CAPÍTULO 8. La débil voz de Zaun
Es muy cariñosa. Tan dulce como un cupcake. Si la aparto de mí, siento que me falta algo. Y no sé si a día de hoy estoy dispuesta a renunciar a ese algo.
La mente de Vi se puso a maquinar a las siete de la madrugada. Hacía tan solo una hora atrás, Caitlyn y ella habían hecho el amor por cuarta vez, y desfallecida, Caitlyn no aguantó un quinto round. El sueño finalmente la venció. Vi se había encendido un cigarrillo, incapaz de que sus propios demonios le dieran paz. Cuando la vigilante se quedó dormida, vinieron a molestarla, a hacer preguntas, igual que ocurría en la cabeza de Jinx, sólo que estas molestas preguntas venían de una inseguridad. Vi debía proteger a sus seres queridos porque fue lo que Vander le enseñó, y eso ahora también incluía a Caitlyn… no sólo a Powder. Tenía esa mentalidad desde que era una niña y moriría con ella. Soltó una larga calada por la ventana, cuidando que el asqueroso olor del tabaco no se quedara en la habitación del motel. Caitlyn emitió un sonido suave y movió una mano; al mirarla, la pelirrosa sonrió con dulzura. Era un maldito ángel.
No, no puedo. No puedo renunciar a ti. No sé cómo lo sobrellevará mi hermana, pero… no puedo renunciar a ti.
Inspiró hondo y soltó el aire despacio, mientras apagaba la colilla en el alféizar de la ventana. Cuando acabó y se volvió a meter en la cama con ella, se quedó mirándola largo y tendido, al principio no quería ni tocarla por si la despertaba, pero a medida que se tapó y acomodó a su lado, el aroma de Caitlyn la atrajo y se puso mucho más pegada a ella, acariciándola del vientre. Caitlyn ni siquiera cambió el ritmo de su respiración, estaba profundamente dormida.
Aquí estamos, Cupcake. Esto va a ser difícil de cojones, espero que estés preparada para cualquier curva. Porque ahora las haremos juntas.
Sonrió con este pensamiento y se obligó a descansar un poco.
A la mañana siguiente, Vi fue la última en despertar. Parecía que al final había dormido más de la cuenta, porque el sol hacía rato que se había puesto. Se estiró en la cama y al girar, los muelles chirriaron un poco, como ya era habitual para ella. Pero oyó un ruido más y éste no lo conocía. Abrió los ojos muerta de sueño y vio un par de bolsas que desprendían un olor agradable. Al abrirlas frunció el ceño.
—No sé qué sueles desayunar.
Cuando levantó la mirada sus ojos chocaron con los de Caitlyn, y supo que todo había sido real. Una sonrisa se curvó en sus labios.
—No suelo desayunar. Gracias, bombón. —Le guiñó el ojo y atrajo de una de las bolsas un croissant con jamón y queso. Lo masticó gustosamente, aquello estaba delicioso. —Apuesto a que sé de qué panadería lo has adquirido.
—Apuesto a que sí —contestó divertida, quitándose la chaqueta.
—¿Hace frío fuera? —preguntó, con la boca llena.
—Un poco. El sol engaña. Espero que no te importe, he usado la ducha esta mañana.
—Lo único que me molesta es que no me hayas levantado para ducharme contigo —dijo con picardía, mientras se sentaba despacio en la cama. La miró de arriba abajo. Al estar desnuda, ahora sí sintió algo de frío. —Supongo que aún estás de baja por… lo que te hice, ¿verdad? No tienes que trabajar hoy.
—Así es —asintió la de pelo azul marino. Pareció restarle importancia al alzar los hombros. —Pero sólo hasta la semana que viene.
—¿Y qué piensas hacer hoy?
Caitlyn se apoyó en el marco de la puerta y la miró pensativa. Al cabo, sonrió.
—Sabes, adquirí una casa hace no mucho. En Piltover, pero más cerca de la frontera con Zaun. ¿Te gustaría venir a verla?
Vi la miró mientras se terminaba de vestir con una sudadera, cogió otro panecillo que vio en la otra bolsa.
—Tengo cosas que hacer. Deberías marcharte.
Aquello pareció confundir a Caitlyn, que entreabrió un poco los labios y descruzó despacio los brazos. Se separó de la pared.
—¿No quieres que te ayude con algo?
—¿Ahora es cuando te conviertes en mi novia y quieres estar todo el día pegada a mí? ¿Crees que soy de las que aceptan eso?
Cait no supo qué decir, pero sintió un malestar dentro. Dio un paso atrás cuando la vio ponerse en pie.
—Bueno, aún no hemos tenido tiempo de aburrirnos de la otra —murmuró Caitlyn, con un tono entre el enfado y la desazón. — Al menos hablo por mí.
—Exacto, cupcake, habla por ti. La fiesta ya pasó.
Sintió ganas de llorar de inmediato, estaba siendo demasiado cortante. Alargó el brazo rápido a su chaqueta y abrió la puerta de la habitación para marcharse, cuando de pronto sintió que la sujetaba de la muñeca. Se giró y Vi la miró de cerca, atrapándola de la cintura con la otra mano.
—Habla por ti —repitió—. Porque la que va a estar pegada a tu falda todo el rato voy a ser yo.
Cait respiró entrecortada, traicionada por el susto que acababa de pasar, tenía los ojos ligeramente acuosos. Cuando Vi vio aquello se puso seria y la tocó de la mejilla, haciendo que la mirara.
—¿Cait? —dijo la pelirrosa, con la diversión en la voz. Al acariciarla la vigilante le apartó ambas manos de su cara, malhumorada. —Hey… —susurró —perdóname, estaba de broma… pensé que te podrías enfadar y dar un coscorrón, pero no que ibas a ponerte triste. ¿Me perdonas?
Caitlyn aisntió, aún un poco conmovida. Normalmente no era tan emocional, pero el hecho de imaginar que podía haber sido el juguete de Vi por una noche para que luego la tratara mal la hizo sentirse estúpida. Y no le gustaba una mierda esas respuestas holgadas que tenía, por muy bromas que fueran. Ella arriesgaba su carrera y su posición cada vez que pasaba tanto rato con una reconocida delincuente. Vi decidió evitar que contestara, se sintió una mala mujer, y rozó su nariz suavemente con la de Caitlyn, para traquilizarla. Poco a poco, lo consiguió.
—Vamos a ver esa casa, a ver si tienes el mismo gusto refinado de tus padres… ¿sí?
—Está bien —musitó, asintiendo sin mirarla.
—¿Bien, Cupcake? ¿Quieres que te haga sentir mejor? —arqueó una ceja con una expresión divertida, pero en cuanto la acarició cerca del muslo Cait negó despacio, agarrándole la muñeca.
—Me duele de anoche…
—Es comprensible. No te dejé en paz en toda la maldita madrugada. Pero espera, ¿me perdonas?
—Sí —dijo sin más. Vi la abrazó desde atrás, entorpeciendo cada paso que daba, y se restregó con ella insistentemente.
—¿Me perdonas, me perdonas, me perdonas? Me per-do-nas…
—¡Pero qué tonta eres! —dijo Cait, negando con la cabeza, al final se tenía que reír, porque la muy cabrona le arrancaba la sonrisa como fuera. Vi se sintió también más relajada al verla sonreír de vuelta y la besó dulcemente en la mejilla.
—¿De verdad crees que podría aburrirme de esto…? —musitó la de pelo rosa.
Propiedad de Caitlyn Kiramman
Cerca de la frontera, Vi y Caitlyn llegaron a un claro espacioso y con la hierba perfectamente recortada. Las flores que bordeaban la parcela eran preciosas. La casa no era ostentosa y gigantesca como la mansión de sus padres, sino más bien mediana, pero se notaba que el arquitecto tras aquella obra había cobrado un buen pastizal. Los materiales eran de primera calidad. Por dentro, Caitlyn le enseñó las estancias. La casa se componía de dos habitaciones pero sólo una de ellas fue usada para tal fin; la otra era su oficina, desde donde podía estudiar y archivar todos sus casos de la policía. Cuando le empezó a mostrar algunos papeles de otro caso con el que tendría que ponerse al regresar al trabajo, se le escapó una sonrisa muy tonta y tierna, fruto del amor que sentía por aquella chica, siempre dispuesta a ayudar de una forma u otra.
—¿He dicho algo divertido? —murmuró la vigilante, sonriendo con una ceja alzada.
—No, no. —Se excusó Vi, encogida de hombros. —Es que me pareces una mujer digna de admirar, eso es todo. Cada vez que oigo lo que haces y lo inteligente que eres… qué quieres que te diga. Me entran ganas de hacerte mía… todas las veces que pueda.
—Deja de adularme, estás exagerando. Y piensas a veces como un hombre… —dijo cruzándose de brazos, manteniendo la sonrisa vacilona.
—Pienso como una mujer enamorada. No sabes lo que has hecho, ¿no? —la señaló, y soltó una risita—. La embarraste… la embarraste al dejar que me acostara contigo, porque iba en serio. ¡Ahora no te dejaré en paz!
—No quiero que me dejes en paz —contestó, caminando alrededor de la pelirrosa. Vi le quitó el archivador y se lo puso tras la espalda, mirándola con una risita traviesa.
—No sabes lo pesada que puedo ser, ¡uf! Acabarás echándome.
—Dame eso, que son investigaciones en curso —dijo la otra divertida, echando mano tras la lumbar de Vi para agarrarlos, pero la otra se lo apartó vacilona.
—Uh… en curso… eso suena muy pero que muy serio… —se mordió el labio inferior infantilmente, y cuando fingió que iba a entregárselo, lo soltó sobre el escritorio y empezó a hacerle cosquillas, haciendo que la otr empezara a desternillarse de risa.
—¡¡Déjame!!
—Te lo dije, ¡tenías que haberlo pensado antes! Ahora seré una acosadora… —chilló riendo junto a ella, forcejeando en broma para hacerle más y más cosquillas.
Cinco horas después
Vi se durmió pláciamente. Dos días con Caitlyn y lejos de Powder estaba bastando para eliminar heridas recintes y no tan recientes. Sabía que era un sueño idílico. Tarde o temprano tendría que enfrentar la realidad, la relación con su hermana se deterioraba cada día que no hacía nada por ella. Empezaba a dudar de que la idea de Caitlyn fuera a funcionar, pero ella siempre se encargaba de tranquilizarla. Por otro lado, tampoco la reconfortaba lo más mínimo la brecha abierta y sangrante que había entre Piltover y Zaun desde la detonación de su hermana, pero ese era un tema que también quebraba la cabeza de Caitlyn. Era mucho más complicado unir a dos naciones que se habían hecho daño mutuamente, y más ahora. Vi prefería no sacar el tema demasiado. Sabía que Cait era muy inteligente, pero que lo tendría jodido partiendo de un reinado sin la mitad de consejeros. Pensaba en cientos de teorías absurdas para buscar la paz, todas se rompían en su propio sinsentido. Era sólo una chica con unos ideales, igual que Cait. La sheriff estaba más al alcance de lograr algo que ella con los guanteletes. Ni siquiera sabía por dónde comenzar. Además, se extendía la droga y la maldita mutación que provocaba. Si daba demasiadas vueltas a todos esos temas, Vi comenzaba a desanimarse. No quería que nada de aquello salpicara a su relación con la vigilante, pero francamente… estaba difícil.
Suspiró y rodó hasta quedar bocarriba en la cama, odiaba no poder conciliar el sueño por los mismos motivos de siempre. Cuando se puso a mirar el techo, el cuerpo de Caitlyn también se movió un poco, al principio una vez, pero después de un rato sus pestañas aletearon al despertar de su sueño.
—Sh… no despiertes, Cupcake… duerme, eso es…
No quería que por culpa de sus movimientos se despertara, aunque ya era tarde. Caitlyn abrió los ojos y se puso cerca de ella despacio, con la mirada algo desorientada de alguien que aún se está desperezando. Vi suspiró despacio y, odiándose en el proceso, bajó las manos a las caderas de Cait para arrastrarla sobre ella. Cait parpadeó más notablemente, despertando del todo al sentir que la movían.
—Perdona… sólo buscaba un beso pequeñito.
Cait sonrió algo adormilada, pero pudo acatar su pedido. Llevó una mano a su cara para besarla, un beso que a Vi le supo a poco. Le empezó a bajar las bragas sin siquiera preguntar, le subió la camiseta de tirantes para liberar sus senos y se quedó mirándolos un poco hipnotizada, eran preciosos y perfectos.
—Pero Vi…
Vi parpadeó rápido, saliendo de su limbo, y la miró con pena.
—Perdona… —le bajó la camiseta. —Perdona, soy muy activa. Sé que estabas descansando.
Caitlyn le miró fijamente, y después… bajó sutilmente la mirada por el cuerpo ajeno. Cuando volvió a centrarse en ella sonrió y se puso completamente bocarriba en la cama.
—No me estaba quejando…
—Sabes el problema, cupcake. —Vi se irguió unos centímetros, apoyada sobre un codo y mirándola de lado. Con la otra mano le acarició un mechón de su pelo. —Que te quiero demasiado. Eso implica ciertas cosas. Yo las llamaría necesidades, pero no quiero parecerte una maldita pervertida. Jamás me había sentido así con alguien… te lo juro. Y siento que tengo que complacerte de todos los modos que sepa. No te quiero perder por nada, ¿entiendes?
—Qué valor que tienes —murmuró soltando una risita, mientras se acariciaba su propio pelo. —Has logrado convertir tu perversidad en un modo de ver cuánto me necesitas…
—Eh, que hablo en serio —le dio un toquecito con el dedo en la nariz, sonriente.
—La necesidad de complacerme… ya… ¿y no será la necesidad que tienes de complacerte a ti misma? —le dijo con una expresión chulesca, y Vi sonrió de lado con malicia. Bajó la mano por el cuerpo de la vigilante sin mediar palabra. Caitlyn mantuvo la misma expresión, como aguantándole la miradita de vacile también. Pero de pronto Vi se incorporó un poco más, separó sus muslos con las manos y condujo una de ellas a su sexo, directamente dentro de sus bragas. Esto pilló por sorpresa a la vigilante, que la tocó por acto reflejo de la muñeca, en mitad de su escalofrío.
—Ah… esa cara… —musitó la pelirrosa, mirándola fijamente. Se mordió el labio inferior y se le acercó mucho. Caitlyn tragó saliva al sentir cómo sin ningún miramiento la penetraba con un solo dedo, despacio. Apretó el agarre en la muñeca de la chica, pero por puro placer. —Esa cara, Caitlyn. ¿Crees que no siento placer viéndote poner esa cara…? Estás húmeda.
Cait se ruborizó, y no la miró más a los ojos. Vi se mordió el labio y no se demoró más; cargó una de las largas piernas de la vigilante sobre su hombro para tener buen acceso a su sexo y pegó sus caderas, chocando ambas vaginas. Ancló bien su clítoris con el otro y empezó a ondular las caderas con ritmo ya desde el inicio. Brotó de su garganta un gemido agudo, fruto de su necesidad por poseerla, y de sentirse en paz. Caitlyn gimió, aunque apretó los labios al sentir sus caderazos: era brusca, y solía gustarle que lo fuera, pero no hubo casi ningún preliminar y aún tenía algunos pinchazos de dolor en su sexo debido a los rounds de la noche anterior. Posó una mano sobre un muslo de Vi y chistó un poco para frenarla, tratando de controlar el ritmo veloz que la pelirrosa estaba tomando contra su cuerpo. Vi se dio cuenta y bajó el ritmo, suspirando largamente.
—Perdona, cupcake… ¿te duele?
—Un poco. ¿Estás bien…? —la pregunta descolocó a la de pelo rosa, que no deseaba hablar en ese momento. Había tenido la poca empatía de despertar a Caitlyn para follarla aún sabiendo que estaba cansada y adolorida, y encima que la satisfacía, se callaba los motivos. La vigilante llevó la mano a su mejilla y Vi se sostuvo cerrando los puños en el colchón, respirando hondo. La miró desde arriba, sintiendo sus caricias.
—Sólo… tengo miedo. Te quiero demasiado. No quiero que te pase nada. Y quiero que esto sea para siempre, yo… tengo miedo de que algo pase. Necesito estar contigo todo el rato para recordarme la paz que siento a tu lado —cerró los ojos al sentir el pulgar de Caitlyn cerca de su pómulo. —Eres una droga…
Caitlyn logró espantar las preocupaciones de Vi otra noche más. Despues de volver a probarse, las chicas pudieron descansar sin interrupción. Vi se quedó dormida sobre el pecho de Caitlyn, y ésta se la pasó acariciándole el pelo hasta que también recuperó el sueño.
Pero la culpabilidad de Vi iría en aumento al mismo ritmo que su felicidad junto a ella.
Los primeros días fueron mágicos, pero la semana siguiente fue aún mejor. Cada día que pasaba y que intentaba visitar Stillwater, Powder hablaba un rato con ella, se quedaba más o menos satisfecha con su visita, y finalmente volvía a su remanso de paz cuyo nombre era Caitlyn. Una parte de ella estaba viva y se sentía plena, y la otra notaba que abandonaba un poco sus deberes como hermana mayor, sólo para seguir disfrutando de la compañía de la policía. Se dio cuenta de ello especialmente cuando la baja de Caitlyn terminó: como autoridad suprema de Piltover, la sheriff tenía la agenda ocupada la mayor parte del día. Sus camaradas eran los únicos que la veían. De pronto, Caitlyn había pasado de estar siempre disponible a no estarlo casi nunca, y Vi, siempre alejada de las relaciones amorosas hasta el momento, no tenía ninguna costumbre de echar de menos a alguien por quien recelaba semejante afecto. Powder era su hermana, pero este otro sentimiento era calamitoso. No quería ser pesada, ni quería abordarla innecesariamente, pero esperar hasta la noche a que Caitlyn terminara sus turnos se estaba convirtiendo en una pequeña tortura.
Por supuesto, no le dijo nada. Supuso que si ese era el tipo de problemas a los que se tenía que enfrentar en su vida, estaba incluso perdiendo el tiempo. Así que se puso en contacto con Ekko y formalizaron una alianza para el renacimiento de Zaun, que incluía un potente convenio regulador que ambas naciones, Zaun y Piltover, debían cumplir si se esperaba una paz. Dedicó muchas horas a informarse de la historia de la política que había regido el estado en las últimas décadas, había maneras de acabar también con la supremacía de los Melarda. Pero eso suponía dar un golpe de estado. Caitlyn se negaría a más guerra, era demasiado pacífica. Y a veces hacía falta la guerra para hallar la paz. Vi y Ekko acordaron no decir nada a nadie de todo lo decidido. Actuarían con la parte que les tocaba y verían los resultados solos.
Y como Vi deseaba ganar a toda costa, siguió con sus visitas a los laboratorios en los que trabajaba Sevika y sus secuaces. Siguió haciendo aquello con lo que las manos a veces le temblaban, aquello que no decía a nadie.
La última gota
El bar estaba abarrotado. Vi iba por su primera copa, un poco aburrida de trasnochar sin saber en qué más perder el tiempo. Se había cambiado las vendas de los nudillos, así que probablemente intentara buscar un rival para sacarse unas monedas extra con alguna pelea callejera. No es que le gustaran demasiado, pero se entrenaba tan duro, que no tenía ya rival.
—¡Vi! ¡Tu p… est…!
—¿Ehm? —el tronar de la música en directo no la dejó escuchar nada de lo que Ekko chillaba. Al final, la agarró del brazo para andar hacia la terraza y una vez allí ambos notaron un pitido continuo en los oídos.
—Te decía que tu policía está rondando la periferia de Zaun. ¿Tienes idea de por qué?
—No, hace tres días que no coincido con ella. ¿Está aquí?
—Sí. Y no me hace gracia el lugar donde está mirando. Parece una búsqueda demasiado específica. Espero que no le hayas dic…
—¡Por supuesto que no! —replicó cabreada, odiaba que dudaran de su lealtad. Dio un largo sorbo a su vaso y se limpió las comsuras con el antebrazo, suspirando. —Voy a echar un vistazo.
Ekko asintió con el ceño fruncido, estaba molesto y Vi lo sabía. No era bueno que los policías, y menos los policías que claramente eran del ala superior, se pasearan por la periferia. Vi se puso la capucha y escaló sobre un andamio oxidado, que daba a la apertura sin acabar entre dos edificios. Vio a Caitlyn y a tres de sus subordinados. Los tres hombres, altos y fuertes, parecían estar buscando pistas en el cemento. Uno de ellos sostenía en la otra mano una linterna y alumbraba un cableado. Vi sintió un sudor frío recorrerla en el acto. De todos esos cables, efectivamente, había uno que no debía estar allí.
—¿Pero quién coño…? Cómo narices os habéis enterado, malditos cabrones.
No pudo evitarlo, lo susurró. Afinó la mirada en la oscuridad y se aferró más, contemplando cómo dos de ellos charlaban frente al nudo de cables de colores. Los toquetearon un poco, hicieron un par de comentarios y luego se marcharon a seguir buscando a otra parte, por lo que Vi pudo respirar…
…pero Caitlyn volvió a alumbrar el cableado con su linterna cuando los otros dos ya se estaban alejando. Y cuando Vi vio que era ella quien lo hacía, dejó caer la cabeza rindiéndose.
A ti no se te podía escapar. Maldita condenada…
Negó con la cabeza dando por perdida una de las misiones que había acordado con Ekko. Sus subordinados podían ser cortitos de miras, despistados, pero ella no. Caitlyn no.
Dos de los vigilantes la instaron a mirar en otra farola, pero era infalible con su trabajo. Ya se había dado cuenta del cable que no debía estar allí, y nadie le apartaría de esa labor. Vi no podía dejar que cortaran ese cable, porque era el que estaba transmitiendo la información del funcionamiento de los hexportales y todas las transacciones que se llevaban a cabo en ese mismo momento. Cortar uno de ellos suponía un trabajo de semanas mandado al garete. Caitlyn frunció las cejas al ver un cableado no autorizado. Acercó la mano lentamente y deslizó la yema del dedo índice por el amarillo chillón que destacaba entre los demás.
Tres segundos más tarde, tanto Vi como Ekko recibieron una notificación: el servicio de mensejería codificada que funcionaba por túneles, dejó de funcionar en seco.
Ekko desde el interior del recinto suspiró y se frotó los ojos, fastidiado.
Y a Vi, que no le hacía falta comprobar nada para saber qué ocurría, rio con cierta desgana. Bajó haciendo algo de parkour hasta los cimientos y de una zancada se metió en el bar.
—Ya has visto lo que ha ocurrido, ¿no?
Vi asintió, sirviéndose un poco de vino helado en el vaso.
—Sin ese suministro, nunca podremos igualar las cosas. Ya no tenemos carril.
—No soy estúpida, entiendo las consecuencias. Pero no sé qué pretendes que haga. Además, de todas formas, hubiese sido temporal. Tarde o temprano lo habrían averiguado.
—Pero era crucial que no lo averiguaran ahora, y menos con una instalación tan cerca de La última gota. ¿Qué crees que van a p…?
—¿Interrumpimos algo?
Caitlyn se quitó el sombrero de sheriff al atravesar la puerta de La última gota. Escondido tras él, Vi apreció la punta brillante de un cable que había sido cuidadosamente desconectado con alicates. Subió la mirada hasta la vigilante y ambos ojos se cruzaron.
—No, nada —contestó Vi, tratando de que no fuera patente la incomodad que crecía en el local por parte de los oriundos. —¿Qué se les ofrece a ustedes?
—Supongo que aquí no habrá cámaras de seguridad que alcancen el perímetro del enfarolado de allí —comentó Caitlyn, girándose a señalar la farola de donde había sido sacado el cable.
Vi negó con la cabeza. Caitlyn miró a los demás, que se callaron. Ekko finalmente fue el que habló.
—Apenas tenemos para llenar la nevera, ¿de verdad crees que tenemos para instalar cámaras de seguridad? Nos ocupamos de lo nuestro sin llamarles.
—Hemos encontrado un cableado peculiar. Recientemente colocado allí, junto al resto. Era el único que no tenía polvo. Y… estos modelos no los venden aquí. —Cait mostró el cable amarillo y lo ladeó en su mano, como si lo examinara desde distintos ángulos. —Podemos estudiar su procedencia y la compra-venta en el taller Kiramman. Pero si nos podéis echar una mano, nos haríais ahorrar tiempo. Es peligroso conectar carriles nuevos a los hexportales desde un punto tan lejano. Podría descarrilar mercancías.
Anda, pensó Vi. Justo lo que pretendíamos. ¿Lo estará diciendo con ironía?
—No entendemos de tecnología, señorita —defendió el hombre que atendía la barra. —Lo único que podemos ofrecerles aquí es comida y bebida fría. Si han terminado sus averiguaciones, les ruego que se vayan a menos que quieran consumir.
Dos de los subordinados que llevaban el uniforme se disgregaron de su jefa y aceptaron unas bebidas. Caitlyn se quedó observando el cable y después, al levantar la mirada, observó con cierta astucia a la pelirrosa. Bajó la mano con el cable y le sonrió un poco, aunque no fue una sonrisa correspondida por Vi.
—Ekko, ¿cuánto queda para que amanezca? —cuestionó la luchadora.
—Unas cuatro horas. ¿Qué pregunta es esa?
—Deberíamos hacer lo que dijimos cuanto antes, necesitas descansar. Bueno, necesitamos descansar todos.
Ekko asintió y se rascó tras la oreja, pensativo. Al pasar al lado de los vigilantes saludó cordialmente con la cabeza y se marchó a la planta de arriba del local con el resto de Firelights. Vi se quedó a solas mirando con recelo a los dos vigilantes que daban su turno por finalizado, o eso al menos parecía, con una enorme jarra de cerveza en la mano. Caitlyn susurró unas palabras al otro vigilante y el chico desapareció en el exterior, llevándose consigo el cable.
—¿Has cenado ya? —preguntó la sheriff, dejando su sombrero en lo alto de una de las mesas y extendiendo un brazo al hombro de Vi. Ésta se giró hacia ella y se quedó mirándola con un semblante pensativo. La morena se inclinó hacia su boca, pero cuando iba a besarla la otra dio un paso atrás y la evadió hacia un lado, caminando molesta hacia el interior del local. Cait se puso recta, siguiéndola confusa con la mirada. Miró a la barra, el camarero las estaba mirando, pero cuando su mirada chocó con la de la policía se concentró en lo suyo.
—¿Vi? —preguntó en un susurro, caminando hacia el reservado con ella. Frunció el ceño cuando la vio parar de repente.
—Lo siento, cupcake. Hoy no es el día.
Retomó los pasos y Caitlyn la siguió, sonriendo.
—Hey, ¿pero qué te pasa? Yo te he echado de menos.
—Cállate, ¿quieres?
Dijo cortante, y lejos parecía su expresión esta vez de ser una broma pesada. Cait bajó su mano y cruzó los brazos lentamente, mirándola.
—¿Estás enfadada?
—¿Por qué has estado hurgando en los cables de la calle?
La policía arqueó una ceja.
—No escondo nada, lo que tenía que decir lo he dicho delante de tus amigos. Cuando se intenta desviar parte de los productos comerciales por la adición de un cable no autorizado, debemos ir en persona a comprobarlo. Mis compañeros no se han dado cuenta, pero yo sí.
—Sí, ya he visto que tú te has dado cuenta. Lo has cortado.
—Debí suponer que tenías que estar detrás de todo. Esta no es la manera de hacerlo.
—¿Ah, no? ¿Y cuál es? —se puso recta de golpe, andando ahora hacia ella y la encaró. Caitlyn abrió la boca pero antes de que dijera nada, la cortó con otra pregunta—. Y dime, ¿darás con la clave antes de que nosotros, las ratitas de la ciudad subterránea, nos muramos de hambre? ¿O que los niños pequeños sigan teniendo que robar para adquirir una pastilla de jabón?
—No hay soluciones rápidas, pero con la diplomacia del…
—¡¡Vete al carajo con tu diplomacia, Caitlyn!! ¿¡Pero qué esperabas!? ¿Pensabas que iba a quedarme de brazos cruzados también con mi ciudad? Quiero que la gente que nazca aquí sienta que tiene un porvenir de provecho, para ti es fácil ponerte en ese talante y cuestionarme, pero los hay que no tenemos tanto tiempo que perder.
—Te repito que no lograrás mejorar nada usurpando el poder a los consejeros de esta forma. Aunque yo no hiciera nada, se acabarían enterando y t…
—¿¡Qué!? ¿Acabaría en la cárcel? Es la habitación que tenéis reservada para todos nosotros, así que ya poco me importa. Si desviamos los recursos es por equilibrar la balanza. Hice unos cálculos. Aunque algunos envíos no llegaran a su destino… podríamos demostrar que tanto Zaun como Piltover pueden abastecerse mutuamente, si lo que no le importara a Piltover con tanta ansia fuera agradar a otras patrias más grandes.
—Deja que interceda en el Consejo.
—No sirve de nada, Caitlyn. Cuántas veces lo hemos intentado ya.
—¡Sólo dos! Tiene que haber una manera.
—¿Y por qué no se te ocurrió interceder antes, si tan segura estás?
Caitlyn apretó los puños y se contuvo antes de ser maleducada. Hizo lo que Vi no hacía nunca: pensó dos veces antes de hablar. Los aflojó y la miró fijamente.
—Lo he intentado, pero después de la bomba de tu hermana no es fácil. Me miran como una psicótica cada vez que saco el tema, porque te recuerdo que ya te acompañé una vez al Consejo y no salió bien. Los que quedaron vivos de aquello lo recuerdan. No es que me tengan a mí en demasiada estima. Sólo… los que aún guardaban un respeto a mi madre. Y dadas las circunstancias, no apoyan nada vinculado al favorecimiento de la ciudad subterránea.
—¿¡Y entonces qué coño me estás proponiendo, Caitlyn!? ¿Es que no lo ves? ¡¡Es imposible!!
—A mí también me tienen en estima, sólo… necesito un poco de tiempo para…
—No quiero que me veas como un ogro. Ya sé que no paras quieta. Ni siquiera hemos hablado estos días.
—Ser sheriff es un trabajo pesado, y el título por el que he luchado también. Son muchas horas de trabajo y de investigación, Vi. Siento si he estado un poco más desaparecida de la cuenta.
—No te metas en el perímetro de La última gota nunca más.
Caitlyn arqueó las cejas, mirándola callada unos segundos antes de reaccionar.
—Vendré cada vez que haga falta. Para algo soy la sheriff.
—¿Sabes? Esto no va a funcionar. No sé en qué coño andaba pensando.
Murmuró hastiada. La frase retumbó en Caitlyn enseguida, y toda la fuerza que había tenido hasta ese momento en los ojos se disipó de un plumazo. La mirada de la luchadora era decadente, además, no estaba mirando a Cait. Si la miraba iba a ser más duro.
Pero para su horror, y pese al gran trabajo de autoengaño que trataba de hacerse para seguir adelante con aquella declaración, la vigilante se puso delante de ella y le acarició los brazos, con mimo.
—Vi… —bajó la voz, para que ningún cotilla las oyera.— Vi, no arrastres la política a nuestra relación. Sé que podemos hallar una solución si lo pensamos bien, no va a ser la solución rápida que quieres, pero será una solución equilibrada porque yo también quiero el renacimiento de Zaun.
—No puedes ayudarnos. No has vivido lo que es esto, no entiendes lo que urge. Y no entiendes lo que es pasar carencias de cosas… básicas. Ese uniforme que llevas es de mejor calidad que cualquier tejido de mi ciudad. Tan simple como eso, y puedo sacar mil ejemplos. No sé qué hago contigo, si siempre has representado lo que más odio de este puto antro llamado mundo. Tú misma —la señaló— eres la hija de dos tipos que creían en ello. Y la prueba de que no funcionará, mírate a cualquier espejo.
—He pasado el suficiente tiempo en Zaun para saber lo que urge también, pero confías en soluciones descabelladas porque tienen un resultado rápido. Te repito que no durará, y sólo sembrarás la desconfianza en otras patrias… jamás confiarán en Zaun para nada. Si lo que intentas es mejorar su reputación y sus condiciones, deberías…
—No te lo voy a explicar más veces —la cortó, trabándola. —No me convencerás. Hay un arca tecnológica que abarcará parte del comercio desviado, gracias a cables como el que hoy te has llevado a analizar. Por cierto, deberías llevarme presa. Yo fui una de las principales valedoras de esa misión.
—¡Vi, eres una cabezona! ¡No funcionará a largo plazo!
—Me interesa que funcione el tiempo justo como para llevar a cabo la segunda parte de nuestro plan.
—¿Segunda parte…?
—No te diré una sola palabra más. —Apretó los labios, y al cabo de unos segundos de silencio, negó con la cabeza sin mirarla. —Mañana recogeré mi ropa y volveré al motel donde me hospedaba. Total, tampoco te pasas mucho por tu propia casa. No nos vemos.
Caitlyn vio cómo la pelirrosa marchaba hacia la salida y se puso nerviosa, le dolía su actitud, pero por supuesto, le dolía perderla. Suspiró, negó con la cabeza y la paró al cortarle el paso.
—Vi, he estado durmiendo en casa de mis padres por cercanía, nada más… sabes que yo también quiero estar cerca de ti. ¿Podríamos… hablarlo un poco más apartadas de este lug…?
—¿Qué es lo que te da miedo? ¿O es que te da vergüenza? Estoy hasta las narices de todo el mundo. Apenas puedo visitar a mi hermana —dijo, con la voz ronca. —Si quieres quedarte mis malditas cosas, quédatelas.
—Vi… eh, ¡Vi! —frunció el ceño cuando la ignoró, y aquello sí que empezó a hervirle la sangre. Vi la ignoró todo el camino, hasta que finalmente salió del local dando un portazo.