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  • Paradero Desconocido

CAPÍTULO 5. No somos máquinas… todos sufrimos


Balalaika había vuelto a citar al equipo de Black Lagoon en su oficina. Rock tenía ciertos nervios, siempre los tenía cuando se trataba de la rusa. Pero esta vez iba más confiado: la noche que había pasado con Revy había sido tan insuperable que no paraba de darle vueltas a lo afortunado que se sentía. No había otra palabra para explicarlo. Se sentía pleno, como si hubiera ganado la lotería del amor, y nunca mejor dicho: recordar la cara de placer de Revy recibiéndole sin parar, gimiendo, y luego mostrándose tan cariñosa… para él había sido un regalo. Aquella mañana, cuando despertó, se sorprendió al ver que ella se había levantado antes y que había dedicado las primeras horas a recoger toda la porquería que inundaba el suelo de su cuarto. También había estado sacando y volviendo a doblar toda la ropa del armario empotrado. Rock se levantó y vio el armario perfectamente limpio y ordenado, sus abrigos bien colgados, aunque la cama y gran parte de la habitación seguía siendo un desastre. Era como si lo hiciera por él, y aunque fuera una tontería, le gustó. Porque sabía perfectamente que Revy jamás ordenaba ni limpiaba el cuarto.

Después de darse una ducha y tomar café, toda la plantilla se personó en el despacho de Balalaika. Rock sintió muchas ganas de orinar, y antes de que la propia rusa llegara, pidió disculpas y buscó el baño por uno de los pasillos. Al salir, escuchó voces en una de las habitaciones contiguas. Pensó en meterse de vuelta en la oficina, aunque como casi siempre en él, la curiosidad le ganó y asomó un poco las narices. Habían dos personas hablando en ruso. Rock tuvo una corazonada y supo que no se equivocaba.

Al fijar bien la vista, pudo reconocer a un hombre de unos cuarenta años, con rasgos duros y cuadriculados, de ojos azules y pelo rubio ceniza. Supo que hablaban ruso. El chico que le dirigía frases mordaces, a juzgar por el tono que empleaba, no sería mayor de trece o catorce años. Resultaba imposible compararlo con García, el niño adinerado al que cuidaba Roberta. Este chico que observaba ahora era indudablemente ruso. Tenía hombros anchos, brazos musculados, porte a medio camino entre niño y hombre, una cabeza grande y frente ancha. Sus ojos eran enormes, de un color turquesa que podría cautivar a cualquier dama, y el pelo rubio. Tenía unas graciosas pecas sobre la nariz que le daban un toque aniñado y los labios rosados, pero cuando Rock le oía hablar, supo que aquel chico ahí sentado tenía mucho carácter. De pronto les oyó finalizar la conversación y ponerse en pie, y se apresuró a separarse del marco de la puerta desde donde espiaba.

Tiene que ser su hijo, estaba seguro. Se hizo el tonto esperando en el pasillo, jugueteando con las manecillas de su reloj de pulsera, hasta que el hombre más mayor pasó por su lado mirándole con desconfianza. Rock aguardó al crío, aunque cuando éste pasó tras el desconocido, el japonés se quedó trastornado al tener que levantar el cogote para ver el rostro de aquel «crío». Era descomunal. Se notaba que era un niño. Que aún no estaba crecido del todo, que la voz le estaba mudando, y que pese a su altura y corpulencia, le faltaba desarrollarse. Pero los genes rusos de su madre estaban ahí, el niño era igual o ligeramente más alto que Balalaika, y por descontado, le sacaba unos centímetros a Rock. Tragó saliva. ¿Eso era normal?

Rock supuso que se trataba de padre e hijo por lo que Balalaika le había dado a entender durante su viaje, pero no tenían por qué tener esa relación… ni tampoco tenía por qué ser cierto cualquier cosa que le contara Balalaika de sí misma. Siguieron discutiendo cuando aumentaron una distancia con él, como si el tema del que estuvieron hablando en la habitación no hubiera quedado zanjado. El chico era muy atractivo. Y tenía una mirada aniquiladora, como su madre. Al fijarse en el hombre, supo que no había esa fuerza en el carácter. No la proyectaba. Rock suspiró y se apresuró a volver a la oficina.

Para entonces, Balalaika ya llevaba un buen rato hablando con Dutch, Benny, Jane y Revy. Les mostraba algunas grabaciones mientras Dutch asentía, y luego, le enseñó un retrato de la cara de Eda. O, mejor dicho… 

…de Edith Blackwater.

—Supongo que ya lo sabías.

—Evidentemente. Pero siempre ha habido un trato entre ambas partes. Edith lo está rompiendo. Sólo quiero saber por qué.

—Imagino que las armas sin serial que han interceptado no se ajustan a lo que tú les aseguraste en su día —expresó Revy con cierto hastío, como si el tema ni le importara ni le motivara a hacer el trabajo.

—Edith es una mera investigadora. Pero trabaja para la CIA, así que si ve algo sospechoso y siente que su vida corre peligro, no dudará en atravesarte la frente con una bala.

—No lo hará. Es amiga mía.

Balalaika se quedó mirando a Revy con una condescendencia palpable. Rock apretó los labios y ojeó a Dutch, quien estaba aún leyendo los papeles que le había dado la rusa. Parecía que, en su ausencia, se había perdido la mejor parte: no tenía ni jodida idea de que Eda era de la CIA. ¿Cómo es que Balalaika lo sabía?

—No sé qué decirte, Balalaika. Inmiscuirnos en los asuntos de la policía puede traernos otra serie de problemas.

—No te lo estoy pidiendo —le cortó, amenazante. Rock y Revy miraron a Balalaika con el ceño fruncido. Ésta se volteó en su silla giratoria y sólo dedicó atención a Dutch. —Te lo estoy ordenando, y lo vas a hacer.

Dutch se encogió de hombros, cerró el archivador y se lo dejó sobre el escritorio.

—Depende del método que quieras que sigamos. Ella no nos contará la verdad, bien sabes que está entrenada para guardar silencio bajo tortura. Y no pienso arrancarle las uñas a nadie para sonsacarle las cosas. Para eso ya tienes a tus propios hombres.

—Te buscarás la manera de que cante. No quiero que merodee tan cerca de mi hotel, ni tampoco que me siga cuando viajo. Si no consigues extrarle información, lo haré a mi manera. Y he de decirte, que no hay forma en que esa manera no os salpique.

Revy alzó una ceja ante semejante amenaza. Rock no dijo nada, y Dutch se limitó a aceptar el trato sin rechistar.

—Recibirás todo el pago por adelantado, para que no dudes de mi cortesía —prosiguió la rusa, mirando al negro—. Por lo demás, aquí hemos acabado.

Dutch asintió y palmeó el hombro de Benny al girarse. Todos voltearon y salieron de la oficina.

Antes de que Rock abandonara la estancia, miró a Balalaika desde la puerta unos instantes.

—Creo que le he conocido. Es él, ¿verdad?

Balalaika levantó la cabeza de sus documentos y se quedó mirando al japonés. Él continuó.

—A tu… ya sabes. Estoy seguro de que es él… se parece mucho a ti —sonrió—. No pensé que le fuera a conocer en este lugar.

—Guapo, ¿verdad? —murmuró, mirándole con media sonrisa.

—Lo es. Es altísimo, para la edad que tendrá.

—Hm —se colocó el puro entre los labios y volvió a fijarse en el papeleo que tenía por delante. Habló con éste entre los dientes. —Está en esa edad en la que cree que su razonamiento propio es el mejor, y no habrá dios que pueda sacarle de ahí —comentó con sorna, ordenando los archivadores y girándose para situarlos en su lugar.

—¿Sabes? —Rock le sonrió— seguro que es un gran chico. No desconfío de lo que puedas enseñarle. Pero… tal vez deberías pasar rato con él.

Nada más decirlo, sintió que erraba. No debía tomarse esas confianzas con ella. Balalaika le echó una mirada extraña y supo que se metía donde no le llamaban.

—Perdona, desconozco tu relación con él —se apresuró a decirle, antes de dejarla pensar demasiado. —Siento si he sonado muy metiche.

Balalaika hizo una especie de asentimiento y soltó las cenizas del puro en el escritorio, sin apartar la mirada de Rock.

—Sé que a lo mejor te he dado una imagen más cercana estos días. Pero créeme, Rock, no me interesa en absoluto saber tu opinión acerca de la relación que mantengo con mi hijo.

Rock asintió varias veces con rapidez y se aferró a la puerta

Rock asintió varias veces con rapidez y se aferró a la puerta.

—Lo sé, lo lamento. Te dejo trabajar.

Boris fue quien le cerró la puerta en las narices, terminando de echarle. Cuando Rock se volteó, se encontró con Revy apoyada en la pared del pasillo, mirándole muy atenta mientras fumaba. Cabeceó en su dirección.

—¿De qué hablabas ahí dentro?

—Nada, nada en absoluto. Vayámonos.

Revy hizo una mueca y sin iniciar ninguna trifulca, se separó de la pared y salió del hotel junto a él.

Piso de la compañía Lagoon

—Bien, esta misión parece complicada. ¿Alguien ha visto recientemente a nuestra preciosa monjita? —Dutch deslizó la fotografía de la policía, con su aspecto real. Rock ya había tenido tiempo de alucinar durante el camino de regreso.

—Está irreconocible, la verdad —murmuró Benny, tomando la foto entre sus dedos. La estudió unos segundos y soltó la foto de nuevo. —Es muy mona.

—Sí, monísima. Pero necesitamos saber dónde está.

—Pues en la iglesia. Y si no está ahí, Yolanda sabrá dónde está —comentó Revy.

—Yolanda jamás soltará prenda de información clasificada. Si encontramos a Eda no será para proponerle ir a un spa precisamente.

—¿Quieres que la llame? Esa cabrona siempre atiende mis llamadas. Me resulta hasta rara la situación de que la tengamos que buscar. ¿Acaso se ha escondido alguna vez?

—Es posible que ahora sea diferente —observó Dutch, rascándose la perilla. —Si quieres mi opinión, yo diría que es Balalaika la que anda metiéndose en asuntos que no necesariamente requerían de su presencia. En el momento en que una organización pisa a otra, el tratado de paz que había entre la facción ilegal y la legal se irá al traste. No es que sean pactos muy… consolidados, a fin de cuentas.

Rock se rascó la cabeza, pensativo. No se le ocurrían motivos para justificar la búsqueda de Eda. Revy ya tenía el móvil en la oreja, esperando una contestación.

—Pero Eda siempre ha sabido mantenerse al margen, por lo que estoy leyendo. ¿Por qué iba a exponerse tan cerca de Balalaika? —aventuró Benny. —Aunque lleve el hábito, las personas que importan en Roanapur saben a lo que se dedican. Con esto me refiero a Balalaika, claro.

—Te equivocas ahí. Tú sólo sabes esto porque la rusa nos lo ha dicho. Eda mantiene muy bien su papel, eso te lo aseguro. Porque la mujer que has conocido con el hábito, esa macarra que masca chicle, no es Edith Blackwater.

Benny ladeó la cabeza, cruzado de brazos y sin apartar la mirada de la foto. Era cierto que aquella mujer desprendía una elegancia intrínseca, tenía una mirada muy bonita e intelectual con esas gafas. Le venía bien con el look cañero.

—¿Cuál es la sección en la que destacaba?

—Reconocimiento de armas y cartuchería. 

Benny arqueó las cejas.

—Tráfico de armas —concluyó. Dutch le dio la razón con un asentimiento.

—Tampoco era tan inesperado, viendo cómo respondían a las amenazas desde la iglesia. A saber qué es lo que ocultan esas monjas en su sótano. —Murmuró Rock, seguía con la atención puesta en Revy. Al parecer, la rubia no le cogía el teléfono, porque había vuelto a marcar.

Dutch se mantuvo en silencio, con el dedo pulgar aún rascando su perilla, como si le diera vueltas a lo mismo de forma continua.

—Rock. El chico que viste salir junto al hombre rubio en el hotel Moscú, ¿los conoces?

Rock no supo qué decir. Balalaika en ningún momento le había pedido que mintiera con aquel tema, ni que se lo ocultara a su banda. Pero aun así sentía que se lo tenía que pensar dos veces.

—Creo que esos dos no tienen nada que ver con la policía.

—Ya es casualidad que nos pida esta misión tan importante…y aparezcan dos personas que no conozco de nada por allí.

—¿De verdad es la primera vez? Balalaika cada dos por tres está recibiendo a personas de las altas esferas y teniendo… no sé. Las reuniones que tengan.

—Pero esos dos parecían diferentes. El crío es particular.

Rock suspiró y bajó un poco el tono de voz.

—Es el hijo de Balalaika.

Dutch separó los labios unos segundos, como si quisiera decir algo, pero fuera lo que fuera, se lo tragó. Benny se quedó de una pieza. De pronto, Revy empezó a gritar como una posesa.

—¡SERÁS ZORRA! … ¿Y POR QUÉ TARDABAS TANTO EN DESCOLGAR? PENSÉ QUE TE HABÍAS DADO A LA FUGA O ALGO RARO. AJÁ. SÍ, AJÁ, LO ENTIENDO. BUENO. PERO BUENO, PERO CÁLLATE, DÉJAME HABLAR. SÍ, DÉJAME HABLAR. ¿QUÉ HAS DICHO DE MI MADRE…? —Dutch cortó rápido el camino hacia el que iba aquella discusión al retirarle el móvil a Revy de las manos. Ésta intentó recuperarlo pero Dutch la apartó medio riendo, moviendo la cara hacia un lado para escuchar bien la línea.

—Hola, Eda. Verás, creo que si no te personas rápido en Roanapur, y concretamente en nuestro piso para debatir unas cositas, puedes verte en problemillas. Ya imaginarás quién nos ha advertido de tus últimos movimientos. Sí… Así es, sí… Bien. esperaremos aquí. Perfecto.

Dutch colgó y le devolvió el móvil a Revy, que lo cogió de mala gana.

—Esa imbécil… se tomaba a broma mi llamada.

—Os quiero a todos preparados y a cubierto por si las moscas. Hay vigilantes en los cuatro caminos que dan al bloque.

—Pero… ¿es que acaso vamos a secuestrarla? —inquirió el japonés.

—Es lo mas probable. Si ellos la ven, ni siquiera la dejarán acercarse aquí.

—¿Y por qué le hemos tendido esa trampa?

Dutch miró a Rock, otorgándole el silencio como respuesta. El chico frunció los labios y miró a Revy, que instintivamente agachó la cabeza. No entendía bien lo que ocurría.

—Al parecer, todo lo que diga la rusa es incuestionable.

—Parece que ya te vas enterando de cómo funciona este jueguecito. —El negro palmeó fuertemente un hombro de Rock, que se apartó más malhumorado que de costumbre. A pesar de que Eda pudiera haber ocultado información y fuera una sospechosa, para él seguía siendo una amistad. Pero luchó por acallar la parte guerrera de su mente.

No puedes considerarla amiga, está claro que no le ha importado engañar a todo el mundo con su propia identidad todo este tiempo. ¿Por qué demonos soy tan blando?, se regañó.

Y antes siquiera de que pudiera darse una respuesta, los tiros empezaron a sonar y a activar el protocolo de emergencia de los habitantes

Y antes siquiera de que pudiera darse una respuesta, los tiros empezaron a sonar y a activar el protocolo de emergencia de los habitantes. Rock se asustó y saltó hacia la mesa, escondiéndose debajo y buscando con la mirada a Revy. Ésta se hallaba aguardando tras una columna de la casa, pero estaba entre dos ventanas y corría peligro. Dutch tenía una mejor visión exterior y de vez en cuando asomaba a través de las cortinas.

Se oyó un gemido de dolor en el exterior. Un gemido masculino.

—Ha caído un hombre de Balalaika, al oeste.

Revy cambió drásticamente de posición en sólo un segundo, y dio una voltereta a ras del suelo para esquivar dos tiros que agujerearon el suelo.

—Joder. —Murmuró asombrada cuando llegó al otro lado. —Esa zorra pretendía darme de verdad.

—¿¡Te has convencido ya, Rock!? —gritó Dutch entre risas, rellenando la recámara de su revólver.

—¡¡Revy, ven aquí!! —llamó Rock exasperado por el susto, no quería que Dos Manos saliera herida. La chistó pero ésta le hizo el corte de mangas y volvió a tomar sus armas.

—Haz el favor y sal de ahí, joder, corres peligro.

—¡No! Aquí nada me caerá encima.

Revy corrió hacia su escondite y dio tal patada a la mesa, que esta se volcó y le dio un coscorrón a Rock en la coronilla. Acto seguido, se percató de lo que pretendía: la mesa quedó de lado, y la tabla que ahora tapaba su cuerpo recibió tres tiros rápidos. Rock miró a Revy sin saber siquiera si gritar o agradecérselo.

—¡Mal hecho, bonita! Tenías un código que respetar, y te lo acabas de pasar por el forro. —Chilló Revy asomando media cara a través de una columna, pero tuvo que ponerse a cubierto muy deprisa, porque la columna recibió otro tiro. Se agachó y en menos de un segundo, asomó la mano armada para devolver los disparos. Rock asomó vertiginosamente la mirada tras de sí, aprovechando la ventana que no tenía cortinas. La mesa tembló al recibir un cuarto disparo y cerró los ojos con fuerza. El corazón se le iba a salir del cuerpo en cualquier momento.

En momentos como aquel era cuando más fuera de contexto se sentía, conviviendo en Roanapur con aquellos locos. El único con el que podía compararse era con Benny o Jane, que hacía rato que habían salido del piso y ya estarían escondidos bajo llave en la azotea. Por supuesto, llamar a la policía resultaría inútil; Eda, o mejor dicho Edith, saldría indemne por la misión de la CIA que tendría encomendada, así que dio por sentado que todo lo que estaba haciendo ella en aquel momento estaba amparado por la cubierta legal de sus superiores. Rock dio un grito y se tapó los oídos cuando el fuego cruzado del tiroteo alcanzó su cumbre: tanto por un lado como por otro se escuchaban los balazos, era posible que si se oliera algo con la llamada de Dutch, hubiera traído refuerzos.

Así había sido. 

Al final, Revy se hartó, dijo un improperio y salió de detrás de la columna, empezando a tirar disparos rápido a la par que sus piernas caminaban hacia la derecha, buscando la siguiente columna tras la que cubrirse. Las dos únicas ventanas que quedaban sin romper se atravesaron al recibir la respuesta del fuego de Eda. Revy maldijo mientras cambiaba el cargador y Rock hizo acopio de valor para volver a asomarse por la ventana. Vio claramente a Eda. No llevaba el hábito, sino un pantalón táctico de camuflaje negro, el pelo recogido en una coleta larga y las gafas de sol picudas de cristal morado que era lo único que le recordaba a su outfit de monja. Entonces se dio cuenta de que no estaba sola. Dos hombres flanqueaban el piso, y los hombres de Balalaika se habían replegado en las dos únicas direcciones en que podían cubrirse las espaldas. Lo que dejaba a los inquilinos del piso expuestos. Rock apretó los dientes y miró a Revy de reojo. Ésta se asomó muy rápido y dio cuatro tiros antes de esconderse. Eda no respondió al fuego. El japonés empezó a sudar frío: la incertidumbre de los sonidos sin estar mirando lo que ocurría le estaba volviendo loco. Dutch repitió el mismo gesto de Revy, y ésta salió al poco para cubrirle a él. Rock oyó un grito y un porrazo exterior, y supo que el que flanqueaba el lado derecho había caído.

—Eh, Revy —alzó la voz en el exterior, Eda. Rock se puso nervioso al identificar la calma con la que hablaba. Se asomó un poco a mirar y contempló el fusil que la mujer portaba en sus manos, además de un chaleco antibalas. Mascaba chicle mientras gritaba. —Dile a la putita de tu novio que salga de ahí, que quiero follármelo antes de atravesarle la cara.

—Tsch. —Revy sonrió con malicia, aunque Rock la empezaba a conocer algo más como para identificar cierto resquemor en su expresión. Dutch no tardó ni medio segundo y nada más Eda acabó la frase, disparó una sola vez a través del cristal que daba al lado este. Esto distrajo a Eda, la hizo mirar hacia un lado: se acababa de dar cuenta que su otro hombre había fallecido también. Al ser consciente de esto, volvió la mirada tras el cañón y recargó.

—Sal, Revy. Dutch, tú también. Os vais a venir conmigo una temporada.

Dutch se carcajeó sin poder evitarlo, y Revy mantenía la mirada fija en su propio hombro mientras se mantenía cubierta; estaba agudizando el sentido del oído para saber, por las pisadas ajenas, la posición exacta de Eda. La rubia deslizó una bota hacia la izquierda y en un abrir y cerrar de ojos, contempló cómo Dutch se volvía a asomar y disparaba como loco. Eda consiguió retirar el centro de gravedad justo a tiempo, se esperaba ese ataque.

—Espero que no te lo tomes a lo personal —volvió a aumentar la voz la rubia, desde la calle. —Si me haces difícil la captura, más difícil te haré yo la salida.

Rock tuvo un impulso de querer hacer algo útil y salió de detrás de la mesa, corriendo hacia el pasillo que daba a las habitaciones. Revy dio un respingo al verle salir de ahí y se giró vertiginosamente hacia la ventana, pues se esperaba el ataque de Eda. Y había acertado.

Eda estaba apuntado a Rock en la nuca cuando Revy y Dutch salieron a cubrirle, disparando hasta doce veces. Eda se cubrió rápido tras el paredón y abrió la boca en un grito mudo, bajando la mano hasta la zona de su hígado. Boqueó y dio un suspiro de dolor muy retenido, sin ruido alguno; cerró los párpados fuerte. El tiro había impactado en el chaleco y la estaba matando del dolor, dio gracias de llevarlo. Se obligó a regular las respiraciones y volvió a tomar el fusil entre sus manos.

Rock siguió corriendo hasta llegar al pasillo, pero por más que buscaba en las mesitas de noche de los dormitorios, no encontraba el arma extra que Revy siempre tenía allí. De pronto recordó: el arma la había usado hacía poco. Estaba en un armarito del salón. Se maldijo y miró atrás. ¿Cómo demonios pasaría por delante de ellos sin correr ese peligro?

—Qué haces, joder. No te asomes más. —Le dijo Revy con los dientes apretados, y una mirada asesina mientras observaba a Rock.

—¡Tengo que ayudar! Sino, no saldremos de aquí hasta que ella lo decida.

—Todo el mladito día me quedaré aquí si es necesario, pero vuelve a la mesa. Las balas no la atravesarán, es resistente.

Rock negó con la cabeza. Asomó mínimamente su cara hacia el pasillo que llevaba a la otra habitación, estaba empeñado en coger un arma de fuego para defenderse.

—Rock, haz lo que te dice Revy. Ya. —Gritó Dutch.

Rock miró hacia la mesa,y de repente se le hizo muy lejana, era cierto que a lo mejor no tenía que haberse movido pero estaba harto de ser un puto espectador. Eran sus amigos, su nueva familia. Asomó un poco más la cabeza y Revy rápidamente empezó a disparar hacia la ventana, intentando distraer la atención del punto donde se encontraba él. Pero de pronto se vio sorprendida cuando la figura de la rubia ya no estaba allí. Eda se había desplazado.

—¡¡Aquí!!

El grito de Dutch hizo que Revy girara como una bala, apuntó rápido y comenzó un fuego cruzado que pilló desprevenido al mismísimo Dutch, que apenas le dio tiempo a defender. Revy era majestuosa bajo presión, verdaderamente lo era. Rock observó cómo se movía entre columna y columna.

—Vas a empeorar tu situación —le gritó Eda.

—Cállate, puta —le respondió la otra, seguido de una nueva ráfaga de tiros.

Dutch apuntó hacia otro lado y respondió a la siguiente ráfaga, estaba mucho mejor cubierto que Revy. Rock empezaba a creer que no tenía lo que había que tener como los demás. Esa agilidad que tenía para sortear y contraaatacar los disparos… notó que el corazón le daba un vuelco cuando ambas mujeres empezaron a dispararse mutuamente sin ninguna pausa. Revy cambiaba el desplazamiento de sus piernas una y otra vez, su cobertura, disparaba cada vez más rápido. La velocidad de las balas helaba la sangre, pero se puso más nervioso porque aquel cruce no parecía tener fin. Las balas no paraban de entrar y salir, de romper cuadros y jarrones, de agujerear las paredes. Eda se cambió de cobertura y Revy hizo igual, y volvió a iniciarse un fuego cruzado aún más intenso. Revy fintó por un lado, y Eda disparó por el flanco que no era. Cuando lo hizo, recibió un tiro seco en la pierna, que la hizo clavar rodilla inmediatamente.

—Basta, Revy. Le has dado ya. —Murmuró Dutch en voz baja. Revy le apartó de un codazo y disparó de nuevo, acertándole a Eda en el mismo punto exacto de la ingle. Rock se quedó impresionado viendo cómo la rubia, pese a tener un reguero borboteante de sangre mojando su pierna izquiera, logró moverse deprisa tras la columna. Se puso en la mano en el pecho: estaba muy azorado y acobardado, iba a mil.

Eda cerró los ojos con fuerza tras el paredón y extrajo de uno de los bolsillos del chaleco un pequeño vendaje. Lo rompió con los dientes y se hizo un torniquete en el músculo, deteniendo bruscamente la hemorragia. Tenía el cuello empapado en sudor y estaba sola. Además, era consciente de que había un vigía ruso al que aún no se había cargado, por lo que estaba muerta. Sacó del pantalón su móvil, impregnándolo de toda la sangre de sus dedos al marcar un número de teléfono, y se colocó el aparato al oído mientras, ya con las manos libres, recargaba su fusil.

Revy y Dutch saltaron por la ventana hacia el exterior y Rock les siguió con algo más de distancia de seguridad. Eda vio de reojo las sombras acercándose y dio un suspiro de resignación. Logró cargar el arma, pero no le cogían el teléfono. Era lógico, en todo aquel fuego sólo habían transcurrido en realidad unos cincuenta segundos. La adrenalina se le disparaba. Cuando Revy asomó primero, le soltó tal revés con la culata que Eda dio un gemido y cayó de lado. La nariz comenzó a sangrarle. Revy tomó impulso para otro culatazo, pero Rock la detuvo al tomarla de la muñeca.

—Ya está. ¡Llevémosla adentro!

—Tsch. —Revy le quitó de mala gana la muñeca y se alejó. Dutch no tardó en aparecer y se inclinó a tomar el cuerpo de la policía. Al levantarla el suelo, la mujer arrastró un quejido de dolor, Rock se fijó en que le sudaba el cuello.

—Vamos, Rock. No te quedes ahí parado. La policía local puede tocar las pelotas si ve y nos encuentra aquí. No hay necesidad.

Eda apretó los dientes con los párpados muy apretados, una de sus piernas estaba enteramente empapada de sangre. La sangre había atravesado ya el traje.

No es como en las películas. Ya está pálida por la pérdida de sangre, Rock tragó saliva y temió por la vida de la falsa monja. Juntos fueron hasta el interior del piso. Benny se había encargado ya de bajar todas las persianas y encender todas las luces. Cuando entraron no había ni pizca de luz natural; el rubio estaba agitandoo una sábana blanca en el aire y la colocó sobre el sofá.

—Ponla aquí.

—Rápido. Revy, trae el alcohol y pinzas.

Revy se puso manos a la obra sin cuestionar nada. Rock también se apresuró a traer un cubo con agua y un par de paños al salón. Trajo almohadillas de hielo y las dejó sobre la mesita. Dutch se quitó los guantes y se lavaba las manos con detergente, preparándose para la operación.

—¿No sería mejor llamar a un médico?

—Dile al japonés que deje de decir estupideces, me quemará la paciencia —dijo la propia Eda, que tenía ya el rostro cubierto en sudor. Se retiró las gafas y las soltó sobre la mesa, y ella misma comenzó a retirarse el torniquete. —Dame las pinzas.

—De eso nada. Túmbate y cierra la boca —apuró Dutch señalándola con el dedo, y Eda le dedicó una mirada fría.

—¿No lo has oído? Quieta —Revy retiró nuevamente el seguro a su revólver y la apuntó a la cabeza. —Porque de esta sí que no sales si me haces perder la paciencia a mí.

Eda soltó una risilla y suspiró hondo, apoyando ambos codos como pudo, tenía una postura semitumbada. Dutch cortó con unas tijeras el pantalón táctico y utilizó la fuerza para maximizar el agujero y tener acceso completo a la herida. Rock apretó los labios al ver el estado de aquello. Tenía la ingle con dos balas y una aureola roja muy grande. Dutch se acuclilló a su lado y al retirarle la gasa del torniquete ambos orificios comenzaron a borbotar sangre.

—Déjame hacerlo a mí. —Murmuró Eda, sudorosa y con la respiración agitada. —Sé hacerlo.

—Sé perfectamente lo que tengo que hacer. —Respondió el negro sin siquiera mirarla. Revy colocó el arma sobre la mesa y se acuclilló al lado de Eda, con la mirada puesta en las heridas. Volvió a mirar a su «amiga» a la cara, pero retiró la mirada rápido y se centró en lo que Dutch hacía.

—Te has vuelto loca, Eda. —Acabó diciendo, con los dientes apretados. —Te has pasado de la raya. ¿Qué pretendías que hiciera, eh?

Dutch limpió la zona con el alcohol a chorro, y enseguida introdujo las pinzas en la primera herida. Rock cerró los ojos al oírla gritar, el corazón se le aceleró. Revy le sostuvo la cabeza y su mirada también se preocupó, no pudo evitarlo. Esos tiros habían salido de su mano. Jane también se tapaba los ojos temblando.

—Te has quedado a gusto, eh, morena. —Murmuró Dutch con una sonrisilla algo maligna. —Está bien adentro.

Revy no contestó, se sentía de repente muy nerviosa. Rock la miró. Sabía que no habría disparado de no ser por la situación, era el mundo en el que vivían. Ayudó a Revy a sujetarla cuando volvió a intentar extraerle la bala, pero esta vez todos se agitaron cuando la chica empezó a retorcerse.

—Ya está, ya está —murmuró Dutch, soltando la bala sobre un cuenco pequeño de cristal. Eda sudaba a chorros, tenía el flequillo rubio pegado a la sien como si hubiera corrido una maratón. Rock se dio cuenta de que él también sudaba.

—He empezado por la mas difícil. Esta la veo con claridad. Tranquila, monjita, pronto estarás bailando de nuevo en el convento —murmuró Dutch. Rock pasó un paño seco por la frente de la mujer, que ya no prestaba atención a nadie ni nada que no fuera su propia pierna: la herida que Dutch acababa de tratar para sacar la primera bala seguía soltando sangre. Rock se quedó ensimismado viendo cómo perdía y perdía sangre. Eda dejaba de moverse.

—Bien, ya está —dijo Dutch, aplicando rápidamente otro chorro de alcohol sobre ambos orificios. —Eda. Chst, Eda. —Le dio una cacheada sin fuerza en la cara. La rubia abrió los ojos, respirando con lentitud.

—Hazle el maldito torniquete o se nos desangrará, joder —gritó Revy.

—Me doy la prisa que puedo. Esto no puede hacerse mal. Procura que no se duerma. EH, EDA.

Eda parpadeó rápido, pero lo hacía porque ella misma se obligaba a ello, estaba visiblemente mareada. Las sirenas de los coches patrulla no tardaron en escucharse al otro lado de las persianas. Estaban en esa misma calle, algún transeúnte habría telefoneado tras semejante intercambio de balas. Rock zarandeó a Eda y la chistó, evitando que cerrara los ojos en todo momento.

—Vamos, Eda. Tendrás que explicarnos esto, con cervezas de por medio. No es hora de siestas.

Revy apretaba los labios con fuerza, resistiéndose a intervenir en aquello de otra forma que no fuera sujetándola, aunque ya no hacía falta. Eda dio un quejido cansado, apenas audible, cuando Dutch anudó fuertemente el torniquete en su muslo.

Cuando la presión de todo aquel momento pasó, Rock pudo prestar atención al resto de cosas. Se oían pisadas fuera, cerca de las ventanas, cosa obvia teniendo en cuenta que todos los vidrios se habían caído por efecto de bala. Escuchó perfectamente cómo uno de ellos, el que parecía el jefe, ordenaba a otro que se apartara inmediatamente de ese edificio y que se limitara a llevarse los cuerpos con los forenses. Revy, Benny y Dutch, que ya habían vivido alguna situación similar, sabían que no entrarían, pero no les convenía que el novato de turno se presentara en la puerta a intentar hacer sus propias averiguaciones… cosa que también había ocurrido alguna vez. Los que llevaban tiempo en la comisaría tenían un pacto con la organización del Hotel Moscú, y se marcharía en cuanto limpiaran la calle de los cadáveres. Cuando terminó de atenderla, Dutch pasó sus musculados brazos bajo el cuerpo de la rubia y la levantó del sofá, haciéndole a Benny un cabeceo para que retirara las sábanas. Rock ayudó al rubio a hacerlo y metió dentro de las sábanas todos los paños sucios y encharcados en sangre. Aquella vez no sintió náuseas. Estaba preocupado por Eda, incluso después de que intentara hacerles salir a todos a tiros de allí.

—Rock, prepara tu cama.

—¡Voy!

—¿Por qué la suya? —inquirió Revy.

—Porque aunque hayas tratado de ordenarla, tu habitación sigue hecha una pocilga y está llena de ceniza.

Eda soltó una carcajada, con toda la voz de cansada que tenía. Revy le levantó la mano, pero Dutch dio un grito.

—YA. Basta.

Rock salió escopetado hacia su cuarto junto a él. No había nada que ordenar ni limpiar, su habitación siempre había sido la más impoluta. Olía bien, las sábanas estaban limpias. Benny volvió al trote también y se apresuró a colocar otras nuevas sábanas sobre la cama.

—Chico listo —agradeció Dutch, acercándose a la cama. Rock se acercó a ellos y puso bien la almohadas para que la chica no estuviera tan tumbada.

—Míralo, qué mono… ¿estoy en esta cama antes que Revy? Qué honor…

—Cállate la boca de una vez, Eda.

Eda soltó una risilla mirando a Revy con cierta picardía, aunque la expresión le cambió rápido a una de dolor y se le cortó la risa cuando Dutch la depositó sobre la cama.

—Bien, muñequita. —Dutch colocó una silla cerca de la cama, se sentó y apoyó los codos sobre el respaldo, mirando a la policía. —Bonito traje táctico. Ese es de los caros, conozco bien la uniformidad.

—Claro que sí, grandullón. Seguro que a ti también te quedaba muy bien la boina verde cuando te despidieron. ¿Lloraste mucho?

Dutch sonrió bajando un poco la mirada, con ironía.

—Temo decirte que te puedes meter en un buen lío si no nos tratas con respeto a partir de ahora. Toda mi hospitalidad se irá por el retrete si no nos cuentas qué cojones intentabas. Ahora, y todo el mes, vigilando a Balalaika.

Rock miró a Eda con atención. Por más que supiera lo adulta que era, parecía una muchacha. Sabía que los disparos en el muslo eran como disparar un barril de vino, aquello no pararía de sangrar hasta que fuera correctamente atendida. Faltaba la sutura, pero Dutch había parado de intervenirla para interrogarla. Eda seguía sudando y estaba claramente cansada, pero ahí seguía, resguardando una información laboral que al parecer no soltaría.

—Piénsalo bien, Eda. No seas tonta. Cualesquiera que fueran los planes que tus jefes te han mandado, de poco servirán ahora, mírate. ¿Te ves en condiciones de cumplir nada?

—Qué buen cachorrito que habéis alquilado.

Revy se levantó como si tuviera un resorte en las piernas e intentó arremeterle con la culata en la cabeza, pero Rock la vio venir y volvió a pararla, abrazándola y encerrándole los brazos con los suyos.

—Suéltame, joder. ¡Nos está vacilando!

—Edith Blackwater. Tienes un bonito nombre. Singular.

Eda abandonó toda aura de chulería en cuanto oyó su nombre completo. Miró fijamente a Dutch, por primera vez, como si estuviera hablando con un igual. Inspiró hondo. Dutch, satisfecho al ver que retomaba su atención, prosiguió.

—Sabes perfectamente lo que significa que sepamos tu nombre, ¿verdad? Sabes lo que significa el hecho de que la rusa lo sepa. ¿Tengo tu atención ahora?

—La encantadora Balalaika, cuyo nombre real yo también conozco, se la está jugando en barrios donde no había trato establecido. Metiendo las narices y ejerciendo su ley donde su ley no puede ser aplicable. Si se inmiscuye en los tejemanejes de la Inteligencia Americana, puede desatar una guerra. Saldréis arrastrados y en carne viva si la ayudáis. No tenéis nada que ver, pero ella —agitó el mentón en dirección a Revy—. Ella está en el punto de mira de un agente especial.

—¿Oh sí? ¿De qué se me acusa para que te hayas tomado el valor de venir personalmente a reventarme a tiros?

—No era el plan inicial, pero joder, cómo te conozco. Sabía que ibas a responder con plomo, se lo traté de advertir. Te quiere y punto, y responderás por la ley que te has pasado por el forro cuando eras una adolescente.

Revy frunció el ceño, Rock la miró. Parecía más confundida que otra cosa.

—¿De qué se acusa a Revy?

Eda miró a Rock unos segundos y volvió a mirar a Revy.

—Se metía en muchos líos de adolescente, la están buscando desde hace tiempo. Realmente por delitos menores, pero al estar involucrada en la malla de Balalaika, quieren ajusticiarla. A Benny también, y a vuestro jefecito —miró a Dutch. Después, se centró en Rock nuevamente. —He hablado para que a ti no te hagan nada, tu historial seguirá limpio, si te marchas de esta empresa y colaboras con los interrogatorios.

—¿Te refieres a venderles a ellos? —inquirió Rock.

Eda juntó los labios seria y los miró a todos, uno por uno.

—Estáis todos atrapados. No saldréis de Roanapur. Lo lamento mucho. Ha sido una bonita aventura pegar tiros con vosotros. Pero la estructura ilegal que hay aquí montada lleva bajo la lupa de la CIA demasiados años, y caeréis. De vosotros dependerá los años de condena.

—No pisaré la cárcel, bien lo sabes. —Contestó Revy con la mirada cambiada. Apretó la mano en el mango de su arma. —Me meterás muerta entre rejas. Lo tienes claro y es lo que quieres, ¿verdad?

Eda suspiró cerrando momentáneamente los ojos. Cuando los abrió, le habló en un tono sosegado que sorprendió al propio Rock.

—Me ocuparé de que sea la pena mínima, te encubriré en lo que pueda. 

—Tú… ¡tú no tienes ni idea! —vociferó la morena, desenfundando y apuntándola. Dutch le quitó rápidamente el arma de las manos, tras forcejear con ella unos segundos. Pero Revy parecía muy cabreada. Señaló a Eda. —No iré a la cárcel.

—Escúchame, joder.

Revy negó. Miró a Dutch.

—¡Va a venderos, hagamos lo que hagamos! ¿Por qué seguimos oyéndola?

—Estar en la cárcel es un puto hotel de dos estrellas, nada más. Si tienes buena conducta, saldrás pronto. Habrá omisiones de cargo porque hablaré en tu favor, te lo aseguro. No dejaré que te pudras allí. —Miró a Dutch y a Benny. —No dejaré que nadie se pudra allí. Pero no puedo revelar detalles específicos de mi misión, porque eso es entre Balalaika y la CIA.

—Saldrás perdiendo —murmuró Dutch tras varios segundos de silencio. —Por más que le doy vueltas, Eda, no lo comprendo. ¿Por qué una mujer sacrificaría tanto por la ley? Te van a matar. Lo sabes.

—No lo hago por la ley. —Se quitó la sangre seca de debajo de la nariz, mirando a Dutch fijamente. —Lo hago por la justicia. Haré lo que haga falta.

Revy apretó la mandíbula y bajó la cabeza, tenía muchas cosas que calibrar, pero no la paciencia para hacerlo bien.

—Eras mi amiga —dijo al cabo. Rock miró a Revy entristecido. Y volvió a sentirse sorprendido al escuchar la voz calmada de Eda.

—Lo siento. —Murmuró. —Te tengo aprecio. Pero no me has puesto las cosas fáciles. Deja que interceda por ti. Con 30 años estarás fuera y libre de cargos. Te aseguraré un puesto de trabajo digno y un hogar. Y no tendrás que volver a este lugar ni a esta mierda. Puedes salir de esto.

—No —susurró, negando con la cabeza. Pero ya no la miraba. —No puedo.

Dutch miraba a Revy, tratando de ocultar el disgusto profundo que le producía aquel cruce de palabras entre la una y la otra. Él era el único que conocía el pasado herido de su subordinada. Sabía la de patadas que había tenido que recibir, las veces que las autoridades la habían metido en una celda para apalearla y violarla. Sabía que en su historial delictivo, el primer antecedente podría ser el del homicidio a su padre adoptivo, estando éste ebrio. Revy podría salir de la cárcel si alegaba todas aquellas vejaciones. Y supo entonces, y por ese mismo motivo, que los superiores de Eda no habían sido del todo sinceros con ella tampoco. Revy jamás diría la verdad en un tribunal, y Eda desconocía el motivo por el que había asesinado a aquel hombre en el pasado. Revy dio media vuelta y caminó hacia el pasillo, cuando Eda alzó la voz.

—Eras menor —le dijo, haciendo que Dutch se pusiera tenso y que Revy dejara de caminar. —Me da igual por lo que le pegaras un tiro a ese tipo. Eras menor. No dejaré que esa acusación tenga peso alguno en el tribunal. Confía en mí.

Aunque las intenciones fueran buenas, Dutch supo que eran palabras peligrosas

Aunque las intenciones fueran buenas, Dutch supo que eran palabras peligrosas. Y efectivamente había tocado una tecla prohibida. Un tema tabú. Revy se giró violentamente y le sacudió un puñetazo en la cara a la rubia, que debido al impacto se chocó contra la pared que había pegada a la cama. Dutch sujetó a Revy y Rock, asombrado, fue rápidamente a atender a la rubia.

—¡¡ERES UNA ZORRA!! NO SABES NADA DE MÍ. ¡NADA…!

Rock miró angustiado como Revy luchaba duramente por zafarse del agarre de Dutch pataleando en el aire, realmente parecía querer asesinarla. Eda miró a la mujer con sus cejas rubias fruncidas y la mano puesta sobre la nariz.

—Maldita sea… —susurró Rock, preocupado al ver un borbotón de sangre espesa bajando por debajo de la mano de Eda. Pero ella, en lugar de prestarle más atención a la herida, seguía mirando a Revy con fijeza mientras Dutch se la llevaba. —Eda, no te tumbes. Deja que caiga todo. —Le acercó un paño húmedo a la cara y le retiró la sangre.

—No quiero que siga este camino. Hazla entrar en razón. —Dijo mirando a Rock, clavando en él sus ojos celestes.

—Es increíble lo bien que actúas —le contestó Rock, con un deje dolido. —Sinceramente, no te hacía falta fingir lo que no eras. Pareces una buena persona y alguien sensato. ¿Por qué para hacer el bien tienes que traficar con esta gente por años, matando a inocentes? ¿y te crees mejor que los que viven aquí?

Eda se acomodó adolorida en la cama y resopló, quitando la mirada de él.

—No tienes ni idea de cómo funciona esa jungla —dijo en un susurro, quitándole el pañuelo y limpiándose ella misma.

A Rock estas palabras le molestaron profundamente, era evidente que era el más nuevo, y a pesar de llevar un año con Black Lagoon, se dio cuenta de su inexperiencia cuando pasó tan sólo dos semanas con Balalaika. Eda también debía saber con profundidad lo que hacía la rusa y era lo suficientemente valiente (o insensata) para tratar de enfrentarla y espiarla sola. Habían sido muchos años de dedicación a esa misión, eso estaba claro.

—¿Cómo una persona con supuestos principios puede fingir ser amiga de todo un barrio y luego…? En fin.

—Es la diferencia entre un civil y un agente especial. Tengo principios férreos. Y me preocupo por ella mucho más de lo que crees.

Rock dio un resoplido y miró hacia el pasillo, aún escuchaba el vocerío que Revy y Dutch estaban montando.

—Voy a hablar con ella.

—Si de verdad la quieres, hazla entrar en razón —le repitió. —Y si no la quieres, no la confundas.

Salón

Rock se precipitó rápido hacia la salita de donde venía todo el griterío. Dutch seguía agarrando a Revy.

¡Aún quiere cargársela!, pensó sorprendido. Corrió a ayudar al jefe y la tomó deprisa por los hombros, gritándole.

—¡Basta! ¡¡Eh, escúchame!!

—QUÍTATE. ¡QUÍTATE…!

Rock no iniciaría una pelea a puños con ella, antes prefería que ella le diera una paliza. Lo único que le salió por el azoramiento del momento fue echársele encima y apretarla contra sí con mucha fuerza, abrazándola. Revy se resistió muchísimo, trataba de empujarle continuamente, no sabía por qué actuaba como un animal, pero empleaba mucha fuerza en intentar apartarle.

—Te quiero… es lo único que me importa. Dejaré que me pegues si quieres, pero no te soltaré.

La apretó más fuerte y entonces notó su respiración agitada, inmóvil ya de brazos, sus palabras parecían haber recalado. Ahora que había parado de moverse en su contra, notaba lo agotada que estaba físicamente.

—Estoy contigo, ¿vale? —le susurró al oído, haciendo que se calmara. Revy soltó un resoplido de agotamiento y se echó más sobre él, sollozando.

Está llorando, Rock sentía que se le partía el corazón. No puedo quedarme así, no me conformaré con la nada. Algo le ha ocurrido, tengo que saber qué es.

Revy le apretó en el abrazo con la misma fuerza, llorando en su hombro. El japonés echó una mirada de soslayo a Dutch, que le miró sólo unos segundos pero luego bajó la cabeza y se dio media vuelta, volviendo a la habitación donde estaba la policía.

Él lo sabe. Le chistó suavemente cuando oyó a Revy volver a romper a llorar, encaramada sobre su hombro. Parecía haberse derrumbado por fin después de un año de conocerla viéndola ser un muro de piedra. Se quedó abrazándola por largo rato, sin soltarla.

Habitación de Rock

Dutch cerró la puerta al entrar. Dentro estaba Eda y Benny, sentado en la silla vigilándola. Todo estaba raro después de haber oído a Revy llorar y patalear como una posesa. El negro se quedó parado frente a la cama, mirando fijamente a la rubia. Ésta se mantenía impasible. Dutch había tratado lo suficiente con gente como aquella como para saber cuándo había una máscara de superficialidad y Eda se la había quitado hacía rato, una vez escuchó su propio nombre. Él sonrió para infundirle calma, y de manera muy repentina, abalanzó sus enormes manos sobre su muslo afectado, clavándole los dedos en las heridas. Eda comenzó a gritar y se retorció, pero cuando sus gritos aumentaron éste le tapó la boca con la mano, mientras apretaba con más rabia los dedos en el torniquete. Eda tuvo varios movimientos bruscos para liberarse, pero cuando apretaba allí era como soportar una puñalada, y la presión de la mano de Dutch le hacía imposible moverla de lugar.

—Seguro que tienes que sentirte muy satisfecha por ser agente doble de la CIA y enterarte de todo lo que ocurre en los barrios pobres, ¿no es cierto?

Benny bajó la mirada sin moverse de la silla. Apretó un segundo los dientes al ver que Dutch volvía a ejercer todo el peso de su cuerpo en la pierna de la chica, y esta vez, de detrás de la yema pulgar, vio cómo el torniquete volvía a mancharse de sangre y un borbotón nuevo salía de su pierna. Eda, impedida de la boca, cerraba los ojos con fuerza mientras chillaba, volvió a sudar. Le puso las manos en los hombros al negro, pero este se limitó a apretar y apretar.

—¿Te sentirás contenta con tus cuatro plaquitas nuevas de condecoración, Eda? ¿Te sentirás limpia después de esto? Espero que sí, porque no querremos volverte a ver. ¿¡Lo entiendes!?

Eda usó sus últimas fuerzas en tratar de girar todo el cuerpo e impedirle llegar hasta sus heridas, pero esta vez apretó directamente dentro del orificio de la carne, y el dolor la trastornó. De sus ojos cerrados corrieron furtivas dos lágrimas por el esfuerzo, y sollozó tras la mano de Dutch.

—Dutch, por favor —Benny se levantó de la silla, pero no hizo falta que interviniera. El negro la soltó bruscamente y se alejó, sacando del armario el botiquín con aguja e hilo en el interior que siempre tenían por allí para casos extremos. Le lanzó la bolsita a Benny y abrió la puerta antes de marcharse, señalando a Eda con los dedos manchados de sangre.

—Espero que te sientas muy orgullosa, porque no volverás a tener tanta suerte como hoy.

Edith temblaba, tenía las mejillas cruzadas por lágrimas, sentía que si se movía, perdía la pierna. Se le fue la mirada, puso los ojos en blanco por un segundo antes de volver rápido a la realidad, y Benny se agachó rápido a mirarle las heridas.

—Haz el favor y cósela rápido —gritó Dutch ya desde el pasillo—, no quiero que pierda la consciencia aquí.

Benny asintió algo malhumorado. Era muy tranquilo y generalmente tenía aguante para observar ese tipo de escenas, pero aquello había sido demasiado. Mientras limpiaba la zona y comenzaba a suturar, no pudo evitar mirar un par de veces a Eda, que no respondía de ninguna manera más que respirando agitada, sudada y algo asustada.

Sé que no quieres estar aquí tú tampoco, pensó Benny, siendo diplomático para sus adentros. Es la vida que hemos escogido y hay que cargar con lo que nos echen, más a estas alturas.

Pero somos humanos, pensaba a su vez Rock en el salón. Revy tenía las lágrimas secándose en la cara y aún o se había separado de él, pero todos allí habían oído perfectamente los sollozos de Eda al ser torturada. No somos máquinas. Por muy entrenados que estén, todos están sufriendo.

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