CAPÍTULO 5. Una noche inolvidable
—En honor a la valentía de cumplir una misión en solitario, arriesgando tu vida y sin garantías de obtener el logro. En honor al orgullo como soldado en pleno reconocimiento de tu pertenencia a esta patria y no a la enemiga. En honor a la verdad que tus investigaciones están desvelando. En honor a ti y a tu trabajo, se te hace entrega de esta medalla y del formulario que te posiciona como la mejor soldado de tu promoción. Estos escritos velarán por tu bienestar económico y tu independencia, si así lo deseas, de tus obligaciones como soldado en los años que te restan de vida. Ymir, eres libre de decidir lo que desees hacer de ahora en adelante. Pero el Cuerpo de Exploración te da las gracias de todo corazón.
Una nueva insignia cosida en su chaqueta fue lo que Ymir recibió de la mismísima mano de Zackly. Después de que la figura corpulenta de aquel hombre se fuera y se situara junto a los otros soldados, apareció Historia, colgándole con suma delicadeza la medalla alrededor de su cuello. Era la primera vez que se veían desde que la morena partió a Marley. Historia no podía mostrar tal afecto públicamente y delante de ciudadanos que nada tenían que ver con el ejército, aunque deseó decirle tantas cosas, y abrazarla tan fuerte… Ymir esta vez no le apartó la mirada. Observó a la reina mansamente, pacífica, como si dentro de ella ya no hubiera cabida al odio. Había sido una idiota la última vez que se vieron. Historia le sonrió al distanciarse y siguió caminando hasta el trono.
Esa misma noche hubo una celebración por la llegada de Ymir con vida, fiesta a la que Historia no pudo asistir por otros requerimientos políticos. Pero como casi siempre que ocurría en las fiestas, pronto se olvidaba la causa y lo prioritario era emborracharse hasta perder el conocimiento. Algunos de ellos pertenecían a la Policía Militar; Hitch tenía hacía un buen rato las mejillas coloradas al acabarse su quinta cerveza. Sasha acabó con todas las reservas que dejaron para picotear y ahora dormía a pata suelta sobre un sofá. Hange y Erwin, en un momento dado, desaparecieron de la habitación, al parecer Erwin había perdido de vista la pitillera. Levi nunca bebía, así que se limitaba a tirar dagas a una diana dibujada en la pared exterior. Para su sorpresa, no era el único que no había probado gota. La propia Ymir, epicentro festivo, se había desligado del grupo para volver a ensillar a su nueva yegua. No supo si preguntarle adónde iba, pero al verla tan calmada, supuso que estaba cansada. Ymir se abrigó con la capa verde de la legión y subió de un salto al caballo. Echaba de menos a su yegua.
Esa imbécil de Pieck recordará aquel día, pensaba.
Levi se la quedó mirando un rato más, fijándose en cómo le había crecido el pelo. Era de un castaño oscuro que se le hizo muy bonito. Gran parte de su «actitud machorra» quedaba camuflada con ese look, tenía el pelo completamente liso y caía hasta poco más abajo de los hombros. Cuando se marchó, observó en la esquina que dos figuras se guarecían en el único pedazo de rincón al que la luz no llegaba. Levi no pudo evitar sentirse intrigado. Caminó sin hacer ruido y se asomó. La luz de la luna aclaró lo suficiente para ser el único testigo de cómo Erwin y Hange cedían a sus deseos ocultos, desgastándose la boca mutuamente. En la mano de Erwin estaban las gafas de Zoe, y ella le rodeaba la cintura con las manos. Levi chistó remilgadamente al sentirse en medio de tanto amor pasional por todos lados.
Esos dos sí que se lo tenían callado.
Casa de Ymir
Ymir fue en aquella ocasión muy bien recibida en Paradis, nada que ver con la última vez que le clavaron una flecha. Aunque era consciente, por ciertas miradas de soslayo, que algunos seguían sin confiar en ella. Tanto le daba. No sabían lo que era arrastrarse con las piernas rotas y sin comer, y aun así tener los ovarios de escalar un árbol usando sólo los brazos. O el terror que producía ver a un titán puro pasar cerca de ella con los últimos resquicios de energía para convertirse y no ser devorada. Había pasado un calvario. La peor de las sensaciones fue la de sentir que la vida se evaporaba de su ser… al morderse la mano sin éxito. Sin duda, una sensación que no quería volver a experimentar.
Aunque uno de los pensamientos que se le pasó por la mente fue el de visitar el palacio real y ver a su pequeña Historia, se obligó a regresar a casa. Ahora ya no vivía en la base militar, puesto que su recompensa por la misión le dio dinero para comprar propiedades. Eso hizo. Una casa en el campo, algo no muy lejos del orfanato. Sabía que Historia pasaba mucho tiempo allí, pero no tenía por qué enterarse de que la tenía cerca. Sólo quería saber que se encontraba bien y que era feliz, eso para su salud mental era suficiente. Tras llenar el abrevadero y dejar al caballo en el establo, se dio un largo baño. Se lavó el pelo y limpió por completo su cuerpo. Se puso ropa interior y sólo una camiseta de tela fina lista para dormir, y de cena, se preparó algo de pan con chocolate untado. Salió con esa rebanada al porche y se sentó en la mecedora, dejando sus largas piernas con los tobillos cruzados sobre la valla, meciéndose lentamente mientras disfrutaba de la brisa nocturna. Cerró los ojos, disfrutando de aquellos sonidos pacíficos que hacía tanto que no percibía. En Marley todo era una asquerosa industrialización.
—¿Sólo eso vas a cenar?
Ymir abrió los ojos y se sorprendió, al ver a la reina ahí parada. Se dio cuenta de que había venido sola. Apenas podía creerse que sus oídos no sintieran el cabalgar de otro equino.
—Tranquila, estamos solas. Se ve que estás cansada, no has oído a mi caballo —dijo con dulzura, sonriendo frente al hocico del animal. Después de acariciarlo le prestó atención a su amiga y se acercó. Ymir sintió la necesidad de bajar rápido las piernas de la barandilla y se puso recta, mirándola fijamente. Hizo una educada reverencia y su cabeza quedó a la misma altura que la de Historia.
—Alteza.
—¿No me has oído? —inquirió rápido Historia, muy cerca de ella. Esa pregunta hizo abrir los ojos a Ymir, algo desconcertada. La rubia atrapó sus dos mejillas con las manos, y sin importarle nada, rozó sus labios y su pequeña nariz con la de Ymir, susurrándole en la boca—. He dicho que estamos solas…
Ymir no volvió a ponerse recta. Estaba atrapada por aquellas diminutas manos, reteniéndola frente a su rostro, su dulce y precioso rostro. Pero no osó volver a besarla como hacía meses sin pedirle permiso. Era consciente de que Historia ya tendría una posible relación con aquel granjero o con cualquier otra persona. Pero fue la rubia la que cerró los ojos y atrapó el labio inferior de la morena con los suyos, más pequeños y algo carnosos. Ymir notó que el corazón le iba a explotar de emoción, no se estaba creyendo lo que ocurría. Sin responder, sintió que una tímida lengua la rozó y seguidamente, la vio distanciarse un poco.
—Sí que está bueno ese chocolate…
Ymir hizo un amago de querer responder, pero no le salió nada. Historia volvió a rozarse con su boca y ladeó despacio la cara, abarcando por completo los labios de la más alta. Ymir cayó rendida y se puso de rodillas en el suelo, correspondiendo afectuosamente al beso sin detenerlo, y sus largos brazos rodearon el esbelto cuerpo de la reina para aferrarla a ella. Historia sintió un gimoteo de Ymir cuando paseó los dedos por su cabeza, hundiéndolos en su cabello castaño. Ni ella misma podía explicar lo que sentía, pero lo sentía, y aunque Jamie la hubiera besado esos meses en los que Ymir no estaba, ahí se dio cuenta de lo estúpida que era: nada ni nadie podía replicar lo que sentía en aquel instante. Estaba enamorada de Ymir. Avanzó un paso más y mezcló su lengua con la ajena, disfrutando del dulzor que la suave boca de la soldado tenía. Sin embargo, no fue correspondida por más tiempo. Ymir se separó sin siquiera querer hacerlo, aguantándose la explosión interna que sentía adentro.
—¿Qué ocurre…?
—No, qué te ocurre a ti… —murmuró Ymir, conectando su mirada con la de ojos azules—. No quisiste ir a más la otra vez… ¿por qué apareces aquí sin avisar y me besas, Historia? —ni siquiera la cuestionó acerca de por qué sabía dónde vivía. Historia tenía pleno acceso legal a conocer todo lo que se movía cerca de los orfanatos. Lo dio por sentado.
—Cuando te fuiste pensé que podría con ello. Te juro que lo creí. Pero… —se distanció y suspiró, cabeceando hacia abajo. Ymir se ayudó de los brazos para volver a incorporarse, cuando un fuerte viento helado movió su camisola y la capa con la que la reina estaba abrigada. Le señaló la puerta antes de que continuara hablando, indicándole que podía pasar.
Adentro, Ymir se terminó el pan con chocolate y preparó algo de agua a calentar. Historia la interrumpió.
—Si es por mí, no lo hagas.
Ymir la miró de reojo y quitó la tetera de la hornilla. Se giró despacio y se sentó en el sofá sin decir nada, sólo esperando una contestación firme. De Historia no esperaba menos.
—Verás —continuó la rubia, quitándose la capa y sentándose a su lado—. Necesito ser franca contigo. Jamie y yo intentamos tener una relación seria, pasa mucho tiempo por estas tierras, como yo, y le encantan los críos. Me ayuda un montón con la administración del orfanato. Él está enamorado de mí, y bueno… no te voy a negar que nos hemos besado algunas veces.
—Lo respeto —dijo la soldado, sin añadir nada más. Historia la miró con aquellos enormes ojos, asintiendo despacio.
—No puedo engañarme a mí misma con él. No he sentido nada, no siento nada cuando me besa, sólo decepción de mí misma, viéndome forzada a pasar página cuando soy incapaz —Ymir la miró con un destello en la mirada que indicaba mucha precaución. Pero su corazón volvía a latir más fuerte. La rubia prosiguió. —No puedo olvidarme de ti, Ymir. Siento haberme presentado de esta manera y no haber podido ir a tu fiesta antes. Perdóname. No es la atención que mereces. No he podido evitar hacerlo porque… te quiero. Y porque aunque seas una bicha mala, me das mucha paz si sé que te tengo cerca… ¿me entiendes?
El corazón de Ymir iba a la par que el de Historia. Era sin duda el mejor regalo que le podían haber dado aquel día. No pudo aguantar más, y le susurró «Ven aquí» al atraerla a su regazo. La sentó a Historia sobre ella y se enterró en su cuello. Historia suspiró al notar la esponjosidad de aquella boca recorrerla. Los besos con Jamie habían sido rasposos y masculinos, y sentir el contraste de Ymir ahora, con su mentón terso y su lengua resbaladiza, le coloreó las mejillas de placer. Notó que de repente se ancló en un punto y succionó y con cariño la apartó de allí, haciendo que la mirara fijamente. Apartó su flequillo oscuro de sus ojos.
—Sin marcas, ¿serás capaz…?
—Haré lo que me digas —musitó la morena, y al verle los labios tan cerca la beso de nuevo, disfrutando de aquel nuevo intercambio de saliva. Sintió un imperioso deseo de despojarla de la ropa, tenía el corazón palpitando como un loco y la sangre circulando a mucha velocidad, pero a pesar de ello, se obligaba a respetarla y ser cariñosa, iba a ser la primera vez que dieran un paso tan grande, la primera que se conocieran tan íntimamente. Desabotonó la blusa de Historia y la abrió, separándose de su boca para observar su pequeño cuerpo femenino. Tenía poco pecho, un vientre contraído, la piel blanca y suave. Más se le colorearon las mejillas a Historia cuando la vio abrir la boca y meterse uno de sus senos, apretando con los labios y haciendo círculos babosos en el interior, endureciendo su pequeño pezón. Dio un jadeo quebrado y también empezó a desvestirla, lo que podía desde esa posición. Pero Ymir se separó de repente y fue quien se terminó de quitar su camisola. Se levantó y llevó a Historia sujeta bajo los muslos hasta la cama de la habitación, donde la recostó despacio y se tumbó dejando un espacio en medio. Las manos la despojaron a Historia del pantalón de equitación.
Historia la miró completamente desnuda, indefensa, su pequeño cuerpo expuesto a ella, sus ojos vidriosos viendo a Ymir estudiarla de aquella forma. La morena acercó la vagina de Historia al borde de la cama y se acuclilló, hundiendo la cabeza directamente entre sus muslos. La rubia dio un jadeo mucho más agudo al notar que la lengua de Ymir cruzó resbaladizamente su clítoris desde el principio. Irguió la cabeza para mirarla y se maravillaba de la poca timidez que esa mujer tenía. No sabía si había tenido otras experiencias previas, y si esas experiencias habían sido con hombres o mujeres. Pero su mente la evadió de pensar nada cuando la vio lamer sin descanso, parando sólo a pegar la boca si era alrededor del clítoris. Recogía todos sus fluidos con la boca sin ningún tipo de pudor, y en una de las veces incluso le escupió encima, volviendo a hundir la boca en aquella mezcla de saliva y fluidos. Historia apoyó un pequeño pie en el hombro de la otra, y cada vez que se contraía Ymir notaba un empujón desde allí, cosa que le parecía muy tierna. Sin piedad y de manera repentina, la penetró con dos dedos y logró que Historia arqueara con fuerza la espalda, gimiendo de placer y dolor.
—Ymir… es mi prim-m…era vez, ten cuidado…
Ymir se puso en pie y se bajó las bragas. Ascendió el cuerpo de Historia a la altura de la almohada en vez de tan al borde, y se tumbó sobre ella. Le levantó una de sus cortas piernas y ella cruzó su larga pierna derecha, forzando ambos cuerpos a adoptar una posición donde el roce de clítoris era obligatorio.
—He traído algo de Marley… son pastillas para eldianas… pero deja que primero te pruebe como mujer. No sabes lo satisfactorio que es esto para mí… —sonó Ymir casi sin voz, dedicada plenamente a vivir la experiencia de tener su sexo totalmente pegado al de la rubia. Como tenía una de sus piernas atrapada con la suya, y la otra permanecía levantada, Historia no podía salir de aquel enganche. Notaba con muchísima intensidad el roce en su intimidad cuando Ymir se movía, y esto la hizo dar un gemido repentino ante el frote. Los pechos de Ymir, ligeramente más grandes que los de ella, se chocaban con cada empujón, pero sus sexos no se separaban, sólo se rozaban con mucha fuerza, una sensación dolorosa y placentera a partes iguales.
—Ah… ah-ah… —Historia oía los gemidos de placer de Ymir, quien estaba meneándose con ganas sobre su cuerpo. Al acariciarla de un brazo notó que tenía el vello de punta. Historia se mordió el labio y acarició la mejilla de la morena, dejando su pulgar asomado en su boca. Ymir lo chupó, pero seguía meneándose con violencia. De repente, frenó en seco y descruzó la pierna con la que la tenía prisionera. Se chupó tres dedos y los metió en forma de gancho en la cavidad de la rubia. Ésta sintió una electricidad recorrerla, estaba bastante apretada. Levantó un poco la cabeza mirando hacia abajo y sólo vio la mano larga de Ymir metiéndole los dedos sin descanso. Le era una mano bonita, femenina, pero ella tenía los muslos tan pequeños que parecía grande a simple vista, una mano que se movía sin piedad contra su interior, chocándola tan seguido que pronto el impacto sonó como un chasquido carnoso. Entonces empezó a sentir mucho calor ante aquello y dejó caer la cabeza a un lado, suspirando fuerte.
—Voy a… ¡aaah! —Historia se apretó más aún, pues sus primeras palabras hicieron que Ymir se violentara más aún, ahora mordiéndole uno de los pezones. Tuvo un fuerte orgasmo, gritando, y mientras se relajaba apartó la cabeza de Ymir de su pecho, sobándoselo con mimo después de semejante encuentro. La morena sacó los dedos empapados de su interior.
—Espera a que me recupere… yo también quiero darte placer… —acarició el brazo de Ymir, y se lo apartó con delicadeza de allí. Aunque tenía las manos más chicas, al intentar hacer como ella y meterle tres dedos no pudo, Ymir tuvo una mueca de dolor. — ¡Perdona! ¿Te lastimé?
Ymir sonrió relajada en respuesta, ni aunque le hiciera daño le importaba una mierda, sólo estaba un poco cerrada de no haber sido estimulada aún. Le condujo la mano de nuevo a su entrepierna e Historia repitió el movimiento con más cuidado. Notaba la presión de las paredes vaginales de Ymir en contra del avance, y con cuidado se acuclilló sobre la cama. La miró desde arriba mientras se los introducía despacio. Ymir la atrajo de la parte trasera de la cabeza, acercándola a su rostro.
—Bésame con lengua mientras lo haces —le instó, e Historia obedeció. Cerraron los ojos y mezclaron sus fluidos una y otra vez, hasta que la rubia sintió que allí abajo era una entrada fácil. Ymir se empezó a poner nerviosa, notaba el orgasmo a punto de suceder, pero el cansancio de Historia en la muñeca hacía que esas paradas la dejaran constantemente con la miel en los labios—. Dame fuerte, pequeña, muy fuerte…
—Lo intento… —le susurró, apretando los labios y haciendo un esfuerzo por complacerla con mucha más rapidez. Volviendo a mirarla desde arriba para disfrutar de aquellas expresiones de placer que ponía, Ymir boqueaba como si siempre estuviese a punto. Parecía casi una lucha, haciendo que Historia siguiera penetrándola con sus dedos de aquella forma por más rato, porque era una sensación que la abrumaba. De pronto, entre sus suspiros salió un quejido más quebrado y supo que estaba a punto. Historia insistió en hacérselo rápido y observó orgullosa que Ymir se contraía y respiraba fuerte, abriendo los labios en un fuerte jadeo ahogado. Dio otro más, y de repente sintió un fuerte tirón de pelo que la morena le hacía desde atrás.
—Eres… increíble… —le soltó en pelo de inmediato, respirando con mucha dificultad. Historia respondió riendo como una niña, tocándose el cuero cabelludo algo afectado.
—Qué bruta…
—¿Te he hecho daño?
—Nada que haya que lamentar —le respondió, tumbándose encima de ella. Ymir la miraba drogada, completamente perdida, y sólo contestó con un largo suspiro de paz.
—Oye, eso que has dicho antes que te has traído de Marley… ¿a qué te refieres?