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  • Paradero Desconocido

CAPÍTULO 9. La doliente pasión

—No tenías que haber obligado a todos esos guardias a marcharse —dijo Ymir.

Historia Reiss la catapultaba con la mirada, las rubias cejas ceñudas y la boca fruncida parecían estar hablando por sí solas. Ymir tenía una mirada preocupada al respecto, recorrió con los ojos las marcas del cuello que le había provocado y puso ambas manos cruzadas sobre la mesa.

—Sabes… creo que no es buena idea seguir durmiendo juntas, después de todo. Siento haberte hecho perder el tiempo, Historia. Ya sabes lo egoísta que soy —adoptó una actitud más reconocida por cualquiera, chulesca, incluso pudo sonreír—. No me mires así.

—Si sabes algo de lo que ocurrió esa noche, dímelo. Aquella no eras tú.

Ymir cerró los ojos dubitativa, no sabía si decir la verdad o mentirle. Ni ella misma sabía bien qué ocurría. Habló muy calmada.

—Sólo sé que quiero estar contigo. —Historia relajó la expresión, y abrió más los ojos al oírla—. Pero desde que volví tengo visiones espantosas, todas relacionadas con personas lastimándote. Me abalanzo sobre ellas, pero al despertar es a ti a quien hago daño —abrió los ojos igual de calmada, acariciando la madera de la mesa sin mirarla—. Es la verdad.

—Entonces no me salves. No ataques al atacador.

—Es muy real —suspiró, negando con la cabeza. La miró furtivamente, pero antes de volver a abrir la boca se tocó la frente cansada—. Es real, asquerosamente real. Cómo se supone que pueda obviar que alguien te esté matando. ¿Y si algún día no es falso?

—¿Puedes intentarlo, Ymir?

Ymir separó la mano de su flequillo y la miró con el rostro un poco descompuesto. Hablar de todo aquello volvía a hacerle recordar cómo le desfiguraban la cara a puñetazos en una de las pesadillas. Si de verdad podía ser dueña de sus acciones en aquellas visiones o sueños, había una posibilidad.

—Sí —dijo finalmente, sin siquiera estar convencida.

—¿Puedes? —repitió, haciendo que Ymir mantuviera la mirada sobre ella—. Porque si puedes, dormiré contigo esta noche y las que hagan falta.

Ymir se entristeció un poco, le dolía lo buena que era. Quiso hablar, pero se le formó un nudo en la garganta y sólo bajó la mirada, devastada. Historia no añadió nada, también se sentía extraña. De pronto vio que Ymir se quebraba y empezaba a llorar, poniéndose las manos en la cara para sosegarse. Los ojos azules de la rubia empezaron a brillar, jamás la había visto así de emocionada. Se puso de pie y caminó con decisión hasta ella, poniéndole la mano en el hombro. Notaba la tensión de su cuerpo al aguantarse el resto del llanto. Al quitarle una mano con las que se tapaba Ymir volvió sus iris castaños hacia ella y ambas se abrazaron, sintiendo el calor de la una y de la otra. Las mejillas de la morena ardían, enjuagadas en lágrimas, quiso decirle muchas cosas, pero en ese momento las palabras no salían de ella.

Historia movió hilos para que la soldado saliera de prisión. Como el testimonio de Hitch fue suficiente para que varios guardias miraran con ojos en la nuca a la prisionera, les chocaba que la reina Reiss hubiera tenido la insensatez de liberarla. Ymir podía ser muy hija de perra con cualquiera que se le cruzara en el camino, pero que ni siquiera reconociese la autoría de la asfixia hacia Historia logró que la tacharan de demente. Canceló casi todas las obligaciones de su agenda durante dos semanas y cedió el liderazgo temporal a Zackly y Pixis. Dos semanas en las que Historia minimizó sus tareas a las del orfanato. Dos semanas en las que vivieron tranquilamente en la casa de campo, sin perturbaciones, sin que nadie molestara y con decenas de niños y niñas encantadores que querían jugar con ellas. Ymir no se sentía muy conectada a los niños, pero debía reconocer que ver el trato de Historia hacia ellos estaba cambiándole los esquemas. Ambas habían pasado una infancia un tanto despreciable, sin padres, y en última instancia sus vidas siempre dependieron de sus propias agilidades. Por eso Ymir había sentido con ella una gran conexión desde antes siquiera conocer el nombre de «Christa», cuando eran aspirantes. Esas dos semanas fueron mágicas para las dos, y de manera oficial se convirtieron en novias. Historia había comprobado además el insaciable apetito sexual de Ymir a casi cualquier momento en que tenían un rato libre. Debía reconocer que el sexo con ella la llenaba a todos los niveles, le daba igual si fuera con la pastilla o no. Lo que provocaba en su ser cada vez que hacían el amor era una sensación que jamás nadie podría otorgarle. Se sentía unida a Ymir, e Ymir a ella.

El sol seguía sin ofrecer mucho calor a Paradis. Las nevadas cesaron, instaurándose en su lugar lluviosas noches llenas de truenos. Historia entró en la casa corriendo, librándose del abrigo empapado y del calzado en la entrada. Se sintió profundamente aliviada al sentir el vaho caliente de la chimenea de piedra. Vio dos gallos sin piel colgados en un pico de la cocina, los dos con el cuello roto. Puso en la encimera dos cajas de fresones enormes que había traído del huerto de palacio, y en lo que cortaba algunas y las ponía en un plato, la morena entró en la casa. La muy inconsciente se había ido al exterior sin apenas abrigo, siempre burlando a la suerte, y la vio acercarse a la chimenea tiritando.

—Estás loca… ¡quítate esa ropa empapada!

—Espera… espera…

Murmuró riendo nerviosa, extendiendo las manos frente al fuego. Cuando la sensación de frío la abandonó un poco, marchó a la habitación y se puso una blusa y una manta, dirigiéndose después a la cocina.

—Oh, qué bueno, siempre pensando en mí… —murmuró divertida al pasar por detrás suya, y su mano robó unos seis trozos cortados de las fresas, metiéndoselos uno a uno a la boca. Le había estropeado el dibujito que estaba creando.

—¡Eh! ¿No se suponía que hoy te encargabas de la cena? ¿O ya te has aburrido de ser ama de casa? No vale sólo con matar y despellejar a los gallos…

Ymir siguió masticando sin mirarla, con esa expresión vacilona que tan bien la caracterizaba.

—Estoy cansada, hoy Eren me ha dado una buena paliza en los entrenamientos… y Hange también. Esa bruja coja cree que somos saltamontes —metió otro trozo de fresa y estiró la espalda, mirando a la rubia. Ésta le devolvió una mueca de cejas levantadas, a lo que la pecosa levantó riendo las manos—. Voy, voy… no me mires así.

Truenos bastante fuertes las acompañaron mientras terminaban de hacer la cena y el postre. Cuando Ymir sacó los pollos del fuego los cortó con saña, separando los muslos, y de repente, el crujido que uno de estos emitió al despedazarse la dejó en el limbo. La Coordenada, la conexión con el resto de titanes, la recuperación de su humanidad. El crujido volvió a reproducirse en sus oídos, esta vez era Historia la que aparecía en la Coordenada, alguien le inyectaba algo en la nuca por sorpresa y se transformaba en un titán. En la visión, la dejaban cerca de un Eren maniatado, y los crujidos de su cuerpo en los dientes la devolvieron a la actualidad. Ymir recorrió con la mirada la estancia hasta observar la espalda de Historia, quien justo en ese instante se giraba hacia ella sonriente, con unos ositos hechos de rodajas de fresa.

—¿Y bien, qué te parecen…? —dijo angelicalmente, sonriendo como una niña. Al abrir los ojos vio que Ymir la observaba seria, preocupada, y esto la contagió—. ¿Estás bien…?

—Sí —contestó muy rápido, siguiendo con su labor y dejando listo el pollo despedazado a un lado—, te han quedado bien.

Historia dejó los platos y llevó los tenedores a la mesa. No era tonta. Las pesadillas habían continuado algunas noches. Ymir le había confesado que empezaba a tener visiones despierta también, pero que por suerte, aquí su mente no jugaba con su subconsciente y era dueña de sus acciones. Cenaron juntas en la total tranquilidad, ignorando lo que había pasado. Después de comerse las fresas, el torrencial de agua se hizo más pesado y los relámpagos más ruidosos. Ambas movieron el sofá en dirección a la ventana, admirando los truenos conectándose entre sí y apagándose, y la ventana con miles de gotitas impactando. El calor de estar abrazadas y de la chimenea era tan reconfortante, que aquel clima las hacía estar a gusto.

—¿Qué harás cuando yo no esté? —dijo Ymir, hundiendo lentamente sus dedos en la cabellera rubia de Historia. Ésta se movió despacio, relajada en su hombro. No deseaba responder, ni imaginarse el día en que eso llegara. A Ymir le quedaban pocos años de vida, era un hecho. Y tardó bastante en contestar.

—No lo sé. Me entristece pensar que no vayas a estar —dijo en un hilo de voz, poniéndose más cerca de tu cuello.

—No me quedan muchos años.

—No me lo preguntes más. No sé qué haría sin ti, el simple hecho de pensarlo es… —suspiró frunciendo el ceño, sintiendo impotencia.

—Seguirás siendo la reina, espero —musitó sonriente, masajeando despacio la parte posterior de su cabeza.

—Es mi deber. Pero no sé si querré seguir. O si podré.

—Espero que rehagas tu vida y seas muy feliz, con quien sea —susurró con la mirada en otra parte.

—Para de decirme esas cosas, por favor… —Historia quitó la mano que le tenía en la cabeza y besó su mejilla, despacio. —Sólo quiero pensar en los hermosa que eres, y en esas pecas. ¿Sabes qué…? Cuando no estabas, no podía dormir mirando a la ventana. Me recordaban a tus mejillas, llenas de pequitas tan pequeñas.

Ymir se ruborizó, dirigiendo sus iris a los azulados de su novia.

—No sabía que me imaginabas tanto…

—A cada momento.

—Ni siquiera creí, cuando te conocí, que te podían gustar las mujeres. Y me lo decía continuamente, yo a esta niña la tengo que enamorar… —sonrió ladeando el rostro hacia ella, y le dio un suave mordisco en la mejilla. Historia rio contagiada, se movió hasta quedar sentada sobre ella. En la oscuridad, veía que las sombras de las gotas en la ventana se proyectaban en el rostro de Ymir, discurriendo algunas como si fueran sus propias lágrimas. Historia dejó de sonreír despacio, e Ymir también. Ascendió su pequeña palma a la mandíbula de la morena, repasándola con el pulgar en varias caricias.

—No creo que me enamore de otra mujer. Y como única que serás, te haré feliz hasta el final —Ymir entreabrió los labios al oírla, sintiéndose entregada a esa pequeña. El amor que le tenía era inconcebible. Sus bocas se unieron despacio, Historia moldeaba sus labios sin descanso contra los de Ymir, mientras sus estrechas caderas se mecían en un vaivén sobre sus muslos. Hundió sus dedos en la media melena crecida de la morena, brillante y castaña, apartándola de sus facciones para que no estorbaran en el beso. La otra desplazó la palma de la mano por su espalda y continuó acariciando hasta uno de sus glúteos, masajeándolo por fuera de la ropa y apropiándose de él, con sus largos y finos dedos.

—¿No te bastó con la guerra de esta mañana? —preguntó, distanciando su boca unos milímetros.

—No… —masculló Ymir en un susurro, reclamando su boca de nuevo. Volvió a apretar el cuerpo de Historia contra ella, con tanto ahínco que ambos clítoris, por debajo de la ropa, lograron estimularse. Ymir gimió suave en su boca y dejó de atraerla; en su lugar, desabotonó la blusa que llevaba Historia y la deslizó por el largo de su espalda.

La rubia la miró con una sonrisa complaciente y se mordió instintivamente el labio inferior, los iris de Ymir estaban hipnotizados con sus pechos.

—Enseguida vuelvo…

Ymir alzó una ceja despertando del letargo al oírla decir aquello; vio que Historia se levantó semidesnuda de sus muslos y salió en busca de alguna cosa. La morena aprovechó para taparse unos segundos el rostro, soportando una calentura interna que la iba a volver loca.

—¿Qué estás buscando? —le preguntó al cabo de unos segundos, que a ella le parecieron horas.

—Tus dichosas pastillas…

—Ahora las busco yo. Ven.

—Hm, pero ya sé lo que te apetece, y las quiero tener a mano par-…

—Que vengas te digo. —Ymir miró hacia atrás del respaldo del sofá para encontrarse con ella. Historia se contuvo la risa al oírla más enojada, y se acercó de nuevo donde estaba.

—No me hables enfadada que te dejo sola, ¿ah…?

—¿Cómo? —preguntó Ymir vacilona, con una sonrisa maquiavélica en el rostro. Le hizo un gesto para que se acercara, con el dedo índice—. Acércate, que te vas a enterar…

—No… ¡eh, si me tocas…! —exclamó divertida, pero antes siquiera de acabar su frase Ymir se acercó al lado del sofá donde ella estaba y la rubia salió corriendo. Ymir logró encerrar la mano alrededor del cinturón de su pantalón, que todavía llevaba puesto, y por más que la pequeña hiciera fuerza, con un brazo le bastó para atraerla a su antojo, hasta que la pegó en el sofá.

—¿Si te toco qué, decías? —murmuró en su oído, con la mano bien apretada en el cinturón. Pasó la otra hacia delante y envolvió su pequeño pecho con la mano, acariciando su pezón y su busto despacio. Historia entreabrió la boca y emitió un breve gemido, disfrutando de las caricias.

—Que si sigues así… voy a…

—Has intentado portarte mal y me has contestado mal, te tengo que castigar —dijo con una pícara sonrisa en los labios, y de repente, Historia sintió que la alzaba con fuerza de la cintura.

—¿Pero qué…?

La morena logró volver a subirla encima de ella, tuvo la fuerza para trasladarla por sí sola en el regazo bocabajo, y allí fue donde le desajustó el cinturón y le bajó con fiereza los pantalones. Historia se ruborizaba cada vez que Ymir tenía esos prontos: era muy autoritaria en la cama. Sintió su corazón palpitar más acelerado al notar sus nalgas desnudas expuestas, y de pronto todo su cuerpo dio se estremeció al notar un fuerte azote.

—¡Ymir…! —apretó los puños en los cojines, devolviéndole la mirada. Ymir la miraba con la mirada lujuriosa y cabrona.

—Te crees muy mala, ¿no…? —dijo la otra divirtiéndose, y cargó el brazo soltándole una segunda, que bastó para enrojecerle la piel. Historia gritó y tuvo que cerrar los ojos, contenida. Enseguida sintió un escalofrío placentero al sentir que la penetraba con un dedo despacio, esa era ella, una de cal y otra de arena. En cuanto a la morena, disfrutaba un montón teniéndola tendida encima, desnuda. Hundió su dedo corazón varias veces, despacio dentro de ella, pero enseguida se movió un poco hacia un lado. Historia llevó la mano al cuello de Ymir y lo acarició despacio, mientras se erguía sobre ella.

—¿Dónde vas ahora? —la miró tranquila, sintiendo sus caricias.

—Sh —le calló los labios con un dedo, sonriendo con cierta picardía. Sabía que a Ymir le gustaba tomarse la hormona, pero en aquella ocasión, independientemente de que lo hiciera o no para disfrutarla, pensaba dar todo de sí para llevarla a la cima primero. Se bajó del sofá y llevó las manos a las bragas de la morena, recorriendo con ellas sus muslos hasta sacárselas. La otra, que ya sabía lo que venía, se repasó furtivamente los labios con la lengua y se acomodó, acercando más su largo cuerpo al borde del sofá. La rubia se apartó un poco el flequillo del rostro y pegó sus suaves labios a la vagina de su novia, saboreando con la lengua lentamente sus firmes pliegues. Aproximó la lengua a su clítoris y lo acarició con lentitud, en círculos, de forma cariñosa, pegando también sus labios al cabo de un rato para inducir una succión agradable. Abrió los ojos mientras lo hacía y vio el cuello estirado de la morena, con la cabeza echada en el respaldo, suspirando con dificultad al sentirla. Historia acomodó mejor las rodillas sobre la alfombra y enrolló un brazo en su muslo, sosteniéndolo según lo acariciaba y su lengua seguía moviéndose sobre todo el largo de sus labios vaginales, abriéndolos y saboreándolos a placer. Ymir empezó a lubricar enseguida; al sentir su sabor, la rubia se despegó unos instantes para acariciarle el clítoris con dos dedos, que posteriormente introdujo abriéndose camino dentro de ella. Ymir se volvió a mirarla con el labio inferior mordido y le acarició la cabeza, la instó a que retomara el trabajo oral con la boca. Así que con la boca enteramente rodeando y estimulando su clítoris, su novia empezó a penetrarla con más ritmo cada vez, llegándole más adentro.

—No me quiero correr, no me quiero correr…

—¿Qué haces hablando sola ahí arriba? —preguntó Historia divertida, tomándose un descanso con la boca. Ymir estaba mascullando en un hilo de voz—. ¿Cuándo te voy a penetrar yo a ti?

—Eso lo quiero hacer yo…

Historia se rio divertida, deteniendo su trabajo y echándose despacio sobre el cuerpo de Ymir, que estaba tenso y con la respiración algo entrecortada. Empezó a besarle el cuello tiernamente, y también masajeó uno de sus senos mientras lo hacía. Notó que Ymir intercalaba una mano entre los cuerpos y empezaba a masturbarse sola, insistentemente. Historia le agarró la muñeca y le quitó la mano, consiguiendo una mirada de lástima de la morena.

—No seas tan impaciente, Ymir.

—Perdona… estoy muy excitada… —Historia no le respondió más, simplemente, volvió a pegarse a su cuello y succionó con fuerza, y enseguida sintió que el pezón que estaba acariciándole se erizó de nuevo. Ymir suspiró contenida, acariciando a la rubia de los muslos despacio, midiendo también un poco su fuerza. Cerró los ojos concentrada. Tener a Historia encima era también muy difícil de soportar, porque sacaba su lado más cariñoso, pero también el más animal. De pronto sintió que la volvía a penetrar con tres dedos, usando el pulgar como un estimulador constante de su clítoris, y aquí empezó a jadear, mirándola con deseo.

—No está mal esto de mandar de vez en cuando, eh… —le susurró de cerca, y la mordió en la mejilla. Ymir ya no respondía de ninguna manera más que separando más sus muslos y dejando que la mano de Historia siguiera con la misma cadencia. Después de apenas un minuto el vientre se le contraía, aguantando el placer. Historia sacó los dedos lubricados de su interior y se limitó a mover las yemas de los dedos en su clítoris, consiguiendo que la morena soltara un gimoteo quebrado. Notó que elevó la cintura escasos centímetros y jadeaba más fuerte, al llegar al primer orgasmo. Ymir fue a por la pastilla y se la tragó sin agua y sin nada, aún con el calor en el cuerpo.

—¡Lo sabía! ¡Sólo quieres penetrarme! —chilló la otra, riéndose en el sofá.

—También tenemos juguetitos, pero ya que tengo la posibilidad de sentirte al 100%…

Historia empezó a reírse, aunque a los pocos segundos vieron las dos, alucinadas igual que la primera vez, cómo aquel pene imperioso y ya bien levantado le crecía a Ymir entre las piernas. Historia hizo un suspiro de preparación, porque sabía que a pesar de disfrutarse mucho mejor así, meterse aquello a veces era una odisea, y cuando Ymir estaba ya tan ciega de placer era complicado controlarla.

Totalmente erecta, Ymir se puso en pie, quedando varios centímetros por encima de su novia. Se inclinó, agarró a Historia por la cintura y dejó que se pusiera en pie. Historia levantó la cabeza y extendió los brazos tras su cuello; volvieron a besarse. Era un beso totalmente pasional, excitado, Historia notó la lengua de Ymir bastante adentro y suspiró excitada. Pero no duró mucho. Tomándola del brazo la instó a girarse y apoyarse sobre la mesa donde habían comido, aún estaban algunos platos encima de la madera. Historia se puso colorada al sentir los dedos húmedos de la más alta acariciarle el clítoris de manera circular, con un brazo cruzado por delante de su vientre para alcanzárselo. Separó las piernas por inercia, acalambrada de placer, y cuando Ymir se detuvo, sintió su grueso miembro empujarle en la cavidad apretada, lo que la hizo cerrar los ojos.

—¿Bien…? —preguntó Ymir, que aún luchaba contra sus propios instintos por no empalarla como otras veces había hecho, incapaz de redimirse. Historia asintió con el labio inferior mordido, aunque cerró fuerte los ojos al sentirla adentrarse más, sentía mucha presión.

—Es que es grande, maldita sea…

Ymir cerró los ojos de pura excitación cuando la sacó, Historia estaba tan contraída que tanto meterla como sacarla era un abrazo sobre el glande. Respiró hondo para controlarse y situó sus largas manos en sus glúteos, separándolos con los pulgares. Volvió a adentrarse en ella y esa nueva presión, ahora más en su interior, la excitó el doble. Sus uñas alargadas se incrustaron en su piel e Historia llevó una mano a la muñeca de la que provenía aquel pinchazo, instándola enseguida a detener. Ymir dio un suspiro más ronco y asintió, volviendo a controlar la fuerza. En lugar de clavarle las uñas apretó la yema de los pulgares y tuvo que flexionar un poco sus largas piernas para ver mejor lo que hacía. Trató de penetrarla en un vaivén pausado, buscando dilatarla. Subió la mirada a la pequeña y delgada espalda blanca que tenía recostada frente a ella, aferrada a los bordes de la mesa, y cómo sus omóplatos se contraían suavemente cada vez que entraba dentro suya. Historia puso los ojos en blanco de placer al sentir de nuevo la mano de Ymir insistiendo en su clítoris, y empezó a responder con gemidos cuando entraba en su interior.

Desde la perspectiva de Historia, el principio siempre era un poco desafío, pero Ymir se había vuelto también muy cariñosa con ella en la cama. Las penetraciones no aumentaron de velocidad, fueron lentas pero a un ritmo marcado, cada vez buscando hundirla un poco más. Los vaivenes se transmitían como pequeñas descargas de placer cuando la tenía adentro. Sus senos, pegados a la mesa, estaban muy erizados. Pegó la mejilla a la madera y abrió la boca, el vaho de sus suaves gemidos empañaban el cristal de un vaso que había cerca. De pronto sintió un breve pero contundente tirón hacia atrás de todo su cuerpo, lo que la hizo agarrarse más fuerte a los bordes. Ymir la había pegado a sus caderas y disfrutaba en silencio de la sensación de tener su miembro enteramente metido en su cavidad. La sacó despacio y entera, masturbándose lentamente, enjuagada de los fluidos de Historia. Clavó las rodillas en el suelo y manteniendo sus nalgas bien abiertas con las manos hundió la boca, pasando la lengua una y otra vez por su clítoris y por el resto de su vagina.

—Ah… Ym-Ymi..r… —le temblaron las piernas. Ella misma empezó a mover su cuerpo en respuesta a la estimulación, e Ymir la seguía con la boca, sin parar de lamerla, incansable. En una de esas le soltó otro azote fuerte y sonoro, que hizo que Historia diera un respingo y jadeara adolorida. Ymir tenía una mano para repartir buenas galletas, y por si quedaban dudas, una gran marca de sus dedos se le quedaría en el glúteo hasta la mañana siguiente.

—Pequeña, en el sofá mejor. Vas a estar más cómoda.

Historia se incorporó y con las mejillas enrojecidas la siguió, acostándose bocarriba. Pero eso no era lo que Ymir quería. La sonrió, y la tomó del brazo, girándola igual que antes. Sólo que esta vez Historia pudo apoyar bien las rodillas encima del sofá, y la diferencia de altura ya no sería un problema.

—Y yo también estaré más cómoda, me estaba dejando los cuádriceps allí… —murmuró divertida, centrando de nuevo sus nalgas en frente suya. Apenas podía quitarle la vista de encima; el rostro de la rubia estaba algo volteado, había un contacto visual tan íntimo que Ymir acabó sonriendo de nuevo, con cierto vacile. —¿Qué, rubita…?

Historia respondió algo ruborizada evadiendo su mirada. Las manos de Ymir acariciaban insistentemente sus nalgas, hasta que las caricias se convirtieron en posesividad. Entró en su interior lentamente pero sin pausa, hasta pegar por completo sus nalgas al bajovientre de la morena. Comenzó a mover la cadera despacio, pero esta vez y sin previo aviso, el ritmo empezó a aumentar.

—Oh… —Historia sintió que la punta tocaba el final, gimoteando de placer y toda la piel se le puso de gallina al sentir que la mujer se le chocaba con más velocidad, convirtiendo el vaivén en un caliente choque de piel cada vez más sonoro, sin parar. Ymir dio un brusco suspiro ronco, le ponía cachonda poseerla así, la traía loca. Se dedicó a mirarla y ver cómo Historia gemía continuamente de placer, con las mejillas rosadas, incluso algo más cansada de sostenerse con sus brazos a la demanda que la otra la sometía. De repente dio un gemido fuerte y agudo, tensándose de arriba abajo, la constancia de las penetraciones le provocaron a Historia el clímax. Acompañó los movimientos de su chica con su cintura. Ymir tenía la lasciva mirada concentrada en las nalgas de la rubia, las cuales seguía penetrando sin miramiento, haciendo uso de la fuerza. Alargó de pronto un brazo hasta el pelo sedoso de Historia y lo tironeó hacia atrás, obligándola a levantar el cuerpo y arquearse para ella.

—Te tenía… t-te tenía que haber tocado el titán bestia… —bromeó Historia, aguantando aquella incómoda posición en la que sin embargo, disfrutaba incluso tras haberse corrido una vez. Ymir no la estaba escuchando, para bien o para mal, ya había entrado en aquella onda donde sólo le interesaba satisfacerse y ver a su novia sometida. Nunca era su intención hacerle daño, pero el desmedido placer que sentía al embestirla con esa brusquedad le daba escalofríos en todo el cuerpo. Sobre todo en ese momento, que empezaba a sentir que se le avecinaba el otro orgasmo. Apretó el agarre de su cabello y retorció la muñeca hacia atrás para juntar ambas cabezas, y aquí Historia sí sintió dolor.

—Para… ¡Ymir! —agarró la mano con la que la tenía enganchada e Ymir reaccionó y soltó su pelo, suspirando contenida. Vio a Historia retirarse el sudor que el flequillo le estaba generando en la frente y paró de moverse, arrastrando una caricia por su espalda.

—¿Te he…?

—No, pero me vas a partir la espalda.

—Lo siento. Déjame acabarte dentro… —murmuró aún detenida, Historia escuchó su tono suplicante y dejó caer la cabeza sobre el sofá, mirándola desde allí.

—Ya son varias veces las que me estás acabando dentro, no sé si…

—La última… es muy placentero, por favor. —Historia llevó instintivamente la mirada hacia la morena. La pasión, sobre todo de la morena, había hecho que sucumbieran varias veces a hacerlo sin ningún cuidado. Debía reconocer que Ymir era muy insistente… cuando la rubia le devolvió la mirada simplemente asintió, e Ymir notó las mejillas coloreadas tan sólo de pensar en lo que venía. Volvió a concentrarse en sus pequeñas nalgas y sacó el miembro, acariciándolas desde fuera. Se humedeció la mano con su propia saliva y mojó la punta antes de volver a situarla en su entrada y empujar. Historia cerró los ojos al notar de nuevo aquel grosor abriéndose paso. Esta vez, la pecosa la instó a bajar más la espalda para exponer más su culo, y sus dedos volvían a separar sus glúteos, a Ymir le encanta ver claramente cómo la profanaba. Cuando logró llegar al fondo, trasladó las dos manos a los arcos de su cintura y de allí la agarró, retomando las embestidas. Historia jadeaba cada vez que se la metía, excitándose rápidamente, la realidad era que le gustaba que le dieran fuerte. Aquella melodía brotar de sus labios también era un aliciente para la otra, que sin darse cuenta incrementó el ritmo.

—¡Ah! —soltó un jadeo repentino la más alta, sintiéndose ya muy cerca. Ascendió la mirada a su pequeña y la vio totalmente colorada, respondiendo con jadeos continuados cada vez que la empujaba con aquella fuerza. En una de las embestidas Ymir empezó a gemir con más fuerza, ralentizando los movimientos. Historia supo que se le venía dentro, mientras la morena se tensaba al notar el inmenso placer. Se quedó varios segundos metida dentro de ella, hasta que de pronto, los efectos de la hormona desaparecieron y nada las conectaba. Ymir estaba sofocada, acalorada. Se dejó caer de golpe en el sofá e Historia se sentó sobre sus piernas, rodeándole el cuello.

—¿Te ha gustado, mi amor…?

«Mi amor». A Ymir se le rompieron los esquemas al oír ese nuevo apodo. Asintió complacida y satisfecha, pegando completamente el cuerpo de la más pequeña al suyo con los brazos. Empezaron a besarse, larga y apasionadamente. Toda la noche.

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