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  • Paradero Desconocido

CAPÍTULO 8. La decisión más dura

—Estás haciendo que Historia se cuestione cosas que no debe cuestionarse.

—¿De qué estás hablando?

Ymir se encontraba en el lugar donde todos los caminos se juntan. Un mundo de estrellas. Yacía desnuda frente al interminable mar, pero la voz que le hablaba no la dejaba disfrutar de esa preciosidad. La única vez que había visto realmente aquel paraíso fue cuando recuperó su humanidad, tras sesenta años deambulando por la nada. Pero últimamente, en algunos sueños y pesadillas, volvía a estar allí. Se sentía las marcas calientes en el rostro debido a su transformación.

—Ella no puede cuestionarse estar en el trono o verse inútil. Eso no puede ocurrir.

—¿Que… no puede qué?

—Ymir. Tu futuro no es con Historia. El hecho de que hayas vuelto está cambiando el curso de las cosas.

—¿¡Quién diablos eres tú!? —preguntó ya enfadada, sin entender nada. Miró a todas partes. Vio una figura a lo lejos, de pelo largo y negro, mirándola con sus enormes ojos claros—. ¿Eren…?

—No vas a librarte de las pesadillas, perderás el juicio. Ymir… debes volver a Marley. O harás mucho más daño del que crees.

—¿Qué demonios estás diciendo, niñato de mierda? Ven y enfréntame, VEN. Mocoso, te he dicho que muevas tu culo hasta aquí.

—¿Eres tan egoísta que prefieres que sea ella la que muera?

Ymir sintió un profundo nudo en la garganta y respiró con dificultad, notando de nuevo una brecha en su pecho.

—Por favor… no sé por qué haces esto… pero…

—Nadie en esta historia hace daño por gusto —al oír esto Ymir levantó la mirada y se encontró con Eren de frente. La tocó de la cara y la mujer sintió una fuerte revelación.

Hubo un lapso de tiempo que desapareció, y de pronto, volvió a ver a Historia riendo con el granjero, montados a caballo. Esto la hería, pero parecía feliz. No… no. No. No iba a renunciar a Historia por un estúpido sueño, simplemente era una mala racha. Aquello no tenía lógica. En el momento en que la Coordenada detectó que Ymir pensaba así, volvió a reanudar un castigo visual: Historia siendo golpeada hasta la muerte por el mismísimo Jamie, con el que segundos antes había reído.

—¡Hijo de perra! ¡Te mataré…! —se abalanzó contra él y ni siquiera le pegó esta vez. Tenía tanta rabia dentro que gritó mientras le asfixiaba con mucha fuerza, toda la que sus fuertes manos le permitían. Siguió apretando, y siguió, y siguió, hasta que notó con satisfacción divina cómo la pequeña nuez de su garganta se hundía tras su presión. El chico se enrojeció, empezó a boquear, pero de pronto, ante un parpadeo, Ymir despertó y abrió los ojos aterrada. Soltó el cuello de Historia, quien reaccionó de inmediato y empezó a toser ahogada.

—Hist… Historia…

La rubia trató de hablar, pero había perdido literalmente la voz y todas las fuerzas, sólo le salió huir arrastrándose hasta la puerta. Jamás había tenido miedo de Ymir hasta aquel momento y dio gracias de que hubiese ocurrido en palacio. Empezó a boquear con mucha insistencia, pero el oxígeno apenas le entraba bien, y el paso de aire le raspaba la garganta. Se alejó y tocó la puerta, pero Ymir se le acercaba y no pudo evitar romper a llorar, no era capaz de levantar la voz para pedir auxilio. Pero no hizo falta. Hitch era la que hacía guardia esa noche, y abrió la puerta de una patada al oír un llanto quebrado. Al ver que Ymir estaba en una esquina con las manos temblando, quieta como una estatua y traumatizada e Historia llorando con el cuello amoratado, no se lo pensó y apuntó con el rifle a la morena.

—Bueno, hija de puta, ya hemos aguantado suficiente. Sal de la habitación.

Ymir no parecía haberse enterado de la entrada de Hitch. Tenía los ojos en Historia, apenas podía creerse lo que acababa de hacerle. Gateó a su lado, pero al elevar la mano hacia su cara Historia soltó un sollozo asustada, y Hitch apretó el gatillo volándole la mano. La morena gritó y miró su mano reventada en la esquina, faltó muy poco para activar la transformación, pero tuvo autocontrol. La muñeca cercenada no tardó ni dos segundos en empezar a emanar vapor para regenerarse.

—Aléjate de ella o te juro por lo que más quieras que el próximo irá a la cabeza. —Amenazó fría mientras volvía a recargar el arma. Ymir levantó los brazos en señal pacífica, y la mirada ahora puesta fijamente en la policía—. Así me gusta, quietecita. Te vas a pudrir en la cárcel subterránea —Hitch bajó el arma y le impactó la suela de la bota en el pecho, tirándola hacia atrás con brusquedad. Después miró a Historia y suspiró.

Días más tarde, en Marley

—Así que se te ha escapado. De nuevo. —Pieck, Galliard, Zeke y Reiner, al que estaba hablando ahora Magath, se mostraban cabizbajos.

—No fue fácil. La reina de Paradis trajo a muchos más escoltas de lo que pensábamos.

—Un montón de tiempo y recursos perdidos. ¿Se dan cuenta? —peguntó, pero se volvió a hacer el silencio.

—El problema es Historia Reiss. Eren tiene el poder del fundador. Si se juntan…

—¿Dónde estaba esa brillante mente cuando os hacían caer una y otra vez en combate? —preguntó otro director de la comitiva, enfrentando directamente a Pieck cuando habló. Galliard se sintió mal al ver que ella se llevaba la reprimenda.

—Hicimos lo que pudimos y no fue suficiente —atajó Bertholdt —Ymir ha matado a nuestro francotirador especial, pero todavía podemos infiltrarnos sin llamar la atención. Los muros son muy grandes, no todas las zonas tienen por qué estar vigiladas.

—Quiero al mandíbula y quiero eliminada a esa niña. ¿Queda claro? ¿O hay algún problema con matarla a ella? Si amenazar a Ymir con matar a Historia no fue suficiente para vosotros, habrá que ir directamente a por la pieza más débil. —Magath estaba irritado. A Reiner se le cambió la expresión ante esas palabras.

—Pero señor…

—La otra vez intentamos atraer a la más peligrosa, amenazándola con matar a la más débil. No os funcionó. Lo que propongo es directamente matar a la débil, porque es la debilidad de la peligrosa. Vendrá hacia aquí solita a cobrar venganza. Y lo tendremos todo listo para que Galliard se la coma. ¿Me he expresado con suficiente claridad?

Pieck, Zeke y Reiner asintieron sin contemplaciones. Reiner odiaba tener que matar a Historia.

¿Por qué se habían tenido que torcer así las cosas?

¿Cómo la marcha de Ymir podía haberlo descontrolado todo aún más? Magath estaba furioso.

Mientras tanto, en Paradis…

—¿Mejor? —el médico quitó el collarín del frágil cuello de Historia, que a juzgar por los hematomas, aún estaba en proceso de recuperación.

—Sí —musitó en un hilo de voz débil, por fin podía hablar, pero aún seguía teniendo ciertas molestias. Tragó saliva y al verse frente al espejo se contempló varias marcas violáceas, que se acarició con la palma. El médico cerró la puerta al marcharse, y al verse sola, la rubia cerró los ojos, recordando con una horrible nitidez lo acontecido.

Flashback

—Ymir, ¿puedes oírme…? —otra pesadilla. Antes estuvo balbuceando con la boca, como si sostuviera una conversación, pero de pronto, nuevamente aquella visión debió de volverse horrible para su morena, porque se le tensaron las facciones y los dientes apretaron. Una de sus manos tuvo un espasmo y se movió, y la de ojos azules bajó la mirada.

—Ymir… tranquila… estoy aquí —envolvió su mano con la suya, pero Ymir no reaccionaba. Para su horror repentino, de pronto la morena abrió los párpados y contempló cómo los iris marrones se la comían con la mirada desde la almohada—. ¿Estás bien…?¿Ymi…?

El largo brazo de Ymir se estampó en su nuez, y en medio segundo se sentó sobre ella, uniendo las dos manos en torno a su cuello. Quiso gritar, pero fue tan repentino y la presionó con una fuerza tan inhumana, que creyó que moriría de inmediato. Sintió un crujido y boqueó, incapaz de meter aire a sus pulmones. La impotencia de no poder gritar ni defenderse la empezó a volver loca allí abajo, enrojecida como un tomate mientras Ymir concentraba más fuerza en sus falanges. El instinto de supervivencia la hizo patalear en todas direcciones, la golpeó por todas partes, pero era como si asestara patadas en un muro de cemento, estaba rígida. Ymir apretó aún más su nuez hacia dentro hasta que Historia clavó sus uñas en las manos morenas, luchando por agarrarse a la vida que se le desvanecía cada vez a pasos más agigantados. Por fortuna, la más alta parpadeó y aunque antes la mirara, ahora parecía estar mirándola de verdad: la soltó de inmediato abriendo las manos y alejándose completamente perturbada. Pero Historia vio aquello como una vía de escape rápida, tenía que aprovechar y pedir ayuda, no podía hablar, ni siquiera sentía que pudiese respirar. Temió que le hubiera roto algo, pero no había momento para pensar. Cuando Hitch entró, Historia volvió al momento actual.

Fin de flashback

—Sé que no has sido tú, que algo ha debido a empujarte a ello, pero… duele saber que tus manos me han hecho esto —seguía con los ojos cerrados, acariciándose con cuidado su diminuta nuez. Tragó saliva y le pareció un mundo. Por lo menos, ya no le rajaba tanto al hablar. Al bajar la mano a la mesa chocó con su corona, y abrió los ojos para admirarla bien. La acarició con las manos y estudió cada piedra preciosa detalladamente. La corona, el cetro real que comandaba la ultima decisión acerca de la isla… era absurdo. No había recibido tal educación, su familia había muerto por rendir homenaje a una causa que ya estaba perdida. Y ella estaba sola, perdidamente sola. Odiaba saberse protegida por guardias que perdían la vida todas las semanas por protegerla, era injusto. ¿Era ese el poder de reinar? No dejaría la corona de momento. Pero francamente, era una opción a la que cada vez se sentía más atraída.

Se sentía incapaz de proteger a nadie.

Prisión subterránea

Hange aún intercambiaba palabras con Levi y algunos otros superiores cuando se enteraron de que Ymir estaba en una celda. «Sólo hablaré con Eren», dijo y se quedó tumbada en la cama ignorando a todo aquel que no fuera el mencionado. Ahora Hange era fácil de reconocer: como Pieck, se veía obligada a caminar con muletas a todas partes. Hasta el propio Levi le había regañado por andar de un lado a otro sin cuidarse la pierna, cuyo muslo curaba además muy lentamente. Se le quedaría cicatriz. Finalmente y tras un arduo encontronazo entre los dirigentes de la legión, Eren apareció seguido de Mikasa.

—Mikasa, espera en la puerta.

—Ni hablar —dijo sin más, acompañándole a las mesas que había ya dentro de prisión. La celda de Ymir parecía vacía, pero en realidad, su figura estaba en un rincón sombreado donde no llegaba la luz de las lámparas. Cuando oyó la voz de Eren se puso pesadamente en pie, quedándose frente a los barrotes.

—Mikasa, te diré lo que sea que me diga, ¿de acuerdo?

—Eso, Mikasa. Espera en la puerta —añadió Ymir con cierta autoridad. Mikasa y Eren la observaron. Mikasa miró varios segundos seguidos a la castaña sin saber bien qué hacer. No se fiaba mucho después de conocer que había atacado a la reina.

—Eren…

—Mikasa, espera en la puerta —repitió Eren de forma mucho más sombría, y Mikasa obedeció. Ymir aguardó pacientemente a que la de pelo negro cerrara y después, miró a Eren a la cara, callada.

—¿Se puede saber qué ocurre?

Ymir estudió su mirada y la analizó como si se tratara de una cobaya. Lo miró de arriba abajo, escaneando qué diablos estaba viendo, si a un chico o a un demonio, como los marleyenses aseguraban de esa patria pútrida. A lo mejor con él sí se cumplía. A lo mejor era un demonio.

—Deja de hacer lo que me haces —pronunció, mirándole sin expresión.

—¿Qué…? ¿De hacer lo que te…?

—No te hagas el tontito conmigo —sonrió sin felicidad, plantando su cara de vacilona—. Deja de aparecerte de esa guisa en mis sueños. Estás intentando volverme loca, pero no me conseguirás apartar de ella.

Eren arqueó las cejas sin entender nada. Sería unos años más tarde cuando entendiera, cuando conectara la tortura que ejerció sobre Ymir para alejarla y que nada hiciera pedazos su plan. Porque si así era, Historia debía morir, y era un camino alternativo que no estaba registrado en sus recuerdos, que no existía… y que no era posible. Aquello simplemente no podía pasar, ni iba a pasar. Era indispensable que Ymir saliera del tablero.

—Lo siento, Ymir. No se qué intentas decirme, yo… no te he hecho nad-… —a pesar de la lejanía con las rejas Ymir pudo alcanzar su traje, y retorció el puño en su camisa para pegarle a los barrotes. La pudo ver muy de cerca.

—No sigas haciéndome ver cómo la apalean de esa manera, deja de hacerlo Eren Jaeger… deja de hacerlo o te juro que…

—¡Eren! —Mikasa desenvainó la espada y amenazó a la morena, pero no hizo falta insistir. Ymir le soltó desfallecida, con la mirada débil, suspirando hondo.

El Eren de años más tarde no lo veía viable. Historia moría, de un modo u otro, incluso aunque él dejara de torturar a Ymir. Ya en Marley habían cambiado los planes para alterar el curso de las cosas, y el objetivo ya no era él, sino ella. Esas torceduras eran demasiado peligrosas. Si Historia moría, Ymir sufriría un colapso que la haría ver el sinsentido de sus últimas decisiones.

En ese mismo momento, entró Historia en prisión.

—Sacadla.

—Pero… ¡Alteza, no debería…!

—He hablado. Quiero estar a solas con ella y sin vigilancia —ordenó Historia, mirando con fiereza a todos.

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