CAPÍTULO 9. Surwile
—Buenos días, Revy. ¿Estás bien…?
Revy le contestó con un gimoteo largo y cansado, como un jabalí molesto. Su habitación estaba hedionda a tabaco y a sábana quemada; Rock había dejado a la chica dormir la mona tras la reunión en el Hotel Moscú. La muy inconsciente había despertado de madrugada y se encendió un cigarro, pero se debió de quedar dormida antes de consumirlo, y se desprendió de sus dedos para empezar a quemar las sábanas. Rock se alertó bastante rápido, corrió hacia la habitación y la despertó cabreado. Toda la banda se despertó con resaca y no le hicieron mucho más caso, pero él se obligó a quedarse a dormir a su lado. Cuando el reloj dio las 8 de la mañana se levantó y sin abrir ninguna ventana ni persiana (sabía que a Revy le cabreaba eso cuando aún estaba durmiendo), salió hacia la cocina. Dutch, que era el más responsable como Rock, hacía rato que se había despertado y desayunado. Le avisó de que haría una entrega portuaria y que necesitaba sólo a Benny con él, pues la misión no entrañaba riesgo alguno ni era algo ilegal, pero no dejaba de ser trabajo enviado por la rusa. Salió a los veinte minutos y Rock terminó de preparar el desayuno para Revy en una bandeja. Dejó dos tostadas con queso derretido y mermelada y un café con zumo, y pasó adentro del cuarto cuando dieron las 9. Revy dormitaba con el ceño fruncido, babeando por una comisura y espatarrada sobre la cama. Rock suspiró: detestaba el olor que había en su cuarto y lo sucio que lo tenía todo. Por suerte, desde que se tenían ese cariño especial, se había dado cuenta de que por lo menos ahora recogía los restos de comida y envoltorios de todo lo que pedían domicilio, cosa que no hacía antes. Pero seguía teniendo un grave problema con el orden de su ropa. Hizo espacio sobre la mesita de noche, pasó un paño húmedo para desincrustar la ceniza que llevaría allí pegada un lustro, y dejó la bandeja.
—Pst, Revy… tienes que despertar. —La tocó despacio del hombro y le habló en todo momento con un tono muy calmado. La chica frunció un poco las cejas como si hubiera escuchado algún ruido pero enseguida su expresión volvió a calmarse, empezando a roncar. —Revy. Te he hecho el desayuno. Recuerda que hoy teníamos que salir.
Revy emitió el primer gemido de disgusto y cabreo, sin abrir los ojos. Se giró hacia la pared y se acomodó, estaba con los sentidos dormidos aún. Rock suspiró y la toqueteó del antebrazo, zarandeándolo sin fuerza.
—Oye, pst…
—Déjame… —le contestó una voz gangosa y ronca, y con un claro tono malhumorado.
—Tienes dentista, Revy.
—Me suda el coño, no eres mi puto padre, déjame dormir si no quieres cobrar.
Rock la dejó de tocar y se quedó callado, un poco dolido por la manera en la que le respondia algunas veces.
—Está bien, creo que se podía aplazar. Iré a dar una vuelta.
Revy oyó la puerta de su dormitorio y, al estar ya más despierta que dormida, tuvo ganas de gritar, rabiosa como estaba. Ahora se sentía mal por haberle hablado así. Dio un golpe seco a la almohada y se giró bruscamente en la cama. Al sentarse en el borde tan deprisa, sintió como si dos agujas se le clavaran en las sienes, fruto de la potente resaca que tenía encima. Se tambaleó hacia un lado pero pudo cogerse al cabecero antes de desplomarse y se aferró a éste. Resopló y se frotó la cara con las manos, no iba a encabezar bien el día con aquel dolor tan inhumano. Dutch le había dicho la noche anterior que tendrían todo el día libre a menos que surgiera alguna emergencia. El estilo de vida que llevaban hacía que a veces esas emergencias no fueran tan inusuales, pero no quería calentarse más la cabeza. Se tomó el zumo de naranja, se notaba que estaba recién exprimido, y se sintió más mal todavía mirando de reojo la puerta. Revy no podía controlar su manera de ser, tenía un humor de perros. Rock ya lo sabía, pero en cuanto sentía que le hacía daño, se sentía mal ella inmediatamente. Trataba de llevar eso en secreto, porque no quería que él ni nadie supiera que le afectba, al igual que le afectó ver el acercamiento que había tenido con Eda en la fiesta… fiesta donde ninguno de ellos -ni Eda ni Rock- le hicieron caso. Mientras se comía la tostada con avidez, recordaba algunos episodios puntuales del Centro de Menores donde compartió algunos talleres con ella. Ella tenía 10 años y Eda 14, aunque nunca supo por aquel entonces su nombre, así que supuso que era como se hacía llamar desde que era una dolescente. Eda era muy problemática, pero no tenía la irascibilidad que Revy había manifestado para su corta edad. Lo que a la americana le fascinaba era fastidiar al prójimo, y por lo que recordaba, tenía problemas para controlar el alcohol que bebía. En el centro robaba a las profesoras y llegó a abofetear a uno de sus compañeros de diez años, saltándole un premolar de leche. Le hizo alguna trastada a algún profesor pero la soltaron muy pronto. Recordaba que se le cambió la cara en cuanto supo que su padre había vuelto a casa y que había firmado para sacarla de allí. El padre de Eda parecía darle mucho respeto. No la volvió a ver hasta mucho después, ya directamente con un hábito y dedicada al tráfico de armas en Roanapur. Revy sabía que Eda tenía un atractor para los hombres, especialmente para los japoneses y africanos, que tenían una fijación obsesiva y asquerosa por las gringas. Y aunque no tuviera la culpa, Revy sentía inseguridad cuando los veía juntos. Temía que Rock se fijara en ella. Pero no llegó a hablar con él de este tema tampoco. Ni lo haría.
Se bebió el resto del zumo y cogió la pastilla que Rock le había dejado en una esquinita de la bandeja. El cabrón pensaba en todo. Se la tragó sin agua y se levantó, recogiendo los vasos y el plato junto a la bandeja.
Cocina
Mientras avanzaba por el pasillo con la bandeja en las manos, pensó en cómo disculparse. No era su estilo disculparse. A lo mejor un beso estaría bien. Llevaba sin besarse con él dos semanas… ahora resultaría raro, a lo mejor a él se le hacía raro también. Pensó en otra manera. Cuando llegó a la cocina paró en seco justo delante del fregadero, sin soltar las cosas. Eda estaba allí hablando con Rock. No recordaba que hubiera ido allí a pasar la noche.
—… JAJAJAJAJA, y te ha mandado a la mierda, ¿no? Ya te dije que parecía que tenía la regla todos los días.
—No digas eso —susurró Rock, instándola a bajar el tono.
Revy pretó los labios y lanzó todo el menaje contra el fregadero, provocando tal estruendo que Rock tuvo un brinco y se volteó enseguida. Eda sonreía.
—Pues sí, todos los jodidos días tengo la regla, así que no me toquéis mucho el coño si no queréis que os deje como un colador ya de buena mañana. —Se defendió la morena, enfadada. —Eda, ¿Acaso no tienes casa?
—Tranquila, zorrón, que no he pasado la noche aquí. No te he tocado a tu niño… —la toreó, y Revy sintó un chispazo de rabia que pudo controlar a tiempo. —Sólo he venido a dejar los archivos a Dutch de la investigación que se está llevando en Roanapur. Ha habido avances con la banda.
Revy tomó el archivador y lo hojeó un poco. Pero cualquier intento de leer le dio más dolor de cabeza, así que lo cerró malhumorada y lo dejó sobre la isla de la cocina.
—Ya nos informará cuando venga y lo lea, yo no estoy por la labor.
—Ya te lo resumo yo. Al parecer esto nos va a concernir a todos lo queramos o no. Uno de los integrantes de la organización contra la que va Balalaika… tiene números de teléfono de agentes de la Policía Local de Surwile, un pueblo pequeño de Virginia. Damos por sentado que es un policía corrupto.
Revy tuvo que agarrarse a la mesa. Nadie se lo notó.
—Y también dice… papapapapa… y que papapapapa… ah, sí. Hay vínculos de ese hombre con la secreta de la policía que transita Roanapur, así que esto se puede convertir en un asunto de la Fiscalía si no hay cuidado. Ese hombre es un don nadie, pero lo que importa son las influencias que tiene en el móvil y su posible conexión con el líder de la banda. Si queréis mi opinión, yo creo que es sólo un poli corrupto que quería sacar tajada y se ha visto metido en este problema por sus superiores. Como sea, no le queda otra que apechugar porque ha sido enviado aquí. No tenemos confirmación aún de su rostro en la actualidad ni de sus familiares.
Revy empezó a sudar frío y apartó la mirada de los archivos. Se tocó la frente mareada y cerró los ojos: no estaba mal por la resaca. No se podía creer la asquerosa, la zorra mala suerte que tenía, empezó a pensar que estaba meada por alguna maldición gitana. Regresó a ella el recuerdo imborrable. Sus manos esposadas tras la espalda, la imagen de una bota llena de su propia sangre, impactándose una y otra vez contra su rostro. Cómo la tiró al suelo, cómo le bajó las bragas y procedió a…
Por favor, no él. Él no. Cualquier otro menos ese cabrón aquí, en mi ciudad.
Sintió unas enormes ganas de llorar. Pero no lo hizo. Se las tragó, y luchó por seguir oyendo a Eda.
—Son zonas donde la corrupción abunda, podría ser cualquiera. No me gusta que sean de Virginia, joder, me crié allí por un tiempo largo. El mundo es un pañuelo.
Rock caviló en silencio y miró a Revy de soslayo. Parecía igual que siempre, jugueteando con el mechero sobre la mesa. Pero él ya se imaginaba que probablemente fuera el cabrón que le hizo aquello, porque la Policía Local de Surwile era sólo una pequeña comisaría. Si no se trataba de él, sería alguien cercano a él. Eda abrió la nevera, robó una lata de cerveza y se la fue bebiendo por el camino mientras se despedía y se marchaba del piso.
—¿Desde cuándo esta tipa tiene llaves de este piso?
—Se las habrá dado Balalaika. Ya sabes que hace y deshace al gusto —musitó Rock. Se acercó a Revy y le puso la mano en el hombro. —¿Estás mejor?
—Sí. ¿A qué hora era lo del dentista?
—En media hora, aún estamos a tiempo de llegar. Yo también tengo pendiente una limpieza. No sabía que Dutch insistía con esto todos los años. Es como nuestro padre —se rio mientras acercaba la chaqueta de Revy y la suya. Revy, que se había vestido con lo primero que encontró, se ató la coleta y se abrigó deprisa, chistando.
—A mí siempre me encuentran una caries, joder. Y siempre una sola. Odio que me metan la jeringa de la anestesia y que toqueteen en la boca.
—Da gracias que no sea una endodoncia o algo más grave, haz el favor de dejar de refunfuñar —la acarició de la lumbar al salir y cogió las llaves.
Cuando se encontraban sentados en el coche y Revy encendió el motor, Rock no pudo contenerse y le tuvo que preguntar algo que a él también le costaba asimilar.
—Oye… con respecto a lo de la investigación…
—No quiero hablar del tema.
—Lo sé. Y lo respeto, créeme. Pero por favor… es importante saberlo. ¿Ese hombre… sigue vivo?
Revy bajó la mirada un instante, con las manos enguantadas apretando fuerte el volante. Sacudió la cabeza en una negativa y se colocó rápido un cigarro entre los labios, encendiéndolo con el mechero del coche.
—No lo sé.
—No has investigado ni sabido nada de él después de aquello, ¿cierto?
—No tenía los medios para investigar nada, sólo era… —le costaba decirlo— …una cría.
—Esto no se va a quedar así, Rebecca.
Revy miró hacia el frente con la expresión cambiada ahora, y notablemente seria. Retiró el freno de mano y sacó el coche del aparcamiento despacio, incorporándose a la carretera sin comentar nada.
—Y si quieres no te haré partícipe —prosiguió él—, es un tema por el que cualquiera podría sentir miedo y… haré lo que sea para…
—No tengo miedo, joder. PARA YA —le gritó, cortándole. Aceleró sin darse cuenta. Rock se agarró al cinturón de seguridad y miró alarmado la carretera.
—¡Vale, perdona! Perdona…no pretendía…
—No escarbes, joder. No te lo conté para que escarbaras. No es que no quiera que me hagas partícipe de tus descubrimientos, es que no quiero que te involucres. ¿¡Lo entiendes!? Déjalo estar. Yo no tengo miedo, tuve miedo cuando me estaba ocurriendo, joder, estaba cagada de miedo y con una impotencia enorme. Pero ya no. Quiero olvidarme de que esa mierda me pasó. Respétalo, coño.
Rock se sentía más hundido a cada frase que decía, porque se notaba que las decía desde un fuego interior de puro dolor. Para él no eran necesarias pruebas psicológicas para saber que todo formaba parte del trauma consolidado, pero le daba mucha rabia que aquel malnacido pudiese seguir vivo.
—No puedo dejarlo estar —se sinceró el japonés, dolido. —Pero he hecho mal en hacerte preguntas a ti, es obvio que no sabes nada. Lo lamento muchísimo.
—Te he dicho que lo dejes estar. Deja que las otras organizaciones se encarguen, no quiero ese puto dinero que Balalaika está ofreciendo, no si va a costarme más la puta salud mental. ¿¡Te enteras de una puta vez!?
—Sí. —Asintió rápido, y le dio la razón, porque la tenía. No se sentía valiente ni siquiera para mirarla después de los cuatro gritos que le había soltado, conducía muy rápido, y había conseguido enfadarla de nuevo. —Oye, sólo quiero que sepas que… en ningún momento he buscado hacerte daño con esto.
—Haz el favor y deja de hablar.
Y así, quedó zanjada la conversación. Revy estuvo irritada y susceptible el resto del día.
Horas más tarde
Al anochecer, cuando toda la banda llegó de sus quehaceres o de su tiempo de ocio, Dutch les reunió para dar algunas indicaciones de los avances que había tenido la investigación de Balalaika. Después de una ardua discusión en la que Dutch le intentaba hacer ver Revy la importancia de cooperar, y que ella se rehusaba a que la banda completa formara parte de ello, todo acabó en dos gritos irritados de la morena y un portazo. Revy se fue del piso, ante la preocupada mirada de Rokuro.
—Basta. Déjala, no vayas tras ella —le señaló Dutch. —Todos tenemos problemas, pero Balalaika ha solicitado que algunas bandas de su confianza viajen hasta Virginia para extorsionar a dos hombres de la Policía Local. Al ser pueblerinos, no le importa una mierda la repercusión que pueda tomar. Y para vuestra amarga sorpresa, no podréis elegir quién va, porque ya lo ha decidido ella.
Rock alzo una ceja cuando Dutch fijó en él la mirada.
—Irás con Edith. Rock, esto es complicado de cojones. Tienes que tener muy claro que si os ven y sois reconocidos por alguien de la policía, va a haber muchos tiros. Tienes que ir tú por motivos que Balalaika te comentará en privado. En cuanto a Eda, está bien jodida porque teme ser reconocida por mucho que sea un pueblo apartado… vivió de adolescente una temporada allí. Pero lleva tiempo teniendo que ir igualmente a por enseres personales, así que… a regañadientes ha accedido. A Balalaika le viene bien que una policía acompañe a un civil como tú. Tened mucho cuidado.
—No sé si quiero aceptar esto.
Dutch levantó la vista del papel y volvió a fijarse en él, guardando unos segundos de silencio. Al cabo, sonrió con impaciencia.
—Todavía no te enteras de quién está mandando esto. No tienes elección. Tú se lo puto pediste, ¿no?
Benny y Jane miraron asombrados a Rock. Era cierto. En privado, le había solicitado a Balalaika participar en la corrupción de cualquier comisaría que estuviese en Virginia o en sus proximidades. El destino había llamado a la puerta de Rock y no dejaría pasar la oportunidad para hacer pagar a ese cabrón. Pero…
—Lo sé. Pero estaba tan… afectada… y ahora no quiero dejarla sola. No quiere que me involucre.
Benny y Jane se miraron entre sí, ajenos a la lectura entre líneas que Dutch y Rock compartían.
—Irás a ese puto pueblo y obedecerás lo que ella mande, y sino, soldadito de plomo, no haberlo solicitado —dijo serio, dejando con fuerza la lata de cerveza que se estaba bebiendo. —Revy sabe cuidarse solita. En cuanto a ti, aprovecha la ocasión para hacer lo que creas que debes hacer.
Rock abrió los ojos, mirándolo atento. Había hecho una promesa… y Balalaika había facilitado su incursión. No podría echarse atrás.
Sabía que a su vuelta, Revy estaría aún más cabreada al enterarse de esto.