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  • Paradero Desconocido

CAPÍTULO 5. Un encontronazo


La pareja no se había dirigido la palabra desde la noche anterior. Anya se había dado un auténtico empache a pizza y se había ido a la cama y ninguno de sus padres fue capaz de dar la cara hasta la mañana siguiente. Era sábado… día libre de los tres. Y tenían una reserva en un restaurante junto con los compañeros de trabajo de Yor. También Loid tenía que ir a charlar con un paciente que le había pedido de urgencia una cita en una cafetería lejana a la consulta.

En realidad, ambas eran tapaderas para realizar sus propias investigaciones en la misión que les había sido encomendada. Ir con la familia a priori era lo más indicado para pasar desapercibidos. El problema era que tras el tonto incidente de la noche anterior con la lencería, reinó el silencio.

Pero al final, tuvieron que salir todos de sus madrigueras. Loid se dio una ducha y Yor fue detrás, le saludó cuando se cruzaron. Él la llamó, pero Yor le dijo muy rápido que quería vestirse para no llegar tarde… y fue su pretexto para ganar algunos minutos más.

Centro comercial

A medida que la hora avanzaba, por fin volvieron a hablarse. Loid pudo respirar aliviado. Era casi antinatural a veces el comportamiento de Yor, se pasaba de inocente. Pero decidió no recriminárselo, puesto que había sido él el poco caballero al asaltarla así en su habitación. No había respetado parte del contrato que tenían y eso le martilleaba la cabeza. Aún quería pedirle perdón en condiciones, pero no con Anya escuchando.

Así que sin más, fueron a comer.

Después de varias risas y algún que otro chiste malo, Yor avisó de que necesitaba ir al aseo y Loid se despidió para quedar con su paciente, activando ambos sus coartadas.

Yor tenía menos tiempo y además tenía a Anya a su cargo. En cuanto salió del aseo, lo examinó por todos los rincones y salió, vigilando las zonas tal y como se lo había especificado el director Henry. Su mirada se encontró con numerosas personas sospechosas. Tenía un ojo avizor sobre todas ellas, pero lo cierto era que ese tipo de análisis a distancia no era su especialidad, no si no era fundamentado o causado por el reconocimiento de un patrón de lucha. Carecía de experiencia determinando qué cara tenía éste o la otra. Pero sentía a su hija muy nerviosa. Anya no paraba de mirar a muchos lados, como si le hablara mucha gente a la vez.

—Anya-san… ¿te encuentras bien?

Papi está cerca, pensó la niña. Puedo sentirle pero con tantas voces es complicado…

—¡Anya-san!

—¡Ah…! Eh… sí… quiero ir a jugar. ¿Por qué estamos aquí?

—Estoy buscando el pelotero… precisamente para que juegues allí un rato. ¿Sabes decirme dónde está?

—¡Sí! ¡Allí! ¡Mira a los niños!

Así que una niña de escasos seis años tenía mejor orientación y oído que ella. Yor se giró y dio dos vueltas antes de encontrar el lugar que señalaba. Debía de tener un oído mucho más fino que el suyo y una vista de lince si había podido capturar a los niños ante tal distancia. Pero Yor estaba priorizando otras cosas en aquel momento. Dejó a Anya en las tuberías de colores y se alejó sonriendo. Anya se metió dentro a jugar para elaborar su propia ruta de escape, cuando de pronto, vio por uno de los vidrios que Yor se quitaba los tacones y se adentraba en una de las tuberías.

—¡Mami! ¡Búscame! —se echó a reír y rápida como un ratón empezó a hundir el cuerpo en las pelotas de colores. Usó un recoveco minúsculo para espiarla. Pero no le hacía falta. Oyó claramente la cabeza de la chica.

Tubería roja, tras el tercer tornillo del techo.

Anya asomó un poco más la cabeza. Desde donde estaba no tenía acceso visual.

Ya está.

Yor se acabó tirando por el tobogán rojo que estaba en la desembocadura del túnel y salpicó a Anya con pelotas. La pelirrosa pareció de repente olvidar esos pensamientos. A fin de cuentas, ¿era de verdad importante? Yor estaba contenta, riendo con ella y jugando a tirarle pelotas. Pensaba en aquello mientras reía y una le dio en la cara con fuerza.

—¡Au! ¡Mami, tiras muy fuerte!

Yor se tapó la boca.

—¡Per… perdón Anya-san! Anda, ven…

—No pasa nada —dijo, intentando parecer adulta y conteniendo los labios. Le levantó el pulgar sonriente—, Anya… Anya está bien.

—Tu padre puede matarme… ay, dios mío. Nunca pararé de fastidiarla, ¿verdad? —dijo con un suspiro algo más pesado que otras veces. Otro pensamiento negativo asoló su cabeza, y Anya bajó la mirada, apretando sus pequeñas manos.

—¡No! ¡Papi no se enfadará! Y yo tampoco me he hecho daño.

—Vale… bueno, en cualquier caso… los de la mesa me van a reñir también por la tardanza. Será mejor que volvamos ya.

—¡Chi!

¡Sólo estuvimos diez minutos!

Anya salió del pelotero con algo de pena. Yor últimamente pensaba cosas negativas y ella llevaba demasiado tiempo sin un referente materno… para ella, su única madre era Yor. La quería mucho y no quería siquiera concebir la idea de que ella o Loid sufriesen si ella podía evitarlo. Se sintió también apenada de abandonar tan rápido el pelotero. De pronto, escuchó de nuevo la mente de Yor.

He visitado el aseo del centro comercial a las horas exactas, pero no veo a nad…

Ni su propia cabeza terminó de sintetizar la frase cuando se estampó de bruces con Loid. Ambos se dieron un cabezazo al estar justamente doblando una esquina con punto ciego. Un desafortunado error de cálculo de los dos. Yor se tocó la nariz y Loid la mandíbula, mirándola extrañado.

—¿Yor-san?

—¿Loid-san?

—…

—Ah, ¡estabas aquí!

Loid tardó un par de segundo más en ofrecer una respuesta. Su mente trabaja en distintas posibilidades mucho más rápido que la de Yor. Anya sintió un escalofrío al descubrir que su padre de pronto dudaba de la mujer que tenía en frente. Yor, sin embargo, sólo pensaba en el daño que se acababa de hacer en el hueso de la nariz.

—¡Mami me ha llevado al pelotero, se estaba orinando encima!

Los pensamientos dubitativos de Loid se detuvieron al escuchar a la niña. La miró con la ceja arqueada y devolvió la vista a la pelinegra.

—Vaya, ¿está todo bien con tus amigos?

—S… sí. ¿Tú has acabado ya con el paciente?

—Me temo que no. Tiene sentimientos de persecución constantes… así que nos hemos tenido que cambiar a la cafetería de la planta más alta.

—Vaya…

—Si os sentís cansadas y tenéis que marchar, no os preocupéis por mí.

—De momento seguimos hablando… Camilla sigue metiéndose un poco conmigo para no variar —dijo con una risita desganada.

Él asintió y la tocó del hombro cuando sus caminos volvieron a bifurcarse.

Al cabo de una hora, Loid recibió una llamada de un contacto llamado «Abuela». Se apartó del falso cliente, que no era más que un compañero de trabajo que le estaba acompañando durante la misión, y descolgó el móvil.

—¿Algún problema? —saludó Loid.

—Ha estado en el pelotero. Nuestro sicario. O sicaria.

Loid se asomó a la barandilla y observó de lejos el pelotero. Estaba infestado de niños e infantes con chupete y padres revolcándose dentro de aquellas piscinas interminables de pelotas. Los cruces liosos entre las tuberías de colores dificultaban reconocer a nadie.

—¿Hace cuánto?

—Imposible de decir. Pero uno de nuestros agentes disfrazado de progenitor se ha encontrado un código en uno de los tornillos de las tuberías. Por dentro.

—No puede andar lejos. Lo más seguro es que ya se haya ido. ¿Qué había en el código?

—Hasta que lo averigüemos, eso es información confidencial de Inteligencia.

A Loid le sorprendió aquella respuesta.

—Es la primera vez que me ocultas algo de la mismísima misión que me haces cumplir.

—Hay mafias de por medio. No podemos arriesgarnos a dar nombres o hipótesis aún. Necesito que hagas tiempo allí dentro. Unas dos horas. Estamos peinando la zona exhaustivamente.

—No puedo quedarme aquí con este pretexto del paciente por mucho más tiempo. Sospecharán.

—Usa tu imaginación, ¿quieres? Hasta otra.

Loid puso los ojos en blanco y se separó del falso paciente sin decir nada. Echó un vistazo rápido por el centro comercial, hasta que sus ojos chocaron con la cartelera del cine. Presionó un poco los labios contra sí… ¿sería buena idea? No habría muchas más formas de mantenerlas entretenidas, especialmente a la niña. Fue mirando la duración de cada una de ellas. Después, llamó a Yor y les ofreció la idea.

Interior de la sala del cine

Después de una intensa disputa por decidir qué película verían, todo el grupo acabó disgregado. Anya se marchó con la compañera de Yor y sus dos hijos a ver una película de animación. Loid necesitaba el silencio y no a criajos pegando voces durante la emisión, así que después de debatir un poco, se fue con Yor a ver una película sin importancia que ella había escogido.

Pero no pasó por alto que estaba extraña. ¿Quizá seguía molesta o nerviosa por lo que había ocurrido la noche anterior? Ahora que estaba a solas con ella debía recalcar unas disculpas. Se daba cuenta de que Yor observaba a la gente, quizá buscando también distraer la atención. Estaba algo nerviosa, eso era fácil verlo. Esperaría un poco.

Pero con el paso de los minutos y de la hora, al final, la trama de la película acabó atrapándole. Había mucho drama, pero también mucho romanticismo. Llevó a ciegas la mano al cubo de las palomitas, hipnotizado con la revelación de una de las protagonistas, y se tensó un poco al sentir la caliente mano de Yor dentro también. Enseguida ambos la retiraron.

—Ya no quedan… me las he comido casi todas yo, lo siento.

—Descuida… para eso las habíamos comprado —comentó él, retomando la atención rápidamente sobre la película. La mujer en la ficción había perdido a su hijo tras un derrumbamiento. Aquello le recordaba una propia tara personal. Suspiró hondo, pero su mirada no era el reflejo de nada.

Yor dejó a un lado el cubo vacío y trató de no respirar muy sonoramente. Las escenas eran tristes, y el romance de la historia principal había quedado reducido a añicos tras la guerra. Tragó saliva.

Así mismo podría estar siendo mi vida y ni siquiera me he dado cuenta.

Pensó en la escena que había vivido ayer con él en la cocina. Sus ojos rojizos se desplazaron solos hacia la mano que él tenía sobre el reposabrazos.

¿Debía…

…ser sincera?

Le miró de reojo, intentando no girar casi nada el rostro para que él no se percatara.

¿Qué debía hacer…?

Él… me gusta mucho…

Contuvo un poco la expresión, sentía dolor al reconocerlo para sus adentros. Loid le gustaba. No podía seguir mintiéndose. Era un hombre atento, caballeroso, elegante… apuesto y cariñoso con su hija. Si dejaba la vida que llevaba a sus espaldas, ¿qué le impedía intentarlo?

Pero temía el rechazo.

Temía el rechazo o fracasar en su misión si no daba de sí lo que su director esperaba.

La película iba finalizando y la escena volvió a empeorar. Ahora, la mujer que había perdido al hijo también fallecía injustamente. Yor se humedeció los labios y cerró brevemente los párpados. No era una buena escena para declararse. Se pegó poco a poco hacia el respaldo de la butaca y trató de espantarlo todo de su cabeza. Cualquier pensamiento que la desanimara debía irse cuanto antes.

Lo hizo.

Se obligó a desconectar por un segundo sus pensamientos de la racionalización de éstos mismos, y posó la mano sobre el dorso de la mano del rubio. Éste bajó la atención a sus manos y frunció un poco el ceño. Yor tragó saliva, ruborizada como estaba, y tocó con la yema de los dedos el largo de los nudillos ajenos.

Loid lo supo. De inmediato. Por eso hacía cosas raras y estaba nerviosa. Se maldijo por no darse cuenta antes. Esa chica estaba fijándose en él… y mirándole diferente. Pero aquello era un problema para su misión.

—Loid-san… a-eh… yo…

Twilight había conocido a muchas mujeres, se había acostado con otras muchas. Sabía leerlas. Sabía discernir rápido cuáles le podían interesar en un plano ficticio donde él no tenía el trabajo como espía, y cuáles no. Yor era una persona especial.

Y ahora, ¿qué debo hacer?

¿Dejarme llevar por lo hermosa que es? ¿Decirle que a mí también…?

No, de ningún modo. No puedo ser tan sincero.

Yor lo estaba pasando mal con el paso de esas décimas de segundo en las que él no hacía aún amago alguno de responder. La chica tragó saliva de nuevo y apartó rápido la mano…

El rubio pensaba con mucha velocidad. Rápido. Tenía que ser astuto y veloz. Podía engañarla y hacerle creer que era recíproco. Podía dejarse llevar y acostarse con ella, y en cuanto la misión acabara dejarla igual que haría con Anya. Pero la carcasa de investigador perdió solidez por un instante y le abarcó de pronto la misma mano que estaba alejando. Yor se puso tan colorada que no fue capaz de devolverle la mirada, pero sí murmuró nerviosamente.

—Loid-san… el… el otro día…

Si ella siente algo más… yo no sé si esto… pero sus pensamientos se truncaron.

Yor, aún colmada de nerviosismo, apretó la mano de él de nuevo y se apoyó sobre el reposabrazos que los separaba, alcanzando rápido sus labios con los suyos. El hombre se impresionó y abrió los ojos. Podía sentir la cálida nariz de Yor junto a la suya, y la presión de esos finos y esponjosos labios tan atrayentes. Loid no quería dejarse llevar, pero era la primera vez en todas sus misiones que lograba una conquista sin estar programada. Eso se salía demasiado del plan. Yor… Yor era…

Inspiró hondo y separó su mano para acariciarla de la mejilla en cuanto Yor decidió dejar de besarle, que fue a los escasos cuatro segundos. Al parecer, no haber recibido nada de vuelta la había dejado cabizbaja. ¿Qué se suponía que debía hacer él?

Reconfórtala. Dile que no pasa nada, que entiendes que tanta cercanía haya confundido sus sentimientos.

No. No podía decirle lo último. Precisamente porque aquel acercamiento le había… confundido a él.

—Yor…

—Da igual —negó muy rápido con la cabeza, volviéndose a su butaca—. Te espero fuera.

—No, espera —la agarró del brazo, alarmado.

¿Qué demonios estoy haciendo?

—¿Q… qué…?

Su cuerpo decidió antes de que él pudiera decir o hacer otra cosa. Antes de pensar.

Pero una parte de él ya se había decidido hace tiempo. Le devolvió el beso de inmediato, casi como si el gesto de la chica era lo único que necesitaba su mente para desbloquear aquella actitud. No fue orquestado. Nada de lo que estaba haciendo en ese momento era planeado. Lo que le situaba en un escenario…

…donde no actuaba.

Es decir… donde no estaba trabajando.

No estaba siendo Twilight el espía de Westalis. Estaba siendo Loid Forger… porque deseaba serlo. Esa mujer le gustaba. Yor balbuceó en un hilo de voz antes de tomar distancia, por unos centímetros. Abrió lentamente los párpados para encontrarse con los ojos azules de Loid y tragó saliva.

—Dios mío…

—¿Va todo bien, Yor…? —dijo, aunque ya había empezado a maldecirse por dentro.

Nada va bien, NADA VA BIEN. ¿¡Qué es esto!? ¿qué voy a hacer a partir de ahora? Sylvia no puede enterarse. ¡Estoy descuidando la misión!

Yor suspiró pegada a su boca y volvió a cerrar los ojos, pegando las manos a su pecho y atrapando sus labios poco a poco por segunda vez.

Está tan nerviosa que sus mejillas arden, pensó. Él sin embargo, pese al atolladero en el que sentía que se metía, podía conservar la calma. Evidentemente tenía sobrada práctica y experiencia con otras mujeres. Sabía besar, sabía lo que era el sexo. Pero por muy genuinas que hubiesen sido sus anteriores relaciones, todas habían sido en pos de una misión. Por eso se sintió afortunado cuando conoció a Yor Briar… porque ella también necesitaba una tapadera y porque no hacía falta dar ese paso. De puertas para dentro no eran más que compañeros y el salvador de la imagen del otro.

—Yor… necesitamos hablar de esto en profundidad —dijo, cortándole el beso. Yor se volvió a sentir abrumada por la vergüenza y se distanció, con asentimientos rápidos de cabeza.

—¡Claro! Perdón… no… no sé cómo comportarme en estas situaciones.

Loid le sonrió gentilmente y se puso en pie con ella.

Ignoraron por completo el final de la película. 

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