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CAPÍTULO 9. El error de Boris


Flashback

—¿Sabe que el comandante Yurp está en proceso de divorcio? Me ha comentado que no podía quitarse a una niñata de la cabeza. Y me ha dicho su nombre. Si me entero de que sigue coqueteando con los superiores en este centro será relegada de su cargo y no hallará plaza en ninguna de las tropas. ¿Me ha entendido, cadete?

—Yo no he hecho nada —dijo Hitch, guardándose la mitad de improperios que quiso soltar ante las acusaciones directas del profesor Freddy.

—Nada, ¿eh? ¿Cree que algunos no la conocemos? ¿Que las paredes no escuchan?

—Yo no he hecho nada que no hagan ustedes. Aprovechar la corrupción para…

—Perdone, señorita Dreyse. ¿Ha utilizado la palabra corrupción?

La rubia cerró rápido la boca. No podía dejarse acorralar tan fácil, ella era más lista que aquel imbécil.

—Disculpe. Quería decir que… continuaré con mis tareas, si me lo permite.

Freddy sonrió.

Fin de flashback

Cuartel General

Boris se dio cuenta enseguida de que Marlowe actuaba distinto y ya no compartía apenas ratos con él. Supuso que la idiota de Hitch le había engatusado por completo.

Pero una cosa era suponerlo… y otra verlo.

—¿Dónde andabas, idiota? —lo saludó con un codazo, posicionándose a su lado y comenzando a andar con él. Marlowe se guardó un pequeño envoltorio en el bolsillo.

—Pues cansado. Pero eh, he llegado a tiempo. Para que luego me taches de irresponsable.

—¿Qué quería Hitch?

Marlowe alzó una ceja, mirándole mientras andaban.

—No quería nada, sólo pasamos un rato charlando de nuestras tonterías. Como siempre.

—Esa siempre quiere algo.

—No digas que siempre quiere algo. —Paró tan repentinamente de andar, que Boris tardó unos segundos en darse cuenta de que iba solo. Al girarse reparó mejor en su tono, impropio de él.

—Tranquilo, amigo. Ya sabes cómo es y estoy de broma. Hitch no es una mala persona.

—No, no lo es —contestó rápida y tajantemente. Y no dijo nada más. Boris comprimió el labio inferior con los dientes, pensativo. Cuando llegaron al exterior, empezaron a pasar lista y a nombrar al azar a distintos soldados para ver sus capacidades. Los dos chicos se apoyaron en la barandilla con sus otros amigos; de pronto, Boris observó que la figura de Hitch se movía entre todos sus compañeros hasta llegar donde Marlowe. El moreno sonrió y se puso recto, recibió un afectuoso abrazo de la muchacha y charlaron en susurros, haciendo sentirse apartado al joven cadete.

No pudo decir que disfrutó de aquel entrenamiento. Antes de que dieran la clase por finalizada ambos se escabulleron, cosa que le molestó sobremanera: ¿por qué Marlowe parecía haber cambiado de la noche a la mañana? Era muy firme con sus ideales, muy cabezón. Iba pensando en aquello hasta que paró en seco cuando los vio frente al espejo de la habitación.

«Maldita sea, ni a mi propio cuarto puedo entrar. Este idiota la trajo aquí.«

Pensó en dar media vuelta, pero no pudo. Las pupilas se le empequeñecieron al observar cómo Marlowe sacaba del envoltorio un fino collar plateado, y mirándose ambos en el espejo, lo enganchó con cuidado tras su nuca. Boris cerró el puño con fuerza. Ahí tenía la confirmación de lo que ocurría. Su amigo la besó en la mejilla y sonrieron mirándose a través del espejo, hasta que Hitch se giró y comenzó a besarle cariñosamente. El imbécil de Marlowe había caído en sus redes. Empezó a sentir auténtica rabia al ver cómo el beso se prolongaba, y se prolongaba sin fin. Cuando por fin finalizó le susurró unas palabras que la hizo sonreír. Boris nunca había tenido nada con ella, pero era un hecho que le fastidiaba igualmente. Raro era el día que no pensara en ella, sin embargo, Hitch no quiso ir a más nunca con él, y rechazó continuamente sus intentos de acercamiento. Pero lo que peor había soportado era que siempre la veía positiva y de buen humor, y tan engreída… no. Lo peor era verla feliz con su mejor amigo. Tan feliz que parecía no importarle demostrar su amor en público con él.

Entró ruidosamente al cuarto, a lo que Hitch dio un respingo al no esperárselo. Marlowe lo siguió con la mirada aún rodeando a la cadete con los brazos, pero enseguida se dirigió a ella y le susurró.

—Tengo algunos trabajos que hacer.

—¿Quieres que te ayude…? —la oyó responder Boris, desde su litera superior. No quería asomarse, pero lo estaba oyendo todo. Ellos le habían ignorado por completo.

¿Quién es esta tipa, preocupándose por los demás?

—No, hermosa. Descuida. Oye, ¿sabes que te qu-…? —la frase se cortó porque bajó el tono.

—Perdí la cuenta de las veces que me lo dijiste anoche —murmuró en voz baja, aunque Boris afinó tanto el oído, que esto sí lo oyó.

Habitación de Hitch y Annie

Hitch pilló a Annie terminando de vestirse cuando entraba. La rubia la miró de reojo mientras se sacaba la capucha por fuera de la chaqueta.

—Te han dejado otra nota.

Esta vez sí se fijaría mejor en su expresión. Hitch cogió la nota doblada y la abrió, sólo había una línea. El contenido volvió a dejarla pensativa demasiado rato. Sus ojos ámbar viraron a Annie, pillándola con la mirada fija en ella.

—¿La has leído?

Annie negó y se sentó para ponerse las botas, pero Hitch siguió mirándola. Esta vez arrugó el papel en el puño y apretó con fuerza. No creía que Annie le cotilleara el correo como ella sí hacía con el suyo, pero por las moscas, también cogió la otra nota que había llegado y la empezó a romper. Lo hizo todo un amasijo y se guardó los restos en el bolsillo de la gabardina.

—Annie —murmuró, mientras se arreglaba el flequillo en el espejo. —¿Puedes acompañarme luego al jardín del último cuartel? El abandonado. Tengo que ir a hablar con el comandante Yurp, creo que me va a dar unos materiales para el laboratorio. Son pesados.

—Lo siento, hoy estaré todo el día en los entrenamientos. Tengo prueba. —Se cerró la chaqueta y cogió la llave del cuarto. —¿Puede ser otro día?

—No. —Contestó cortante. Annie miró de reojo el bolsillo donde se guardó las cartas y empezó a conectar cosas en su mente. ¿Y si las cartas decían algo más serio? Ahora que la otra rubia las había roto ya poco había que hacer, y la cabeza empezó a trabajar en qué le pasaría, a fin de cuentas, no era normal que Hitch le respondiera cortante. Pero el tiempo para sus entrenamientos se le venía encima. De pronto oyó un ruido fuerte y llevó la mirada en dirección a la puerta, Hitch había salido de un portazo de la habitación. 

 

Al girar la esquina para salir rápido, chocó con un grupo de chicos. Boris, Sprae y Dom. Hitch miró a Boris.

—Boris, ¿vas para el comedor? ¿puedes decirle a Marlo que vaya al jardín del último cuartel? Necesito que me ayude a transportar unas cosas.

Boris se quedó mirándola fijamente, pero al cabo de un rato, asintió con una remilgada sonrisa.

—Sí, se lo diré. Seguro que está allí en cinco minutos.

—Muchas gracias —sonrió un poco y desapareció por el pasillo, andando rápido.

Sólo con el propósito de molestarla, no le diría una mierda. Que se jodiera.

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