más despacio, en un vaivén costoso y agotador donde ella aguantaba su peso casi todo el rato. Había sido un poco ingenua al creer que ya no le dolería. Armin la acarició del muslo y puso ambas manos en sus glúteos, controlando un poco el movimiento de sus caderas según bajaba.

—Qué preciosa eres, una diosa…

—Armin… —vio que Annie se ruborizaba y empezó a reír, también ruborizado.

—No quería incomodar… es que… ¡no sé ni por qué me descuido tanto, se me olvida la vergüenza cuando estoy así!

—Qué suerte…

—… —Armin se mordió el labio sin contestar, masajeando un seno de Annie, haciendo sin querer que ésta se ruborizara más aún. La chica se recostó sobre él una vez pudo meter gran parte de su miembro dentro suya comenzó a mover despacio las caderas. Estaba bastante apretada, Armin se mordía más fuerte el labio a la mínima que ella movía el cuerpo. La ayudó a colocar mejor las piernas y encerró su cintura con sus antebrazos, pegándola a su cuerpo sin fuerza. Fue alzando las caderas de a poco para no hacerla sufrir, despacio, y les llevó bastantes intentos, pero finalmente Armin notó que la primera barrera muscular de su sexo por fin le permitía el avance y ahí marcó algo más el ritmo, subiendo un poco más para llegarle más profundo. Annie estaba tan pegada a su lado que podían oírse muy bien, y ella no tardó mucho en escuchar los jadeos de él. Annie apoyó los puños en la cama y elevó medio cuerpo, agitando las caderas más rápido y fuerte, resistiendo un poco su dolor. Armin dejó las manos en sus nalgas y gimió viéndola moverse. Sus pequeños pechos botando, sus suaves abdominales contraídas, el pelo rubio cayendo por un lado de su rostro… era perfecta. Annie dio un quejido leve al seguir con aquel ritmo,  su expresión de dolor y placer la hacía estar ceñuda. De pronto Armin dejó de moverse, echando la cabeza fuerte hacia la almohada.

—Annie, voy a… venirme…

Annie siguió moviéndose pese a eso, sin apartar ni un instante la mirada de él. Al cabo de no más de treinta segundos Armin la frenó de las caderas con rapidez y se sacó afuera el miembro, dejando que su semen no alcanzara sus muslos por precaución, y sus gemidos fueron bastante más sonoros de lo que pretendía. Se dejó caer después agotado, notaba todavía las palpitaciones en la entrepierna cuando llamaron a la puerta. Annie bajó con rapidez y se tapó bajo las sábanas, mirando desconfiada la puerta.

—¿Quién es? —preguntó Armin desde la cama.

—Cadete, abra la puerta. Ahora mismo.

Armin palideció al identificar la voz… el teniente estaba al otro lado.

—Annie, si nos pilla… —murmuró él, pero la rubia miró hacia los lados y veloz como un rayo, salió de la cama y se puso la ropa.

—Ábrele —masculló.

—No te va a dar tiempo, da igual, diré que se nos cayó un libro…

—No se lo creerá. Ábrele. —Dijo y nada más terminar de ponerse las botas saltó al alféizar de la ventana, colgándose ágilmente de la cuerda de tender. Alcanzó el pasamanos con el que se entrenaba en el patio exterior y dio un enorme salto al suelo, aterrizando de una voltereta. Armin tenía los ojos como platos viendo el peligroso salto que Annie acababa de hacer para escapar.

—¡Arlert, abra la maldita puerta!

—¡Voy, señor, me pilla sin ropa! —chilló el rubio, haciendo tiempo mientras asomaba a ver si Annie estaba bien. La soldado se puso en pie y le devolvió una sonrisa tenue y calmada desde el jardín de abajo, levantándole el pulgar.

De pronto un fuerte golpe en la puerta rompió la cerradura y Armin casi se cae al suelo del susto.

—¿Qué miras por ahí? A la de la promoción 104, ¿verdad? Dile que suba.

—¡Señor, no…!

El robusto teniente apartó a Arlert de la ventana y se asomó, su mirada chocó con la azulada de Annie Leonhart, que dejó de sonreír al verle.

—¡Leonhart, suba aquí ahora mismo! ¡Es una maldita orden!

La soldado se quedo quieta, sin mover ni un músculo, como si calibrara el obedecerle o no. No desconectó su mirada celeste del hombre.

—¡He dicho que muevas tu trasero aquí!

Annie bajó la mirada y resignada, empezó a andar hacia el cuartel, pero no por demasiado tiempo. Un disparo resonó en todo el edificio. El cuerpo de Annie se propulsó unos centímetros que la hicieron andar, por el impacto. Tanto Armin como el teniente se quedaron boquiabiertos y abrieron más los ojos, asimilando lo que ocurría sin poder reaccionar.

 Tanto Armin como el teniente se quedaron boquiabiertos y abrieron más los ojos, asimilando lo que ocurría sin poder reaccionar

—An-A…no… ¡¡¡Annie!!! ¡¡Annie!!

Annie aguantó algunos segundos de pie, pero al levantar la mirada de nuevo hacia la ventana tenía sangre en la boca, y cayó como una pluma a la acera, sin moverse. Armin empezó a gritar como un poseso y sin prestar atención a nadie bajó las escaleras atropelladamente, bajando hasta el jardín.

—¡¡Annie!! ¡Annie! ¿Quién demonios…? —bufó en voz alta, con todos sus compañeros de la Policía Militar se giraron a su paso, todos perturbados por lo que acababa de pasar. El chico corrió hacia el cuerpo caído y tras él el equipo sanitario, que por suerte siempre estaba cerca en el cuartel. Armin miró hastiado hacia los arbustos pero no vio de dónde provino el tiro.

«Lo sé, lo sé… no hago bien acordándome sólo de estos encuentros. Pero para mí han sido siempre entradas al paraíso. Si sólo me acordara de lo terrorífico que ocurrió después… no me lo perdonaría.»

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