CAPÍTULO 6. ¿Y ahora…?

Anya no tardó ni diez segundos en saber que sus papis se habían besado. Se alegró mucho, tanto, que fue dando saltitos de alegría hasta que llegaron al tren. Aunque después de aquella media hora, los pensamientos repetitivos y exhaustivamente analistas de los dos en sus cerebros empezaron a marearla. ¿Tan difíciles eran las relaciones cuando uno se hacía adulto? ¿Había que darle trece mil vueltas a todo? No podían enterarse de la profesión del otro, bueno, ¡y qué! ¡Podían seguir besándose igual!
Anya chistaba negando con la cabeza y cruzada de brazos, como si en su cabeza les estuviera regañando a los dos por ser tan plastas consigo mismos.
En fin, se dijo. Anya se encargará de que sigan enamorándose hasta que esto termine de ser una familia oficial. ¡Mami y papi se quieren de verdad!
Anya abrazó dando saltitos a Bond y se acurrucó sobre él, encendiendo la televisión.
—De eso nada.
¡¡¡Paaaauuuh!!! —se quejó Anya cuando el rubio le quitó el mando a distancia de las manos—. ¡Anya quiere ver el nuevo episodio de Bondman! ¡Anya quiere verlo!
—Ni hablar, ahora toca un baño y a dormir. Mañana tienes que estudiar.
Anya fue farfullando en voz baja mientras iba al baño a desvestirse.
—Anya-san, ¿quieres que te ayude?
—¡Chí! —se oyó desde el baño.
—Gracias, Yor —sonrió afectuosamente, pero manteniendo su usual semblante de rectitud—, pero en cuanto la acuestes, me gustaría hablar seriamente contigo.
—Eh… ¡sí! —no le miró, volvió a darse la vuelta corriendo y se encerró con Anya en el baño. Se había vuelto a poner colorada.
A veces me cuesta creer que tenga 27 años. Es… cuanto menos, una curiosidad.
De la brusquedad al girarse, a Yor se le había caído un objeto pequeño del bolso. Loid se acuclilló y lo tomó entre los dedos, examinándolo de cerca: era uno de sus aretes espigados. Se puso en pie despacio observándolo de cerca. Siempre le habían resultado curiosos aquellos aretes. A Yor no es que le pegaran perlas o accesorios estrafalarios, pero sin duda siempre llevaba los mismos aretes y eran parte de su personalidad. Se preguntó por qué tendrían tanto significado.
Media hora más tarde
Anya se había quejado mucho durante su baño y mientras Yor la vestía con el pijama. Quería ver Bondma. Pero al cabo de sólo diez minutos donde la morena la arropó y se quedó charlando un rato con ella, se fue quedando dormida cual bebé. Estaba también derrotada, había andado muchas horas dentro del centro comercial. Yor sonrió al verla dormida y se puso en pie con cuidado. Volvió a su habitación y se quedó frente al tocador, cepillándose su sedoso y largo pelo negro. Tarareaba distraída una canción y luego dejó el cepillo. Se inclinó suspirando delante del espejo de mano, observando apenada que sus orejas no tenían ningún arete. Había perdido uno y no sabía dónde se le habría caído… pero si había sido en el centro comercial, ya lo podía dar por perdido. Pero el otro lo había metido en el bolso y tampoco daba ahora con él. Bufó algo apenada.
En lo que preparaba el uniforme para el día siguiente, la puerta sonó y se puso tensa.
¡Es verdad! ¡Loid quería hablar conmigo!
—¡L… Loid-san! ¡Ya voy!
—Sí, tranquila. Abre cuando puedas.
Yor se puso a mirar a izquierda y derecha como una posesa. La confianza en él estaba, y a razón de ello era un poco descuidada guardando u ocultando sus cosas. Pero sí tenia conocimientos en la creación de los dobles fondos en cajoneras y armarios. Guardó las armas que tantas vidas habían arrebatado en una caja muy plana y la escondió tras el segundo fondo del armario. Colocó por delante las perchas y enseguida se miró frente al espejo, comprobando que por lo menos tuviese un buen aspecto. Estaba sin maquillar, recién salida del baño caliente. Llevaba aún el albornoz. Respiró sonoramente y se anudó bien la cintura.
—¿Yor-san…? Si necesitas algún tiempo más, no te preo…
—N-no… no, pasa.
Quería quitarse esa conversación de encima cuanto antes. Ambos querían. Así que cedieron de mutuo acuerdo. Ella cerró la puerta y se quedó pegada a la misma, dejando apoyada poco a poco la espalda.
Loid había pensado una buena manera de tratar el tema.
—Bien. Yor —se giró de repente, aunque ella le retiró la mirada y le interrumpió.
—¡Lo… lo siento! ¡Yo…! Sé que no estoy siendo consecuente con lo que nos prometimos. Y siento si esto está afectando a tus planes. De verdad que no deseo importunarte. Mejor… olvidémoslo.
¿Olvidarlo?, parte de él sintió una indescriptible desazón. No quería olvidarlo. Tampoco iba a poder olvidarlo.
—Quiero que seas sincera —dijo, ignorando sus palabras—, dime por qué me has besado.
Yor frunció las cejas sin mirarle, completamente ruborizada, y apartaba más la mirada según él acortaba distancias.
—Porque… por… porque…
—Vamos, tranquila —la animó, hablándole despacio. Sonrió y se inclinó un poco a su rostro, pero sin perder el contacto visual. Yor no lo miraba a la cara.
—Porque… me gustas… y… eres tan cariñoso con tu hija… cuesta encontrar hombres así. ¡Supongo, tampoco los he buscado!
—¿Te gusto porque soy cariñoso con Anya? Hay padres más cariñosos que yo. Menos estrictos.
—Esa rectitud… es por su bien. Eres comprensivo cuando hay que serlo, amable cuando es necesario, y… gentil… no lo sé. No puedo explicarte por qué ha pasado. Lo siento mucho —bajó la cabeza, por fin había logrado decir una frase más larga. Pero el corazón le iba a tanta velocidad que creía que en cualquier momento le saldría humo por las orejas. Loid se puso recto lentamente, como si analizara sus palabras.
—No tienes por qué disculparte —dijo, sumiéndose en otro silencio.
El hecho de tener nervios de acero no lo hacía invulnerable. También sentía la claridad de sus propios sentimientos relucir, y más después de lo que ella acababa de decirle. Tomó aire lentamente y dejó caer también la mirada hacia el suelo, suspirando.
—Loid-san —dijo tranquila, con un aspecto de repente más determinante. Le habló con más seguridad, mirándole a los ojos—. No tienes que preocuparte en absoluto. He cometido un error haciéndotelo saber. No tenía que haberlo hecho. De todos modos, esto no interferirá en nada de lo que prometimos. Sé que necesitas una esposa para mantener la matriculación de Anya, y yo te prometí que lo sería.
Eso debería facilitar las cosas, pensó Loid.
—¿Sabes? —dijo, curvando una de sus pacíficas sonrisas. Yor le miraba atenta—. He sido un idiota. Poco razonable. Esto podía haber ocurrido en cualquier momento. Era algo con lo que teníamos que contar. Supongo que… teníamos nuestros motivos para seguir adelante ignorando esos riesgos.
—Yo… yo nunca lo pensé… pero empezó a pasar. No… no sabría decirte exactamente cuándo.
—No me parece justo hacerte pasar por esto sabiendo lo que sé.
¡Maldita sea!, chilló Yor en su propia cabeza. ¡Ahora va a dejarme! ¡Se alejarán los dos de mí…! Y otra vez tendré la preocupación de esos malditos espías encubiertos tras mi pista. Dios santo, qué complejo es el mundo…
—Lo acepto —dijo Yor, intentando sepultar el resto de pensamientos que se seguían escribiendo en su cabeza. No paraba de pensar en que la había fastidiado. ¿Cómo demonios se le ocurría besarle? ¿Acaso sabía algo de él, en un terreno más personal que no fuera ligado a sus trabajos o al Edén? —Tampoco quiero que sientas que estoy… tratando de usurpar una vacante o algo así.
—No —negó con la cabeza, sin dejar de mirarla—, de ningún modo.
Ni él mismo podía aportar información de la familia biológica de la niña. Pero Yor también se había tragado esa mentira. No había preguntado ni una sola vez cómo era, o por qué no había fotos con una esposa que jamás existió.
—Bien… e… entonces… ¿podemos ignorar lo que ha pasado en el cine y seguir con esta vida de tapadera, por favor? Jej… —dijo algo trastabillada, esforzándose por reír. Pero Loid no lo hacía. Sólo seguía mirándola fijamente a los ojos, y de pronto, sintió el calor de la mano masculina envolverle la mejilla. Apenas notaría cambio de temperatura alguno: estaba tan avergonzada que la piel le ardía—. Eh… Loid-s…
Él se inclinó y selló sus labios con un beso. Yor respiró una única y rápida vez, cerrando por inercia los ojos. ¿¡La estaba besando!?
¿Qué… QUÉ…?
No fue como en el cine. Loid dejó caer algo más el peso de su cabeza contra ella, uniendo más sus bocas, y Yor se puso algo nerviosa por la falta de experiencia. Trató de mantener la calma, pero no pudo. Su trabajo la había tenido tan absorbida tantas noches que, ¿qué demonios era besarse con alguien así? La relación más cercana que había tenido con un hombre era con su propio hermano Yuri, y evidentemente no hubieron esos besos. Loid sintió que empezaba a arrinconarla sin querer y se distanció un poco, permitiéndole el respirar.
—¿Estás bien…? —le preguntó, en un susurro.
—Sí… pero… ¿qué ha cambiado para que hayas decidido…?
—Nada —la interrumpió, sin dejar de mirarla.
Sólo ignorar mis principios laborales. No estoy trabajando. Te veo, y sé que no es así.
Yor suspiró y puso una mano en su hombro, algo preocupada. Parecía estar muy reflexivo.
—Loid…
—Estoy tratando de asimilar todo esto. No me hagas caso —murmuró, recorriéndole el rostro con una mirada apacible. Sonrió un poco, y Yor le devolvió poco a poco la sonrisa.
Parece una buena mujer. Si esto… se queda aquí… nadie de WISE tiene por qué preocuparse. Ni siquiera enterarse. Se pueden enterar de cualquier cosa que hagamos. Pero…
…
…no deberían enterarse de que es real también por mi parte.
Yor le seguía devolviendo una mirada cálida, con aquellos bonitos y grandes iris. Le sonreía con las mejillas aún rosadas, y aquel precioso cabello negro y flequillo adornando su frente. Loid volvió a inclinarse hacia su boca y tomó los labios de Yor poco a poco, saboreándolos en una presión suave, y situó una mano en su cintura. En el pasado, cuando aún era una desconocida para él, se había encargado de hacer un análisis completo de ella. No sólo mental, también físico. Estaba completamente sana de salud, tenía una fuerza impresionante. Era de constitución delgada, pero tenía marcas innegables de su forma muscular, especialmente en el abdomen y en sus brazos largos. Loid se excitó cuando la oyó balbucear más al recibir su lengua.
Era fácil excitarse con una mujer guapa. Insultantemente fácil. Lo había hecho decenas de veces y no le importaba. Todas tenían sus propios gustos, sus propias tradiciones, su propio umbral de placer y dolor. Dolor… dolor… eso le recordó que ella jamás había tenido una pareja estable. Eso no tenía por qué significar nada. Aunque estar siempre nerviosa y ruborizada con él le indicaba que no tenía mucha experiencia, ni siquiera besando. Volvió a sentir su propia excitación. Apartó la mano de su cintura para desanudarle el lazo del albornoz, y metió esa mano en el interior, conociendo por primera vez con las manos el tacto y la suavidad de su piel desnuda. Yor se tensó tanto que el propio Loid sintió cómo la piel se le ponía de gallina. Cortó el beso un solo segundo.
—Si me propaso…
—N-no… estoy bien. Es sólo que…
Loid la miró a los ojos aún directamente.
—No tenemos que hacer nada con lo que no te sientas cómoda.
Ay, dios, ¿y cómo le explico yo que jamás he tenido novio…? Si es que ya me vale… sabía yo que el trabajo me acabaría pasando factura.
—Es… es sólo que no tengo mucha experiencia.
—Yo sí —murmuró directamente, casi cortándola. El aliento cálido tan cercano de Loid la estaba poniendo de pronto más nerviosa… sumado al sentido de su frase. Claro que sí. Él tendría montones de experiencias, a pares. ¿Con cuántas mujeres habría estado? ¡Quizá le estaba insultando con aquellos pensamientos! Quizá sólo había estado con su ex mujer…
—Bueno… sólo… sólo quería avisarte por si… me notas torpe. Quiero hacerlo bien, porque eres tú.
—No te preocupes en absoluto. Deja que yo me encargue —dijo, aunque parpadeó nada más terminar la frase.
¿De verdad… voy a seguir adelante con esto? Con Yor no es como con las anteriores misiones femeninas. Esto lo estoy haciendo también por mí… siento que estoy haciendo esto porque yo quiero. Lo más probable es que todo lo que se salga del plan original, incremente los riesgos de estropearlo. ¿Y aun así voy a…?
Yor estremeció la pregunta en su cabeza, que se disipó como si nunca hubiese existido en cuanto le besó, con suavidad y dulzura. Ella también deseaba hacerlo. Los besos estaban siendo cada vez con algo más de confianza. Loid evaporó todo pensamiento que no estuviera enfocado en ella, porque ella… se lo merecía.
Sí. Nunca me he fijado en ninguna como para algo más. Y ella es algo más. En todo.
Metió esta vez las dos manos por dentro de su albornoz y acarició lentamente su estrecha cintura mientras seguían degustándose lentamente los labios. Yor permaneció más quieta, no quería tomarse confianzas cuando no tenía ni idea siquiera de si le estaba gustando el beso que le daba. Lamentaría su torpeza tarde o temprano, pero intentaría hacer de aquello una experiencia buena para él también. Porque él… se lo merecía. Completamente.
Aunque parte de esa determinación se tumbó cuando sintió que las manos del rubio se deslizaban por sus pechos, agarrando los dos al mismo tiempo, y seguían al instante por sus hombros con el fin de deslizar el albornoz por ellos. La prenda cayó y se encontró completamente desnuda, y su rostro rojo de la vergüenza. Loid sonrió un poco, tomó algo de distancia y se aflojó la corbata y los primeros botoncitos de la camisa.
—Hueles muy bien, Yor…
—Ah… ¿sí? —desvió la mirada, colocando sutilmente un antebrazo por delante de sus pechos. Loid trató de no ser demasiado mirón en lo que él igualaba las condiciones. Se quitó rápido todas las prendas, incluyendo los bóxers negros que le habían acompañado toda la jornada. Se preguntó internamente si a ella no le molestaría demasiado el hecho de no haberse tomado una ducha aún después de todo el día. Ella estaba recién bañada y se notaba.
—¿Prefieres que me dé una ducha antes?
—G… ¿qué… el qué? —le devolvió una mirada rápida, pero la volvió a desviar.
Él sonrió. Ni le había oído.
—Nada, bueno… si estás incómoda con algo, sólo dímelo.
Yor asintió varias veces, rápido. Pero no pudo moverse más, porque tampoco sabía si lo que se le pasaba por la cabeza era lo correcto o no. Miró su cama tragando un poco de saliva. Loid se le acercó por un lado y recogió su cara con la palma de la mano, volteándole el rostro delicadamente para tenerla de frente de nuevo, y allí empezó otro beso. Yor empezó a sentir que las piernas le flaqueaban, pero fue una sensación efímera, como de sorpresa por no saber calificar sus propios pensamientos. Pensó en ese par de segundos que Loid simplemente era perfecto, y cuan satisfecha estaba de repente de que la hubiera escogido. Cerró los ojos y se dejó llevar; sus manos se rodearon en su nuca y se puso de puntillas para corresponderle. Él flexionó unos centímetros las rodillas para separarla del suelo con las manos y la cargó sosteniéndola de los muslos, sin cortar el beso. Ahora podía sentirla bien. Era una mujer firme en cada palmo que la definía, notó su musculatura tensa, incluso en una zona que solía ser mullida en mujeres corrientes, como eran los isquiotibiales. Avanzó con ella y se paró al borde de la cama, donde lentamente descendió y usó como punto de apoyo su fornida rodilla. Manteniendo su espalda rodeada fue que la tumbó, y una vez se acomodó entre sus piernas, volvió a centrar una de las manos en su pecho. Yor suspiró frenando la sincronía que habían llevado hasta entonces.
—Yor… ¿qué es esto?
La chica abrió los ojos rápido y al ver lo que tocaba, se maldijo. Se le había olvidado por completo. La maldita sutura que le había realizado un médico ilegal hacía sólo tres días, poco antes de desembarcar del Lorelei. ¿Y ahora?
¿Qué vas a decirle ahora, Yor? ¿Qué vas a inventarte? ¿Por qué no le dices la verdad?
Se puso muy nerviosa. Desvió la mirada de sus ojos tan analíticos y le tembló de repente la voz. Loid, lejos de sospechar algo remotamente cercano a la realidad, agrió la expresión.
—¿Alguien te ha hecho daño y no me lo has contado? ¿Cuándo? ¿Quién?
—N… no… he… ha sido en el barco, pero no quería preocuparos a ninguno. Tuve mala suerte durante la cena de empresa y… me… me corté.
—No. Es una sutura menor. Dime ahora mismo quién te la ha provocado.
Parece de bala, dijo la mente masculina. ¿Me está mintiendo para proteger a alguien?
—¡Te prometo que no! Pero el médico que había a bordo… hizo lo que pudo.
Loid se sabía casi todas las caras de la tripulación debido a lo que pasó en aquella inesperada aventura. Sabía que había algún que otro médico, siempre preparado para casos como aquel, pero lo que más le chirriaba era la manera que habían tenido de suturarla. Parecía una herida de bala recién cosida. Y no es que hubieran realizado el mejor de los trabajos precisamente. Claro que, si no le estaba mintiendo y verdaderamente era un corte, entonces tenía explicación alguno de los trazos que había hecho aquel matasanos.
No, no, tiene que tener razón. ¿Acaso me ha dado razones para dudar? Parece que no sé vivir fuera del trabajo. Esto va a ser un desastre.
—Perdóname por no habértelo contado… no quería preocuparos… de verdad, Loid-san…
—Tranquila —dijo, tras unos segundos mirándola a los ojos. Algo en ella pareció aliviarse instantáneamente—. No pretendía insinuar nada.
—¿Podríamos… continuar?
Lois se relajó en cuanto sintió la tenue caricia de la mano de Yor en su mejilla. Le devolvió una sonrisa para tranquilizarla y asintió. Ahuecó un poco el espacio entre ambos cuerpos y se deslizó hasta su cicatriz. Le dedicó una inevitable mirada más, asegurándose de que por lo menos aquello estuviera bien cosido. Parecía que sí. Estaba bien unida la piel, aunque él notaba que no era un trabajo perfecto. Como era de pequeña magnitud, no tenía por qué quedarle marca si se cuidaba bien. Tampoco le importaría. Por fin, su mente lo dejó tranquilo del todo: cuando sus ojos vieron a algo más de distancia el cuerpo que tenía debajo, el instinto animal volvió a repiquetearle, como un picor placentero en su miembro y en su propia mente. Se apoyó en un codo al deslizarse hacia abajo y fue acariciándole la piel con la lengua, entre besos húmedos y mordiscos pequeños, que tensaban a la morena una y otra vez.
—Loid… no… no hace falta que empieces tan fuerte, si eso te da vergüenza…
Él se tuvo que aguantar la risa.
—Esto no me avergüenza en absoluto. Oírte decir eso sólo me hace pensar en lo tierna que eres —susurró, antes de abrir la boca y juntarla contra su montículo. Tenía un clítoris pequeño, bien encerrado entre sus dos labios vaginales. Separó estos con una lamida ascendente, y apretó la punta en el diminuto bultito que sintió, ya con los ojos cerrados para maximizar su concentración. Yor soltó inmediatamente un suspiro más sonoro y sintió que las piernas femeninas se le tensaban bajo las manos. A pesar de que no buscara volverla loca, quería saborearla bien, y sentir que se ponía nerviosa en ese instante le gustó. Comenzó a degustar sus pliegues con paciencia y suavidad, disfrutando cada lamida, y oyéndola suspirar en voz baja. Tenía los pezones totalmente erguidos, pero la expresión de su rostro era una combinación entre la tensión y el alivio. Introdujo primero un dedo sin parar de lamerla, ejerciendo una succión muy suave y rítmica sobre el clítoris. No costó nada. Con el segundo dedo, notó más tensión entre sus paredes. No apretó el ritmo en ningún momento, pero sí fue variándolo. Yor se arqueó de repente, con los ojos perdidos en un punto del techo, habían sido realmente pocas las veces que se había dado placer a sí misma. Pero tampoco hubiese podido provocarse eso que sentía en aquel momento.
Dios… ¿y si ahora me convierto en ninfómana y no puedo parar de pensar en esto?
Emitió un breve y sosegado gemido, sentía entrar sin mayor problema los dos dedos de Loid. Dejó de arquear la lumbar de repente y sintió muchas ganas de complacerle también. Así que le acarició la mano con la que le tocaba y le instó a subir a su altura; Loid retiró sus dedos y se los lamió, llevándose consigo el sabor de su cuerpo. Comenzó a dejar dimunutos besos en su mejilla, en la suave línea de su mandíbula, aunque tuvo que morderse el labio cuando la pelinegra concentró la mirada hacia abajo, pendiente a sus cuerpos. Porque inmediatamente después notó que le masturbaba a él. Loid apretó los dientes. Yor estaba concentrada y no le miraba, pero su posición ladeada hacia él, tal como estaba, la hacía tener los pechos apretados. Tenía las aureolas de los pezones grandes y muy rosas, le gustaron de inmediato.
M… mierda… tiene fuerza…
—Yor… —suspiró, entre placentero y dolorido. Pero Yor no parecía oírle. Había sentido cómo su miembro se le endurecía en su mano con aquel fuerte sube y baja y parecía empeñada en seguir. Loid ahogó un gemido de placer y situó la mano sobre la de ella, educándola en una velocidad más sosegada, pero sin menguar el agarre. Yor parpadeó excitada y subió sus ojos rojizos hacia los del rubio, respirando embelesada. Había calor circulando entre los dos rostros y cuerpos, pero se tenían tan cerca, que empezaron casi por inercia un nuevo beso. Loid acompañó los movimientos de la mano femenina un buen rato, y luego decidió seguir complaciéndose al recorrerla con las manos. Tenía un cuerpo perfecto. Jamás habría sabido el nivel de su deportividad si no llegaba a verla como Dios la trajo al mundo. Era perfecta.
Normalmente Loid podía controlar la eyaculación, especialmente… el momento, o si iba a hacerlo o no. En sus relaciones siempre había llevado la voz cantante. Pero tuvo que reconocer que le sorprendió que Yor no se cansara. Seguía con la misma mano, al ritmo que él le indicó, y el continuo vaivén sin despistar el ritmo ni un instante, empezaron a alertarle que si no cambiaba, terminaría por llegar al orgasmo sólo con su mano. Loid distanció sus labios de los ajenos y sólo volteó un poco la parte superior del torso, contorneándose para llegar al cajón.
Yor abrió los ojos y, veloz como una flecha, cerró el cajón con una velocidad y un arranque corporal casi inhumano, inyectándole los ojos directamente en las pupilas. Loid estuvo al maldito límite: le faltó el canto de una moneda para defenderse por acto reflejo y retorcerla de los brazos. Yor había reaccionado, y cuando se dio cuenta de su movimiento, abrió los ojos acobardada.
—Per… ¡¡perdona!! Es… hay cosas personales mías ahí… —dijo, y además, no retiró la mano del tirador del cajón. Loid la miró y asintió, apartando su mano de allí.
—Tienes toda la razón, he actuado sin siquiera acordarme de que este es tu cuarto. ¿Me permites que vaya a mi dormitorio a por preservativos?
Yor asintió muy rápido, aún con la expresión clara de sentirse mal por haberla cagado. Se abrazó las rodillas.
—Vuelvo enseguida —dijo él, sin tardar más.
Si no llega a reaccionar a tiempo ella misma… se repetía Loid por el camino, observándose la muñeca. Yor había situado los dedos de tal manera en su muñeca, y tan agitada, que juró que trataba de rompérsela. Intentó pensar en que fue sólo una impresión. Yor se apresuró a cambiar rápido de objetivo y volvió a cerrar el cajón. ¿Pero qué tanto secretismo? ¿Guardaría compresas ahí, o quizá… alguno de esos juguetes sexuales para mujeres? Quizá se había precipitado pensando que era virgen. Entreabrió la puerta de Anya y al oírla roncar en su hilo de voz aniñado, cerró despacio. Le hubiera parecido quizá un poco desproporcionado seguir con aquello sabiendo que la niña no estaba dormida. Loid fue a su habitación mientras su mente cavilaba acerca de lo que estaba a punto de hacer. Dudó. Pero fue a por los preservativos igualmente.
Yor decidió no abrir más el cajón. Era muy descuidada y tenía una buena colección de cuchillos allí… todos en el doble fondo. Pero había estado sacándolos últimamente con tanta asiduidad, que era lo suficientemente vaga como para colocar bien ese mismísimo doble fondo como correspondía y Loid podría darse cuenta. Entonces sabría que no era una mujer normal y querría romper el contrato. No podía ponerse a ordenar eso en aquel momento. Se tensó cuando Loid volvió a abrir la puerta. Pasó sigilosamente al dormitorio y cerró sin hacer el menor de los ruidos. Llevaba una línea de condones cerrados que colgaban de la mano.
—Loid-san…
—Tranquila. No suelo tener fallos tan tontos como pensar que estoy en mi dormitorio. Tienes derecho a tener tu privacidad —le musitó, calmándola. Yor relamió sus propios labios y asintió en un suspiro. Era perfecto hasta para eso. El hombre separó uno de los envoltorios del resto y tiró los demás a la superficie de la mesita de noche. Enseguida fue tumbándose de nuevo sobre ella, y cada poro de la piel que contactó con su cuerpo sintió una agradable calidez. Además, al besarla volvió a notar su fragancia corporal. Sin que se lo pidiera, volvió a notar un fuerte estímulo cuando notó de nuevo su mano masturbándole. El hombre emitió un gruñido de placer separándose de su boca y la acarició del pelo luchando por sobreponerse a la dominante sensación de querer ya penetrarla. Le quitó despacio la mano de allí, consiguiendo una mirada de curiosidad de ella.
—Me lo pondré —le susurró, separándose del todo. Mordió el preservativo y se lo colocó en menos de diez segundos. Yor había visto cosas sólo en algún que otro vídeo subido de tono, pero no era consumidora, y por primera vez, se sintió mal por ir tan desorientada en aquel ámbito. Nunca le había hecho falta y ahora se moría de ganas por hacerlo bien sin experiencia ninguna. Eso cargaría sobre ella si él no quedaba satisfecho… era en lo único que podía pensar. Le miró por el rabillo el ojo, ruborizada, y dio un suspirito breve para calmarse. Una vez que se puso el preservativo, él pareció olvidarse instantáneamente de su miembro y bajó la cabeza hasta uno de los pechos de Yor. Ésta gimió débilmente al sentir que succionaba. Además hurgó despacio entre sus muslos, palpando la humedad superficialmente. Loid hundió sólo un poco su dedo corazón, para comprobar que la entrada seguía impregnada de flujo viscoso. Justo lo que quería. Soltó su pecho y la miró desde allí, fijamente.
—Yor… ¿cómo te sientes? Si quieres detenerte…
—No… —le dijo rápido, aunque con la voz en un murmullo. Llevó una mano a su hombro—, no quiero detenerme.
Él asintió, ligeramente embobado al sentir su mano. Ahora no podía quedar en mal lugar siendo brusco o desangelado… aunque el instinto de querer devorarla no podía borrarlo de su mente. Tenía que ser caballero con ella. La quería. Hizo algo de hueco entre los cuerpos, irguiéndose unos centímetros para situar la punta de su miembro entre sus muslos; estimuló algunos segundos en un paseo vertical su punta endurecida, y finalmente dejó caer despacio ésta sobre el área minúscula donde notó su hendidura. Era ahí. Le iba a costar. Apretó sin fuerza las caderas, sólo dejando caer poco a poco su cuerpo, y enseguida sintió que Yor se tensó un poco. Bajó el cuerpo hasta que sus pectorales aplastaron sus pechos y la buscó en el cuello, con besos suaves. Siguió contrayendo la cintura hacia abajo, a ritmo muy lento, y luego hacia atrás. Volvió a apretar su miembro contra su cerrada abertura. Yor dio un suspiro más pesado y pasó un brazo por debajo de la axila de él, yendo a clavar sin querer las uñas en su omóplato.
—Eres… preciosa. Me encanta tu pelo —musitó en su oído y volvió a inclinarse sobre sus labios. Sintió casi al instante que la barrera corporal femenina cedía algo más, y aprovechó para iniciar un vaivén ligeramente más rítmico, pero no le entraba casi nada. Yor estaba colapsada. Le encantaba que le dijera todo aquello, la hacía sentirse muy especial. Los besos continuos con él, sintiendo su trabajada espalda sobre ella, todo la excitaba, todo menos esa enorme presión que tenía entre las piernas con él intentando abrirse camino. No le dolía. Era sólo eso. Presión molesta. Pero de pronto Loid juntó los labios frente a su boca, apretando su posición, y bajó el pulgar a su clítoris, donde comenzó un masaje que volvió a tensarla. Yor balbuceó en su oído y le mordió inesperadamente el lóbulo, haciendo que un instinto más bajo de Loid se activara y se hundiese con fuerza en ella, logrando entrar de golpe. Ambos dieron un gemido en la boca del otro, aunque cuando abrió los ojos vio en la expresión de Yor una contención de dolor.
—Vamos a dejarlo por hoy, te estoy haciendo daño —dijo preocupado. Yor abrió rápido los ojos y negó con la cabeza. De pronto se dio cuenta de lo poco femenina que había sido, le estaba clavando tantísimo las uñas en su espalda que por eso Loid estaba preocupado.
—¡Soy yo la que te hace daño! ¡Dios mío, te estoy marcando!
Él emitió una risita, entre nervioso y tranquilo. Efectivamente, el placer y dolor provenían de fuentes distintas. Yor le había clavado con mucha fuerza las uñas para sostenerse, pero había sido por embestirla tan repentinamente, casi sin cuidado. Estaba dejándose llevar por las emociones.
—Es por ir sin cuidado…
—Loid —le llamó, separando la mano de su maltratada espalda para acariciarle el pelo. Sintió vergüenza pero fue capaz de comunicárselo—, no quiero que te detengas… por favor. Quiero hacer esto. Es normal que sea algo molesto… ¿no?
—Las primeras veces… o si llevas mucho sin hacerlo, sí. Yo puedo notar también la presión. Pero para mí es una presión muy placentera. Estoy… al límite —reconoció en voz baja, cerrando un instante los ojos para suspirar sobre ella. El silencio se adueñó de la habitación tras esa frase, así que poco a poco, reanudó el movimiento de su cuerpo, retomando unas embestidas cortas y lentas, pero que poco a poco le iban dificultando el dominar su excitación propia.
Al cabo de largos minutos, seguían besándose enzarzados en el cuerpo del otro. El miembro duro y fuerte de Loid había logrado dilatarla mucho más de lo que creyó posible, y en un momento álgido, se puso nervioso al oírla gemir y apretó más el ritmo. Clavó la cadera una última vez en seco, excitado y con la mandíbula apretada para contener sus gritos, y la morena le observaba desde abajo atenta, notaba las venas de sus enormes bíceps y sus puños apretados a cada lado de su cuerpo. Su cara estaba bañada en sudor y también sus pectorales. Loid la empujó otra vez más y bajó cansado su mirada a la unión de sus cuerpos. Yor tenía las respiraciones totalmente alteradas. El trícep y todo el largo del antebrazo de Loid estaba señalado por hendiduras de sus uñas, a cada centímetro, del rato que llevaba sostenida a él para hacer frente a algunos empujones y a sus propios nervios. Él dejó caer rendido la cabeza. Jamás se había permitido el correrse en primer lugar, la satisfacción femenina era lo primero para él incluso aunque todos sus anteriores encuentros hubiesen sido de falso amor. El cuerpo de las mujeres era algo sagrado igual. Había que respetarlo y darle sus tiempos. Yor había sangrado al principio, pero habían continuado, y pese a que la notó receptiva en todo el encuentro, él ya no pudo aguantar más.
—Estoy agotada… —murmuró entre respiraciones, ella también sudaba. Loid sacó con cuidado el largo de su miembro de su cuerpo, oyéndola dar un pequeño quejido.
—No ha debido de ser agradable para ti —dijo con un tono reseco, retirando el preservativo usado y envolviéndolo en algo de papel. Llevaba tanto sin darse un homenaje que había descargado una buena dosis.
—Por favor… no digas eso —murmuró mirándole enseguida. Se irguió un poco sobre la cama y le rodeó el cuello con los brazos, sin permitirle alejarse demasiado— ¿podríamos besarnos?
—S… sí… —la miró asombrado. Pasmado, más bien. Era encantadora. Era gentil, buena, la mujer más sexy que había conocido nunca. Unió sus brazos tras su espalda para juntar ambos cuerpos y se fundieron en otro beso.