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CAPÍTULO 7. Paz culpable


Vi jamás habría elegido, en condiciones normales, quedarse de brazos cruzados viendo a su hermana entre rejas. Había perdido el control con Caitlyn, le había demostrado que no era mejor que su hermana… de hecho, haberla golpeado hasta dejarla inconsciente la convertía en un monstruo y no quería perdonárselo. Hubo algo que desencadenó aquello, aparte de la inconcebibe rabia y el terror que le producía no estar a la altura como protectora de Powder. Ella movía los puños con una fuerza antinatural porque tenía un don desde que era apenas una criaja. Siempre había tenido fuerza. Siempre había sido la más fuerte de su grupo de amigos. Siempre había derribado a los otros chicos del barrio. Era portadora de ese don, sí, y lo había llevado hasta entonces con mucho orgullo, pero jamás lo usó contra alguien que hacía algo… completamente legal y bueno.

Claro que encarcelar a un terrorista era lo que había que hacer. Si el terrorista hubiese sido cualquier otro, la misma Vi habría ayudado a Caitlyn a transportarlo a su celda. Pero Powder suplicándole y echándole en cara todo aquello la puso entre la espada y la pared. Y priorizó a su hermana.

Después de toda aquella cagada, para más inri, no había conseguido librarla de las esposas, Jinx no pudo escapar. La vergüenza la hizo esperar mucho tiempo antes de volver a sopesar la idea de contactar con Caitlyn. Pero como su derrota había ido a todos los niveles… antes contactó con otras personas. Otras personas malas, oscuras, que hacían cosas en laboratorios que no siempre eran bien vistas. Era uno de los muchos escondrijos que Sevika y sus secuaces frecuentaban. No podía acceder a éstos fácilmente, pero tampoco le interesaba eso. Lo que a Vi le interesaba era hacerse más fuerte y poder ayudar a los demás así. Poder ayudar a su hermana.

Con ese precedente, Vi cometió el segundo error imperdonable. Pero faltaría tiempo y una segunda vivencia horrible para pararse siquiera a pensarlo.

Unos días después

Ekko había discutido largo y tendido con Vi las dos semanas que Jinx llevaba encarcelada. Para él, la opción más pacifista era dejarla allí, ya que la niña que él conocía no era la que estaba ahora marcada por la vida. Demasiado imprevisible, demasiado dañina para dejarla vivir en sociedad. La había visto sonreír cada vez que detonaba una bomba o cada vez que los casquillos llovían por su arma de cara pescado. Muy a su pesar, la ayuda que Jinx precisaba no podían dársela ellos.

Me gustabas, hasta que empezaste a hablarle a tu arma.

Sin embargo, Vi no paró de maquinar estando en solitario. Todas las opciones que tenía eran muy absurdas y peligrosas, y las poquísimas donde cabía posibilidad de que Jinx acabase libre, ella entraba automáticamente dentro de la celda en su lugar. Si tenía que sacrificarse por su hermana pequeña, lo haría. Ya no tenía nada que perder. Pero quería antes estudiar todas las posibilidades.

Muchas eran las mañanas donde volvía a mirarse al espejo con desagrado y pensar lo mismo.

Lo había perdido todo. Había perdido la confianza de su hermana, las esperanzas en que hiciera algo bueno por ella. Y había perdido también a Caitlyn.

Ya sabía lo que era vivir en prisión. Nada le asustaba.

Cementerio fronterizo

En el ascenso de las escarpadas rocas que conformaba el paseo del cementerio, Zaun se transformaba en Piltover y las tumbas estructuraban la frontera, el paso de una ciudad a otra. Se consideraba que, a menos que existieran mausoleos familiares, los difuntos podían enterrarse a un lado u otro sin pagar tarifa, de hecho, el terreno mil veces más amplio del ala superior hacía que casi todos los familiares se decidieran a enterrar arriba a sus seres queridos. Antes de tomar un rumbo u otro, Vi necesitó una inyección más del pasado. Atravesó los caminos que dirigían a Piltover y finalmente llegó hasta las lápidas donde se encontraban sus padres. Era la primera vez que las visitaba, yacían juntas cerca de un pequeño prado donde otras cientos de lápidas se esparcían. No había flores ni signos de que ninguna cortadora de césped hubiera pasado en mucho tiempo. Sin embargo, no mucho más lejos de allí, podía distinguir a las distintas personas que oraban por sus seres perdidos, de todos los colores y vestimentas. Aspiró profundamente y sintió contraerse su garganta.

Francamente, si aquello significaba estar vivo, su vida estaba siendo una mierda.

No había pasado una sola noche donde no recordara con horror lo que le hizo a Caitlyn. ¿Cómo había podido ser capaz de pegarle? Y peor, pegarle de aquel modo tan animal… ya nada parecía diferenciarla de su hermana. ¿Se habría vuelto ella también trastornada?

Siendo comprensiva conmigo misma, podía llegar a excusarse.

Pero Caitlyn no la perdonaría. Y ese pensamiento empezó a irritarla a cada nuevo paso que daba por el cementerio. La hierba verde iba acortándose, cada vez mejor cuidada, más olorosa, estaba atravesando la zona general para acercarse a las cuadrículas de las familias más influyentes y acaudaladas. Allí hasta los epitafios eran más largos, con letras mejor conservadas en la piedra y numerosos colores en las flores que los adornaban. Para cuando llegó al mausoleo de los Kiramman, tenía los ojos completamente enrojecidos y las mejillas brillantes de todas las lágrimas que había desprendido por el camino. Apretó los puños en el interior de los bolsillos de su chaqueta, tratando de no volver a compungirse. Ya nada podía hacer al respecto. Lo hecho, hecho estaba, se merecía la ignorancia de la vigilante. Y en parte era mejor, porque Cait no se merecía alguien de tan baja calaña, incapaz de demostrar amor como era debido. Al final, resultaba que Jinx tendría razón: abandonaba a sus seres queridos, de una forma u otra. No había apartado a Caitlyn de su lado. La había empujado y machacado a golpes para espantarla.

—No sé qué crees que haces —se escuchó una voz—. Pero hay guardias no muy lejos de aquí.

A Vi se le encendieron los ojos. Era la voz de la vigilante. Rápida como el rayo se giró y se la encontró en una esquina del mausoleo. Justo estaba irguiéndose, después de haber cambiado unas cuantas rosas rojas por otras de mejor color. El ramo antiguo lo dejó igualmente a un lado. Kiramman no levantó la mirada de la tumba de Cassandra. Se quedó de pie, tranquila, y respiró despacio.

—Márchate —dijo la morena al cabo, percibiendo de soslayo que Vi no se había movido.

—Me voy… me voy. Pero… —arrastró las palabras con mucha dificultad, acercándose unos pasos más. Caitlyn dirigió su mirada hacia ella eso provocó que la otra dejara de andar. La pelirrosa se dio cuenta de que aún tenía una pequeña señal en la nariz y en el labio inferior de los golpes más contundentes que le había dado hacía ya un mes. Se quedó sin habla. Sin moverse. Parpadeó al cabo de varios segundos, muda.

—¿Pero qué? —dijo la otra, un poco impaciente.

—Siento… siento que… lo que…

Cait frunció un poco las cejas y la miró con más fijeza, cruzándose de brazos. La dejó hablar, pero Vi parecía no salir de su mutismo.

—La policía te busca —dijo fríamente Cait, devolviendo la mirada al epitafio.

—Aquí me tienes. Ponme las esposas y acabemos con esto de una vez.

—No estoy de servicio. —Dijo, restándole importancia. —Y tu hermana ya está donde tiene que estar, que era lo que más me preocupaba como sheriff… y como civil.

—Ya la tienes, y ya se encargará Stillwater de arruinarle lo que le quede de juventud. ¿Hay algo más que pueda hacer por ti?

Caitlyn no tuvo claro si le estaba gustando la elección de palabras de Vi. 

Y por su parte, Vi sentía a la perfección el dolor en los ojos cabreados de Caitlyn. Estaba muy triste. Como no respondía, volvió a intervenir.

—Pero… independientemente de todo esto… yo… —se acercó un poco más. Al cuarto paso quedó justo al lado de la vigilante y trató de alcanzarla de una mano, pero en ese momento Cait la levantó para apartársela. —Entiendo que tengas tus reservas… —repitió apenada, la misma frase que ella le dijo una vez—, pero por favor, lo único que quiero que tengas presente es que estaba muy fuera de sí en aquel momento, jamás te haría nada parecido.

—Parece la frase de un maltratador.

—¡Por favor! ¡Caitlyn…! Es mi hermana, por favor… en momentos como aquel la sentía como una hija indefensa… por favor… es mi punto débil, vi que la oscuridad le venía demasiado grande. Sólo… sólo necesito que sepas que jamás he querido hacerte daño alguno.

Caitlyn cerró despacio los párpados e inspiró hondo, volviendo a abrirlos. Se quedó mirando la hierba.

—Ya lo sé —dijo al poco, en un hilo de voz. —Lo sé.

Vi no pudo aguantar más toda la mierda que llevaba dentro y su expresión cambió radicalmente, como si se transformara en un niño asustado al que le acababan de robar algo. Empezó a sollozar sin poder ocultarlo, se llevó las manos a la cara. Caitlyn se sorprendió internamente, aunque su rostro sólo cambió para mirarla, sin dirigirle la palabra.

—Te juro que no he parado de sentirme como una mierda desde entonces… me cortaría las manos antes que volver a hacerte algo así… te lo juro. Perdí el control y eso no volverá a ocurrir. Jamas exigiré tu perdón… pero no podía quedarme callada con esto. Necesito que sepas que… q-que… pese a todo… te… te q…

—Vi —la cortó suavemente, en un murmullo. Se movió hacia la pelirrosa pero mantuvo los brazos cruzados. Vi sin embargo no podía mirarla, se moría de la rabia y de la vergüenza por su conducta. Seguía llorando, incapaz de continuar la frase que dejó a medias. —Escucha, Vi.

—Sé que no es una excusa, te juro que lo sé, pero peleabas y esquivabas muchísimos de mis movimientos, y cuando vi que se llevaban a Jinx y que con mis puños no era suficiente para detenerte, algo oscuro se me activó dentro… no… no puedo explicarlo… maldita sea… tienes que creerme…

—Te creo.

—Yo jamás te haría ese daño conscientemente.

Cait cerró de nuevo los ojos y soltó bruscamente el aire por los labios, como si el tema la agotara. Miró a otro lado y se mordió el labio inferior, negando despacio con la cabeza.

—No sabes la fuerza con la que me estabas pegando.

—Cuando salí de ese trance, me di cuenta. Antes no. Claro que no…

—Me partiste la nariz y las costillas.

Vi cerró los ojos fuerte y se clavó las manos en la cara, llorando con más fuerza. Caitlyn empezó a notar una incomodidad horrible, una punzada de dolor y angustia pura. Vi sufría de verdad. Parecía no conocer el alcance de sus golpes aquel día. 

—No voy a pedirte que la liberes ni que aceptes mis disculpas. Sólo… solo que me creas. Que me creas de verdad, porque te juro que ni yo misma entiendo qué me ocurrió aquel día… por favor.

 La vigilante tragó saliva y bajó la mirada hacia ella.

—He dicho que te creo, Vi.

Vi se puso recta despacio, con el rostro cubierto de lágrimas y los labios rosados. A medida que intentaba centrar la mirada en ella y veía y esos rasgados iris turquesas que tanto le fascinaban, dio un suspiro y la acabó abrazando con fuerza. Ascendió un poco su cara y al pasar por su cuello se detuvo, quedándose allí unos segundos. Pegó la nariz a su piel, pero en el instante en que lo hizo Cait tuvo un escalofrío y la agarró de los hombros, impidiéndole continuar. Vi se alejó casi tiritando, mirándola como un niño pequeño al que le han quitado la comida. Puso un puchero que no pudo contener y miró a otro lado, una nueva lágrima ardiente salió fugaz de su ojo.

—Me crees… y me puedo conformar con eso.

—…

Caitlyn no dijo nada, sólo la miraba fijamente, y poco a poco despegó las manos de sus hombros. Vi se humedeció el labio y negó con la cabeza.

—Si mi hermana estuviera en sus cabales, yo no hab…

—Vi —la cortó, sin siquiera elevar la voz. —Tu hermana necesita una ayuda que tú no le puedes proporcionar, de lo contrario, seguirá haciendo todo esto… está donde tiene que estar, sólo hay que esperar a que se celebre el juicio para que yo intente situarla en un buen centro médico. Haré lo posible porque pueda superar sus t…

—Pero tú qué eres… un… ¿¡un ángel!?

Vi arqueó las cejas y también las frunció, en un gesto que más que dolor, era admiración y tristeza inconcebible. Sin siquiera pensar situó las manos en los brazos de Caitlyn, que en ese momento paró de hablar y juntó los labios, mirándola fijamente.

 Sin siquiera pensar situó las manos en los brazos de Caitlyn, que en ese momento paró de hablar y juntó los labios, mirándola fijamente

—Eres un ángel… —repitió—, ni siquiera es necesario que hagas la mitad de cosas que intentas…

 —repitió—, ni siquiera es necesario que hagas la mitad de cosas que intentas

—Sólo intento ser… pacificadora. En la medida de lo posible. —Respondió, tranquilizando los hombros. Esta vez, no la apartó.

—Pienso pagar por su tratamiento, sea lo caro que sea. —Caitlyn dirigió una mirada fugaz al epitafio de su madre y pareció hacer recordar algo a Vi. —Cait… —prosiguió— No tengo palabras para describirte. Eres… eres…

La abrazó con fuerza de nuevo, escuchándola dar un breve quejido al estrecharla con los brazos, por lo que aflojó. Seguramente aún tenía algo de dolor en las costillas. Caitlyn se quedó quieta, con las manos abiertas pero sin saber si corresponder. Vi suspiró en su hombro y se acomodó allí, sintiendo su cuerpo.

—No sabes cuánto te he echado de menos, cupcake…

Caitlyn inspiró hondo y bajó la mirada. Se sintió débil, pero acabó posando las manos en la espalda de Vi.

—En serio —continuó la de pelo rosa. La otra mantenía los ojos abiertos mientras la abrazaba, pendiente a lo que decía. Como cualquier enamorada, se conmovía. Notó que se le acercaba demasiado al oído. —Eres la única vigilante que vale la pena… todo el mundo debería saberlo. Eres única. Y en algo sí que no me equivoqué… estoy enamorada de ti, nada puede cambiar eso. Aunque yo sea una persona de mierda… tú… eres increíble…

—No eres una persona de mierda, Vi…

Caitlyn suspiró, notaba sin parar las lágrimas calientes que le caían a la chica por la mejilla, sentía esa humedad en el cuello al tenerla tan cerca. El abrazo se cerraba. No quería mostrarse tan receptiva, pero no podía evitarlo. Escuchar a Vi hablando a corazón abierto, teniendo en cuenta que estaba empeñada en decir que eran agua y aceite… era muy fuerte. Los hechos la habían sobrepasado.

—Jamás podré enamorarme de otra persona que no seas tú. Jamás como me ha pasado contigo.

Catlyn tragó un poco de saliva al escucharla y empezó a acariciar la espalda de Vi. Pero apenas unos segundos después, ya que no le contestaba, Vi distanció un poco la cara de su hombro y paseó la punta de la nariz por la mejilla, muy lentamente. Caitlyn frunció débilmente las cejas al darse cuenta de su acercamiento. Iba dispuesta a frenarla de los hombros, pero justo entonces Vi se aventuró a hacer algo con lo que ni la propia Vi estaba de acuerdo: esclava de sus propias necesidades y sentimientos, le movió la cara, le dirigió los labios hacia los suyos con una mano y acopló su boca con la de la vigilante. Caitlyn puso las manos en el pecho de la otra y trató de empujarla, pero Vi la sujetó de la lumbar y ladeó la cabeza despacio… la besó con dulzura. Con toda la dulzura, el poco cariño que le quedaba. Caitlyn hizo un chasquido al separar los labios y mover la cara, pero enseguida Vi le persiguió la boca como si fuera una droga; logró que volvieran a unirse. Los labios de Caitlyn se resistieron los primeros segundos, pero cuando Vi encerró cariñosamente una mano con la de ella y la acarició, la vigilante empezó a sentir que las cosas se le volvían mucho más difíciles. Vi notó que su chica respiraba sonoramente y se despegaba despacio, respirando.

—No me hagas esto…

—¿Te estoy incomodando? ¿Ya no quieres… que te bese?

Caitlyn cerró el puño, apoyada sobre la pechera de Vi, y llevó la mirada hacia ella.

—Para mí esto no es ningún juego. No puedes acostarte conmigo y luego… pasar de mí. Sé que tienes problemas, pero no hagamos el amor si al día siguiente pretendes huir.

—No lo haré.

Caitlyn abrió los ojos, sin entender nada.

—¿Es que acaso ahora quieres algo más?

—Simplemente he dicho que no lo haré, porque no lo haré. He prometido que no te volveré a hacer daño nunca más.

Caitlyn la miró fijamente, no paraba de hacerlo, como si intentase calar bien en cada palabra que decía. Vi subió una mano a su mejilla y la acarició dulcemente.

—Bésame… —continuó Vi.

La vigilante bajó ahora sí la mirada, algo indecisa. Vi era bastante más lanzada, a pesar de que Caitlyn fue la primera en exponer sus sentimientos la noche donde hablaron juntas con el Consejo. Ahora lo que le preocupaba era que volvieran a cambiar las cosas a peor, no se fiaba demasiado de que la seguridad en Stillwater retuviera por siempre a Jinx, había que ser rápido y actuar con mucha precisión. Pensaba en todo esto cuando de repente sintió los labios húmedos de Vi en el cuello, besándolo con lentitud y cariño. Dulces besos que se desplazaban hacia su barbilla y luego hacia su comisura. Caitlyn suspiró y dirigió la boca hacia Vi, era lo que estaba buscándole, pero por descontado, ella tampoco podía seguir negándose a sentir lo que claramente era amor y una potente atracción. Cerró los ojos y movió suavemente sus labios sobre los de la luchadora, despacio, y con el corazón bombeándole a toda velocidad por las cien sensaciones que sentía. No todas eran buenas. Parte de ella se sentía vulnerable, estaba dejando que de alguna manera, Vi se saliera con la suya. Pero… ¿acaso no era lo que ella misma quería?

 Vi también tenía los ojos cerrados, totalmente entregada, y se dedicaba a acariciar su esbelta cintura, una y otra vez. Moldeó los labios contra los de la peliazul con cada vez más pasión, chocando húmedamente la lengua con la de Caitlyn. Sentía que la otra aún tenía alguna que otra reserva debido a los últimos acontecimientos… al final, con esa conexión de lenguas, logró que la otra le siguiera el juego más excitada. Había algo maligno y sensual en sacarle esa parte a Caitlyn, o al menos, así lo sentía la pelirrosa en cada fibra de su ser. Deseaba hacerla suya, de la misma manera que deseaba encenderle la llama. Habían pasado por demasiado, era cierto, y jamás esperó que la vida le brindase una segunda oportunidad después de lo imperdonable que fue su conducta.

Zaun

La carga sentimental que le suponía desatender a Powder solía quemarla por dentro. Esa tarde, por primera vez en varios meses, Vi se sintió en paz.

Le gustara a Vi o no, Caitlyn era una especie de medicina. Lo había sido antes y lo estaba siendo ahora. ¿Era un problema? Muy probablemente sí, pero tenía que reconocer algo que la hizo sentir aún peor: en aquel momento, justo en aquel momento en que cruzaban la puerta de la habitación de motel de mala muerte donde se hospedaba, agradecía que Jinx estuviera entre rejas, y no espiándola. Nadie la espiaba, era una relajación. Nadie la juzgaba como hermana. La única vergüenza que podía sentir ahora no iba más allá de la ofrecida por el desorden y la suciedad que poblaban aquella habitación. El motel era probablemente el peor de la ciudad subterránea y la mitad de los muebles estaban deteriorados. Pero Vi llevaba el último mes malviviendo allí porque era lo único que se podía permitir, y todas sus pertenencias estaban acumuladas en unas cajas del rincón. Caitlyn ni siquiera pareció fijarse en eso. De un portazo las muchachas entraron y se apalancaron contra la puerta, continuando un apasionado beso que no acababa. Caitlyn estaba totalmente entregada, sus labios se movían sin descanso contra los de Vi una y otra vez, y otra vez, escuchándose el chasquido labial que acababa con un beso para comenzar con el siguiente. Vi suspiró y apretó con ganas una de sus nalgas. Dio un impulso al agarrar las dos y la alzó rápido del suelo, pegando la espalda de la vigilante contra la pared mientras seguía degustando su boca. Caitlyn la despeinó al acariciarle el pelo con sus largos y finos dedos, la tomó de la nuca para seguir profundizando en el beso. En un momento dado, la sheriff palpó las mejillas de la chica y detuvo poco a poco el beso, sonriendo al sentir cómo Vi se le intentaba arrimar para volver a capturar sus labios. Cuando la miró de vuelta se quedaron calladas, observándose de hito en hito, hasta que la más alta le susurró.

—Yo también te quiero. No quiero que esto acabe.

Vi la miró fijamente, tragando saliva y bajó la mirada a sus labios. La despegó de la pared y cargándola como la tenía, caminó hasta la cama individual, hecha un caos. Tumbó a Caitlyn y se posicionó sobre ella, acariciándole el rostro con los dedos.

—Así que me quieres, ¿eh?

Caitlyn se sonrojó un poco al ver que le hacía un chiste en lugar de responderle lo mismo, soltó una risa suave.

—No seas tan creída…

—No soy creída —sonrió—. Soy tremendamente afortunada.

Caitlyn sintió que en su cuerpo volvía a florecer ese cosquilleo fuerte, potente, fruto de lo que la pelirrosa le hacía sentir cada vez que la miraba y le decía semejantes cosas.

—Eh, quiero que vuelvas a sonreír. Eso es… Sonríe… que quiero ver esas paletas separadas tuyas. Esas que me enamoran… —rozó la nariz con la de Caitlyn, que por descontado, estaba muy intimidada. Le encantaba su sonrisa y no se cansaría de hacérselo saber. Caitlyn la siguió con la mirada y cerró los ojos cuando el rostro de Vi se volvió a chocar con el suyo, conectando sus labios suavemente. De pronto notó un brusco tirón en sus prendas: Vi le desabrochó la blusa que llevaba de un tirón seco, que despidió dos botoncitos, aunque la cara le cambió al no esperarse que no llevara lencería abajo. Caitlyn se ruborizó enseguida, pero trató de que no se le notara, se sentía muy expuesta… Vi le veía los senos, pero estaba completamente vestida, había desventaja.

—Hmpf… —emitió un quejido de gusto cuando bajó hacia abajo, continuando con la apertura de todas las prendas, incluyendo la bragueta del pantalón. Sonreía con una malicia característica de ella. La desvistió y le bajó los pantalones de un tirón más, desnudándola casi por completo.

—Espera, Vi…

—Disfruta. No me digas nada ahora. —Sonó algo imperativa, haciendo que Caitlyn dejara de hablar. Ésta dejó caer con fuerza la cabeza sobre la almohada, notaba que Vi le quitaba las botas y el pantalón a una velocidad apabullante. Cuando volvió a mirarla se le subieron todos los colores, porque Vi le devolvía una mirada lasciva y fija, con sus potentes ojos azules, mientras le separaba las bragas a un lado y empezaba a lamerla en su entrepierna, mojándola enseguida. Caitlyn suspiró por la nariz y contrajo el abdomen involuntariamente, al sentir una ráfaga eléctrica de placer. La otra empezó a lamer como un perro, una y otra vez, raspando un poco el área clitoriana, apartó finalmente las bragas hacia abajo. Cait cerró los ojos para concentrarse… cuando de pronto Vi la agarró de las piernas, apretó los labios e hizo fuerza para girarla bocabajo.

Caitlyn frunció el ceño y giró un poco la cara para ver adónde iba, la vio agacharse frente a una bolsa y sacar un instrumento. Ni siquiera tardó más de treinta segundos en regresar. Se bajó los pantalones y las bragas y se ajustó el strapon a la cintura con las correas. Esta vez no llegó a preguntárselo.

—Hazlo con cuidado… —murmuró Cait, algo nerviosa. Oyó cómo Vi lanzaba un escupitajo directo a la punta, masajeaba el dildo y lo ajustó a la entrada de su cavidad vaginal. A la mínima que empezó a introducírselo Vi notó que la espalda de Cait se contraía, cerrando fuerte los puños en las sábanas. Sonrió con malicia y se sacó el otro juguetito, un vibrador pequeño. Al activarlo, metió un brazo por debajo del abdomen de Caitlyn, pegándose bien a su espalda y situando la zona de vibración directa en su clítoris. Lo encendió. Caitlyn arqueó la espalda al notar semejante estímulo allí tan repentinamente y dio un jadeo.

—Sh… mi ángel… mi cupcake… hey, tranquila. Yo te he prometido que no te iba a hacer ningún daño. Quiero que disfrutes… lo quiero de verdad.

Caitlyn se relajó al sentir las caricias de Vi sobre su cintura. Vi miró a otro lado para concentrarse bien dónde estaba tocando y cuando sintió la zona que quería, apretó de nuevo el botón de encendido. Caitlyn se intentaba acomodar mejor bajo su cuerpo, aunque la vibración no tardó ni seis segundos en hacerla sentir un inmenso placer. Prefería los dedos de Vi, de eso no había duda, pero la maldita maquinita era feroz, era tecnología hecha para lograr un orgasmo rápidamente. Vi sonrió cuando la oyó suspirar bajo ella, con los ojos cerrados y apretando más los puños alrededor de las sábanas.

—¿Bien, pastelito…? —murmuró Vi, y la mordió en la oreja. Caitlyn dio un gemido al sentir todos los poros de su piel erizarse, empezaba a estar en el límite. Abrió los labios y emitió un gemido muy suave y femenino, al sentir que Vi empezaba a chocar despacio sus caderas contra sus nalgas, dilatado su vagina poco a poco.

—Ah…

Caitlyn se contrajo por la explosiva mezcla de sensaciones, la otra detuvo los besos para ver bien su expresión. Sólo le interesaba verla disfrutar. Sacó el vibrador, lo escupió y volvió a apretarlo contra su clítoris, algo que hizo que su chica se retorciera un poco por la brusca excitación de repente.

—¿Mejor, cupcake?

La chica asintió en respuesta, sin hablar, había empezado a emanar sudor de su cuello. Vi pesaba. No le molestaba, pero notaba su peso.

—¡Ah…!

Vi se mordió el labio al oírla jadear, e igual que si fuera un animal desbocado, empezó a medir menos su tacto. Sólo de verla y oírla le entraban ganas de masturbarse. Respiró roncamente y empezó a chocarse contra su cuerpo con más velocidad, dejando tirado en la cama el vibrador.

—Dios… —suspiró la morena, clavando las uñas en la cama. De pronto dio un jadeo más elevado cuando Vi la levantó de las caderas y la posicionó cerca del borde de la cama. Ajustó mejor el strapon a su cintura, cuando la colocó como quería, a cuatro patas gateando. La alcanzó del pelo y comenzó a penetrarla a un ritmo lento, pero continuado. Le dio un tirón de hacia atrás desde su cabellera que forzó a Cait a colocar bien las manos en la cama. La vigilante no dejaba de suspirar, una y otra vez, y de pronto, Vi dejó de metérsela para introducirle dos dedos, notando una buena jugosidad entre sus piernas. Apretó los labios y enrolló su largo pelo en una mano; retomó el strapon y empezó a follarla desde atrás con más profundidad, rapidez y ganas. Lo que podía ver desde su posición era a Caitlyn sometida, a cuatro patas, con los labios abiertos y los ojos cerrados en una expresión de placer fuerte. Vi lanzó un suspiro excitada y se chocó contra ella con más fuerza, hasta que sus pieles empapadas por lubricación y sudor comenzaron a escucharse más y más seguidas. Vi apretó ahora sus dedos en el clítoris ajeno y Cait soltó un grito breve que la tensó enteramente.

—V…voy… a…

—¿A qué? Dímelo, cupcake.

Caitlyn abrió de nuevo la boca, incapaz de controlar su expresión facial, Vi se estaba chocando muy fuerte contra ella y la manejaba del pelo, le gustaba. Al sentir cómo apretaba de nuevo la mano en su clítoris un escalofrío le recorrió toda la columna.

—Voy a correrme… —dijo en un susurro, con la boca abierta. Con el ritmo brusco que llevaba, los pechos de Caitlyn botaban con rapidez, respondiendo a las embestidas. Empezó a jadear mucho más agudo y su espalda se tensó. Vi sonrió con picardía, mirando embelesada cómo el dildo con el que la penetraba hizo un chasquido jugoso en cada embestida, empezando a salir más lubricado cada vez. Vio que Caitlyn ponía una expresión de placer repentina y, al predecir que iba a volver a gritar, se apresuró a taparle la boca, ahogando sus gemidos intensos. Al cabo de un corto momento, un gemido más largo sonó tras la palma de Vi, sintiendo cómo sus muslos temblaban bajo el cuerpo de la luchadora. El temblor era involuntario, Vi se dio cuenta fácilmente de que la había hecho correrse. Justo cuando su último jadeo acabó dio otro más anestesiado, cerrando los ojos. Dejó caer la cabeza sobre la cama respirando profundamente. Vi le liberó la boca y dejó de penetrarla con el strapon, la giró y comenzó a besarla, sin dejarla siquiera recuperar el resuello. Caitlyn correspondió a su beso totalmente hipnotizada, su abdomen no dejaba de moverse arriba y abajo por el cansancio, pese a ser la que menos había hecho. En uno de los fogosos besos se separó costosamente.

—Yo también quiero darte placer…

—¿Crees que esto no me da placer? —musitó en sus labios, sin dejarla responder, al volver a callarlos con un beso. Caitlyn emitió un suspiro de excitación al sentir la juguetona lengua de Vi en su interior, pero al cabo de unos segundos la separó y la agarró de las mejillas, mirándola fijamente.

—Deja que yo te haga el amor de esa manera también.

—¿De esa… manera…? —rio con perversión, mirándola desde arriba. Caitlyn bajó la mirada al aparato que todavía estaba bien atado a la cintura de su chica, y ascendió la mirada a ella.

—Sí, déjame utilizarlo contigo.

Vi dejó de sonreír despacio, sin quitar la mirada de sus ojos celestes. Se humedeció los labios y bajó después las manos despacio a los broches, retirándose el cinturón con el dildo y se lo tendió. Caitlyn alargó el brazo para cogerlo pero la otra se lo apartó del alcance, mirándola con una sonrisa ladeada.

—No es que no me guste —dijo divertida —pero sé todo lo mala que quieras.

Caitlyn se lo quitó sonriendo y dedicó un rato a abrocharse las correas a su talla. No tenía ninguna práctica, jamás había hecho aquello, así que tardó más de lo que debería.

—Para quitárselo sólo lo desenganchas de aquí —señaló un botón—, es mucho más rápido que ajustarlo.

Caitlyn atendió a su explicación y después la miró de arriba abajo. La otra mantuvo esa mirada malévola, la picardía de una chica con algo más de experiencia y más acostumbrada a llevar la batuta. Supuso que Caitlyn trataría de imitarla, por lo que se dispuso a tumbarse sobre la cama. La vigilante la atrapó de la muñeca y evitó que hiciera nada. Ambas de pie, mirándose fijamente.

Sus ojos son hipnotizantes.

Pensó Vi. Se acercó velozmente a besarla, pero Cait le puso el dedo índice en los labios y la echó suavemente hacia atrás, sin dejar de mirarla. Empezó a andar unos pasos, y con cada paso, Vi debía darlo marcha atrás. La uña alargada de la policía tocó el labio inferior de la pelirrosa, lo fue deslizando hasta la barbilla, donde muy delicadamente la sostuvo y alzó para dirigirla a sus labios. Sus labios se pegaron y se besaron despacio, al ritmo que Caitlyn eligió. Vi sintió que se excitaba, pero también que se relajaba. Notó que de repente se iba alejando y Caitlyn volvió a distanciarla con el mismo dedo, acariciando ahora su labio superior.

—Me gusta tu cicatriz…

Vi se quedó sin habla, ya a veces ella misma olvidaba que sí, justo en el labio superior tenía una pequeña cicatriz.

—¿Acaso quieres enamorarme?

La vigilante sonrió, sin dejar de mirar y acariciar sus labios conla yema del dedo. Sus comisuras dejaron de sonreír despacio, a la par que centraba los ojos ahora en sus pechos rosados. Se arrodilló delante de la cama al mismo tiempo que la instó a sentarse a ella en el borde. Caitlyn empezó a dejar una senda de besos suaves bajo su hombro, con cariño. Era más cariñosa que Vi, se tomaba su tiempo… pero Vi, desacostumbrada a las lindezas, lo acabaría agradeciendo.

Se concentró en cómo la besaba, en lo guapa que era haciéndolo… Cait la miró una última vez a los ojos y seguidamente bajó la boca a uno de sus senos, tomándolo primero con la mano y masajeándolo despacio. Acarició con el pulgar su pezón y aproximó después la boca, entreabriendo sus labios y atrapando la aureola, que internamente humedeció con suaves círculos de la lengua. Vi sintió un fuerte escalofrío de placer y llevó una mano también a un pecho de Caitlyn, masajeándolo con cierto frenesí que ella no podía controlar bien. Cait cerró los ojos y Vi se deleitó viéndola, succionar y chupar a partes iguales, de un seno a otro, aumentando drásticamente su lascivia.

—Eres tan guapa… —musitó la pelirrosa, nerviosa. Cait dibujó una muy breve sonrisa, pero sus labios volvieron a abrirse sobre uno de sus pechos, abarcándolo húmedamente con la boca y arrancándole a Vi el primer gemido de placer. Vi paró las caricias sobre el pecho ajeno y apretó los dedos con saña sobre el colchón, aplacando ahí la fuerza, las ganas que tenía de ser ella de nuevo la que se la follara. Caitlyn la fue echando poco a poco hacia atrás, recorriendo su vientre y su costado con una mano. Ambas manos fueron a parar a sus muslos y los separó, haciendo una pausa para aferrarse mejor al borde de la cama. Besó su pierna derecha, mordiendo sin fuerza, y paseó la punta de la nariz por su muslo hasta la ingle, donde pasó la lengua débilmente. Después se centró en su sexo y chupó un dedo antes de meterlo, aunque para su sorpresa, éste entró y se lubricó por completo con los fluidos de Vi, entró completamente resbaladizo. Metió un segundo dedo y ahí sí la notó algo más apretada, por lo que movió la muñeca con un vaivén lento y pausado. Su boca besó su abdomen y acabó en su clitorís, donde tímidamente sacó la lengua y comenzó a estimularla en círculos, consiguiendo que Vi echara rápido la cabeza hacia atrás, excitada.

Caitlyn permaneció entre sus piernas más de diez minutos, hasta que su mandíbula y su lengua ya no podían más. Estaba decepcionada consigo misma: Vi era capaz de hacerla correrse usando sólo la boca en 3 minutos, ¿por qué ella no podía hacer lo mismo? Levantó la cabeza con el ceño un poco fruncido y se acarició su propia mandíbula, pensando en silencio.

—¿Cupcake…? —preguntó una Vi algo ahogada por el placer, respirando con los mismos nervios de antes. Caitlyn le sonrió y negó despacio con la cabeza, sin darle mayor importancia. Se limpió las comisuras de los fluidos de la pelirrosa y escaló hasta ponerse encima de ella, tumbándose sobre su cuerpo musculado.

—Oye, pues tampoco pesas poco… ¿has comido mucho durante tu recuperación?

Caitlyn se mordió el labio aguantándose la risa y se posicionó entre sus piernas. Bajó la mirada al dildo que tenía bien ajustado a la cintura. Parecía fácil, al menos.

—Siento si estoy siendo torpe. Mejoraré. —Dijo, en un tono vagamente preocupado.

¿Torpe? Si supiera el esfuerzo sobrehumano que he estado haciendo los últimos minutos…, pensó la pelirrosa. Caitlyn situó la mano en el strapon y situó el glande en la entrada de Vi, que lejos de lo que esperaba, se abrió sin ningún problema. El cambio de grosor la hizo cerrar momentáneamente los ojos, pero no dejó de sentir placer en ningún momento, estaba excitada. Suspiró largamente y quiso agarrar a la vigilante de las caderas para manejarla a su antojo, pero en su lugar, Cait se la vio venir y fue ella quien la atrapó de las muñecas, para frenarla y dejarlas quietas a cada lado de su cuerpo. Las apretó unos segundo contra la cama y puso su rostro pegado al de ella, mirándola con una sonrisa.

—Espera… no tengas prisa… —le musitó dulcemente, acariciando sus labios en el susurro. Vi abrió los ojos encandilada y no hizo nada más. Notó que la presión del agarre menguó. La más alta dirigió de nuevo la mano hasta la punta del miembro y lo adentró en Vi, con ayuda de su cintura, pero muy despacio. Cuando llevaba la mitad Vi emitió un suave quejido, mezcla entre placer y molestia, y Cait lo retiró, relevando con sus dedos mojados algunos segundos, en círculos sobre su área clitoriana. A los segundos, volvió a intentarlo. Lo que Vi apenas podía resistir era la gentileza y el amor de cada movimiento con el que la peliazul se lo hacía todo, era casi…

…sí.

Era como ver a un ángel intentando hacerla llegar a la cima, a pasitos cortos. Se preguntó si ella la había incomodado antes siendo tan ruda. Cuando Caitlyn la penetró ahora se volcó algo más sobre su cuerpo, sosteniéndose con los codos, y empezó a besarla del cuello. El vaivén de su cintura era lento y agradable, suave, y cada nueva embestida era más profunda, tomándose su tiempo en dilatarla. Vi cerró los ojos concentrándose en las sensaciones que su cuerpo experimentaba. Nuevamente, se sentía culpable por alegrarse de que en ese momento Jinx estuviera a kilómetros de allí, de que todo el mundo que no fueran ellas estuvieran a kilómetros. Nadie podía molestarlas pero la culpabilidad, en ese momento, dio paso a un remanso de paz totalmente adictivo. Sus pezones se erizaron al entrar en contacto con los de Caitlyn cuando aumentó solo un poco el ritmo, pero lo que le hizo tener un fuerte acercamiento al orgasmo fue que empezara a tironear de su oreja con los dientes, alternando con besos y pequeños chupetones en la piel situada justo bajo el oído. Vi jadeó suavemente y pasó una mano a la larga y flaca espalda de su chica, contraída al estar arqueándola cada vez que la embestía.

—¿Te hago daño…?

Vi abrió los párpados sólo un poco, pero al sentir el roce de la nariz de Caitlyn, y su boca tan cerca, los volvió a cerrar, negando despacio con la cabeza. Susurró.

—No…

Caitlyn la atrajo de la mejilla y comenzó a besarla con el mismo ritmo lento, y esta vez fue ella quien hundió la lengua en busca de la contraria. La pelirrosa movió su lengua en respuesta, prolongando el beso en varias bocanadas. El cuerpo de la vigilante se movía a casi la misma velocidad que cuando empezó, haciéndola suya despacio. Situó su mano en un costado para acariciarla, y Vi se la agarró y cruzó sus dedos con los suyos. Hasta las manos de Caitlyn eran preciosas, algo más femeninas que las suyas al tener tanto golpe dado, el uso de los guanteletes también le había concedido unas rozaduras que ya difícilmente se irían.

Cait apretó su mano al aunar ahí la fuerza de soporte para darse los impulsos, pero ni por esas detuvo el beso. Fue Vi quien lo hizo al cabo de unos segundos, sintiendo un fuerte placer. Gimió y soltó su mano para estampar la suya en una de las nalgas de Caitlyn, que ante el impacto cayó más fuerte sobre el cuerpo de la pelirrosa y se rieron.

—¡Relájate…! —murmuró pícaramente la morena, acariciando a Vi de la mejilla. Antes de que la luchadora contestara nada, la otra la besó, y esta vez sí sintió con total excitación que la devoraba. Caitlyn ladeó un poco la cabeza y se adentró más en su boca, mientras sus caderas reanudaban las embestidas. Tenía cuidado cada vez que lo hacía, no quería hacerle ningún daño, pero Vi estaba cada vez más lejos de sentir daño alguno. Rodeó la cintura de Cait con las piernas y ésta aceleró algo más el vaivén, de adelante hacia atrás ahora. Se separó de su boca y besó su cuello con cariño.

Vi no se había sentido así con nadie antes, y en ningún contexto: protegida. Era raro sentirse protegido por alguien. Era gratificante y reparador para el alma rota. Suspiró cada vez más seguido, entrecortada. Las embestidas hacían que los dos rostros chocaran suavemente, rozando nariz y labios con los de su compañera, hasta que de repente Vi apretó los dientes y luego abrió la boca, jadeante.

—Usa tus dedos, cupcake… —le rogó.

Al oírla, cansada y algo sudorosa al llevar tanto rato la voz cantante, Cait se apresuró a deshacerse del strapon y bajó dos de sus dedos a la vagina de Vi, aunque al palparla de dio cuenta de que necesitaría tres para estimularla sin que se le resbalaran continuamente. Al introducírselos Vi agitó con fuerza la cabeza hacia atrás, exponiendo más el cuello, y fue lo que aprovechó Cait para reanudar los chupetones por allí. Los jadeos fueron más fuertes, como nunca antes; la otra en respuesta la masturbó con más fuerza y rapidez, pues sabía que Vi era algo bruta a veces. Ver cómo Caitlyn la miraba fijamente mientras su delgado brazo la masturbaba de aquella manera fue decisivo. Dio un gemido ronco, fuerte, y agarró a la sheriff con violencia del cabello, tironeando de él mientras ondulaba las caderas con mucha más energía de la que Cait empleaba en penetrarla, consiguiendo que de pronto, un fuerte chorro transparente saliera desde por enicma de su clítoris. Cait suspiró impresionada al ver que contra más seguía masturbándola, más duraba aquel chorro, que ella desconocía. Vi jadeaba sin parar, extasiada, y después de unos segundos tocó a la vigilante de la mano para que se detuviera. Cait paró y dirigió la mirada sorprendida a su antebrazo, que había sido la diana principal de los fluidos. No sabía cómo le había salido tanto líquido del cuerpo, y más con esa potencia. Incluso después de pasado su intensísimo orgasmo, Vi respiraba entre jadeos, jadeos altos, como si hubiera corrido una maratón. Caitlyn sacó los dedos de su cuerpo, impregnados de su lubricación y de hilos que no se despegaban ni aunque separara los dedos.

—Joder, cupcake… creo que ha sido el mejor orgasmo de toda mi puta vida.

Cait volvió la mirada a ella, saliendo de su ensimismamiento. Le señaló la vagina.

—Parecía que te orinabas encima…

Vi no pudo evitar reírse de su inocencia y la miró, sin mover un solo músculo. Estaba agotada.

—No, bombón… esa era mi corrida. Se le llama squirt.

—Sé lo que es, sabionda, tengo ya una edad —le sacó la lengua, mintras se estiraba a coger una toallita. —Pero no había visto ninguna cosa así antes.

—O sea que no te lo has provocado, eh… interesante.

Cait tragó saliva y acabó por sonreír, negando con la cabeza.

—¿Vamos a bañarnos?

Vi sonrió y se sentó sobre la cama, acercándose el brazo de Caitlyn. Al examinarlo bien, vio que estaba enteramente empapado. No pudo evitar que le hiciera gracia.

—Pobre, ¿me he pasado…?

—Vi… —suspiró impresionada, al ver cómo la pelirrosa pasaba la lengua por una parte de su antebrazo. Aquella mujer no tenía ni un maldito pudor. Lo hizo mirándola fijamente, además.

—Tranquila… —sonrió, saboreándose los labios. Le pellizcó la mejilla dulcemente y señaló el baño con la cabeza. —Está hecho una mierda, pero saldremos limpias. 

Horas más tarde, entrada la noche, Vi sintió un repiqueteo en los dedos

Horas más tarde, entrada la noche, Vi sintió un repiqueteo en los dedos. Inocente, furtivo, pero se hizo notar lo suficiente para que le prestara atención y se mirara las manos. Sabía el motivo, pero no quiso pensar en ello demasiado.

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