CAPÍTULO 5. La silenciosa toxicidad de la conexión
<<Los reconocimientos médicos de los betas deben ser anuales, especialmente los del sistema reproductivo. Cualquier señal que indique que un/a beta no puede engendrar, puede ser motivo de expulsión inmediata.>>
Historia durmió toda la noche abrazada a Ymir, aunque cuando despertó, despertó sola. La puerta sonó un par de veces y Nikolo le trajo un carrito con el desayuno, aunque sólo asomó el carrito, pues no quería encontrársela con poca ropa o algo que la intimidara. La chica miró el desayuno algo triste y decidió darse una ducha y vestirse muy rápido, tenía la necesidad de saber con quién estaba compartiendo el desayuno. Igual que la otra vez, tomó del armario la primera camiseta que encontró, que le quedaba de vestido y se puso las zapatillas de andar por casa, bajando grácilmente las escaleras. Asomó la cabecita hacia el jardín de atrás y oyó ruidos en la piscina. Petra se acababa de hacer unos largos, mientras Ymir estaba hablando por teléfono, con el semblante serio de costumbre. Historia podía enfadarse, pero al ver la cara de Ymir sólo le salió sonreír. Se sentía sumamente atraída a ella. Se acercó sigilosamente y escuchó tras la mampara de atrás, aprovechando que Petra no miraba por estar buceando.
—Sí, es ese arco. Era antes de mi padre pero fue modificado para mortificar su lanzamiento. No atravesó a nadie de milagro, aunque un caballo quedó herido. Está bien.
Ymir pinchó con el tenedor una rodaja de fresas y plátano, pero cuando se lo acercó a la boca pareció que la otra persona del teléfono le hizo una pregunta y volvió a dejar caer la fruta en el plato, impaciente.
—La investigadora eres tú, no yo. A estas alturas ya deberías tener un nombre y un apellido. Procura encontrar al culpable rápido o habrá consecuencias en tu laboratorio. Y con tu cuerpo, ya veremos qué se me ocurre.
Le colgó sin dejarle hablar y dio un suspiro, intentando centrarse en las tortitas que tenía delante. Se acomodó en la silla y se cortó un pedazo. Mientras masticaba, Petra asomó su cabeza por la superficie del agua y se apoyó sobre los brazos.
—¿Me ayudarás después a escoger vestido?
Ymir la miró, masticando sin responder.
—Oh, vamos, no te entretendré demasiado. Solo tres vestidos. Quiero ir guapa a la ceremonia de Erwin.
Ymir tragó y se cortó otro pedazo de tortita, tenía hambre. Cuando masticaba, Petra salió de la piscina con su traje de baño a lunares y mientras se envolvía en la toalla paró de moverse en seco, viendo a la rubia al otro lado del cristal. Bufó molesta.
—¿Pero es que esta chica no tiene nada mejor que hacer que venir a molestarnos siempre?
Historia escuchó y se separó del cristal. Quiso hablar, pero de pronto Petra se le acercó enfadada, lanzándole la toalla. Ymir levantó la mirada del plato.
—Vete a tu maldita habitación, enana. ¿Qué demonios te pasa conmigo? ¿No ves que estoy yo ahora con ella? —dijo exasperada, cuando de repente, sus ojos fueron a parar al enorme chupetón morado y verdoso que tenía historia en un lateral del cuello. Frunció el ceño mucho, Historia se tapó ruborizada la herida con la mano y dio un paso atrás.
—Sólo quería ver con quién…
—Así que me dejaste tirada por ella anoche. —Cortó Petra, dirigiéndose a Ymir esta vez. Historia sintió que había metido la pata y negó rápido.
—¡¡No!! Esto… me caí en la biblioteca, no fue…
—CÁLLATE, HISTORIA. —Gritó Petra dolida, con los ojos bien abiertos. —¿Te crees que tengo 17 años como tú, que una mentira tan estúpida puede colar? CÁLLATE. Ymir…
Ymir lanzó con rabia el tenedor al plato, y el ruido hizo dar a las dos betas un pequeño salto. La vieron levantarse con cara de muy pocos amigos y la morena encaró a la beta más alta, devorándola con la mirada. Petra sintió que el mundo se le caía encima al ver cómo la estaba mirando.
—¿Me estás preguntando si te dejé tirada? —cuestionó, andando más y más cerca de ella. Petra no era muy alta tampoco, y la imponencia física de Ymir también la sentía. Le temblaban las piernas.
—Perdona, yo… es que… te estuve esperando toda la noche… yo…
—Puedo dejarte tirada las veces que quiera y jamás te podrás dar el derecho de recriminármelo.
—Sí —asintió rápido. —Lo sé, lo sé perfectamente.
Ymir le sacudió tal bofetada en el rostro que Petra cayó al suelo, tocándose la cara a punto de llorar. Thomas se asomó rápidamente a la casa al escuchar los ruidos, pero frenó en seco al ver la situación. Ymir devoraba con la mirada a Petra y le quitó la mano con la que se tocaba la cara.
—Empiezo a odiarte —masculló con rabia, desabrochándose la bragueta. Historia empezó a respirar con dificultad al ver lo que Ymir estaba haciendo y miró a Thomas, que hizo un gesto de que se quedara quieta. Petra levantó la mirada a Ymir y ésta le dio otro golpe que la lanzó al suelo. Sus hombros temblaron al empezar a llorar, pero a la morena eso le daba igual. —Siéntate.
Historia sintió ganas de llorar también al ver lo que estaba pasando. El corazón le dio un vuelco al ver que Petra se movió hasta quedar sentada e Ymir le acercaba el pene a la cara, pero para empezar a orinarse sobre ella. Petra se contuvo de seguir llorando, tuvo que aguantar la humillación todos esos interminables segundos que la meó en la cara, y cuando terminó, Ymir se guardó el miembro en el pantalón y le dio dos cachetadas suaves en la cara.
—La próxima vez te lo pensarás mejor, estoy segura. —Petra asintió sin levantarse, no quería mirar a nadie. Historia tragó saliva al ver que Ymir se giraba en la dirección a la entrada de la casa, donde estaban tanto Thomas como ella.
—No bajes más cuando no te corresponde —le espetó, pero Historia estaba tan traumatizada de lo que acababa de ver que no reaccionó a su regaño. De pronto la mano de Ymir la agarró con fuerza del cuello, haciendo que la rubia se empezara a asfixiar de inmediato. La miró con la respiración atorada y por puro instinto trató de zafarse de su agarre. Ymir se inclinó un poco hacia ella. —Y haz el favor de ponerte tu propia ropa. —Dijo, soltándola violentamente contra el primer mueble que encontró. La espalda de Historia rompió la vitrina de un aparador y los cristales le rajaron uno de los brazos, pero no osó moverse, estaba temblando, y también sentía ganas de llorar.
—Lleva a esa niñata un médico. —Dijo a Wagner, sin mirarlos a ninguno, saliendo de la mansión de un portazo.
—Historia, perdona. ¿Estás bien? —Thomas se acercó rápido a socorrerla, levantándola de entre los cristales. Historia empezó a llorar desconsolada, abrazando a Thomas. El chico vio suspirando que tenía cristales clavados en el antebrazo y la abrazó. A sus espaldas Petra se había puesto de pie secándose las lágrimas. Suspiró entrando a la casa y se fijo mejor en el estropicio. Había visto a Ymir lanzando a Historia y rompiendo el aparador.
—Historia… ¿estás bien? Dios…
Historia lloraba desconsolada sin dejar de abrazar a Wagner; Petra suspiró viendo los cristales clavados en su brazo y miró al suelo, estaba lleno de cristales de todos los tamaños. De pronto el resto de betas bajaron atropelladamente por las escaleras, el ruido las había alertado. Mikasa abrió los ojos al verla herida.
—Chicas, llamad al médico. Lo ha dicho Ymir.
Mikasa bufó enfadada al oír a Wagner y acudió al teléfono fijo de la cocina. Riko, que era otra beta de Ymir, fue al lavadero a coger la escoba y el recogedor. Limpiaron todo aquel estropicio hasta que llegara el médico privado. El servicio de limpieza hizo el resto.
—Historia, siento haberme metido contigo… a veces no puedo controlarme —dijo Petra. —Ha sido culpa mía.
—¿Por qué trata así a la gente… por qué…? —dijo Historia casi sin poder respirar, con las lágrimas cayéndole. Todos sintieron mucha lástima al verla, pero conocían de sobra el temperamento de su propietaria. Demasiado había tardado en pagarlo con la más joven.
Ymir volvió ya entrada la noche. Su beta vio por la ventana de su cuarto, que daba a la verja exterior, cómo la chica entraba en el coche y aparcaba en el garaje subterráneo. Había pasado las últimas tres horas bastante compungida, sin salir de su cuarto. Tenía las mejillas y los ojos algo hinchados de llorar. El médico le había puesto cuatro puntos en el antebrazo, tres de ellos en la misma raja, de un cristal bastante grande que se le enterró. Por suerte, con buenas cremas y cuidados muy meticulosos, no tenía por qué quedarse una cicatriz fea. Así que de momento tendría una venda que presionara sus cosidos. La mansión sonó de un portazo e Historia tensó el cuerpo, haciéndose un ovillo en el alféizar-asiento de la ventana, sin moverse. No pensaba salir. Estaba atemorizada. Rogó que esa noche, la morena no apareciera por allí.
Pero tal y como Ymir había avisado, esa noche había una fiesta de negocios. Los amigos que había dicho que traería venían en el furgón, pronto lo supo porque los ruidos de la planta baja empezaron ser cada vez más fuertes, la música más insoportable. Ninguna de sus betas aparecieron en la planta baja, pues eran conversaciones importantes de políticos y otras muchas cosas a las que Historia no atendía, ni era requerida su opinión. Pero todos en esa casa sabían perfectamente que después de unas cuantas palabras serias y papeleo, luego reinaba el caos y el sexo. Ese momento no tardó en llegar. Lo que desagradó a la rubia fue que pronto los ruidos llegaron a la segunda y a tercera planta, y una ventana reventó en mil pedazos, haciendo que alguna que otra puerta se abriera. Historia ni por esas abriría la puerta. Se abrazó a las rodillas intentando mantenerse bien pegada a su ventana. Las risotadas de Ymir tenían un eco maquiavélico en el pasillo. De pronto la puerta de Historia dio un impacto seco y fuerte que casi la hace caer al suelo del susto, tragando saliva.
Por favor, que no entren…
Después oyó el grito de Mikasa, la única compañera que tenía en esa planta y se alarmó.
—Sí, es muy flexible… EH. No la toques ahí. Que te veo, cabrón. —Identificó que aquello salió de los labios de Ymir, aún incapaz de sobreponerse a su propia risa. Historia cerró los ojos, a saber lo que le estaban haciendo a la pobre Mikasa. La oía gemir entrecortadamente muy a lo lejos, como si estuviera en la otra punta del pasillo.
Otro golpe en su puerta, que hizo a la pequeña dar un salto, farfullando en voz baja. De pronto la puerta se abrió de golpe y dio un suspiro de miedo. Vio a Eren Jaeger con una larga gominola de fresa colgando de la boca, masticándola con las pupilas dilatadas. Sonrió de medio lado al ver a Historia y empezó a caminar hacia dentro.
—Hey… ¿y esta chiquitina? ¡YMIR! Hehe…
Historia siguió andando hacia atrás hasta caer sobre la cama, asustada. Por suerte, parecía que Eren no iba a tocarla, por mucho que se la comiera con la mirada. Siguió mascando su gominola y se dio media vuelta. Justo cuando se asomó al pasillo, Historia vio que una chica de pelo rojo se estrellaba violentamente contra la pared, tenía una de las mejillas rojas. Eren la recogió y la levantó contra la pared. Se sacó de los calzoncillos el pene medio erecto. De repente Ymir le empujó hacia un lado y se apropió del culo de la chica. Eren empujó a Ymir y ésta volvió a empujarle también, peleándose ahí mismo. Empezaron a forcejear entre sí y Eren la agarró del cabello, tirándola fuerte hacia atrás. La morena apretó los labios y cogió impulso dándole una patada tibial a Eren en la parte de atrás de la rodilla, lo que le hizo caer estrepitosamente al suelo. El chico apretó los dientes adolorido y escupió la gominola. Al oír los gritos de la chica pelirroja miró a Ymir algo enrabietado.
—Es mi beta, Ymir…
Ymir guiñó el ojo a Eren y se apretó con más fuerza contra su beta, embistiéndola con fuerza y violencia, sosteniéndola del pelo. Eren miró la escena pero la rabia se transformó en pura excitación. Ymir cerró los ojos concentrada y golpeó con la mano abierta las dos nalgas de la mujer.
—Qué apretada está…
Eren se puso en pie y trató de hacer el menor ruido posible. La alfa sintió que lo tenía detrás y que trató de agarrarla de la cintura. Cuando sintió que la tocaba del ano Ymir preparó el codo y se lo impactó en un ojo, tirando a Eren adolorido al suelo.
—Ni se te ocurra —dijo riendo, a voz en grito. Cuando volvió la atención a la chica parpadeó unos segundos y movió los labios, sintiendo algo rasposo ascendiendo por su garganta. Estaba muy mareada de todo el alcohol que había ingerido.
—Estás borrachísima… yo así ni siquiera podré seguir follándome a Mikasa… —dijo Eren riendo a trompicones, teniendo también dificultades por controlar las náuseas. Ymir sacó su pene de la vagina de la beta y se frotó el ojo y la sien, sintiendo un profundo mareo aún mayor que el anterior. Tensó todo el cuerpo y empezó a vomitarle a la chica en la espalda, sin poder apartarse a tiempo. La beta de Eren gritó y huyó despavorida. Ymir se tambaleó y cayó con estrépito al suelo del pasillo. Le sonó un portazo encima que casi la dejó sorda, Historia había cerrado la puerta después de ver demasiado más de lo que tenía que ver. Al abrir los ojos se sintió cansada, Eren estaba en las mismas. La fiesta seguía en la planta de abajo, pero ninguno estaba en condiciones de moverse. Eren parpadeó despacio y lentamente se quedó dormido.
Fue ya a las siete de la mañana que los oídos de Historia y del resto de chicas pudieron descansar, al cesar la música del estéreo. El sol estaba a punto de salir y el servicio de limpieza ya había aparcado tras la verja. Probablemente sería una mañana llena de ruidos de aspiradoras y recogida de un montón de platos rotos (el de la cristalería también tendría que venir a arreglar los desperfectos). El cloro de la piscina fue cambiado, y los guardias encargados de la supervisión de los alfas que habían asistido a aquella fiesta tenían el deber de recogerles a ellos y a sus betas y llevarlos sanos y salvos a casa. Ymir fue recogida por Moblit, estaba desnuda y con vómito encima muy cerca de la habitación de Historia. Eren había vomitado también y estaba dormido en posición fetal.
A las diez de la mañana, la tranquilidad volvió por fin a toda la mansión. Historia bajó sólo a tomar unos folios de la oficina, quería escribir unas cartas a su familia ya que era la única forma de comunicarse, pues no se les permitía móvil. Antes de subir las escaleras oyó ruidos de arcadas muy fuertes en el baño de la planta baja, con la puerta entreabierta. Asomó un solo ojo y vio que Petra acariciaba la espalda de Ymir, que tenía todo el cuello transpirado y una cara horrible. No dejaba de vomitar, una y otra vez. La rubia apretó los labios y subió las escaleras rápido, no quería ni saber cómo se encontraba. Se encerró en su habitación y se sentó sobre el escritorio, escribiendo unas cartas para matar el tiempo.
Aquel día fue sencillamente insufrible. Le daba asco su hogar. Cuando terminó las cartas las puso en un sobre bonito y las dejó guardadas en el cajón de su mesita, después, se duchó y se peinó el cabello. Como no había dormido nada, le entró sueño y se durmió, no tenía absolutamente nada que hacer, salvo las curas de las ocho de la tarde, para lo que vendría su médico.
Se despertó varias horas más tarde, mucho mejor descansada. Su puerta sonó y giró la cabeza, frotándose los ojos mientras bostezaba.
—Adelante…
—Historia, soy el médico. ¿Puedo pasar?
—Sí, pase.
El hombre entró y dejó su maletín a un lado. Historia se recostó apoyando la espalda y con la otra mano encendió la luz. El médico le sonrió y apuntó con el flexo hacia la venda. Después de lavarse las manos con alcohol la desvendó y miró el estado de su cicatrización.
—¿Te ha dolido mucho?
—Un poco. Noto la piel tirante.
—Eso es normal. Bien, intenta no moverlo ahora, esto va a escocer un poco. —Historia vio que destapaba el alcohol y después de poner la bandeja por debajo dejó caer directamente el líquido sobre el brazo. Esto la hizo apretar los dientes. El médico secó poco a poco su brazo con un algodón y luego le vendó el antebrazo con vendas limpias. Cuando acabó, recogió el maletín y se despidió sin mayor ceremonia. Al otro lado de la puerta vio una figura alta, pero sólo su sombra, que se quedó susurrando con aquel señor. La rubia bufó pensando quién podía ser, pero para su suerte no era Ymir: Mikasa asomó un poco la cabeza y al entrar al dormitorio la abrazó con cuidado, sentándose a su lado. Historia sonrió al sentirla.
—¿Estás mejor, pequeña?
—Sí… creo que ya ha pasado un poco el shock.
Mikasa la apretó del hombro sin fuerza, aferrándola a ella. La miraba con mucha ternura.
—Me alegro de que no llegaran a molestarte anoche… parecía que ese jolgorio no iba a acabar nunca.
—¿Te hicieron daño, Mikasa? Te escuché…
—Ymir me agarró con ganas, pero no me hizo daño. Me prestó a Eren pese a lo que nos dijo en la cena… y ese sí fue un poco más rudimentario.
—Lo siento. Oye…
—¿Sí?
—Sabes, no… no estoy segura de que esta sea la vida que quiero. ¿Qué pasaría si me echo atrás en el contrato que firmé con Ymir?
Mikasa la miró con otra expresión, totalmente seria.
—Piensa muy bien eso que dices, Historia. No es fácil romper esos lazos. Ni legal ni biológicamente.
—¿Biológicamente?
—El lazo con un alfa se forma muy despacio, pero cuando se forma, se queda en ti. Puedes estar lejos de Ymir, pero jamás te la quitarás de la cabeza.
—Genial —dijo la chica irónicamente, suspirando. Bajó la mirada.
—Todos los alfas son muy demandantes sexualmente. Ymir… es difícil de llevar, además ha pasado por mucho.
—No quiero que me haga más daño. La otra noche me sentí muy conectada a ella… y luego… a la mañana siguiente me agarró del cuello con tanta rabia… —al contarlo paró de hablar, tocándose la garganta.
—Mikasa, sal de aquí.
Mikasa e Historia levantaron de repente la mirada. Ymir tenía unas ojeras enormes. El pelo suelto y liso. Se notaba que estaba duchada porque tenía la cara y la ropa limpia, pero seguía teniendo mal aspecto. Mikasa obedeció sin cuestionar y salió de la habitación. Ymir cerró la puerta con el pie y clavó la mirada en la joven rubia. Detectaba el miedo y la inseguridad en sus ojos. A cada paso que daba Historia se sentaba un poco más atrás en la cama, y se dio cuenta de que le evadía la mirada. Ymir fue hacia el armario, había muchas prendas suyas ahí mezcladas con las de Historia. Cuando lo abrió observó que todo estaba tal como lo dejó, Historia no había vuelto a tocar nada. Cerró un poco más fuerte sin querer e Historia cerró los ojos intranquila, en un respingo. La morena volvió a andar hasta ponerse en pie delante de ella. La otra tragó saliva sin mirarla pero de pronto, los largos dedos de Ymir, que estaban acabados en uñas largas, le alzaron el mentón y sobó sin fuerza su chupetón en el cuello. Historia suspiró, no quería que se notara el miedo que le tenía. Tocándola de nuevo allí la estaba poniendo nerviosa.
—Desnúdate —le dijo imperativa. Historia la miró frunciendo las cejas algo lastimera, no quería… no quería darle ese placer de hacer como si no ocurriese nada. Ymir le apartó el flequillo rubio de la frente y la vio suspirando, con la mirada baja de nuevo. Quiso darle otra alternativa, pero aquello sólo serviría para volver a cabrearla. Le tenía demasiado respeto como para volver a jugársela así. Al final, y odiándose en el proceso, se quitó el camisón, debajo sólo llevaba unas braguitas blancas, pero no el sujetador.
—Ymir… quería… hablar contigo de algo importante…
La morena se levantó su camisa, ella tampoco llevaba sujetador.
—Ymir…
Ymir cerró los ojos, notablemente agotada de escucharla. Echó sobre la cama a la rubia y se empezó a colocar encima.
—Abre las malditas piernas.
Historia negó con la cabeza y usó la fuerza que tenía en alejar a Ymir de los hombros, pero su brazo herido tironeó de la carne que acababa de serle grapada y dio un gemido lastimero, maldiciéndose por lo frágil que era. Ymir llevó la mirada a su venda y observó que una parte había sangrado.
—No voy a hacerte daño —murmuró Ymir, devolviéndole la mirada. Historia se negaba a mirarla por más de dos segundos, porque sabía que si lo hacía, era incluso capaz de convencerla. En momentos como aquel, cuando la tenía pegada cuerpo con cuerpo, era cuando más fuerte sentía la conexión interna con ella. Era casi mágico. Mágico y molesto, le generaba impotencia tener tantos problemas para luchar contra ese sentimiento. Ymir le bajó las braguitas y la desnudó del todo, soltándolas por el suelo. Al final la pequeña miró hacia otro lado, intentando preparar el cuerpo y la mente para la salvajada que seguramente vendría a continuación. Pero de pronto notó una fuerte oleada de placer en el clítoris que la hizo abrir la boca, y al bajar la mirada vio sorprendida que se trataba de los labios de Ymir, húmedos, rozándose contra sus labios vaginales. Suspiró sin decir nada y al notar el frotar de su lengua en círculos alrededor del clítoris dio un jadeo quebrado de pura impresión, ni su cuerpo era capaz de aguantar tanto dolor emocional y placer físico al mismo tiempo. Sus pezones se erizaron enseguida, lo quisiera ella o no, su cuerpo era humilde. Ymir parecía buscar una especie de redención dándole una de cal y otra de arena, ¿era esta su manera de pedir perdón? Todos los pensamientos volvieron a nublarse al bajar la mirada hacia la morena, que tenía la boca completamente anclada a su coño. Los labios, jugosos y mezclados con los fluidos de Historia, se movían incansables como si degustara un dulce, y la lengua actuaba de repente haciendo presión justo donde necesitaba, ya fuera en el clítoris o en su interior. Historia dio un jadeo débil y echó la cabeza hacia atrás. Otro jadeo más, al sentir que le introducía un dedo. Apretó la mano que no le dolía contra la almohada, cerrando el puño al tirar de la funda, excitada. No era sólo el trabajo oral que le hacía. Pronto sintió que con la mano que le quedaba libre a la morena le acariciaba sin parar los muslos. Cada vez que se aventuraba a mirarla su rostro la excitaba muchísimo, porque parecía tan entregada…
—¿Por qué haces esto…? —Ymir no respondió a la pregunta, ignorándola por completo. Historia suspiró confusa y dejó de tironear de la almohada para acariciarle el cabello despacio, con sus dedos. Le apartó el flequillo de la cara que le ocultaba un ojo, y al hacerlo volvió a relajarse excitada viendo la preciosa cara de Ymir, con las mejillas coloradas. Empezó a lamerla como si fuera un perro, pasando la lengua una y otra vez, y ahora sí que abrió los párpados, fijándose directamente en la rubia mientras lo hacía. Historia sintió que el orgasmo se le acercaba, y los jadeos se volvieron un poco más continuados. Su cadera empezaba a moverse sola, reproduciendo un vaivén suave casi sin darse cuenta, pidiendo más de la lengua y la boca de Ymir allí abajo. Sintió que la chica alta se removía un poco incómoda a veces, pero enseguida volvía a reanudar el trabajo oral y la penetración con un dedo, no quería dejar de estimularla.
—Ym…ir… —los jadeos se volvieron más constantes y se apoyó sobre sus codos. En ese momento Ymir separó la cabeza de entre sus piernas y se irguió sostenida por las rodillas. A Historia le faltó muy poco para terminar, se quedó a las puertas, pero estaba tan transpirada y excitada que ya sólo quería seguir.
Esto no es justo… es… tóxico…
Mientras se quitaba la ropa interior y volvía a acomodarse, Ymir tenía la mano acariciando por fuera la vagina de la rubia, suavemente, con sus dedos. Estaba muy lubricada. Se fue recostando sobre Historia y ésta tragó saliva, tenía las mejillas acaloradas. Ymir se sirvió de un codo para apoyarse y bajó la mano a su endurecido miembro, que parecía que iba a reventar en cualquier momento, le incomodaba seguir bocabajo con la polla aplastada y tan dura. Aunque Historia se había sentido muy poderosa recibiendo sexo oral de su ama, recordó su posición rápido al ver cómo la morena conducía la punta de su miembro a ella. Estaba tan mojada que al sentir que comenzaba a empujarla despacio la hizo jadear, cerrando los ojos. Ymir se deleitaba viendo la expresión de placer de la pequeña, sobre todo cuando volvió a abrir sus enormes ojos. Historia contrajo un poco la respiración al principio, al sentir que la alfa se apretaba contra ella, pero de repente, sin ella casi controlarlo, el pene la dilató y entró por completo, haciendo gemir a las dos de placer. Ymir llevaba mucho rato aguantándose, pero también se había puesto muy cachonda comiéndole el coño. Los músculos de Historia habían quedado tan relajados tras eso que no opusieron apenas resistencia, aunque una cosa era eso, y otra muy distinta la diferencia de sexos entre las dos. Ymir sentía desde el primer día algo que adoraba, y era lo apretada que era Historia, su sexo le apretaba tanto el glande que siempre la hacía venirse rápido. E Historia, por muy cachonda que estuviera, sentía el ancho y robusto miembro largo de la morena. Esa noche sin embargo, no sentía tanto su longitud sino lo mucho que la abría y el placer inmenso que era capaz de dar si se lo proponía. Historia e Ymir cerraron los ojos al juntar ambos rostros, pegando frente con frente. La rubia empezó a reprimir unos gritos cuando sentía y escuchaba las embestidas fuertes de Ymir sobre su cuerpo, penetrándola y haciéndole impacto en el cuerpo.
—Ahhhh… —se separó de su cara para dejar caer la cabeza hacia atrás, jadeando. Ymir apretó su agarre en las sábanas para marcar un ritmo más veloz. Bajó la mirada a sus sexos unidos y dio un ronco suspiro, excitada, viendo cómo todo el largo de su miembro entraba y salía dentro de un cuerpo tan pequeño como el de Historia, mientras se desgañitaba jadeando. Se mordió el labio con fuerza y deslizó una mano por su cuerpo, arañándola sin fuerza. Finalmente la alzó unos centímetros de las caderas, chocándole las suyas con violencia en el aire mientras ella se sostenía con las rodillas.
—¡Ah, ah, ah…! —Historia abrió los ojos y las piernas le temblaron de repente. Dio un jadeo mucho más agudo que los demás y se retorció un poco, pero Ymir no le soltó las caderas, seguía chocándolas. Pronto la morena observó con el labio aún mordido que el clítoris de Historia emanó un suave squirt, casi inapreciable, debido a la posición en que la penetraba. No se detuvo, y vio a los pocos segundos que al mismo tiempo que Historia gemía más despacio, su pene salía más y más lubricado y brillante, con una suave aureola blanca alrededor proveniente del flujo vaginal de la rubia. Ymir sonrió de medio lado con cierta maldad y tomó con las yemas aquella especie de moco blanquecino.
—Mira lo cerda que eres… —Historia gemía agotada y vencida por el placer, con las mejillas rojas. La miró con los ojos cristalinos y denotando cansancio y excitación, y los pezones fuertemente erizados, que aún temblaban con fuerza por las embestidas que Ymir le daba. La morena alargó el brazo y le metió aquellos fluidos en su boca, Historia succionó el dedo cerrando los ojos pero antes de tragar o saborearlo abrió de nuevo los labios, gimiendo lastimera ante los golpes de cadera más fuertes que Ymir le daba, sin dejarla descansar.
Al cabo se puso un poco más seria, si estaba siendo más violenta era porque ella también iba a venirse. Los suaves gritos y quejidos de Historia cuando la embestía la animaban mucho. Seguía entrando con ella con cierta facilidad y de repente dio un suspiro fuerte, clavando una última vez las caderas de forma seca, en la cintura esbelta de la rubia. Historia la miró sudando y respirando muy continuado mientras Ymir ralentizaba sus movimientos con el cuerpo muy tenso. Bajó finalmente la mirada a sus sexos unidos y dio un suspiro de cansancio largo, sin salir de ella. Era la primera vez que Ymir se corría dentro suya. Cuando se la sacó lentamente se masturbó un poco más, lanzando un par de chorros débiles en el muslo de la rubia.
Historia cerró los ojos complacida, ni siquiera podía enfocarse en algo negativo de Ymir en ese momento, su mente era electricidad sexual y emocional, y la conexión que sintió en aquel polvo con ella había ido a muchos otros niveles. Lo único que temía, era que no fuera recíproco. Ymir se tumbó agotada en la cama, a su lado, e Historia inspiró hondamente, expulsando el aire despacio. En menos de cinco minutos, sin palabras de por medio ni nada, oyó la respiración rítmica de Ymir, estaba dormida. Como siempre, pensó.
Historia miró al techo un rato y trató de ordenar sus pensamientos. Era capaz de hacerle tanto daño y luego darle tanto placer… ¿por qué no podía ser sólo placer? Se levantó de la cama y al andar sólo unos tres pasos oyó un sonido proveniente de su sexo, similar a algo chicloso o líquido. Frunció un poco el ceño, y vio que de su interior salía una gran cantidad de semen que había quedado retenido hasta que se movió, varias gotas cayeron en el suelo, tendría que limpiarlo. Dos largas gotas discurrieron además hasta sus rodillas y se dio prisa en meterse al baño y darse una ducha, quitándose con cuidado la venda del brazo.
Pese al dolor de la tirantez, pudo lavarse el pelo y el cuerpo sin demasiados problemas. Mientras el agua caliente caía sobre ella y la llevaba a un remanso de calma, se quedó pensativa. No sabía si era feliz allí. En condiciones normales, Historia no era la clase de mujer que se prestaría a las bajezas que a Ymir le estaba permitiendo. Su objetivo principal entrando allí fue ayudar a su familia, sacrificando su tiempo, cuerpo y juventud para que un linaje desigualitario siguiera perpetuándose, pues probablemente, los hijos alfas que le diera a Ymir en el futuro serían como ella. Al imaginarse esos hechos siendo reales, se dio cuenta de una cosa: no quería. Y esto iba a ser un problema. Las comodidades y caprichos estaban muy bien… pero siendo justos no tenía grandes libertades y en el exterior estaba vigilada. Con un bebé de por medio Historia sabía que la cosa cambiaría. Era muy maternal. No permitiría que Ymir le hiciera daño o lo pusiera en peligro por algún arranque de ira, sería capaz de alejarlo de la casa aunque la pena de cárcel recayera sobre ella. Empezaba a entender por qué a ciertas betas no les hacía ilusión quedarse en estado.